El miércoles 7 de enero por la noche más de cien mil personas invadieron espontáneamente las plazas de decenas de grandes ciudades de Francia. Era la expresión concreta de la conmoción provocada por el asesinato de 12 personas, entre las cuales había 10 periodistas, caricaturistas y asalariados del semanario satírico Charlie Hebdo.
Estas concentraciones fueron convocadas en su mayoría por organizaciones sindicales del movimiento obrero y por sindicatos de periodistas. Las manifestaciones, incluso las convocadas por los sindicatos, tenían un carácter poco claro, con pocas consignas y pocos objetivos, lo contrario de lo que se necesita para luchar en defensa de la libertades democráticas básicas y contra el racismo y la islamofobia.
Por su parte, los partidos políticos del régimen y sus medios de comunicación no perdieron un segundo para, apoyándose en el horror de este crimen, reforzar la política represiva, racista e islamofóbica que se viene reforzando estos últimos meses: prohibición de manifestaciones en apoyo al pueblo palestino y de las movilizaciones para denunciar el asesinato de Rémi Fraisse por la policía.
Una gran movilización emotiva, pero con contornos políticos poco claros
30.000 personas en la Place de la République en Paris, 15.000 en Lyon y en Toulouse, 7.000 en Poitiers, 5.000 en Nantes et Bordeaux, si citamos solo las concentraciones más importantes. Los llamados a manifestar lanzados luego de los acontecimientos fueron asumidos espontáneamente y difundidos por las redes sociales.
Se palpaba mucha emoción y la movilización era más bien a nivel individual, ya que las organizaciones convocantes se mantenían con perfil bajo. En la Place de la République en Paris la gente llegó sin cesar desde las 17 hasta las 20 hs. La Plaza y las calles adyacentes estaban repletas. Se trató de una concentración silenciosa en donde se escuchaban de vez en cuando canticos como “Todos somos Charlie” o “libertad de expresión”.
La “Marsellesa” (himno nacional) fue lanzada sin gran repercusión varias veces. Una parte significativa de los presentes era consciente que se trataba de una operación patriótica y racista que se pretendía encubrir con el himno nacional, cuando al mismo tiempo Francia se encuentra envuelta en guerras en África y Medio Oriente. Un hombre que se montó a la estatua central de la Plaza para destruir un Corán fue expulsado a los gritos de “¡Fuera facho!”.
Sin embargo, a pesar de que todo el mundo conocía las posiciones antimilitaristas, antipatriotas y la sensibilidad libertaria e izquierdista de los caricaturistas y periodistas de Charlie Hebdo asesinados, más allá de su posicionamiento específico sobre la cuestión del velo musulmán desde 2003 y las caricaturas de Mahoma, no hubo cánticos referidos a estos temas, ni contra la islamofobia (solo un neutro “no a las amalgamas”), ni contra la “unidad nacional” con los partidos de gobierno o contra la profundización de las políticas represivas.
En las redes sociales la dinámica continúa. Decenas de miles de personas, muchos de ellos jóvenes como los secundarios politizados por las movilizaciones de estos últimos meses, están en búsqueda de vías para expresar su conmoción. En los próximos días y semanas, esta búsqueda podría determinar el clima político en el país. Deberemos librar una batalla política si no queremos que la conmoción, incluso de los medios ligados a la izquierda, termine siendo un terreno fértil para la política de unidad nacional detrás de Hollande y los partidos burgueses.
Mientras tanto, la operación de recuperación reaccionaria funciona a pleno
Pero esta indeterminación no durará mucho. Sobre todo porque la conmoción que se extiende a una escala de masas constituye una ocasión inesperada para el gobierno y la mayoría parlamentaria del PS para recuperar su imagen degrada y para las fuerzas reaccionarias que se refuerzan desde el comienzo de la crisis.
Solo algunas horas después de los hechos, el presidente del Parlamento Claude Bartolone (PS), apoyado por los distintos presidentes de los bloques parlamentarios, llamaba a la constitución de la “unidad nacional”. Concretamente, se trata de un intento de cubrir a un régimen que, hace solo algunos meses, asesinaba un joven opositor a la represa de Sivens, Rémi Fraisse; que prohibía las manifestaciones solidarias con el pueblo palestino; que no duda en militarizar el espacio público bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo.
