Grecia es un máximo exponente de los efectos acumulados de la crisis económica mundial. Como señala el editorialista de Financial Times, Martin Wolf, el desempleo alcanzó el 26% y el PBI se encuentra también un 26% por debajo de su pico previo a la crisis de 2008. El gasto de la sociedad griega en bienes y servicios disminuyó al menos un 40% acumulado. Según Paul Krugman la “devaluación interna” que se produjo en el país heleno como consecuencia de la caída salarial y por lo tanto, de los costos laborales unitarios, alcanza el 16%.
Grecia en primer lugar es, junto con España, uno de los países de Europa que más violentamente sufrió la destrucción de fuerzas productivas en su terreno. Está entre las principales víctimas de las políticas de “austeridad” impulsadas y defendidas fundamentalmente por Alemania. No es casual que Syriza –en quien grandes sectores de masas hastiadas depositaron sus expectativas- haya ganado las elecciones griegas ni es casual el crecimiento de la intención de voto a Podemos en el Estado español, frente a la caída del PSOE y el PP.
Destrucción creativa
En Europa y en especial en la Eurozona, se vienen emplazando tendencias deflacionarias que según un análisis reciente de The Economist, podrían estar abriendo paso a una década perdida peor aún que la de Japón en los años ’90. El reciente QE (plan de facilidades cuantitativas) votado por el Banco Central Europeo, con la oposición alemana, representa un intento de contrarrestar este escenario. La efectividad de los planes de estímulo monetario es conocida. En el mejor de los casos son capaces de contener un desbarranque económico agudo y pueden –bajo ciertas condiciones- alentar recuperaciones débiles. Son impotentes, no obstante, para inducir un crecimiento poderoso y revertir las condiciones críticas estructurales que impiden ciclos más o menos vigorosos de acumulación ampliada del capital. La destrucción de fuerzas productivas por el contrario, como históricamente afirma –con un halo de honestidad burguesa y poca habilidad política- la ortodoxia neoclásica, es la esencia de un sistema que para revivir necesita destruir lo construido –destrucción creativa, la llamó Schumpeter-. El problema, claro, es que esta “maravilla” de la creación consistente fundamentalmente en la formación de grandes ejércitos industriales de reserva y masas miserables, termina produciendo -en el mejor de los casos para el capital- “grecias” y quizás “españas”.
La cola del diablo
Si la combinación del QE en la Eurozona y la destrucción –fundamentalmente en los países del sur de Europa- será capaz, junto a las políticas renovadas de estímulo monetario en Japón y un eventual retardo del incremento de las tasas de interés en Estados Unidos y en Gran Bretaña, de generar algún tipo de recuperación coyuntural en Europa –interrogante planteado en Las tendencias de la crisis en debate-, está por verse. Aquí interesa una reflexión más profunda. Es conocida la simpatía de Francia, Italia y España, por Estados Unidos. Ya el “Super Mario” –como le dicen al presidente del BCE, Mario Draghi- había prometido en la conferencia de Bancos Centrales en Jackson Hole –al otro lado del Atlántico y ante la mirada complaciente de sus colegas estadounidenses- un posible plan monetario a la norteamericana, si ello fuera necesario.
El QE al que Alemania se opuso aunque, probablemente por temor a las consecuencias de no implementarlo, dejó pasar, parece un punto que se anota Estados Unidos en su influencia sobre la zona. Las dificultades económicas para el dólar que se desprenden de la consecuente devaluación del euro, podrían ser menores que el riesgo de una deflación abierta en Europa. Pero el intento de injerencia norteamericano pareciera estarse jugando por partida doble. La campaña prácticamente abierta de los medios anglosajones, The Economist, Financial Times, The New York Times, The Washington Post, apretando a Alemania por “izquierda” y a Tsipras por derecha, parece una carta importante.
