Cruzar el Mediterráneo
Entre el lunes y miércoles de esta semana más de 1000 hombres, mujeres y niños subsaharianos se lanzaron a un viaje desesperado para cruzar el Mediterráneo en pequeñas barcas de juguete. Su objetivo: alcanzar la costa española. Es la ola migratoria más grande, concentrada en pocos días, desde el año 2006. Los inmigrantes han sido rescatados por barcos españoles cerca de la costa, después de más de 20 horas de flotar a la intemperie. Muchos debieron recibir cuidados médicos inmediatos. Entre ellos se encontraban muchas mujeres y niños.
Al mismo tiempo cientos de inmigrantes han intentado saltar las vallas en la ciudad de Melilla (enclave español ubicado en la costa africana) para poder pisar suelo español y ser trasladados a la península. Más de cincuenta han quedado durante horas subidos en lo alto de la valla, acosados de ambos lados por las fuerzas represivas españolas y marroquíes. La valla de Melilla ha sido reforzada con cuchillas y un sistema “antitrepa” en los últimos meses, para evitar estos saltos masivos. Esto produce numerosas heridas cortantes entre quienes intentan atravesarla.
Los grandes medios de comunicación españoles como los diarios El País o El Mundo responsabilizaban al gobierno de Marruecos por su “permisividad” en el paso fronterizo, presionando para que se aumenten los controles. El gobierno español, por su parte, ha tenido una única respuesta: reforzar las fuerzas de seguridad y represivas en puntos fronterizos. Ha enviado unos 500 efectivos de la Guardia Civil y la policía a Ceuta y Melilla, entre ellos más de un centenar de antidisturbios. En Melilla han expulsado a los periodistas de los alrededores de la valla, lo que confirma que han comenzado las llamadas “devoluciones en caliente” como denuncian organizaciones de inmigrantes locales. Es decir, mediante un acuerdo entre las fuerzas de seguridad españolas y las de Marruecos, se expulsa a los inmigrantes de forma completamente ilegal, sin otorgarles siquiera el derecho a pedir una estancia o refugio político.
CIES, represión y precariedad
El destino de los hombres y mujeres que logran llegar a suelo español es una pesadilla: son trasladados a los CIES, centros de internamiento para extranjeros, donde esperan respuesta a su pedido de estancia en el país. Son verdaderas cárceles para extranjeros, con pésimas condiciones sanitarias, bajo el control del cuerpo policial. En los últimos años el 52,3% de los que llegaron a un CIE fueron expulsados [1]. Los que finalmente logran llegar al final de esta travesía, después de meses viajando desde África subsahariana en camiones controlados por mafias locales, arriesgando su vida para cruzar la frontera y pasando un período en el CIE, se encuentran al salir, con condiciones de extrema precariedad. Muchos se convierten en “manteros”, perseguidos por la policía y con el riesgo de volver al CIE. Otros emprenden un viaje hacia otros países europeos, en búsqueda de un trabajo incierto.
Pero a pesar de las pésimas condiciones que encuentran si logran cruzar la frontera, no dejan de intentarlo. Esto es porque el infierno de donde escapan en tierras africanas es escenario de guerras sangrientas, masacres, enfermedades, miseria y pobreza extrema. Una situación que en los últimos años, producto de la crisis capitalista, se ha agravado. En el corazón del África subsahariana aquellos países que estuvieron sometidos a la dominación directa por parte de las potencias europeas quedaron hundidos en una pobreza extrema. En muchos de ellos en los últimos años se han sufrido hambrunas masivas, afectando a millones de personas. Sus pocas fuentes de riqueza, como el Uranio en Níger, se encuentran en manos de compañías multinacionales depredadoras.
Estas son las causas profundas de las oleadas de migración irregular. La respuesta de los gobiernos europeos es más represión, leyes xenófobas y racismo. Es necesario terminar con las reaccionarias leyes de extranjería, los CIES y demás medidas represivas para los inmigrantes. Exigir papeles para todos y regularización inmediata sin condiciones, al mismo tiempo que luchar por trabajo genuino para nativos y extranjeros. ¡Nativa o extranjera, la misma clase obrera!
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