Las encuestas electorales más recientes muestran a Marina Silva en ascenso con el 29% de la intención de voto en el primer turno. Aécio Neves se encuentra estacionado con el 19%, mientras la presidenta Dilma Rousseff cae a 34%. En el segundo turno, Marina ganaría con el 45% contra 36% de Dilma, según las proyecciones. Pero aún son muchas las incertidumbres sobre la solidez de esta tendencia.
El fenómeno de Marina trasciende la muerte de Campos
Eduardo Campos, candidato a presidente en la lista que Marina iba como vice, no lograba superar el 8% en las encuestas electorales. Luego de su muerte, las primeras encuestas ya señalaban a Marina Silva con 21% de los votos, técnicamente empatada con el 20% de Aécio Neves, el otro candidato opositor al gobierno. Muchos analistas consideraban que las intenciones de voto estaban infladas por su alta exposición mediática. Se apoyaban en el hecho de que la muerte de Eduardo Campos la ubicó en el centro de un tema de gran conmoción nacional y que se diluiría.
En sintonía con esta opinión estaba el análisis de que Marina no lograría “resistir” la competencia abierta en el horario gratuito en la TV. Mientras el PT de Dilma tiene once minutos diarios y el Partido de la Socialdemocracia Brasilera (PSDB) de Aécio tiene cuatro, Marina solo tiene dos minutos de exposición.
Aunque estemos en el inicio de la campaña electoral y tanto Dilma como Aécio no lanzaron aún una ofensiva de “deconstrucción” de la imagen de Marina, las últimas encuestas señalan indicios que contradicen estas dos tesis. Por el momento, Marina retomó – en cierto sentido superó – el piso electoral que tenía en as encuestas de 2013, cuando todavía no estaba definido si ella o Eduardo Campos encabezaría la lista del Partido Socialista Brasilero (PSB).
¿Qué hay por detrás del ascenso de Marina?
La degradación de las condiciones económicas y el desgaste de las instituciones y partidos dominantes explican las primeras señales de fatiga de la estrategia electoral adoptada por Dilma, que busca apoyarse en las mejoras en las condiciones de vida de los últimos años de crecimiento económico. Por más que los niveles de desempleo permanezcan históricamente bajos, comienzan a sentirse los efectos de la crisis, con despidos y suspensiones de contratos de trabajo en varias ramas de la industria. Por otro lado, los trabajadores vienen sintiendo las consecuencias de la inflación creciente, especialmente en productos esenciales para la clase trabajadora, y de una mayor dificultad para obtener aumentos salariales.
Más allá de los votos que migraron de Dilma y Aécio, Marina también atrae los votos blancos, nulos e indecisos, que venían alcanzando índices record y cayeron vertiginosamente luego de que entró en la disputa. Entre esos votantes se encuentran tanto sectores de clase media que históricamente constituyeron la base social del PSDB como sectores juveniles y trabajadores que votaron al PT en las elecciones anteriores. Son sectores que por ahora creen en el discurso de la “nueva política” que difunde la candidata o la ven como un “mal menor” frente al PT o el PSDB. Aparentemente ese es un resultado de su trayectoria política, combinada con su origen humilde, que se presenta como digna de confianza y ha dado lugar a que algunos analistas la llamen “Lula con pollera”.
Por más que Aécio Neves intente mostrarse como portador de una “nueva política”, por más que intente esconder la práctica privatista y antipopular por la que es históricamente conocido el PSDB, éste ha encontrado más dificultades para capitalizar el descontento con el PT entre jóvenes y trabajadores, sea por su perfil empresario o por la trayectoria de su partido. Entre los niveles de rechazo que muestran las encuestas, que indican el potencial de crecimiento de cada candidato, Marina presenta índices de 10% contra 18% de Aécio y 36% de Dilma.
El potencial que la candidatura de Marina Silva ha mostrado hasta el momento se apoya en su capacidad para atraer un voto que trasciende la base histórica del PSDB en el primer turno y, en un segundo turno, atraer los votos del electorado más a la derecha que tradicionalmente apoya a los tucanos. Las encuestas indican que Aécio no tendría la misma capacidad para atraer los votos de sus adversarios.
Una “nueva política” cada vez más vieja
Para ganar la confianza de los grandes empresarios e inversionistas financieros, ya desde las elecciones de 2010 Marina defendió las reformas laborales y jubiilatorias neoliberales. Ahora salió en defensa de las bases macroeconómicas asentadas durante el gobierno de Fernando Henrique y continuadas bajo los gobiernos del PT, y viene defendiendo la implementación de una ley que dé mayor autonomía al Banco Central para gestionar la política económica.
Intentado disipar la imagen de que su gobierno, en función de una supuesta defensa del medio ambiente, será disfuncional al agronegocio, la candidata “verde”, ha señalado que mientras era ministra de Lula fueron habilitadas las licencias ambientales de algunas de las obras de mayor impacto ecológico.
Marina también ha buscado atraer los votos de sectores religiosos, que componen una parte importante de los sectores más pobres de a población beneficiados con los programas asistenciales que le dieron popularidad al PT. Para eso, ha defendido posturas abiertamente reaccionarias en relación a cuestiones democráticas elementales como el derecho al aborto, el casamiento homosexual y la legalización de la marihuana.
Con el propósito de mostrarse como un gobierno “viable”, Marina ha explicado que su “nueva política” incluiría los “mejores cuadros” tanto del PSDB como del PT; incluyendo figuras tan poco “nuevas” como el ex candidato a presidente y el ex gobernador de San Pablo, José Serra.
Es decir, aspectos claves de su propio discurso contradicen la imagen que ella intenta vender como portadora de una “nueva forma de hacer política”, por lo que no puede descartarse el alejamiento de sectores que en un primer momento depositaron en ella expectativas de una “tercera vía”. Ya en el primer debate televisivo entre los candidatos esta realidad fue evidente, ya que el principal “fenómeno” de internet durante el mismo no fue Marina sino Eduardo Jorge, del Partido Verde, que defendió el derecho al aborto y la legalización de la marihuana.
Lejos de estar consolidada, la actual trayectoria ascendente de Marina Silva está repleta de incógnitas. La “flexibilidad” de los votos que atrae, vengan de sectores petistas o tucanos, es también su mayor debilidad, ya que son votos “fluidos” que pueden migrar nuevamente frente a los embates de la campaña. En las próximas semanas se pondrá en juego su capacidad de resistir al esfuerzo de “deconstrucción” de su imagen que ciertamente llevarán adelante tanto por el PSDB como por el PT.
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