La indignación popular con la masacre de Ayotzinapa, donde 6 estudiantes normalistas fueron asesinados a balazos y otros 43 desaparecidos en una acción conjunta de la policía metropolitana y elementos armados de la banda Guerreros Unidos, despertó un amplio movimiento democrático que recorre las calles en todo México y que muestra la podredumbre del estado capitalista y de sus instituciones.
Al cierre de esta edición se llevó adelante la jornada global de lucha con cientos de acciones en todo el país que movilizaron a decenas de miles por la aparición con vida y en repudio a la represión. En Argentina, Bolivia, Brasil acompañamos la jornada con concentraciones frente a consulados y embajadas de México en solidaridad con los normalistas.
La semana pasada, paros y asambleas masivas en la Universidad Autónoma de México (UNAM) y otras universidades mostraron la incorporación del movimiento estudiantil a la lucha. Y las movilizaciones recorren distintos estados, como la multitudinaria marcha que se realizó el viernes pasado en Acapulco, Guerrero, o la quema reciente de la sede estatal del PRD.
Esto recrea lo que vimos en otros momentos de la historia reciente: ante el avasallamiento de las libertades democráticas, surge un profundo movimiento en las calles. Existe en México una larga tradición de lucha contra los atropellos perpetrados por la democracia de los ricos y poderosos. Como en 1994 frente a la ofensiva militar contra la rebelión de Chiapas, en febrero del 2000 ante el encarcelamiento de los estudiantes huelguistas de la UNAM, o en el 2006 ante el fraude electoral y la salvaje represión en Oaxaca.
Estos movimientos democráticos son motivados por la aspiración de millones hartos del autoritarismo. En los años recientes, la degradación de las instituciones llamadas “democráticas”, se expresó en una “guerra contra el narco” que se cobró cerca de 200 mil muertos y desaparecidos.
El movimiento actual concentra el repudio a esta “narcoguerra” y la indignación ante una masacre cuyas víctimas son activistas sociales reconocidos: los estudiantes normalistas. Una vez más, la lucha democrática es la forma que asume, en México, el hartazgo con las instituciones responsables de la represión y las llamadas reformas estructurales que privatizan las empresas estatales y destruyen la educación pública.
La primera gran crisis
Esta es, sin duda, la primera gran crisis del gobierno de Enrique Peña Nieto, que enfrenta la indignación popular hacia una “democracia” basada en la militarización y la represión a los opositores.
Recientemente militarizó el estado de Guerrero, enviando fuerzas federales que desarmaron a los policías municipales (grupos de vecinos armados formados mayormente para defenderse del narco). Hay que destacar además que en el estado hay movilizaciones constantes, así como toma de municipios por parte de la población indignada. El PRD, que gobierna Guerrero, se niega hasta ahora a exigirle la renuncia al gobernador, lo cual seguramente profundizará el descrédito de esta fuerza de centro-“izquierda” cada vez más integrada al régimen y el estado.
Más allá de la dinámica inmediata, la pérdida de legitimidad “democrática” del gobierno y del régimen político aparecen como algo difícil de remontar, que requerirá de toda la “ingeniería política” de un gobierno que no alcanza aún los 2 años.
Hay que fortalecer el movimiento
Las movilizaciones actuales se potenciarían si participasen de las mismas las organizaciones sindicales. El movimiento obrero viene de duras derrotas previas; sin ir más lejos, la reforma energética pasó sin un paro nacional ni una movilización unificada de las principales organizaciones obreras. Y mientras las direcciones sindicales mayoritarias no participaron de las recientes acciones por Ayotzinapa, sectores como el magisterio y otros sindicatos han empezado a sumarse.
Mientras las organizaciones de trabajadores no están presentes, el movimiento democrático y los estudiantes ocupan el centro de la escena, repitiendo la historia de otros episodios que mencionamos arriba.
Hay un antes y un después de Ayotzinapa. Cabe preguntarse si este amplio movimiento logrará impactar y abrir el camino para que sectores importantes de la clase obrera irrumpan con sus métodos de lucha. Hay que apostar a que emerja en toda su potencia el México bronco y profundo.
Desde el Movimiento de los Trabajadores Socialistas, llamamos a la más amplia lucha contra esta democracia bárbara del PRI.-PAN-PRD, para lograr la aparición de nuestros compañeros y para imponer una Asamblea Constituyente Libre y Soberana. Una Asamblea con representantes electos cada 10.000 habitantes y sin ninguna restricción para las organizaciones obreras y populares, donde se discutan las grandes demandas de la población: como la lucha contra la represión y la militarización, la ruptura con el imperialismo y el conjunto de las reivindicaciones de la clase trabajadora y la juventud.
Imponer esta Asamblea no vendrá de los partidos del Congreso: será con la movilización revolucionaria, para lo cual es fundamental que la clase trabajadora encabece la lucha. Por lo cual llamamos a los sindicatos a que le pongan fecha a un gran paro nacional contra esta democracia bárbara del PRI-PAN-PRD y en solidaridad con los normalistas.
Impulsamos esta perspectiva a la par que planteamos que, para acabar con los padecimientos de las grandes mayorías obreras y populares, hay que luchar por un gobierno de los trabajadores, los campesinos y el pueblo, que expropie a los expropiadores y construya una sociedad sin explotadores ni explotados.
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