A pesar que se hizo sentir el “parazo contra el ajuste” del 10 de abril, el gobierno tenía otro plan. Se enfilaba hacia los acuerdos con el capital financiero internacional, como había iniciado con el Club de París, el CIADI y Chevrón. Cuando esperaba abrir un nuevo ciclo de endeudamiento, que garantizara una “transición en orden” dada por el financiamiento externo a los empresarios -y al mismo Estado-, chocó con el fallo Griesa, con la voracidad de los buitres y con los límites del propio acuerdo de la quita de la deuda que Kirchner y Lavagna dejaron en manos de los tribunales de Nueva York. El kirchnerismo hasta soñaba con pelear “la continuidad del proyecto” y comenzó a “medir” a Kicillof en las encuestas.
Pero llegó “el default parcial de los pagadores seriales” y el “pronunciamiento nacional” del 28 de agosto, el “paro de los colectivos vacíos” . Las encuestas señalan a Massa, Macri y Scioli disputando una “segunda vuelta” en las presidenciales y en “la calle” (y la Panamericana) la izquierda ganó una primera pulseada contra Berni por el impacto en la opinión pública de nuestra denuncia que se conoció públicamente como la del “gendarme carancho”
“Se prepara, Máximo se prepara…”
“El destape” de Máximo Kirchner en el acto de La Cámpora en Argentinos Junior fue un sinceramiento del cambio de planes. El “Gánenle a Cristina” es un amague de un paso adelante para, en realidad, retroceder: saben que no habrá re-reelección posible, que no pueden imponer el sucesor, pero no apoyan a Scioli como recambio “natural” y se reservan como “principal oposición” para el post 2015. Estratégicamente está por verse si un agrupamiento militante, que tiene un fuerte sustento en la ocupación de cargos estatales o para-estatales, puede mantenerse armado tal cual hoy. Por lo pronto se aferran a mantener el poder, a juzgar porque los “Unidos y Organizados” se recuestan, de norte a sur, en los gobernadores fieles, así sean feudales, ante el peligro del desembarco de Massa y Macri en las provincias. La Tupac Amaru de Milagro Sala cierra filas con el gobernador jujeño y presidente del PJ Fellner; la Cámpora de Santa Cruz con Daniel Peralta, y la propia presidenta visita al impresentable Gildo Insfrán en Formosa.
Pero antes dibujar el escenario posterior a de las presidenciales, el tema es como llegan a ellas.
Coyuntura inestable
Hay en curso una presión hacia la “re-re” devaluación como la que empujó a la de enero pasado. En el presupuesto presentado por el oficialismo para el 2015 ya se contempla un dólar a 9 pesos para fin de año (un 15% de devaluación) y el “blue” pisa los 15 pesos. Necesitado de dólares, perdiendo reservas en el Banco Central, el gobierno aprieta para que las patronales agrarias liquiden la soja acumulada en silos y que los industriales terminen con las maniobras de especulación, “encanutando” autos, en el caso de las terminales.
Las contratendencias a estos roces son los acuerdos con las multinacionales automotrices y la firma de un nuevo pacto petrolero con la Ley de Hidrocarburos entre las corpos del petróleo, las provincias rentísticas y el gobierno nacional.
Es un particular equilibrio de un kirchnerismo de “dos almas”: una que piensa como trascender al poder del Estado, mientras la otra trata de mantener el orden, la esencia de todo poder burgués. En esta coyuntura, las cúpulas sindicales de las CGTs opositoras se han transformado en un factor de contención. Entre sus propias divisiones políticas (acercamientos a Macri de unos y alineamientos con Massa o Scioli de otros) y las acusaciones del gobierno de estar metidos en una “conspiración destituyente”, Moyano-Barrionuevo se niegan a una nueva medida nacional. Cuando actúa hoy más fuerte entre los trabajadores el temor al desempleo por el inicio de la recesión se necesitan medidas organizadas, discutidas, preparadas; todo lo contrario a lo que hace hoy la dirigencia sindical.
¿Quién le pone el cascabel al gato?
Aún el gobierno tiene recursos, y la oposición ayuda, para que la “transición” no se desmadre. Pero las tensiones actuales, de todas formas, remiten a cuestiones estructurales como las que están explicitadas en la primera edición de La Izquierda Diario en “la transición argentina” al pos kirchnerismo.
