Luego de 10 días de tregua durante los cuales no se llegó a ningún acuerdo para un cese del fuego, el Estado de Israel volvió a bombardear la Franja de Gaza desde el martes 19/8. Tomando de excusa el lanzamiento por parte de Hamas de 3 cohetes que cayeron en territorio israelí sin causar víctimas ni daños materiales, el gobierno sionista del primer ministro Benjamín Netanyahu ordenó reanudar la ofensiva militar. Se realizaron más de 80 incursiones aéreas con un saldo de casi 30 palestinos muertos y decenas de heridos. El principal objetivo del ejército sionista fue el jefe del brazo armado de Hamas, Mohamed Deif, que dirige las brigadas Al-Qassam. Para esto arrojó cinco misiles sobre su vivienda matando a su esposa e hijo de ocho meses. La suerte de Deif que vivía en la clandestinidad, todavía es incierta.
Palestina resiste
Tras el ataque a su dirigente, Hamas amenazó a Israel con haber abierto “las puertas del infierno” y según el ejército israelí la milicia islámica ya lanzó unos 180 cohetes contra su territorio, algunos de los cuales llegaron a Tel Aviv y Jerusalén. El magnicidio de altos dirigentes es una práctica frecuente del Estado sionista para golpear a la resistencia palestina. El propio Deif sufrió ya cinco atentados en uno de los cuales perdió ambas piernas. Es otra de las herramientas que utiliza este estado terrorista para llevar adelante la limpieza étnica contra el pueblo palestino, como los bombardeos masivos sobre territorios densamente poblados, la legalización de la tortura en las cárceles o la represión de movilizaciones pacíficas con armas de guerra.
La tregua y las negociaciones indirectas en El Cairo, con la mediación del gobierno golpista de Al Sissi y de Al-Fatah (el ala palestina colaboracionista con Israel y el imperialismo), fracasaron porque los dirigentes sionistas no quieren detener su ofensiva militar desatada el 8/7. Margen Protector ya es la ofensiva militar más grande y sangrienta desde que Israel se retiró de la Franja en 2005: un mes de bombardeos masivos e invasión terrestre, más de 2000 palestinos muertos y 10200 heridos, casi medio millón de desplazados, barrios enteros reducidos a escombros en Gaza y otras ciudades, la infraestructura y servicios esenciales totalmente colapsados, escuelas, mezquitas y hospitales bombardeados. Sin embargo, y a pesar de haber destruido decenas de túneles de Hamas, Israel no pudo alcanzar sus principales objetivos militares como neutralizar la capacidad de lanzar cohetes de Hamas, ni eliminar a sus principales dirigentes. En esa situación el gobierno sionista debió aceptar la tregua y la mesa de negociación en Egipto para limitar la presión internacional que iba creciendo a medida que se desarrollaba la masacre y los crímenes de guerra contra los palestinos.
La línea guerrerista del gobierno sionista
Pero inmediatamente puso trabas insalvables en la negociación, como la exigencia del desarme de las milicias palestinas, a la vez que se negó a otorgar ninguna de las demandas palestinas como el fin del bloqueo, la reconstrucción y apertura del aeropuerto, la construcción de un puerto naval, y liberación de los más de 500 palestinos detenidos en los últimos meses. De esta forma, viene obligando a Hamas a no firmar ningún acuerdo y obteniendo con eso nuevas excusas para continuar con su ofensiva militar.
Esta orientación guerrerista del gobierno israelí, impulsada desde el principio por el sector de la ultraderecha sionista encabezada por el canciller Avigdor Lieberman (que presiona por “derrotar” a Hamas y sacarlo del gobierno de la Franja), se ha impuesto al calor de los ataques a Gaza y de la derechización de la sociedad israelí. Varios ministros del Likud, partido sionista de la derecha conservadora liderado por Netanyahu, ahora reniegan de la negociación en El Cairo y toman el discurso de la ultraderecha. Así lo expresa el ministro de Interior Gideon Sa’ar: “Uno puede alcanzar la calma a través de una guerra de desgaste y uno puede lograrlo a través de una operación terrestre a la Ciudad de Gaza. El objetivo debe ser romper la fortaleza militar de Hamas o someterla” (AJN, 20/8).
El fracaso de las negociaciones en Egipto y la nueva escalada en el conflicto, muestran una vez más el carácter colonialista y guerrerista del Estado de Israel que somete al pueblo palestino y pretende acabar con su resistencia. Este Estado, basado en la limpieza étnica y la imposición de un régimen de apartheid contra los palestinos, es incompatible con una convivencia pacífica entre árabes y judíos. Sin apoyar políticamente a Hamas, una organización que pretende mantener la explotación capitalista e imponer un estado teocrático, estamos incondicionalmente con la resistencia palestina en la perspectiva de la lucha por una Palestina obrera y socialista en todo su territorio histórico que permita que árabes y judíos puedan vivir libremente.
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