Para el gobierno se trata de aparecer como el portavoz de la conmoción colectiva, desviando así la atención de los ataques contra las clases populares que se prepara a lanzar. Esta misma mañana, por ejemplo, en las universidades los estudiantes debían mostrar sus carnets universitarios para ingresar a los establecimientos, hubo mayor control sobre los secundarios, los espacios públicos como las estaciones de trenes se encuentran más militarizados que de costumbre.
Los trabajadores y los jóvenes deben luchar contra estos avances represivos que demuestran una vez más que las libertades democráticas no pueden ser defendidas por los que explotan y oprimen, por este Estado imperialista y racista.
François Hollande convocó a los principales dirigentes de los partidos políticos en el palacio del Eliseo para preparar una manifestación republicana para este domingo. Nicolas Sarkozy e incluso Marine Le Pen fueron invitados. Esta casta política burguesa comparte un punto en común: cuando se trata de promover las operaciones estratégicas centrales del capitalismo francés, sistemáticamente llegan a un acuerdo. Entre tantas otras cuestiones, como las guerras del imperialismo francés, es el caso de cuando se trata de manipular la amenaza terrorista islamista para legitimar la represión específica de los musulmanes.
Una batalla política en el movimiento obrero
En este contexto es lamentable que organizaciones como el Parti de Gauche y el PCF hayan elegido, una vez más, ceder al chantaje a la unidad nacional de las organizaciones pro-patronales y racistas que animan la vida política en Francia.
Los sindicatos, comenzando por la CGT, que serían recibidos por el gobierno también, se sumarian a la marcha oficialista. Su rol debería ser, en cambio, el de boicotear el llamado a esta manifestación republicana denunciando su hipocresía, al mismo tiempo que lanzarse en la lucha por las libertades fundamentales, contra la represión y contra el racismo de Estado y la islamofobia.
Lo que está en juego es la unidad de nuestra clase, así como el posicionamiento de la juventud, mientras que las clases dominantes avanzan en su operación de división y que, en la noche del 7 al 8 de enero vimos multiplicarse a través del país ataques contra lugares de culto musulmán o comercios pertenecientes a árabes.
Charlie Hebdo
Ya hacía mucho tiempo que Charlie Hebdo había dejado de ser ese periódico satírico antipatriota, antimilitarista y antiburgués, heredero de la tradición de lucha de la generación de Mayo del ‘68. Desde 2003, Charlie Hebdo defendía, bajo el pretexto de la libertad de pensamiento y del ateísmo, el derecho de atacar violentamente al islam como las otras religiones.
En el marco de una verdadera cruzada imperialista lanzada en 2001, en nombre de la “democracia” y contra la “amenaza yihadista” en Afganistán, en Mali, en Irak y en Siria, no hay dudas que esta actitud de Charlie Hebdo participaba, por lo menos objetivamente, por izquierda, a la progresión de la islamofobia.
Si bien denunciamos estas posiciones de Charlie Hebdo, condenamos el ataque brutal del cual fue víctima la redacción de un periódico satírico que es parte, con sus contradicciones y límites, de las referencias de la izquierda y del movimiento obrero en Francia. Es en base a esto que la izquierda debería hacerse cargo de la lucha contra la represión y los ataques contra las libertades que sufrirán las clases populares, en particular, los sectores que sufren la estigmatización y la opresión racista.
A pesar de que fueron mayoritariamente las organizaciones obreras las que llamaron a las movilizaciones, éstas no lograron imprimirles un carácter de clase, en defensa de las libertades y contra toda unión nacional reaccionaria. Es una debilidad que habrá que superar ya que podría dejarle el terreno libre a la capitalización por parte de los partidos del régimen en nombre de la “civilización” contra “la barbarie”.
No podemos ceder al chantaje del gobierno porque la matanza reaccionaria de Charlie Hebdo revela el rol del imperialismo francés que alimenta cotidianamente este islamismo reaccionario, pero también las tareas que están planteadas para el movimiento obrero. Mientras los capitalistas franceses llevan a cabo una política cada vez más agresiva en su ex periferia colonial, cuya población es la primera víctima, el movimiento obrero tiene la responsabilidad de organizar la resistencia a esta vía represiva. Es éste quien debe ponerse a la cabeza de la defensa de las libertades democráticas, con sus métodos y mostrando que nuestro verdadero enemigo en este terreno es el Estado de las clases dominantes. Debemos combatir el discurso contra los musulmanes e iniciar movilizaciones para enfrentar la capitalización republicana que ya ha avanzado bastante.
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