Los roces abiertos entre el gobierno y las cámaras empresarias con la ley de abastecimiento, así como la resistencia de trabajadores a los despidos, simbolizada en las luchas de Lear y Donnelley, están hablando de enfrentamientos más de fondo (entre los de arriba, y con los de abajo) que se vienen, si se agudiza la crisis.
¿Quién le pondrá “el cascabel al gato” de los “golpes de mercado” de los dólar-tenientes o de las maniobras de desabastecimiento empresario, si estos quieren provocar una escalada de precios mediante lock out o sabotajes contra el pueblo? El kirchnerismo ha hablado de “empoderamiento popular” pero lo ha reducido a una caricatura. De un lado, al atomizado control individual del ciudadano sobre los “precios cuidados” en las góndolas. Del otro, a los mecanismos estatales (de un Estado de una burocracia implicada con mil lazos a las corporaciones) como las reformas a la vieja Ley de Abastecimiento. Desempolvada luego que el menemismo enterró entre los años 91 y 99, y cuyas restricciones parciales al arbitrio de los empresarios, no fue aplicada en los años ni de Duhalde ni en los que van de los Kirchner. Tampoco lo harán, ni siquiera con la nueva Ley a su favor.
La medida más democrática sería la apertura, a la vista de toda la población, de los libros de contabilidad de las empresas y grandes supermercados, que respondan a una auditoría pública de los trabajadores para que toda la sociedad pueda ver que la remarcación de precios es para mantener ganancias extraordinarias. Un verdadero “empoderamiento” sería obligar a las empresas a mostrar sus libros, y que los trabajadores de esas mismas empresas, junto a organizaciones de vecinos-consumidores, puedan ser quienes controlen esos mecanismos: la cadena de comercialización y los verdaderos formadores de precio que son las grandes empresas alimenticias, los distribuidores mayoristas y las grandes cadenas de hipermercados. Ante la escalada de precios, la primera defensa de los trabajadores es la necesidad de la escala móvil de salarios, es decir los salarios indexados automáticamente de acuerdo a la inflación. Pero hay que ir a la cuestión de fondo: el monopolio estatal del comercio exterior para evitar la especulación de las grandes cerealeras y la nacionalización de la banca para cortar de raíz toda fuga de capitales y corridas contra el peso.
Claro que ninguna de estas medidas es practicable con la actual conducción de los sindicatos. ¿Quién se imagina a Pignannelli del SMATA imponiéndole el control de los ritmos de producción a Ford o Volkswagen?
La importancia estratégica de la batalla de Lear y la izquierda
En las actuales luchas contra los despidos y los atropellos patronales, como en la multinacional Lear y en la gestión obrera de Donnelley, hay un germen de esta perspectiva. En Donnelley los trabajadores pudieron evitar la catástrofe de 400 familias en la calle con un triunfo parcial. En Lear, más de 100 días de una lucha durísima se sigue disputando una batalla de gran importancia, no solo para los propio despedidos sino para amplias franjas de los trabajadores que consideran un ejemplo su heroísmo de plantarse ante las grandes patronales y la patota derechista del SMATA. El “fin de ciclo” del kirchnerismo pretende ser resuelto por derecha (Massa, Scioli o Macri) si los sectores más decididos y combativos de la clase trabajadora, su vanguardia, no logran convencer de su perspectiva a decenas y cientos de miles.
La izquierda debe cerrar filas en torno a esta batalla. No se puede pensar el desarrollo del Frente de Izquierda y los Trabajadores por fuera de esta lucha de clases real. Nuestro partido está jugado hasta el final por obtener un triunfo en Lear, que indiscutiblemente gravitará sobre el conjunto de los trabajadores. Lamentablemente no vemos la misma voluntad política en el resto de nuestros compañeros de la izquierda. No pueden pensarse “congresos del movimiento obrero y la izquierda”, como se proponen realizar los compañeros del PO en noviembre; ni repetir encuentros sindicales de menor envergadura que el de Atlanta, como proponen el “Pollo” Sobrero y el “Perro” Santillán. Cualquiera de estos proyectos no están a la altura de la circunstancias, si no se miden por su participación en el campo de una lucha ejemplar como la de Lear. Para el mismo gobierno, este conflicto tiene una importancia capital como lo demuestra el despliegue de fuerzas para derrotarlo.
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