El referéndum del 18 de septiembre encuentra a la izquierda británica radical dividida. El Socialist Workers’ Party y el Socialist Party están a favor del “Si” mientras que grupos más pequeños se han pronunciado por el “No”. A su vez, Left Unity, impulsada por el cineasta Ken Loach, no logró una posición unificada.
Para el sector a favor del “Sí” los argumentos se articulan alrededor de las siguientes cuestiones: en primer lugar, la promesa del Partido Nacionalista Escocés de exigir el retiro del programa Tridente de armas nucleares del territorio escocés en un plazo de 5 años. La base de los submarinos nucleares está en Faslane, en la costa oeste de Escocia. Los independentistas plantean que si gana el “Sí” se podrá presionar al SNP para cumplir esta promesa a la vez que le demandarán un plan de capacitación profesional para los trabajadores en dichas plantas.
En segundo lugar, un voto a favor del “Sí” resultaría en el debilitamiento del Estado británico. Partiendo de la historia de saqueo imperialista de Gran Bretaña en todo el mundo y señalando, con razón, que su bandera es un “delantal de carnicero”, la mayoría de la izquierda opina que la independencia de Escocia reducirá la influencia británica y su relación especial con Estados Unidos. Además, argumentan que le será más difícil lanzarse a aventuras bélicas.
En tercer lugar, toman la palabra del SNP de que un voto al “Sí” es la única forma de mantener un servicio nacional de salud gratuito, financiado públicamente. De ganar la posición independentistas la campaña por la defensa del NHS tomará un nuevo impulso.
Por último, opinan que un voto al “Sí” podría obligar a David Cameron a presentar su renuncia, hecho que daría nuevos bríos a los trabajadores británicos. Si bien los socialistas independentistas no plantean que de ganar el “Sí” se abrirá automáticamente un camino socialista, apuestan a que Escocia estará en mejores condiciones para construir una sociedad más justa.
En el campo del “No”, se agrupan los que están a la izquierda del Partido Laborista y en disidencia dentro de los partidos de izquierda con mayor presencia. Su primer argumento es que la clase obrera británica tiene una historia común de lucha de 200 años contra el Estado británico. A su vez, las conquistas fueron ganadas a ambos lados de la frontera. Plantean que al no haber opresión nacional en Escocia, la separación sólo tendría efectos negativos sobre la clase trabajadora, ya que la debilitaría en su lucha contra los planes de austeridad.
Para los defensores del “No”, es una contradicción demandar el retiro del programa Trident y solicitar a la vez la pertenencia a la OTAN. La ironía es que una Escocia independiente como miembro de la OTAN estaría “protegida” por las mismas armas nucleares que solicitó retirar.
Con respecto al debilitamiento del Estado británico, una de las posiciones por el “No” argumenta que los socialistas por el “Sí” rechazan la idea de una clase obrera unificada y se han vuelto vendedores del proyecto independentistas del SNP.
Finalmente, argumentan que el modelo nórdico socialdemócrata en contra de una Inglaterra tory es una falsedad, ya que una Escocia independiente no podrá escapar de la tendencia internacional de la clase dominante de avanzar en los ataques.
La división de la izquierda puso de relieve la complejidad del tema. Como lo ha declarado el mismo primer ministro de Escocia y líder del SNP, Alex Salmond, Escocia no es un país oprimido. Ha jugado un rol clave en la formación del imperio británico. A diferencia de Irlanda por ejemplo, no hay una situación de opresión nacional, tampoco hay historia de luchas de trabajadores o populares alrededor de la cuestión nacional -huelgas, movilizaciones de masas, etc.-, articuladas alrededor de la demanda de independencia.
Los objetivos del SNP son claros, satisfacer su demanda independentista histórica manteniendo en el poder a la clase dominante escocesa, y basa el potencial de su proyecto en las regalías petroleras en el Mar del Norte. En el caso de la campaña ‘Mejor Juntos”, busca mantener su posición mundial y su influencia geopolítica.
El ímpetu por la campaña del “Sí” en sectores de trabajadores, colectivos contra los rectores y los jóvenes, se apoya en el odio al desmantelamiento de la industria y del servicio de bienestar bajo el thatcherismo, sin duda. Pero al mismo tiempo es producto de la derrota sufrida que despejó del horizonte la posibilidad de que la clase obrera puede ser artífice de su propio destino, reemplazando la perspectiva de independencia de clase por una opción nacionalista independentista.
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