El gobierno norteamericano nunca llamó “golpe” al derrocamiento del ex presidente Morsi por parte del Ejército. La represión, que dejó más de 3.000 muertos (solo en el desalojo de los acampes de la Hermandad Musulmana murió un tercio de esa cifra) y 20.000 detenidos, y cientos de condenados a muerte, posterior al golpe por parte del gobierno contra revolucionario cívico militar, nunca fue rechazada ni denunciada por la administración de Obama salvo algunos reproches a cierto “autoritarismo” a la hora de imponer el orden por parte del gobierno de facto egipcio.
La visita “relámpago” del secretario de Estado J. Kerry al recién electo presidente, ex Mariscal del Ejército y cabeza golpe, Al Sisi viene a confirmar su respaldo al gobierno y descongelar la ayuda militar con un primer tramo por 527 millones de dólares (una buena manera de mostrar el respaldo yanky).
Para el imperialismo norteamericano bastaron unas elecciones gestadas bajo la bota de la represión contra revolucionaria, la declaración por parte del gobierno de facto de la Hermandad Musulmana como grupo terrorista (con la consecuente ilegalización de esa agrupación) para que en Egipto se vuelva a vivir en una democracia que solo tendría algunos “defectos”.
Claro si uno entiende por defectos la represión con miles de muertos, criminalización de la protesta, detención masiva y juicios sumarios (con condenas unas 1.200 condenas a muerte) de opositores. Todo esto serían algunos “defectos” para el imperio que enarbola la democracia como principal bandera.
En una rueda de prensa Kerry dijo “Este es un momento crítico de la transición en Egipto, con enormes desafíos. EE UU está muy interesado en trabajar estrechamente con el presidente Al Sisi y su Gabinete, para lograr una transición lo más rápida y tranquila posible”, una elegante forma de decir que luego de barrer a sangre y fuego lo que quedaba de la Primavera Árabe en el país, el nuevo gobierno de Al Sisi aún debe asentarse. Una situación complicada ya que, mientras intentó aplicar un plan de ajuste para hacer frente a una difícil situación económica, la mayoría de la población recibió con apatía las elecciones presidenciales (más del 55% del padrón no votó) y en los últimos meses ha crecido el descontento frente al autoritarismo del gobierno y aumentaron los reclamos por parte de los trabajadores con importantes huelgas.
Luego de haber suspendido la ayuda militar durante meses el gobierno norteamericano busca retomar la “alianza” estratégica con Egipto en un momento en que el tablero geopolítico de Medio Oriente es sacudido por nueva guerra civil desatada en Irak y se mantienen escenarios muy inestables en Siria y Palestina. Para esto la consolidación del gobierno de Al Sisi, y su intento de recomponer un régimen al estilo de Mubarak, significaría el retorno de un actor de peso en la estabilidad regional que el imperialismo busca recomponer sin la necesidad de una intervención directa.
Lo que ha quedado claro luego de la visita es que los intereses norteamericanos en la región y la “ayuda” para el combate contra el extremismo islámico, viene a fortalecer a los gobiernos más reaccionarios de la región continuadores de los planes contra los que se levantaron la juventud y los trabajadores en la Primavera del 2011.
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