Por André Bof
Durante el último mes han sido frecuentes las informaciones sobre el peor brote de infección del virus del Ébola que azota a la región occidental del continente africano. Situado en naciones extremadamente pobres de la región como Sierra Leona, Liberia y Guinea, con focos también en Nigeria, el brote infeccioso ha matado a más de mil personas, con porcentajes aún mayores de personas infectadas y ha obligado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declarar “estado de emergencia de gravedad internacional”, cuyas repercusiones han provocado restricciones en los vuelos y viajes a la región afectada.
Un virus extremadamente letal, considerado como posible "arma biológica", el Ébola provoca la muerte de hasta el 90% de los infectados, sin tratamiento específico y ni vacunas que puedan contener una mayor expansión. El Ébola apareció en 1976 entre humanos, y también presente en animales como gorilas y murciélagos frugívoros, es un virus resistente que se preserva en los cadáveres aún después de períodos relativamente largos.
El brote adquirió mayor trascendencia después de la infección de médicos misioneros e incluso la muerte de algunos, entre ellos un norteamericano, que puso de relieve internacionalmente la gravedad de la situación.
Una verdadera crisis sin precedentes, el brote de Ébola, sin embargo, tiene raíces y explicaciones que van más allá de una mera “fatalidad” que las grandes naciones no esperaban. La gravedad de las consecuencias, las dificultades para contener el brote, la velocidad de la infección tienen sus causas en la historia de despojo impuesto a África de conjunto y a los países más afectados, en particular.
Sierra Leona y Liberia son hoy los más afectados por el brote. Al igual que casi todas las naciones africanas durante siglos fueron colonias de las grandes potencias como Inglaterra y Portugal, siendo fuentes de recursos naturales y del tráfico de esclavos. Y en ambos países se encontraron grandes yacimientos de diamante, explotados de manera salvaje por las compañías mineras, europeas y norteamericanas, que imponen sus propias leyes y “seguridad” en las minas. En Sierra Leona incluso se encuentra una de las mayores producciones de titanio y bauxita, además de oro. Tal riqueza natural, sin embargo, contrasta con la extrema pobreza de su población.
Los cálculos indican que alrededor del 70% de la población de Sierra Leona vive en la “extrema pobreza”, siendo el séptimo país más pobre del mundo y el tercero en los peores Índices de Desarrollo Humano (IDH). En Liberia, que tiene índices similares, además del actual brote de Ébola, otra “epidemia” típica del capitalismo devasta “estructuralmente” a su población: el hambre, ya que el país no está en condiciones de producir y suplir de alimentos a su población. Esta cruel realidad, resultado directo de siglos de explotación colonial y posteriormente capitalista, impone condiciones de vida que facilitan el desarrollo de epidemias como el Ébola y cuestionan el discurso oficial hipócrita utilizado por la ONU para explicarlo.
La explotación capitalista es la razón de la “crisis humanitaria”
Con el objetivo de identificar las causas de la rápida propagación, la ONU y la OMS señalan como fuente los contaminantes, los hábitos culturales, como el embalsamamiento de muertos, y el lavado colectivo de cadáveres, silenciando la histórica explotación de estas naciones y el colapso de los servicios más básicos. Si miramos más de cerca, veremos que las causas son mucho más profundas.
Dejando de lado los hábitos culturales que involucran estas prácticas alimentarias, existen varios informes que dan cuenta que frente al hambre es común la caza de animales silvestres como alimento, muchos de los cuales son huéspedes del Ébola, como los murciélagos y primates, consumidos y comercializados sin las mínimas condiciones de higiene en los pequeños centros y villas.
Con la completa falta de viviendas y la absoluta precariedad de los servicios públicos, como el saneamiento básico, la salud y distribución de medicamentos, hospitales, etc, gran parte de la población de estos países se encuentra absolutamente indefensa ante una epidemia tan agresiva.
Dado que esta es una enfermedad que necesita ser “gestionada”, ya que no existe una vacuna o tratamiento específico, es enorme la demanda de antibióticos, vendas, jeringas, antiinflamatorios, todos gravemente escasos en los países afectados. La falta de materiales es habitual en estos países y la expansión de Ébola puede estar estrechamente ligada a la reutilización de jeringas, el no uso de guantes, lo que lleva a los profesionales a tener contacto con las secreciones y la sangre y la contaminación masiva de pacientes, etc.
Si por un lado faltan materiales para el tratamiento, por otro el cierre de hospitales y clínicas y la fuga de médicos y enfermeras, agravó aún más el ya escaso número de profesionales de la salud, consecuencia de la casi inexistencia de instituciones educativas y la elitización de las pocas que existen.
