Como evidencia el arranque oficial de la campaña electoral el pasado 5 de abril, la “clase política” está muy preocupada por lograr una alta participación, que avale a algunas de las opciones en curso, y que sirva para relegitimar las instituciones.
Y es que, desde la masacre de Iguala y la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el carácter degradado y bárbaro del régimen político de la alternancia democrática se evidenció para amplios sectores de la población, como se expresó en las consignas y demandas que tronaron en las calles de todo México: ¡Fue el Estado! y ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! Bajo la alternancia democrática, México se convirtió en el paraíso de las transnacionales y una gran fosa clandestina. Eso es lo que para millones se hizo evidente.
Hoy, después de que el gobierno pretendió imponer su “verdad histórica” sobre Ayotzinapa, los de arriba quieren recuperar la estabilidad política y la credibilidad en la democracia mexicana. La agenda de los partidos del Congreso en los próximos meses busca profundizar la entrega, la criminalización de la juventud y el ataque a las conquistas obreras y populares. Por ello, con las próximas elecciones intentan desviar el descontento obrero y popular: una gran trampa que los trabajadores y la juventud debemos enfrentar.
¿Que temen los de arriba este 7 de junio?
Es palpable que una de las cuestiones que quieren evitar, es que el repudio a la trampa electoral se haga notar por distintas vías: el boicot, la abstención o el voto nulo, como expresión del descontento que nutrió el amplio movimiento que desde octubre sacudió las calles del país.
Por eso, en días recientes, el Instituto Nacional Electoral anunció lo que era evidente: a pesar del reclamo de los padres de familia, las elecciones se realizarán en Guerrero. A la par, se lanzó una costosa campaña publicitaria para promover el voto, orientada en gran medida hacia la juventud.
Como señaló La Jornada el 7/4, es en los sectores juveniles donde más creció el descreimiento y el repudio al proceso electoral y a la “clase política”. Este proceso en la juventud no es, como muchos fanáticos de la participación ciudadana pretenden interesadamente, la expresión de la apatía y la indiferencia.
Como bien dice el periódico mencionado, en los últimos tres años, distintos acontecimientos marcaron profundamente a la juventud. En el 2012 fue el #yosoy132 contra el regreso del PRI a Los Pinos. Al año siguiente, miles de estudiantes se solidarizaron activamente con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, reprimida con salvajismo por los poderes de turno. Por su parte, desde fines del 2012 y con la llegada de Peña Nieto, se recrudeció la criminalización de la juventud, llevada adelante no sólo por el gobierno federal, sino también por el gobierno perredista de la Ciudad de México, con multitud de nuevos presos políticos, entre los cuales estuvieron militantes de lo que hoy es el Movimiento de los Trabajadores Socialistas.
Finalmente, en octubre del año pasado, el movimiento democrático que sacudió las principales ciudades del país tuvo un protagonista de peso en el estudiantado. Fueron miles los estudiantes que pararon sus escuelas y facultades, nutrieron asambleas masivas como no se había visto desde la huelga del 99 en la UNAM, y se manifestaron en verdaderos ríos humanos que recorrieron las calles en las movilizaciones de octubre y noviembre. Empezó a hacerse notar una nueva generación, desencantada con los políticos “tradicionales” y con esta democracia asesina, que amenazaba confluir con sectores de los trabajadores y del pueblo. Algo que, por supuesto, generaba inquietud en los defensores de este régimen de la alternancia.
Este proceso hoy se hace notar en la existencia de un amplio sector que no sólo descree de los partidos tradicionales (como el PRI, el PAN y el PRD), sino que cuestiona el proceso electoral mismo.
Es frente a este nuevo fenómeno que recorre a franjas de la juventud y los trabajadores, que se levanta la furibunda campaña a favor del voto, con la cual pretenden restablecer la imagen de las instituciones y los partidos que fueron señalados en las calles como la expresión de la llamada “narcopolítica”.
El debate con López Obrador y los promotores del voto “útil”
Pero mientras esta operación política y publicitaria del gobierno es evidente incluso para medios de comunicación como La Jornada, el líder del Morena, Andrés Manuel López Obrador, insiste en que la abstención y el voto nulo solo favorecen al PRI, estigmatizando de esa forma tanto a la izquierda independiente como a los padres de familia de Ayotzinapa.
Estamos ante un debate que está tomando mayor vuelo debido a que, como decimos arriba, el voto nulo y la abstención es la forma en que amplios sectores descontentos buscarán manifestarse el próximo 7 de junio, lo cual es respondido por quienes pretenden fortalecer el proceso electoral y las alternativas políticas que defienden.
Como ya planteamos aquí, en otros procesos electorales la alta afluencia de votantes no debilitó, necesariamente al PRI o al PAN. Y, más allá de las comparaciones y análisis que puedan efectuarse de los procesos previos, es indiscutible que en el momento político presente, la intención es garantizar la participación ciudadana y la realización de las elecciones del 7 de junio sin mayores sobresaltos, que permitan cerrar lo abierto por el movimiento por Ayotzinapa.
El debate entonces está planteado en el terreno de cuál es la política correcta hacia el 7 de junio, que permita fortalecer la lucha contra la democracia asesina del PRI-PAN-PRD. Ninguno de los partidos con registro levanta una perspectiva que defienda los intereses de los trabajadores y el pueblo, mucho menos que llame a profundizar la movilización obrera y popular contra el régimen político.
López Obrador -en quien confían honestamente muchos trabajadores y jóvenes que nutrieron las movilizaciones por Ayotzinapa-, a pesar de sus denuncias a la “mafia en el poder”, sostiene una perspectiva política que no cuestiona a las instituciones ni a los planes de opresión y explotación, y se limita a pretender democratizar y reformar lo que a todas luces es irreformable. Expresión de esto es su actual campaña, donde busca convencer de que mediante el voto al Morena y a través del Congreso antiobrero y proimperialista, podrán resolver sus demandas las grandes mayorías.
En esas circunstancias, el “voto útil” o “critico” que promueven distintos intelectuales y sectores que se reclaman de izquierda (incluidos quienes promueven el boicot en Guerrero pero llaman a votar por el Morena en otros estados), terminaría fortaleciendo a un partido que no es alternativa para los trabajadores y la juventud.
Para despejar toda duda, ya en los años previos vimos las consecuencias de la política de AMLO, cuando -como parte del PRD, en el 2006- desvió el descontento obrero y popular e impidió la radicalización de la movilización.
Como tantas otras veces, el debate en torno a qué hacer frente al proceso electoral expresa una disyuntiva que está más que vigente: fortalecer al “mal menor” y por esa vía a una dirección política opuesta a toda lucha radical contra la opresión y explotación; o bien bregar por una política independiente que, en el proceso electoral, apuntale la lucha contra estas instituciones y los partidos de la clase dominante.
Por eso, para expresar este 7 de junio el repudio a las elecciones y la lucha por la aparición de nuestros compañeros normalistas, se trata de impulsar un gran movimiento militante por la anulación del voto. Esto, como parte de reimpulsar la movilización, encabezada por los trabajadores de la ciudad y del campo, contra esta democracia asesina y los planes del imperialismo. Que seamos millones los que este 7 de junio repudiemos la trampa electoral escribiendo Nos faltan 43.
|