“Es un deber mío evitar, mediante la independencia de Cuba, que los Estados Unidos se extiendan (…) sobre otras tierras de nuestra América. Todo lo que he hecho hasta ahora y todo lo haga de ahora en adelante tiene esa finalidad (…) Conozco al monstruo porque he vivido en sus entrañas.”
Con estas palabras escritas poco antes de morir en 1895, José Marti advertía sobre el peligro que el naciente imperialismo norteamericano entrañaba para las pretensiones independentistas de Cuba y la vida del conjunto de los pueblos de Nuestra América. El poeta y líder de los patriotas cubanos señalaba claramente a EE.UU. como el enemigo a enfrentar: “Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que se apartan de EE.UU. Jamás hubo en América de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los EE.UU. potentes, repleto de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menor poder (…) De la tiranía de España supo salvarse América española y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.”
Cuba tuvo que lidiar con la injerencia del imperialismo yanqui desde la lucha por la independencia a finales del siglo XIX. En una provocación montada por EE.UU., 15 de febrero de 1898, una explosión ilumina el puerto de La Habana. El acorazado Maine enviado a las costas cubanas sin autorización de las autoridades españolas en Cuba, es hundido con un saldo de 254 tripulantes y dos oficiales muertos. Siempre se sospechó que la explosión había sido provocada por los propios norteamericanos para contar con una excusa con la cual invadir la isla. La guerra entre España y EE.UU. de 1898, dejó como saldo la derrota de los españoles y la conquista de la independencia formal de Cuba en 1902. Para la anécdota queda que uno de los promotores de la guerra en los EE.UU. fue el magnate de los medios William Randolph Hearst. El 12 de junio de 1901, la Asamblea Constituyente cubana redactará la Constitución con una cláusula, la Enmienda Platt, redactada por el senador norteamericano Edward Platt, como garantía de los intereses norteamericanos en la Isla.
Según la enmienda: “Cuba reconoce el derecho de EE.UU. a intervenir en sus asuntos internos; siempre que este último país lo estime necesario para la conservación de la independencia cubana, y para el mantenimiento de un gobierno adecuado para la protección de la vida, propiedad y libertad individual (…) Para poner en condiciones a los EE.UU. de mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como de su propia defensa, Cuba arrendará o venderá tierras a los EE.UU.; destinadas al establecimiento de bases carboneras y navales”. Desde entonces en la Isla existe ese símbolo del neocolonialismo y de las torturas y crímenes de lesa humanidad del estado imperial que es la base militar de Guantánamo. Bajo esta cláusula, en 1906, convocados por el presidente cubano Tomas Estrada Palma EE.UU., interviene militarmente para impedir una insurrección popular en su contra.
La derogación de la Enmienda Platt fue el grito de guerra que dio origen al movimiento obrero y estudiantil cubano y del naciente Partido Comunista de Cuba fundado por el gran revolucionario Julio Antonio Mella. Hasta la revolución de obreros y campesinos contra el dictador Gerardo Machado de 1933, apodado el “asno con garras” debido a su brutalidad, rigió la Enmienda Platt que fue derogada por el gobierno nacionalista de Ramón Grau San Martín, quien va a ser derrocado por el sargento Fulgencio Batista al servicio de las élites cubanas y los intereses norteamericanos.
El 10 de marzo de 1952 Batista retoma al poder mediante un golpe de Estado, conocido como el madrugazo, para impedir la victoria electoral del partido ortodoxo, donde un joven llamado Fidel Castro Ruiz era número puesto en la lista de diputados, quien despertaba el temor en el imperialismo y las clases acomodadas de Cuba. Si bien la burguesía y el imperialismo no apoyaron abiertamente el golpe, nada hicieron para impedirlo. Posteriormente EE.UU. romperá con Batista y reivindicará desde su prensa a los barbudos de la Sierra Maestra que peleaban contra el dictador. La famosa tapa de la revista Time que presenta a los guerrilleros del M26 como héroes de la libertad, dan testimonio de las expectativas norteamericanas con respecto al movimiento opositor a Batista en Cuba. Consumada la revolución en enero de 1959, la política imperialista va a ser, junto a la acción de obreros y campesinos, el principal foco de radicalización de la revolución cubana que va a ir más allá de sus objetivos democráticos originales y terminará expropiando a la burguesía y los terratenientes dando origen al primer y único hasta ahora, Estado obrero deformado de América Latina.
Dos van a ser los momentos más tensos de las relaciones cubano-norteamericanas en este periodo: la invasión de Bahía de los Cochinos en abril de 1961 por fuerzas contrarrevolucionarias integradas por los seguidores de Batista y entrenadas por la CIA, y la crisis de los misiles en octubre de 1962 que enfrentó al gobierno de John Fitzgerald Kennedy, con el gobierno de Fidel Castro y el Kremlin, encabezado por Nikita Jruschov quien había emplazado misiles nucleares apuntando a los EE.UU. en territorio cubano.
