El 19 de junio quedará marcado por la proclamación de un rey que nace ya desprestigiado, Felipe VI. Una sucesión que trata de mostrar la continuidad de los pactos del Régimen del ‘78.
El conjunto de las figuras del régimen, desde el Partido Popular, el PSOE, UpyD, CiU con el presidente de Catalunya Artur Mas y el PNV Vasco con su Lehendakari Iñigo Urkullu, y por supuesto, la “troika” de los ex presidentes Felipe González, Aznar y Zapatero, se hicieron presentes para rendir pleitesía y demostrar su apoyo a la monarquía, salvo las honrosas excepciones del Grupo Mixto y la Izquierda Plural.
La coronación, como reconoce todo analista político serio, se da en el marco de una fuerte “crisis de representación” y del Régimen político, que no ha hecho más que agudizarse desde la irrupción del 15M hace ya tres años. Una crisis “en las alturas”, acicateada por la debacle de los dos principales partidos del Régimen, PP y PSOE, que en las elecciones al Parlamento europeo el pasado 25M no sumaron ni la mitad de los votos; el crepúsculo del modelo territorial con la reemergencia de la cuestión nacional catalana que viene a sumarse a la vasca; la emergencia de nuevos fenómenos políticos como expresa el aumento de los votos de la izquierda reformista como Izquierda Unidad o el sorpresivo ascenso de la candidatura Podemos, y lo que se revela como el eslabón más débil: el descrédito de la institución monárquica, que aparece a los ojos de millones como lo que es: una institución anacrónica, corrupta y profundamente antidemocrática. Una virtual “asociación ilícita” que se pasa la jefatura del Estado y de las Fuerzas Armadas entre padres e hijos como si fuera una propiedad familiar.
Sin embargo, lo que más preocupa a los poderes reales del capitalismo español, es que el telón de fondo de esta crisis “por arriba” es la creciente ola de indignación que se desarrolla “por abajo”, con el cabreo de millones de trabajadores, jóvenes y sectores populares que ven sus condiciones de trabajo y vida cada día más pauperizadas, mientras los “ricos son más ricos y los pobres son más pobres” y transforman este hastío en movilización social.
Si bien hasta ahora las enormes luchas de masas que se han librado desde el comienzo de la crisis con las huelgas generales, las mareas y movilizaciones democráticas no han logrado derrotar los planes de austeridad, la profundidad del proceso sigue su curso con cientos de movilizaciones y huelgas en todo el Estado, luchas duras como las de Panrico y Cocacola, y especialmente con la irrupción de un renovado movimiento democrático por el derecho a decidir sobre la forma del Estado, en el que miles de trabajadores, jóvenes y sectores populares salieron a las calles para reclamar un referéndum.
Una coronación con Madrid militarizada, sin brillo, con poca gente y muchos palos
Mientras Felipe VI pronunciaba su discurso repleto de referencias a la situación política actual, queriendo mostrarse como el principal impulsor de la “regeneración democrática”, y artífice de “una monarquía renovada para un tiempo nuevo”, la ciudad de Madrid amanecía militarizada por Unidades de Intervención Policial, los antidisturbios, los servicios antiterroristas y de información, pasando por los grupos caninos o de subsuelo, agentes de operaciones especiales y unidades de élite o expertos en explosivos, tiradores profesionales, controles en estaciones de trenes y buses. Un operativo extraordinario que contrastaba con la deshilachada adhesión popular que tuvo el nuevo monarca, que sacó a relucir el mejor arte de la ocultación a la prensa adicta al régimen, que hizo malabares para no mostrar en las cámaras de televisión los despoblados planos de la Gran vía y la Plaza de Oriente.
Pero lo que tampoco mostraron las cámaras de televisión, fue la impunidad policial requisando ilegalmente banderas republicanas y deteniendo personas que gritaban a favor de la república al paso del desfile de Felipe IV y su esposa subidos al lujoso Rolls Royce Phantom IV que encargó junto a otros tres el dictador Franco en 1948.
Vaya “renovación” la de una monarquía que no eligió nadie y que prohíbe cualquier tipo de manifestación “antimonárquica” -como ha sido la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Madrid prohibiendo la manifestación convocada por la Coordinadora Republicana por el derecho a decidir- y reprime a quienes osen llevar los colores republicanos.
