En un hecho inédito de la política francesa, el ex presidente de la derecha conservadora, Nicolás Sarkozy, fue detenido este lunes 1/7, interrogado por más de 15 horas y llevado ante el juez que lo ha procesado por tráfico de influencias y violación del secreto de instrucción.
El hecho conmocionó al país y pone ante una durísima prueba el intento de Sarkozy de recuperar terreno político después de la derrota sufrida en 2012 ante el actual presidente Francois Hollande (del Partido Socialista) y los constantes escándalos de corrupción contra él y su partido la Unidad por un Movimiento Popular (UMP). En las elecciones municipales de marzo, había tenido un circunstancial repunte ganando las elecciones como producto de la debacle electoral del PS. Justamente esa es la excusa que esgrime ahora el ex presidente, que sus rivales políticos están montando una “persecución judicial” para impedir que vuelva a pelear por la presidencia en 2017.
Pero el nuevo escándalo con detención y procesamiento, parecen poner un palo definitivo a los objetivos del ex presidente y la UMP. Las causas en que está implicado están cruzadas por casos de corrupción, contra espionaje a la policía e intento de evadir las investigaciones judiciales a través de sobornos, delitos penados con varios años de cárcel y multas multimillonarias. Tiene en proceso 7 casos de corrupción, la mayoría cometidos durante su mandato, entre ellos la propia financiación de su campaña electoral en 2007 atribuida al ex dictador libio Muamar Kadafi.
Este inédito escándalo político es expresión de la formidable debacle de los partidos tradicionales franceses, en el marco de un estancamiento económico que lleva años, con cierres de empresas y miles de despidos, y planes de ajuste contra los trabajadores y el pueblo como fue el aumento de la edad jubilatoria durante el gobierno de Sarkozy o el recorte de 50.000 millones de euros del presupuesto nacional realizado por Hollande.
Es un nuevo capítulo de la crisis que atraviesa el sistema político que se ha expresando en las recientes elecciones al parlamento europeo donde el FN obtuvo un 26% de los votos, se mantuvo una gran abstención y la UMP y el PS quedaron en tercer y cuarto lugares con apenas 20% y 14% de los votos respectivamente.
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