Además del estado colapsado de los servicios públicos en los países afectados, se suma una secuencia de golpes de estado y guerras civiles que, desde hace casi dos décadas, han devastado el territorio de Liberia como el de Sierra Leona, profundizando la crisis social y causando la muerte de miles.
Esta situación es responsabilidad directa de las grandes potencias capitalistas que imponen a estas naciones condiciones de completa sumisión -transformándolas ayer en fuente de esclavos y hoy en fuente de materias primas- e intentan salvaguardar sus intereses incentivando, armando y financiando las disputas fraticidas y las guerras civiles. Es el caso de los grandes conglomerados como London Mining, protegido por Inglaterra, o Arcelormittal, el mayor productor de acero del mundo con sede en Luxemburgo, dos de los mayores exploradores de minerales en Liberia y Sierra Leona que, incluso en medio de frenéticas sucesiones de gobiernos y regímenes, han mantenido excelentes relaciones con los "grupos de poder", salvaguardando la transferencia de sus ganancias a sus países de origen.
Sin dudas, es lamentable la frecuente aparición de enfermedades como el Ébola que provocan la muerte de miles de personas, en su mayoría trabajadores y campesinos, y la gravedad de la situación está directamente relacionada con el sistema capitalista. En un sistema donde el “afán de lucro” y la propiedad privada son el principal motor de la producción, la investigación, las nuevas tecnologías, etc. es un camino tortuoso obtener recursos (que terminan en las cuentas de las grandes empresas mineras multinacionales) para el tratamiento y la cura de enfermedades como éstas. La industria farmacéutica, que gana miles de millones con las enfermedades, demuestra una hostilidad feroz frente a toda forma de cura definitiva y es un ejemplo muy claro del “callejón sin salida” al que conduce el capitalismo.
En un sistema en el cual las necesidades de la humanidad fuesen el motor del desarrollo de la historia, estaríamos libres de los “frenos” que el lucro y la propiedad privada imponen al progreso de la ciencia, la técnica y los descubrimientos. En este sistema se daría la expropiación de los monopolios farmacéuticos que, bajo control de los trabajadores y organizaciones populares, podrían centrar sus esfuerzos y recursos como nunca antes para encontrar curas y tratamientos mucho más rápidamente que en la actualidad. Del mismo modo, en un sistema como este, se avanzaría en la expropiación de las grandes empresas mineras dejando el manejo de los minerales bajo control de la mayoría del pueblo trabajador y proveyendo recursos.
Así, por la vía de investigaciones revolucionarias financiadas seriamente, de recursos destinados a tratamientos pioneros, la formación de miles de médicos con la universalización de la educación, la inversión masiva en salud y la producción, distribución gratuita de todos los medicamentos a quienes los necesitaran, podríamos contar con condiciones superiores para enfrentar y eliminar de la historia epidemias del tipo del Ébola.
Esta inversión de “prioridades”, sin embargo, requeriría un cambio en la dinámica de las relaciones entre los Estados, que mantiene a los países del continente africano en situación de miseria y expoliación, que sólo podría lograrse a partir de una revolución socialista en estas naciones y su expansión a las potencias imperialistas como Gran Bretaña, Francia, EE.UU., etc.
Como solución a corto plazo, es necesario contra la hipocresía de estas grandes potencias, exigir medidas de emergencia serias:
¡Que los países de la Unión Europea y los Estados Unidos financien en sus países investigaciones que garanticen la cura del Ébola y envíen decenas de miles de instrumentos médicos, jeringas, antibióticos, alimentos y agua a los países afectados!
Por otro lado, es necesario exigir ¡que los beneficios de la grandes empresas mineras sean confiscados para asegurar los recursos para la construcción de clínicas y hospitales de emergencia, la organización de voluntarios y médicos en las zonas afectadas y para las necesidades básicas de la población afectada!
Sabemos que bajo el control de las corruptas instituciones capitalistas los desvíos de recursos son moneda corriente, como ha ocurrido en casos como Haití y Palestina, por lo que tenemos que exigir que ¡toda la ayuda humanitaria y los recursos estén bajo control y sean fiscalizados por las organizaciones sindicales y populares de estos países!
Del mismo modo, es central exigir que las grandes fortunas de estos países, que pertenece a políticos y accionistas de las empresas mineras, paguen más impuestos y financien progresivamente las necesidades de salud, alimentación, vivienda, etc.
|