Mas obtiene una “derrota personal”, pero una gran victoria política. El candidato de “consenso”, Carles Puigdemunt, mantendrá la hegemonía convergente al frente del proceso. La CUP cede a JxSí dos diputados y se compromete a garantizar la estabilidad parlamentaria del próximo Govern.
Artur Mas saluda al alcalde de Girona, Carles Puigdemont, a su llegada a la sede de CDC tras la rueda de prensa que ha ofrecido hoy en el Palau de la Generalitat en la que ha anunciado públicamente su renuncia a optar a la reelección en beneficio de Puigdemont, quien será investido mañana. Foto: EFE/Toni Albir
Contra todo pronóstico, las delegaciones de la CUP y de JxSí han alcanzado un acuerdo para evitar la convocatoria de nuevas elecciones y permitir la investidura de un nuevo President. Artur Mas se ha comprometido a dar un “paso al costado”, pero las contrapartidas de esta “derrota personal” suponen un balón de oxígeno inestimable para el partido de los recortes, el 3% y que se propone en los próximos 18 meses reconducir el movimiento por el derecho a decidir a un proceso de negociación con el Estado.
Como escribía hace solo dos días, el “No” a Mas de la CUP había despertado expectativas en muchos jóvenes y trabajadores de izquierdas, votantes de la CUP y otros que no la han votado nunca, que lo veían como un cambio de rumbo respecto a lo hecho en los últimos tres años de “mano extendida”. En contra de estas expectativas iban las declaraciones de sus diputados clamando por lograr un candidato de “consenso”. El “No” de la CUP lamentablemente no era un “No” al acuerdo político con el partido de la burguesía catalana, era solamente un “No de grado” que venía a decir que “con CDC sí, con Artur Mas es demasiado”.
Sin embargo, el acuerdo alcanzado, lejos de debilitar o siquiera condicionar el mando de CDC, viene a reforzarlo sustancialmente. Pierden al “capitán”, pero deja en su puesto a “uno de los suyos”. Nada menos que el principal alcalde que mantiene la formación desde las elecciones de mayo. Un político convergente de pura cepa, que no tiene nada que envidiarle a Mas en cuanto a neoliberal y político de las grandes familias.Sus corruptelas han sido denunciadas por la prestigiosa revista de izquierda Café amb Llet o por la misma CUP de Girona.
A cambio, CDC logra un compromiso de la CUP que le garantiza en los hechos la mayoría absoluta parlamentaria que JxSí no consiguió en las urnas. Le cede 2 diputados que pasarán a incorporarse “en la dinámica del grupo parlamentario de JxSí, de manera estable” y “actuarán conjuntamente en las tomas de posición del grupo”. Los otros 8 diputados de la CUP se comprometen a no votar nunca en el mismo sentido que los partidos contrarios al derecho a decidir. Esto quiere decir que JxSí contará con 64 diputados en su favor. No es mayoría absoluta, pero al quedar condicionada la libertad de voto de los otros 8 de la CUP, se vuelve imposible llegar a reunir 65 votos para echar atrás cualquier propuesta de JxSí que se considere pueda poner en riesgo la estabilidad del govern. Esto incluiría nada menos que los Presupuestos, el principal instrumento legislativo con el que se han pasado estos años los peores recortes desde la Dictadura.
JxSí usará esta mayoría garantizada para limitar el proceso a los márgenes que siempre ha defendido, el diálogo con el Estado central y el respeto a la legalidad del ‘78. O lo que es lo mismo, que conducirá la lucha por el derecho a decidir y por la apertura de un proceso constituyente a un callejón sin salida, como los mismos sectores cupaires del “No”, como Endavant, han denunciado estas últimas semanas.
La usará también para mantener lo esencial de la política económica de ajustes y defensa de los intereses de las grandes empresas capitalistas. Que ésta es un área innegociable para CDC lo demostró la pírrica oferta de plan de choque que presentó.
Por si los términos concretos del acuerdo no fueran lo suficientemente de entrega, el texto incluye una “autocrítica” por parte de la CUP en la que se retractan de haber puesto en duda “la voluntad inequívoca de avanzar en el proceso de independencia y en el proceso constituyente que comporta” de JxSí y pone “a la disposición del acuerdo el compromiso de renovar, tanto como sea necesario, el propio grupo parlamentario con el objetivo de visualizar un cambio de etapa”.
De momento Eulalia Reguant ya ha anunciado que esto se concretará en la dimisión de dos diputados o diputadas, aunque aún no ha adelantado nombres. Pero según el texto del acuerdo si JxSí considera que algunos diputados o diputadas más no son confiables y pueden no plegarse a ser el sostén de su govern, puede exigir que dimitan y pasen otros de la lista hasta garantizar que son todos “de fiar”.
Desde que David Fernández planteara en su primer discurso parlamentario la política de “mano extendida” en lo nacional -entonces al govern de CiU y su socio ERC- han pasado más de tres años. En aquel momento aquellos que la criticamos esta política éramos una verdadera minoría en la izquierda catalana. En este tiempo, CDC ha logrado consolidarse como dirección del movimiento nacido con la Diada de 2012, sin oposición visible dentro del llamado bloque soberanista. Tras el 27S, y especialmente tras el 20D, los sectores que desconfiaban de esta línea dentro de la izquierda independentista venían en aumento, vistas las consecuencias a las que podía llevar: ser el sostén de un nuevo govern de CDC y Mas. Esto se expresó en las dos asambleas de la CUP.
Sin embargo el “No” de Manresa, los 1515 “No” de Sabadell y sobre todo el “No” del 3 de enero, no se hizo extensivo a toda una estrategia que amenaza con conducir el movimiento democrático catalán a un callejón sin salida y que, en la práctica, deja a la izquierda independentista atada de pies y manos en el Parlament. La decisión tomada hoy por la dirección de la CUP no será discutida por sus bases, ni militantes ni asambleas territoriales. Seguramente muchos de ellos no la verán con buenos ojos y eso ya se palpa en las redes sociales.
Está por verse qué consecuencias tendrá dentro de la izquierda independentista esta claudicación sin precedentes. Pero la situación incrementa la urgencia de que los sectores que empiezan a dar la espalda a la política de “mano extendida” junto a las organizaciones de la izquierda anticapitalista que nos hemos opuesto tanto a la investidura de Mas como a otro candidato de “consenso”, articulemos una alternativa de independencia de clase, que apueste por otra hipótesis para el movimiento democrático catalán: luchar por el derecho de autodeterminación y un proceso constituyente sin JxSí.
La política de “manos atadas” que acaba de aceptar la dirección de la CUP debe ser respondida por las bases luchando abriendo paso a la lucha por una estrategia basada en el desarrollo de la movilización social con los trabajadores al frente, en alianza con los sectores populares del resto del Estado y que pelee por abrir procesos constituyentes que permitan realmente poder discutir y cambiarlo todo.
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