Afortunadamente, la saturación policial y la represión no impidió que centenares de personas nos reuniésemos en Tirso de Molina durante la coronación y que por la tarde un nutrido grupo de se manifestase en Puerta del Sol, enfrentando los palos de la policía y la detención de varios compañeros y compañeras.
Para que el pueblo decida: Referéndum YA! Por un proceso constituyente revolucionario. Por una república de los trabajadores
Por más de tres siglos, los Borbones han reinado en España sin haber sido elegidos por nadie. Pero si incluso en pleno siglo XXI esta institución feudal ha sabido sobrevivir, lo ha sido gracias a su alianza histórica con la burguesía española, que la ha convertido en la gran abogada y arbitro de los intereses de los grandes capitalistas. Hoy día esta “monarquía renovada” es más de lo mismo, es la monarquía de los Felipe González y los Aznar, de los Botín y de la CEOE. Es la monarquía garante de la sacrosanta “unidad de España”, impidiendo que vascos y catalanes puedan ejercer su derecho a la autodeterminación. Es la monarquía que oficia de embajadora de oro del imperialismo español, gestionando la obtención de jugosos contratos de expoliación en favor de las multinacionales hispanas en América Latina, África y otras partes del mundo.
Por ello es necesario terminar de una vez por todas con esta institución reaccionaria, herencia directa de la Dictadura de Franco y esto sólo es posible con una gran movilización social. Porque en esta “democracia para ricos”, sin la lucha en las calles, en las empresas, en las universidades y los barrios, no puede conquistarse ningún derecho.
En su discurso de coronación, Felipe IV habló de “democracia”, “valores democráticos” y “cultura democrática” hasta el hartazgo. Pero su propia proclamación como Rey ha sido una negación obscena de estos valores abstractos. A los personeros del decadente Régimen del ’78 les gusta hablar de democracia, entonces que sea el pueblo quien decida mediante su voto directo en un Referéndum la forma del Estado español.
Obviamente ni Felipe, ni el PP, ni mucho menos el PSOE que acaba de renovar su profundo “espíritu monárquico”, estarían dispuestos a convocar una consulta de este tipo. No hay que ser muy listo para intuir cuál sería el resultado. Porque si ya la penosa “adhesión popular” al nuevo Rey en las calles de Madrid es un síntoma, aún más lo son las decenas de miles de votos cosechados en pocos días por la iniciativa “Referéndum Ya” en todo el Estado.
Por ello es clave fortalecer la movilización social, poniendo todos los recursos de los sindicatos, las organizaciones sociales y de la izquierda para desarrollar un gran movimiento democrático que organice asambleas, paros, manifestaciones en los centros de trabajo y de estudio y todas las acciones necesarias que preparen el camino a una huelga general para imponer un Referéndum y terminar con la monarquía.
Este sería un inmenso paso en la movilización de masas que no sólo podría terminar con la monarquía, sino también abrir el camino hacia la apertura de un verdadero proceso constituyente en el que los trabajadores y el pueblo lo decidamos todo. Un proceso constituyente que se construya sobre las ruinas de este Régimen, basado en la lucha de los trabajadores y el pueblo, fundado “desde abajo” mediante los organismos de auto-organización desde los cuales imponer una verdadera Asamblea Constituyente Revolucionaria, elegida por sufragio universal de todas y todos los mayores de 16 años, nativos o extranjeros y en una sola circunscripción estatal que garantice que todos los votos valen lo mismo.
Sólo una asamblea de este tipo tendrá la capacidad de discutir y resolver sobre todas las grandes demandas democráticas y sociales, también el fin de la Corona. Somos parte de la lucha contra la Monarquía Borbónica desde esta perspectiva. Luchamos por una república, pero no de patrones y banqueros sino de trabajadores, que resuelva todas las aspiraciones democráticas, que termine con la casta de políticos corruptos que viven con salarios 20 o 30 veces mayores a los de cualquier asalariado o asalariada, que dé solución a los grandes dramas sociales del paro, los desahucios, la pobreza y garantice el derecho a la libre autodeterminación de todas las nacionalidades en la perspectiva de construir libremente una Federación de Repúblicas Socialistas Ibéricas.
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