No concluía una semana de la tregua acordada tras la masacre provocada por la operación Margen Protector, que el gobierno israelí del primer ministro Benjamin Netanyahu lanzó una nueva provocación contra el pueblo palestino, esta vez sobre la margen occidental de Cisjordania. Netanyahu anunció la apropiación compulsiva de 400 hectáreas de tierra localizadas entre Belén y Hebrón, esta última la ciudad más caliente y hostigada del territorio palestino de Cisjordania, donde las tropas israelíes resuelven arbitrariamente, día por medio, cerrar calles y avenidas, obligando a los palestinos a realizar un rodeo de kilómetros para llegar a sus respectivos destinos.
Si bien la naturaleza del Estado de Israel está fundada sobre la constante extensión de colonias judías, semejante ocupación de tierras no tiene precedentes en por lo menos los últimos 30 años. Mediante esta estratagema, el gobierno israelí pretende cerrar la superficie alrededor de la cual se hallan los bloques de asentamientos judíos que conforman la colonia de Gush Etzion, proporcionándole así continuidad territorial, arrebatando una nueva porción del territorio palestino, donde están instalados más de 70 mil colonos de los 500 mil que ocupan poco más de la mitad de Cisjordania.
Los sionistas reclamaban esta porción de tierra, llamándola Gvaot, aunque la misma justicia de los tribunales israelíes la consideraba ilegal, haciéndose eco del cacareo circunstancial de la ONU. Sin embargo, después del asesinato de los tres jóvenes colonos israelíes que vivían en Hebrón, adjudicado sin ninguna prueba a Hamas y que el mismo Netanyahu utilizó como pretexto para desencadenar la escalada guerrera contra la Franja de Gaza, las autoridades israelíes señalaron que la colonia adquiría status legal para “luchar contra el terrorismo”, bajo el consentimiento del establishment internacional.
Históricamente, los sionistas hicieron culto de esa tierra donde supuestamente se hallaría la Maarat Hamajpeila, la cueva que contendría la bóveda donde estarían enterrados los iniciales patriarcas judíos (de los cuales jamás existió ninguna evidencia histórica) según el Antiguo Testamento. Los sionistas autopercibidos como “el pueblo elegido” siempre se valieron de la letra bíblica para legitimar la ocupación, asentada sobre la limpieza étnica del pueblo palestino.
El rol de Abbas y la OLP
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, criticó la iniciativa de Netanyahu, quien ya anunció la construcción de 1.472 nuevas viviendas destinadas a colonos judíos, mientras aún continúan detenidos más de 1.000 militantes de Hamas, capturados a modo de represalia a poco de iniciarse el asalto asesino sobre Gaza. La misma ministra de Justicia israelí Tzipi Livni habría advertido que la “medida imprevista” damnificaría a Abbas, “que en semanas atrás evitó una nueva Intifada”, en alusión a las dos grandes rebeliones populares que tuvieron lugar en 1987 y 2000 contra el ejército sionista. Tras la brutal masacre que provocó una crisis humanitaria, Abbas logró contener la ira de las masas, particularmente de los jóvenes palestinos que enfrentaron con piedras y palos los checkpoints de los soldados israelíes, con el costo de 32 muertos. El colaboracionismo de Abbas, su partido Fatah y la Organización para la Liberación Palestina (OLP), fue un elemento imprescindible para mantener una relativa estabilidad en la margen occidental, mientras el Ejército israelí bombardeaba impunemente hospitales, escuelas, mezquitas y decenas de miles de domicilios particulares.
La nueva iniciativa reaccionaria de Netanyahu se propone morigerar los efectos de la derrota política en que terminó el operativo Margen Protector, que deslegitimó profundamente al Estado judío, y en momentos en que la popularidad del líder del Likud se desplomó abruptamente, producto de la derechización de la sociedad israelí, a pocas semanas de las próximas elecciones legislativas y municipales. Miembros de su coalición como el canciller ultraderechista Lieberman del partido Israel Beiteinu, el titular de Economía y Comercio Naftali Bennet de Habait Hayeudi y dos ministros del Likud cuestionaron a Netanyahu por desperdiciar “una oportunidad histórica” para eliminar a Hamas y reocupar la Franja, un objetivo descabellado que desencadenaría una guerra regional de consecuencias imprevisibles.
Si bien resulta indiscutible la superioridad militar israelí empleada para emprender el ataque mortífero en Gaza, los objetivos que se había trazado el Ejército no fueron cumplidos: la estructura de Hamas, su cuerpo de comandos y su capacidad de disuasión están intactos, a su vez fue reconocido como parte beligerante (junto a la Jihad Islámica y otros grupos que componen la resistencia) en las negociaciones de Egipto.
Más allá del objetivo inmediato, la iniciativa de Netanyahu revela de cuerpo entero la estrategia histórica del sionismo: extender la ocupación colonial a toda la vieja Palestina histórica, archivando en el desván el discurso sobre la utópica solución de ‘dos estados’.
|