A nueve días de la consulta los líderes de los tres partidos en el gobierno británico viajan a Escocia en un intento desesperado por salvar la unión. Desesperación en la clase dominante británica por el referéndum en Escocia.
Las campañas por el “Sí” y por el “No” al referéndum redoblaron sus apuestas luego que una encuesta de intención de voto de YouGov publicada por del periódico “Sunday Times” revelara que el “Sí” y el “No” iban codo a codo, con una diferencia de apenas de un 1%. La noticia conmocionó a la clase dominante y causó nerviosismo en la city, donde se desplomó la libra.
El primer ministro británico, el conservador David Cameron, su vicepresidente, el liberaldemócrata Nick Clegg, y el líder de la oposición laborista, Ed Miliband, dejaron a un lado sus diferencias y abandonaron sus tareas constitucionales para hacer un viaje de emergencia a Escocia en un último intento desesperado por ganar los votos de los indecisos y cambiar la relación de fuerzas a favor del ‘No’. El líder independentistas Alex Salmond consideró ese gesto como una reivindicación de la fortaleza de la campaña por el “Sí” a la independencia.
El avance en las encuestas del apoyo a la independencia de Escocia ha obligado a los líderes de los principales partidos británicos, contrarios a la separación, a alterar este martes con urgencia sus agendas para dar un nuevo impulso a la campaña del "no", a solo ocho días del referéndum. Viajarán este miércoles a Escocia en lugar de asistir a la sesión semanal de preguntas al primer ministro en la Cámara de los Comunes, una situación insólita en la política británica
En Escocia existe un gran odio a los conservadores y a la clase dominante elitista inglesa, en particular desde que Margaret Thatcher quiso utilizar a los escoceses como conejillos de Indias para la implementación del ‘poll-tax’. Además, el país gaélico, al igual que el norte de Inglaterra, sigue sufriendo los efectos de la desindustrialización que tuvo lugar en los 80 bajo Thatcher.
El ex primer ministro Gordon Brown, diputado escocés por el Laborismo, reapareció de las sombras para darle un impulso a la campaña del “NO”. El lunes por la noche un apasionado llamado en un club de mineros en el centro de Escocia, pidiendo sus votantes del Partido Laborista que apoyen la permanencia en Reino Unido, y presentó un cronograma de devolución para darle más poder al Parlamento escocés. Además hizo concesiones en materia impositiva y del estado de bienestar.
El Laborismo también tiene las que perder. Con mayoría de diputados escoceses de su partido en el Parlamento de Westminster, vería socavada su influencia en la Cámara y expresaría la pérdida de confianza de la clase obrera escocesa, que en los últimos días se ha ido inclinando hacia el “Sí”.
Por su parte, el presidente del banco de Inglaterra, Mark Carney, en su discurso en la conferencia de la Confederación Sindical echó más leña al fuego al anunciar que una unión de divisa entre una Escocia independiente y el resto de Reino Unido serían incompatibles con la soberanía, posición que comparten los tres principales partidos políticos británicos.
La unión de divisas es una de las propuestas que el independentista Alex Salmond mantiene a rajatabla, aunque esto signifique la dependencia monetaria con el Banco de Inglaterra. La moneda que se usará, así como el futuro económico si gana el “Sí”, son algunos de los puntos más espinosos de la campaña.
Cameron, no tenía previsto viajar a Escocia hasta la semana que viene. Le habían aconsejado no ir ya que su presencia iba a tener una influencia negativa. Sin embargo, ante la perspectiva de transformarse en el Primer Ministro “que perdió la Unión”, cambió de parecer.
El premier no es querido entre los trabajadores escoceses, al que consideran un ‘cheto’ de familia millonaria educado en Eton –una exclusiva escuela privada para hijos de millonarios y en Oxford-. Cameron representa la quintaescencia de la clase dominante inglesa, que desde su lugar privilegiado en Westminster busca imponer recortes en todo el Reino Unido.
Para un hombre de la estirpe de Cameron debe ser muy doloroso ‘rebajarse’ ante los escoceses para implorarles “queremos, de manera desesperada, que se queden y que no se vayan”.
Los gestos no pudieron ser más grandes: Ni el anuncio de un nuevo ‘bebé real’, ni la bandera escocesa flameando en la residencia del Primer Ministro, en Downing Street, parecen ser suficientes para detener el ímpetu independentista. Al contrario, pareciera alimentarlo.
Ambas campañas aprovecharán los ocho días que faltan para la consulta para agudizar sus argumentos. Con un resultado tan parejo no se puede predecir qué va a pasar, sin embargo, gane el “Sí” o el “No”, los escoceses han puesto en la agenda de Westminster sus deseos independentistas.
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