Los asesinatos de los afroamericanos Michael Brown en Ferguson, y de Eric Garner en Nueva York, ambos a manos de dos policías blancos, se convirtieron en un emblema para los manifestantes que salieron a las calles en todo el país, luego de que la justicia haya decidido dejar libre de cargos a los policías.
En Nueva York, Ferguson, Chicago, Los Angeles, Washington, Berkeley y Oakland se registraron las principales protestas, en las que los manifestantes llegaron a bloquear calles, puentes y autopistas (lo que es considerado un delito federal), muchas de las cuales fueron reprimidas por la policía, que detuvo a más de 500 manifestantes en todo el país.
La ira desatada tras los fallos que garantizaron la impunidad de los policías que asesinaron a Brown y Garner expresa la bronca acumulada por una situación de racismo brutal en la sociedad estadounidense, que se encontraba contenida.
A pesar de la propaganda que decía que la llegada al poder de Barack Obama, el primer presidente afroamericano, demostraba que el racismo ya había sido superado, y que el país vivía una época “pos racial”, los casos de Brown y Garner son los que le dan visibilidad a cientos de casos similares y sobre todo a los atropellos y el racismo social endémico que subsiste hoy en día.
Se trata de un racismo que va mucho más allá de estos casos y que expresa una segregación racial que se puede cuantificar con datos precisos. Para tener una idea la tasa de desempleo es del doble entre la comunidad negra (12%) que entre los blancos (6%). La población carcelaria estadounidense está compuesta por individuos afroamericanos en un 37%, mientras constituyen sólo el 12.6% de la población general. Cada 28 horas un individuo afroamericano es asesinado por un policía o miembro de seguridad privada. Según distintas encuestas los policías blancos son 21 veces más propensos a disparar a un hombre Negro que un hombre blanco. Por otra parte el propio FBI ha calculado que entre 2007 y 2012, policías blancos han asesinado al menos a dos hombres negros por semana -aproximadamente 500 muertes en ese período.
Pero el racismo es sistémico. Como dice la especialista en estudios afroamericanos Keeanga-Yamahtta Taylor “de la mano de los gobiernos locales y federales se fue erosionado lentamente a las comunidades de afroamericanos. Sus barrios fueron convertidos en ghettos al mismo tiempo que se desfinanciaron las escuelas públicas y viviendas sociales, se deterioró la salud y se recortaron fondos para programas sociales. Los afroamericanos fueron particularmente afectados por la destrucción de empleos públicos y la generación de empleos precarios y mal remunerados, lo que luego, durante la crisis hipotecaria generó desalojos masivos y problemas de vivienda. Finalmente el encarcelamiento de cientos de miles de hombres y mujeres de raza negra termina provocando que por tener antecedentes penales queden por fuera del mercado de trabajo o en empleos marginales”.
Esta segregación de la población negra (especialmente en EEUU, pero también en muchos otros países) ha cumplido una función concreta: la de dividir a la clase trabajadora.
Después de 50 años de conseguida la ley de derechos civiles que iba a garantizar una supuesta integración, hoy la segregación y el racismo siguen siendo un tema de absoluta vigencia en Estados Unidos. Las movilizaciones masivas que recorren las principales ciudades del país así lo demuestran.
Si bien las encuestas muestran que los blancos están mayoritariamente de acuerdo con los fallos de la justicia a favor de los policías, en las calles se puede ver una situación auspiciosa. Acciones de solidaridad entre negros, blancos y latinos. Muestras de apoyo hacia los manifestantes en Ferguson de parte de trabajadores precarios de los servicios, como los de los fast food o los de supermercados como Walmart, junto a una nueva generación juvenil afroamericana que ya no está dispuesta a ser un actor pasivo frente a los atropellos. Es esta unidad entre trabajadores blancos, negros y latinos, aunque aún muy embrionaria, la que puede superar la discriminación implantada por las clases dominantes para dividir la fuerza de la clase obrera, y abrir el camino para acabar definitivamente con el racismo en Estados Unidos, y con el sistema capitalista que lo fomenta.
|