Anglosajones
Llama la atención el discurso editorial particularmente unificado, incluyendo a columnistas como Martin Wolf. Como dicen bien Josefina Martínez y Diego Lotito acá, la política de quita de la deuda combinada con reformas estructurales se viene promoviendo desde hace tiempo desde el riñón norteamericano. Sin embargo, parecería tratarse esta vez de una apuesta más fuerte para doblegar políticamente a Alemania. En primer lugar, esgrimiendo a Tsipras como una especie de “hombre bomba”, obligándolo a la vez a girar aún más a la derecha (cuestión que por ahora parece bastante sencilla), colocando a Grecia como una espada de Damocles que pende sobre el futuro de Eurozona y de la Unión Europea, si es que Alemania no cede (lo que por supuesto, no deja de ser parte de la realidad). Esperan que si la presión sobre Alemania tuviera efecto, Tsipras en palabras del semanario inglés The Economist, “tire a la basura su socialismo loco y se atenga a las reformas estructurales a cambio de un perdón de la deuda”. Conviene recordar que el “socialismo loco” de Tsipras consiste, también en palabras de The Economist, en “sus planes de volver a contratar a 12.000 trabajadores del sector público, abandonar la privatización e introducir un gran incremento en el salario mínimo”.
Esta “locura delirante” frente a una desocupación en Grecia similar a la que en los años ’30 el Estado norteamericano contestó con el New Deal, tendría por consecuencia, siempre en palabras del semanario, “deshacer logros adquiridos por Grecia en el terreno de la competitividad”…Y esto permite sospechar una apuesta mayor de Estados Unidos y el arco anglosajón en Grecia. Si terminando de disciplinar a Tsipras y doblegando a Alemania, se consiguiera una comunión del QE con la destrucción de fuerzas productivas allí reinante, Grecia podría –en virtud del extraordinario incremento del beneficio conseguido en términos relativos a otros países- iniciar un ciclo de recuperación económica, que estaría basado por supuesto en la devaluación interna de la que habla Krugman.
Esto es que el “despegue de la economía griega” que parece estar persiguiendo el arco anglosajón (casa matriz del neoliberalimo), es en realidad un despegue de las ganancias capitalistas. Ese despegue se basaría lógicamente en costos laborales rebajados en un 16% y mucho más que eso porque su precio de mercado está sujeto a un ejército de desocupados equivalente al 26% de la población griega. Además los capitales externos podrán aprovechar las privatizaciones en una Grecia totalmente devaluada. Un negocio redondo. Eso sí, la clave es aprovechar las ganancias de “competitividad” obtenidas que no se consiguen tan fácil. Vale mencionar también que The Economist considera que hay que tratar a Grecia como a un país africano en bancarrota.
Syriza
A partir de su alianza con el partido nacionalista de la derecha xenófoba, Griegos Independientes, y el nombramiento del principal dirigente de ese partido en el Mnisterio de Defensa, Syriza envió múltiples mensajes. Entre ellos que, para implementar un programa cada vez más lavado en progresiva devaluación, no tiene intención –reafirmando algo que ya estaba bastante claro- de apoyarse en la movilización del movimiento obrero y de masas. El segundo es un límite a su adscripción a la Unión Europea, como también se explica acá. El primer aspecto fortalece las ilusiones del frente anglosajón de convertir a Syriza en un instrumento suyo, buscando transformar a Grecia en un ejemplo de la posible recomposición de la convivencia entre la “democracia” y los “mercados”.
El segundo aspecto que abre el interrogante sobre un eventual giro de Grecia hacia Rusia y hasta dónde podría llegar, por ahora es sólo eso, un interrogante. Lo que es seguro es que Estados Unidos y Gran Bretaña lo están utilizando como otro instrumento de presión sobre Alemania cuya alianza con Rusia quedó fuertemente golpeada a partir de la anexión de Crimea y la continuidad del conflicto sobre el futuro de Ucrania. Aún nada está dicho. La utilización de Grecia como escenario para dirimir relaciones de fuerza interimperialistas, podría incluso agregar más leña al fuego de una situación crítica. Las fuerzas de los trabajadores y los sectores pobres y oprimidos de Grecia, están íntegras. En el período próximo harán su experiencia con este nuevo gobierno como parte de un proceso que recién comienza.
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