La feroz lucha por el control de la ciudad de Kobani, próxima a la frontera de Siria con Turquía, abrió un nuevo frente de batalla, o mejor dicho, una nueva guerra dentro de la guerra que tiene como protagonistas a las milicias kurdas-sirias que se enfrentan a vida o muerte con el Estado Islámico (EI), al que Estados Unidos continúa llamando ISIS (sigla por su antigua denominación de Estado Islámico de Irak y Siria) para no reconocer el estatus estatal que reclama el EI.
Recordemos que desde junio el EI se estableció en un territorio que va desde la provincia de Alepo, en el norte de Siria, hasta la provincia de Diyala, en el este de Irak, sobre el cual proclamó la fundación de su califato. Al EI, surgido de una ruptura de al Qaeda, se le unieron en Irak grupos sunitas desplazados del gobierno central y exmilitares del ejército de Saddam Hussein.
Dejando de lado otros procesos, como el golpe de estado en Egipto o la reciente ofensiva militar israelí contra la franja de Gaza, se podría decir que hay varias guerras en curso:
Una guerra interreligiosa entre sunitas y shiitas, que recorre toda la región. Sus contendientes de uno y otro bando tienen como principales patrocinadores Irán (shiita) y Arabia Saudita (sunita). Esta guerra por la hegemonía en el mundo islámico tiene en este momento su expresión más aguda en Irak y es el trasfondo sobre el que ha surgido el EI.
Una guerra civil en Irak que enfrenta sunitas, shiitas y kurdos (distintos de los kurdos de Siria) que desde la intervención norteamericana, se disputan cuotas de poder y áreas de reservas petroleras, lo que pone en cuestión la continuidad de Irak como entidad estatal unificada.
Una guerra civil en Siria derivada del levantamiento popular contra el régimen dictatorial de Bashar al Assad, que tiene varios frentes: de opositores contra el régimen de Bahsar al Assad y de fracciones rivales entre sí, que responden no solo a sus propios intereses, sino también al de potencias regionales que actúan detrás, como Turquía, Arabia Saudita y Qatar.
Una guerra imperialista para frenar el avance del EI y proteger sus intereses en la región. Esta intervención está liderada por Estados Unidos, que se puso al frente de una coalición de la que participan potencias europeas y países árabes y a la que formalmente adhiere Turquía.
La emergencia de una guerra de los kurdos-sirios contra el EI que desde hace tres semanas vienen resistiendo la avanzada de esta fuerza reaccionaria sobre la zona autónoma del Kurdistán en Siria. Este giro que tomaron los acontecimientos ha puesto la cuestión nacional kurda en el centro de una crisis regional con repercusiones internacionales, que puede llegar hasta el corazón de Europa.
Una guerra larvada de Turquía en Siria a dos bandos: formalmente contra EI, pero en la realidad contra el régimen de al Assad y contra las milicias kurdas que responden al Partido de la Unión Democrática (próximo al Partido de Trabajadores del Kurdistán, PKK). Este conflicto se ha trasladado desde Kobani hasta Ankara y las principales ciudades del país.
El enemigo de tu enemigo…
Volviendo al “capítulo kurdo” de la guerra, ¿será un punto de inflexión? Y si lo es, ¿hacia dónde torcerá su curso? ¿Podrá poner en el corazón del conflicto una lucha justa como el derecho a la autodeterminación nacional kurda? Estas son preguntas aun sin respuestas.
Lo que sí ya se puede afirmar es que el sitio de Kobani y la resistencia kurda pusieron de relieve las contradicciones de la coalición liderada por Estados Unidos.
El gobierno norteamericano –para quien el rescate de Kobani no está entre sus prioridades estratégicas- está tratando de encontrar un difícil equilibrio: por un lado no puede permitir que Kobani caiga a manos del EI, lo que mostraría la ineficacia de su estrategia militar limitada a ataques aéreos. Pero por otro tampoco puede permitir un triunfo de una fracción radicalizada del movimiento nacional kurdo relacionada con el Partido de Trabajadores del Kurdistán (PKK) que desde hace años integra la lista de “organizaciones terroristas” confeccionada por Estados Unidos y la UE. Eso explica las discretas operaciones militares aéreas en la zona.
