La reciente Asamblea Ciudadana de Podemos ha dejado planteadas muchas discusiones sobre este fenómeno político.
Sin duda el debate que más repercusión ha tenido ha sido el del modelo organizativo. Sin embargo en este artículo quisiera abordar el proyecto programático que comienza a concretarse y que en palabras de Pablo Iglesias persigue situarse en el centro del tablero político.
El discurso de “no somos de izquierda ni de derechas” se ha venido presentando hasta ahora como una forma de diferenciarse de los dos polos del turno del actual Régimen bipartidista. De ahí que se le opusiera la dicotomía de “los de abajo contra los de arriba”. Sin embargo, la apuesta por el centro como la única estrategia (electoral) que puede permitir una victoria en las generales de 2015 es mucho más definitoria del carácter del programa de reformas que propondrá Podemos.
En este giro veloz hacia la moderación Podemos viene desde hace meses dejando muchas de las demandas que motorizaron su creación y que estaban recogidas en el Manifiesto Mover Ficha. Con una discusión política casi inexistente aquel Manifiesto fue rebajado por un “comité de expertos” nombrado por Iglesias y su círculo cercano antes de las elecciones europeas.
Desde entonces hasta ahora ha sido la labor autónoma de sus portavoces la que han ido descafeinando el programa. Y en la actual Asamblea, aprovechando que el debate se centraba en el modelo organizativo, se han logrado colar algunas definiciones claves, como la postura ante la deuda.
Toda esta definición a la baja del programa se viene haciendo sin discusión alguna. Con una combinación de posiciones personales de los dirigentes de facto del partido, aquellos que mantienen una mayor presencia mediática, que luego se transforman en propuestas que se presentan a plebiscito por internet, sin dar la oportunidad de que se abra una discusión organizada y democrática. El tirón mediático del equipo de Iglesias y la búsqueda de avales académicos de prestigio garantizan que saldrán votadas.
En la búsqueda del centro del tablero Iglesias tira por la ventana de una forma pragmática algunos de los aspectos más importantes que estaban en el espíritu del surgimiento de Podemos. Más allá de lo que diga en el papel el programa de la formación Podemos ha guardado en estos meses un escandaloso silencio ante temas como la Ley del Aborto.
Lo mismo ocurre con el derecho a decidir de los catalanes. Formalmente reconocido y aceptado por Iglesias cuando se le pregunta, en las últimas semanas no hemos oído a ningún miembro de su equipo defenderlo. Y no han sido unas semanas cualquiera. En estos días se ha aprobado la Ley de Consultas catalana, se ha convocado el 9N, se ha suspendido por el Constitucional, el PP y el PSOE han puesto en marcha una campaña españolista y al final Mas ha rebajado el 9N a una consulta simbólica. ¿Qué opinión le merecen a Pablo Iglesias todos estos acontecimientos? ¿Cómo no abre la boca en un momento crítico para avanzar en la lucha por este derecho?
Durante los dos días de la Asamblea Ciudadana ni Iglesias, ni Errejón, ni Monedero, ni Bescansa han nombrado las palabras “Catalunya”, “derecho a decidir” ni de catalanes y vascos ni de la mujer sobre su propio cuerpo... Tampoco se han pronunciado -aun cuando se les ha preguntado a través de la aplicación “appgree”, que la mayoría a duras penas pudo utilizar- sobre el Senado, sobre la Corona, ni siquiera sobre un referéndum Monarquía-República.
¿Qué forma tiene entonces la “ruptura democrática” que propugna el equipo de Pablo Iglesias? ¿Cómo pueden no tomar partido activo en demandas democráticas esenciales y de gran actualidad como la autodeterminación de las nacionalidades, la separación de la Iglesia y el Estado o el fin de la Corona? El proyecto de un “gobierno decente” o un “proceso constituyente” abierto desde las mismas instituciones del Régimen del ‘78 tienen patas muy cortas y prometen un cambio más cosmético aún que la última transición a la democracia.
Pero estas renuncias en el terreno democrático se plasman también en los primeros lineamientos de su programa económico. Una de las 5 resoluciones, votadas por internet en un proceso que muchos de los participantes cuestionan en las redes sociales, afirma claramente que “no se trata de no pagar”. Plantea auditarla primero, ver qué partidas son ilegítimas y cuales legítimas (como si los trabajadores y el pueblo tuviéramos responsabilidad alguna en un sólo euro de la deuda contraída por los gobiernos de la banca y la patronal) y sobre las ilegítimas llevar adelante una restructuración basada en quitas parciales y nuevos plazos de pago.
Esto no es ninguna novedad. Es lo que hizo Correa en Ecuador en 2008, en acuerdo con los mercados y el capital financiero, e incluso con una deuda sustancialmente menor que la española.
Pero hay un ejemplo más reciente: la restructuración de la deuda de Grecia. Un acuerdo entre el Estado griego, la banca y los mercados financieros para una reducción de deuda en la cual los bancos no perdieron casi nada, mientras redujeron drásticamente sus riesgos que pasaron al BCE y a otras instituciones públicas. La “quita” rondó el 35-40% del total de deuda, pero de poco les sirvió a los trabajadores y el pueblo de Grecia. La crisis capitalista continúa y si entonces tenían una deuda del 120% del PIB, ahora llega al 197%.
La orientación de Iglesias y su equipo va lamentablemente en este sentido. La demanda “no debemos, no pagamos”, deja paso a una propuesta de seguir pagando incluso el rescate bancario pero en unas condiciones renegociadas con los acreedores. Por ello la noticia fue saludada por varios medios de comunicación burgueses que se alivian al ver como Iglesias empieza a plantear un programa “más realista”.
Iglesias empezó la Asamblea hablando de “estrategia”. Para él este término está reducido a la estrategia para ganar las elecciones de 2015. Con un símil deportivo se presentó como el entrenador de un equipo que como la selección de baloncesto en 2008 puede ganar la final. Para ello explicó que iba a tener que actuar de una forma totalmente pragmática. Pensar los tiempos muertos, que faltas personales puede permitirse, que cambios de jugadores. Todos los medios necesarios para conseguir un fin. Pero existe una relación dialéctica entre medios y fines.
Los medios escogidos son los de adoptar un programa de reforma política superficial, dejar a un lado las grandes demandas democráticas estructurales, levantar un programa de reformas económicas y sociales que no asusten demasiado a los mercados, y para todo ello estructurar el partido en un modelo presidencialista, donde toda disidencia crítica deba “hacerse a un lado” cuando sea derrotada en plebiscitos en los que quienes las grandes cadenas de televisión escogen tienen las de ganar. Los fines por lo tanto, su “gobierno decente” o su “proceso constituyente”, difícilmente podrán dar satisfacción a las grandes demandas sociales y democráticas que han motorizado su nacimiento.
@SantiagoLupeBCN
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