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El sábado 6 de diciembre, mientras subía al escenario para hablarles a los 6 mil jóvenes, mujeres y trabajadores que habían colmado el estadio cubierto de Argentinos Juniors, se me cruzaron muchas imágenes de este año. Imagino que son las mismas que se le cruzaron a cada uno de los oradores. Teníamos frente a nosotros a los trabajadores de Lear y Donnelley, con los que peleamos juntos en la Panamericana, y a miles de compañeros y compañeras de decenas de gremios, con quienes nuestro partido viene enfrentando a las patronales y a la burocracia.
A las mujeres con quienes nos hemos movilizado y utilizado cada tribuna posible para reclamar sus derechos y denunciar la subordinación del gobierno a la Iglesia. A los familiares de las víctimas del gatillo fácil, con quienes peleamos contra la criminalización de los jóvenes más pobres. A los estudiantes que militan en las universidades y las escuelas para poner en pie centros de estudiantes combativos, rechazando la miseria de lo posible que quiere venderles el kirchnerismo. Teníamos frente a nosotros a otros legisladores del PTS en el Frente de Izquierda, con quienes utilizamos nuestras bancas como tribunas para denunciar a los que gobiernan para los empresarios, y para apuntalar la organización de todos los que quieren enfrentar este sistema. Y a miles de rostros, aferrados por miles de brazos, de los normalistas mexicanos que exigimos que aparezcan con vida.
Esas imágenes, esa multitud de militantes y luchadores, condensaban los avances que hicimos juntos este año, con otros miles de compañeros con los que el PTS comparte las peleas cotidianas. Era una imagen de la pelea que tenemos planteada: que el Frente de Izquierda exprese toda la fuerza de los trabajadores, las mujeres y la juventud.
Menem los hizo
Pero mientras la izquierda muestra en el fin de año la fuerza militante que viene construyendo, los políticos patronales y sus medios no pierden tiempo en arrancar su campaña 2015. Los que picaron en punta representan distintas fuerzas, pero un origen común: Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri nacieron a la vida política con el menemismo. Hasta Zulemita se puso contenta (“¡todos empezaron con mi papá!”). Habría que aclararle que dos de ellos se reciclaron con el kirchnerismo, como miles de políticos noventistas.
Los tres presidenciables muestran el intento de derechizar el régimen político. Coinciden en el plan de arreglar con los fondos buitres e iniciar un nuevo ciclo de endeudamiento externo; en la agenda de más policías y leyes más duras; en la entrega de nuestros recursos a la inversión extranjera; en una política de ajuste al pueblo trabajador para garantizar las ganancias empresarias; en apoyarse en la casta política y la burocracia sindical.
Y el kirchnerismo tiene responsabilidad en que los principales candidatos se propongan sucederlo “por derecha”. Venimos denunciando el doble discurso del gobierno desde un principio, pero este año pudimos hacerlo con más fuerza que nunca, en el Parlamento y en las calles.
La semana que pasó fue una nueva muestra. La bancada oficialista aprobó el “Código Berni” que le da más poder represivo al Estado y discrimina a los inmigrantes pobres. El ministro Kicillof adelantó un pago de bonos de deuda para “dar completa certidumbre a los inversores”. El gobierno encauzó, por el momento, las presiones cambiarias ofreciendo negocios a las multinacionales petroleras, a las telefónicas y los contratistas chinos. La Presidenta buscó bajar el tono del fuego cruzado con las patronales y felicitó a los popes de la Unión Industrial Argentina: “por el excelente crecimiento que han tenido en vuestras empresas, en la Bolsa, en ventas, en resultados netos”.
Días después el oficialista Página 12 ayudó a entender los motivos del brindis: las firmas que cotizan en la Bolsa acumularon en lo que va del año una rentabilidad promedio 60% superior al mismo período del año pasado. Nada más ni nada menos que $ 39.216 millones de ganancias en los primeros 9 meses del año.
Muchas de ellas serán parte de la fuga de capitales que organizan sistemáticamente los empresarios y la banca, como refleja el “Caso HSBC”.
La rapiña capitalista se acelera al calor de la crisis internacional. Con la caída del precio del petróleo, la devaluación de Brasil y la caída de las bolsas, el panorama en nuestro país se puede volver a enturbiar.
Acumulando tensiones
En los últimos días nuestro país estuvo al borde de un nuevo paro general. El malestar en los lugares de trabajo, de los millones que no llegan a fin de mes y los que sufren el hachazo del impuesto al salario, había llegado a los despachos de los burócratas. El ninguneo del gobierno los convenció de convocar algunas medidas tibias y parciales, y más tarde amenazar con la que sería la tercera huelga nacional del año. Las tensiones acumuladas, que podían juntarse con los sectores más empobrecidos, con hambre y sin techo, obligaron al gobierno a eximir al medio aguinaldo del impuesto al salario.
Con esa medida totalmente limitada, que sólo involucra a un sector de la clase trabajadora, los jerarcas sindicales dieron por satisfechos sus reclamos. ¿Y los 8 millones de precarizados?¿El 90% de la clase trabajadora que no cubre la canasta familiar? ¿Los que mueren todos los días en “accidentes laborales”? ¿Los despedidos de Lear, y los miles que quedaron en la calle este año?
En un año que la inflación superó el 35%, y el salario real cayó un 8% según los estudios más optimistas, los sindicalistas de los 100 mil pesos de sueldo ni siquiera aprovecharon la coyuntural coincidencia a la que los había llevado el malestar de las bases y la dureza del gobierno para exigir un bono de fin de año para todos los trabajadores. Siguen a Francisco cuando pide que “el país tiene que llegar al término del mandato en paz”. Una paz donde el ajuste cae sobre el salario obrero y a los más pobres les queda resignarse a la miseria.
Este fin de año, la casta de burócratas millonarios brindarán con los empresarios y los candidatos patronales que apoyarán el año que viene.
Frente a la tregua de la burocracia, el sindicalismo combativo y la izquierda tienen que unir fuerzas para exigir un paro nacional activo y un plan de lucha por todos los reclamos obreros. Y en el apoyo a la gestión obrera de MadyGraf y la expropiación de la fábrica a favor de los trabajadores, y por una “Navidad sin familias en la calle”, como plantean los despedidos de Lear.
Nuestros desafíos
Como planteamos en el acto, el Frente de Izquierda es la única coalición política nacional que plantea la independencia política de los trabajadores contra los partidos de los capitalistas, y tiene un programa que defendemos.
Por eso en el acto del sábado 6 de diciembre sostuvimos la importancia de seguir extendiendo el FIT, debatiendo cuáles son los mejores candidatos para expresar nuestra fuerza y nuestras propuestas.
Pero es necesario más. Como planteó mi compañero Christian Castillo, “lo estratégico para quebrar el poder de los capitalistas es construir una gran fuerza militante, presente en las fábricas, las escuelas, empresas y universidades. Para enfrentar el consenso derechista, para resistir los ataques, para que de las crisis capitalistas pueda salir una gran organización revolucionaria”.
Cerramos el año con el orgullo de haber luchado a brazo partido, en cada lugar que nos ha tocado. Eso nos ha permitido que la izquierda de los trabajadores gane protagonismo no sólo en los sindicatos, sino también en la vida política nacional.
Queremos que este año de avances, de alguna manera condensados en el acto del último sábado, sean un nuevo impulso para seguir construyendo esa fuerza militante. Para poner en pie una alternativa política, con un programa para que la crisis la paguen los capitalistas, y gobiernen los trabajadores.
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