Luego de cuatro meses, por primera vez Dilma habló sobre las medidas de ajuste que vienen tomando desde el día siguiente de la reelección. El contenido de su discurso, sin embargo, fue ahogado por las cacerolas de los barrios pudientes.
El contenido del discurso de Dilma en sí mismo no trajo ninguna novedad. Pedirle al pueblo hacer sacrificios ahora en nombre de días mejores es lo que han hecho siempre las elites gobernantes en tiempos de crisis. Con el agravante de que Dilma acaba de ser reelegida tras una campaña en la que dijo que no lo haría, que esas eran cosas de los neoliberales del PSDB, conocidos también como “tucanos”.
Para Dilma, el gobierno absorbió los impactos de la crisis en los últimos años y ahora se hace necesario repartirlo entre todos. Esa es una afirmación que genera indignación cuando vemos los miles de millones de reales robados en cada escándalo que sale a superficie, que son la punta del iceberg de la corrupción, presente en todas las esferas del Estado. O cuando vemos los privilegios sin fin de la casta política, que aumenta sus salarios mientras recorta gastos en los servicios públicos. A esta casta, Dilma no le pide ningún sacrificio.
Lo que hace peculiar la situación es que Dilma está aplicando el programa que su contrincante neoliberal, Aécio Neves, defendió en las elecciones, un programa antitpopular, y la base electoral del PSDB, así y todo, cacerolea contra Dilma. El cacerolazo de este domingo fue impulsado por las capas más ricas de las clases medias, y arrastró a sectores heterogeneos. Sin embargo, el clima de indignación de este sector social es volátil y gira hacia un lado y hacia el otro, a cada momento.
Hoy atienden a la convocatoria de grupos reaccionarios por internet y sectores más amplios terminan siendo arrastrados y simpatizan con la protesta reaccionaria de los más privilegiados, como fue el cacerolazo de este domingo y como puede ser el acto convocado para el 15 de marzo para impulsar un impeachment a Dilma. Cuando los trabajadores muestran firmeza en su lucha, como los garis de Rio de Janeiro en año pasado, o los docentes de Paraná más recientemente, logran el apoyo de la mayoría, aislando a los sectores más privilegiados y reaccionarios. Lo que muestran estos giros en la opinión en sentidos contrarios es que existe una gran insatisfacción en las clases medias contra el gobierno del PT, pero también contra todo el sistema de partidos.
Se engañarían los petistas, sin embargo, si consideraran que esa insatisfacción solo está presente en las clases medias. Está presente en todas las capas sociales. Amplios sectores de trabajadores y de la juventud están decepcionados con el gobierno de Dilma y por los sucesivos escándalos de corrupción involucrando al PT. Con sus nuevas medidas, con la “segunda fase del combate a la crisis”, en la que todos harán sacrificios –léase: en la que los trabajadores y los pobres pagarán la cuenta- el PT se vuelve en contra de su base, sin ganar ningún nuevo terreno.
El efecto Janot y la crisis de representatividad
El cuadro político general es complejo e inestable. La oposición tiene mucha dificultad para beneficiarse del caso Petrobrás porque está inmersa también en la crisis de representatividad. Ahora con la lista de políticos que serán investigados por la Corte Suprema, la lista Janot, en la que aparece el nombre del ex gobernador por Minas Gerais, Anastasia, peor aún. El ajuste desgasta al gobierno federal pero también a los gobiernos tucanos, como en Paraná. En San Pablo, Alckmin probablemente enfretará una imprevisible huelga docente contra los recortes y cierres de aulas. Un escenario que Dilma posiblemente tendrá que encarar en las universidades federales.
Comienzan a surgir voces para calmar los ánimos. La línea editorial de los principales diarios intenta calmar al bando del impeachment y mantener el equilibrio político necesario para la aplicación de los ajustes y de las reformas de tinte neoliberal. En el PSDB ya se escuchan voces contra el impeachment, con el ex presidente Fernando Henrique Cardoso tomando la delantera para tranquilizar los ánimos, tal como hizo en 2005 frente a la crisis del mensalao, escándalo de pago de coimas mensuales a parlamentarios del PT.
Toda la casta política tenderá a buscar pactos para mantener la estabilidad y traer calma, no solo porque tanto el oficialismo como oposición están involucrados, sino porque tienen acuerdo en lo fundamental de las medidas económicas a tomar: cortar gastos y atacar derechos para ajustar las cuentas públicas y aumentar la competitividad.
Muchos en el PSDB apoyan el acto por el impeachment convocado para el 15 de marzo, a pesar de no estar de acuerdo con la consigna. Por otro lado, el acto que la CUT está convocando para el 13 de marzo, que es en la práctica en defensa del gobierno, se presenta como un acto contra medidas del propio gobierno. Ni el acto cutista en defensa del gobierno puede ser muy dilmista, ni el PSDB determina las banderas de las clases medias que pueden ir a las calles el 15.
Una tercera altarnativa
Los sectores petistas y semipetistas intentan presentar la indignación de la clase media tradicional como un giro a la derecha en la situación. Ese discurso pretende instalar que estos sectores están emblocados con el PSDB y la oposición burguesa. Pero eso es incorrecto en varios aspectos. Como queda planteado más arriba, la mayoría de los sectores medios también están siendo alcanzados por el ajuste, y el ejemplo de Paraná muestra que una huelga de trabajadores puede también tornarse portavoz de la indignación popular.
Un plan de luchas firme de los trabajadores contra el ajuste y por la confiscación de bienes y cárcel a todos los corruptos arrastraría a la mayoría de la clase media con mucha más masividad y activismo que las convocatorias de la derecha, que los cacerolazos de los barrios pudientes. Parece ser necesaria y urgente la convocatoria de una huelga general del sector educativo contra los recortes, así como la organización de encuentros regionales de lucha contra los ajustes, los despidos, el alza de los impuestos y tarifas, como parte de la preparación de una gran jornada de paro nacional.
Esa perspectiva se hace más difícil por el hecho de que los sindicatos están en manos del PT, como en la huelga de los docentes de Paraná, o en las manos de la oposición burguesa. La CUT hace equilibrio entre la difícil tarea de mantener su apoyo al gobierno y al mismo tiempo aparecer como contraria a las medidas de ajuste. Está en las manos de las centrales sindicales independientes del gobierno como la Central Social y Popular (CSP-Conlutas), de los sindicatos combativos y de las organizaciones y partidos de izquierda dar pasos en este camino.
|