El otro socio en aprietos es Turquía, miembro de la OTAN que hasta hace no poco tiempo colaboraba “solapadamente” con el EI para forzar la caída de Bashar al Assad. Para el presidente turco Erdogan, la prioridad es que sus operaciones para combatir al EI no fortalezcan a los kurdos a ambos lados de la frontera. Por eso afirmó que no hay diferencias entre el EI y las milicias del Partido de la Unión Democrática (PYD) que desde 2012 dirige Rojava, la zona kurda semiautónoma al norte de Siria, que comparte frontera con Turquía.
Presionado por Estados Unidos y sus aliados para que intervenga activamente en la defensa de Kobani, el gobierno turco puso tres condiciones para participar en la coalición dirigida por Washington: el derrocamiento de Bashar al Assad; el apoyo a los grupos que lo combaten (principalmente el deshilachado Ejército Libre Sirio); el establecimiento de una “zona tapón” dentro de Siria, en el territorio adyacente a su frontera con Turquía, que también debe funcionar con una “zona de exclusión aérea”. Esto último llevaría a Estados Unidos a donde no quiere ir por el momento: abrir un nuevo frente de batalla contra al Assad.
Incendios
La indiferencia del gobierno turco ante la situación desesperante de los kurdos sirios en Kobani desató una ola de protestas de la comunidad kurda en Turquía, que en dos días ya había dejado un saldo de 35 muertos.
El resultado del sitio de Kobani también determinará el destino del proceso de paz que Erdogan negoció con el PKK. Su líder, Abdullah Öcalan, que está cumpliendo una condena a cadena perpetua, ordenó en 2013 un cese del fuego que puso fin a casi 30 años de guerra civil. Öcalan le dio tiempo hasta el 15 de octubre para intervenir contra el EI, de lo contrario quedaría sin efecto esta tregua.
Esa perspectiva plantea un escenario de pesadilla no lo para Turquía (los kurdos son un 20% de su población) sino también para sus vecinos europeos. Las manifestaciones en Londres y otras ciudades pueden ser un anticipo.
La cuestión nacional
La cuestión nacional kurda, junto con Palestina, son los dos principales problemas nacionales que están en el corazón de los conflictos en el Medio Oriente. Hay otros surgidos de la traza caprichosa de las fronteras según los intereses de las potencias imperialistas, selladas en el tratado de Sykes-Picot en 1916. Y obviamente, está la situación colonial creada por la fundación del estado de Israel.
Pero la dimensión de la cuestión kurda es alarmante. El pueblo kurdo está compuesto por una diáspora de 30 millones repartidos en Irak, Irán, Turquía y Siria, sin contar los refugiados en otros países europeos.
Se trata del mayor grupo étnico privado de un estado, luego de la desintegración del imperio Otomano.
En Irak los kurdos, bajo la dirección de dos clanes rivales –el Partido Democrático del Kurdistán de M. Barzani y la Unión Patriótica del Kurdistán de J. Talabani- son aliados de Estados Unidos, y se garantizaron el control del territorio en el norte del país y sus reservas petroleras bajo la sombra de la ocupación norteamericana. Aunque con roces con Estados Unidos, sus milicias, llamadas peshmergas, actúan de hecho como la infantería de los bombardeos aéreos de Estados Unidos y sus aliados. En Siria, en cambio, los sectores kurdos abiertamente pronorteamericanos agrupados en el Consejo Nacional Kurdo y miembros de la Coalición Nacional Siria, son minoritarios. Y hasta ahora priman sectores que no aceptan la injerencia norteamericana, aunque piden asistencia internacional. De ahí que la derrota del EI en Kobani a manos de la resistencia kurda en la dura pulseada actual, tendría el potencial de abrir, al fin, un curso progresivo entre tanta guerra reaccionaria.
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