La muerte en un accidente aéreo del candidato a presidente Eduardo Campos provocó un giro en la campaña electoral hacia las elecciones presidenciales de octubre. Marina Silva, candidata a vicepresidente del fallecido Campos, al asumir el primer lugar de la lista muestra mayores posibilidades de ganar, dando fuerza al debate sobre la llamada “tercera vía”, que sería una alternativa a la tradicional oposición entre el PT de Lula y Dilma por un lado y, por otro, el PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso y del actual candidato Aécio Neves. Pero Marina, así como Dilma y Aécio, no son una alternativa para la mayoría explotada y oprimida del país.
El desgaste de la oposición PT x PSDB
Desde 1994 la disputa electoral para la presidencia se da centralmente entre estos dos partidos. Las masivas manifestaciones de junio de 2013 se dirigieron contra ambos, pues representan la continuidad de un “proyecto de país” donde los servicios públicos esenciales para la población son caros, privatizados y degradados y las instituciones están dirigidas por una casta de parásitos que utilizan la corrupción para mantener sus privilegios y los intereses de los grandes capitalistas. Durante el último ciclo de crecimiento el gobierno de Lula pudo vender la imagen de que los trabajadores y el pueblo pobre podrían mejorar gradualmente sus condiciones de vida. Sin embargo, esas ilusiones se deshacen cada día un poco más. La ola de huelgas que han recorrido el país, como los barrenderos de Río de Janeiro, los trabajadores del Subte de San Pablo o la histórica huelga en la Universidad de San Pablo (ver nota) entre muchas otras, ponen en evidencia que la mayoría de los empleos creados por los gobiernos del PT son precarios y los patrones que lograron ganancias récords en los últimos años ahora quieren que, con inflación, desempleo y flexibilización de derechos laborales, los trabajadores paguen por la preservación de sus ganancias ante la profundización de la crisis. Aun así, la mayor parte de los trabajadores rechaza la posibilidad que el PSDB pueda volver al poder, pues todavía se beneficia de las mejoras durante el gobierno Lula y tiene en la memoria lo que el PSDB significó: desempleo y privatizaciones bajo la ofensiva neoliberal de los años 90. En este marco la principal favorita en las elecciones viene siendo Dilma, pero en muchos casos como un “voto útil” o el “mal menor” ante Aécio Neves.
De ningún modo “tercera vía”
Marina Silva emerge como supuesta representante de una “nueva política”, apoyada en su origen humilde, en una imagen carismática y en su ruptura con el PT en función de la subordinación del gobierno de Lula a las demandas más reaccionarias del agro negocio. Pero se trata apenas de un juego de marketing. El fallecido Eduardo Campos era conocido por su relación especialmente amistosa con el agro negocio. Su partido, el PSB, que sirve como plataforma para la supuesta “tercera vía”, es parte integrante de la “vieja política”: se ha aliado al PT o al PSDB de acuerdo a las conveniencias del oportunismo electoral y del aprovechamiento de los privilegios de la máquina estatal; fue parte del gabinete ministerial de Lula mientras era útil y tiene alianzas con los personajes más reaccionarios y oligárquicos de la política brasilera. Marina defiende abiertamente la reforma neoliberal de la legislación laboral y de las jubilaciones y dice “amén” a los ajustes fiscales necesarios para sostener la sed de ganancia del capital financiero, imposible sin recortar aún más los ya escasos presupuestos en educación y salud. No por casualidad sus “padrinos” burgueses son nada menos que el Itaú, uno de los mayores bancos privados del país, y el monopolio de cosméticos Natura, y sus asesores más destacados son reconocidos intelectuales neoliberales.
En los debates sobre el derecho al aborto libre y gratuito se ha posicionado claramente del lado reaccionario que defienden la iglesia católica y evangelista a la que sigue, enemigas del derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos.
Todavía está abierta en qué medida ella adoptará un discurso más demagógico para atraer a los votantes del PT o más neoliberal para atraer los votantes del PSDB. Pero lo que es seguro es que, a pesar de ser una tercera opción, significa un proyecto de país tan contrario a los intereses de los trabajadores como el de Dilma o Aécio.
Hace falta una “vía” de los trabajadores
Es necesario un partido que utilice la visibilidad del debate electoral para fortalecer las luchas en curso como la emblemática huelga de las universidades estaduales paulistas, denunciar el carácter de clase de esta democracia para ricos y agitar consignas que lleven a la movilización independiente de los trabajadores y el pueblo, como la lucha para que todo parlamentario, funcionario político o juez gane lo mismo que un docente; o la lucha por la estatización de los servicios públicos bajo control de los trabajadores y usuarios, comenzando por el transporte que fue la principal demanda de junio del 2013, para lo cual es necesario dejar de pagar la deuda pública a los banqueros y cobrar impuestos a las grandes fortunas.
El partido de izquierda más visible, el PSOL de Luciana Genro, no sólo se dedica a vender la ilusión de que ascendiendo al poder podría gestionar un capitalismo más ético y humano como el que el PT no hizo, como ya recibe fondos de grandes burgueses para financiar su campaña electoral. Por otro lado, el PSTU, partido que se reivindica revolucionario, además de estar atado a alianzas provinciales con el PSOL, diluye la lucha contra la democracia para ricos y subordina el apoyo a las luchas de los trabajadores en función de sus objetivos electorales. Hace falta construir una nueva fuerza política que luche consecuentemente por la independencia de la clase trabajadora en una perspectiva revolucionaria.
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