Desde 1960 el imperialismo norteamericano ejerce un criminal bloqueo económico contra la Isla. A partir de 1962 el embargo fue total y muchas de las debilidades del Estado cubano se explican por esta política criminal que aisló a Cuba del mundo y significó una enorme carga y condiciones precarias para la vida del pueblo obrero y campesino de Cuba. Desde entonces el peligro de invasión norteamericana se esgrimió como una espada de Damocles sobre el cuello de la revolución cubana. En 1992, luego de la caída de la URSS, el bloqueo se convirtió en ley, con el propósito expreso según la Cuban Democracy Act de que las sanciones que eran para que Cuba diera pasos hacia “la democratización y mostrara más respeto hacia los derechos humanos”. El objetivo estratégico era provocar la caída del régimen cubano. En 1996 se sancionó la Ley Burton-Helms que prohibía expresamente la posibilidad de hacer negocios dentro de la isla o con el gobierno de Cuba por parte de los ciudadanos estadounidenses. Fueron los años del llamado período especial, donde la austeridad llevó a Cuba al borde de la asfixia económica. En 1999, el presidente Bill Clinton amplió el embargo comercial prohibiendo a las filiales extranjeras de compañías estadounidenses comerciar con Cuba por valores superiores a 700 millones de dólares anuales, siendo por ello la primera ley trasnacional en el mundo. No obstante, en el 2000 el mismo Clinton autorizó la venta de ciertos productos humanitarios a Cuba.
Fue en los tiempos del Periodo Especial, cuando sin la ayuda económica de la URSS y sin recursos energéticos la economía cubana estuvo al borde del colapso y la población vivió tiempos de zozobra y racionamiento extremo de sus recursos, a la par que el gobierno castrista comenzó a introducir reformas que permitieron cierto alivio a la situación, que llevo a un giro mayor a partir de 1997, cuando se comenzaron a implementar reformas aperturistas en la economía que llevaron a que Cuba fuera coto de inversiones de capitales europeos y latinoamericanos. Más tarde, mediante el apoyo económico y energético del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, que Cuba profundizará en el camino de las reformas que hoy, bajo el mando de Raúl Castro, son el dictat de la política restauracionista de la burocracia cubana. Ya en diciembre de 2014, los presidentes de Estados Unidos y Cuba Barack Obama y Raúl Castro, acuerdan mejorar las relaciones entre ambos países y comienza el inicio del levantamiento del bloqueo a Cuba por parte de Estados Unidos.
El cambio de Fidel Castro por su hermano Raúl ha operado como un acelerador de las tendencias restauracionistas producto del descalabro económico general en la Isla y los intereses que se forjaron bajo su mando ya desde los tiempos del Periodo Especial. Por otra parte, es evidente que el cambio de estrategia norteamericana bajo el comando de Barack Obama fortalece al ala del imperialismo yanqui que quiere participar de las oportunidades de negocios que ofrece Cuba y constituye un serio golpe a los sectores más duros del exilio norteamericano en La Florida, los gusanos, que eran el sector más influyente en la política norteamericana sobre los asuntos cubanos. La nueva política yanqui puede dar aire a una oposición interna que bajo banderas democráticas busque acelerar una contrarrevolución que liquide las conquistas que siguen en pie de la revolución de 1959. Alejado el peligro de invasión, la contrarrevolución democrática bajo el paraguas del imperialismo es hoy un peligro latente para el futuro de la revolución cubana. El papel del Papa Francisco va en el sentido de reforzar la política de una contrarrevolución democrática. La misma tiene un antecedente en el viaje de 1998 de Juan Pablo II. Evidentemente con Joseph Ratzinger al mando de la Iglesia el papel de la diplomacia vaticana no podía tener el mismo éxito.
La exigencia del final incondicional del bloqueo norteamericano sigue estando a la orden del día. Así como también la lucha por la democracia de los consejos de obreros, campesinos y soldados, con plena libertad para los partidos defensores de las conquistas de la revolución, es una política a desplegar para luchar contra una burocracia privilegiada que hoy comanda una política que fortalece la restauración de las relaciones capitalistas y contra cualquier intento de contrarrevolución democrática burguesa impulsada por el imperialismo.
Como decía el Che Guevara, al imperialismo no hay que creerle ni un tantito así, nada (mucho más si a su lado se encuentra la Iglesia católica). La historia de Cuba, y de toda América Latina, da muestras de sobra de que razón no le faltaba.
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