El 5 y 6 de diciembre tuvo lugar en Paris une conferencia europea organizada por la Corriente Comunista Revolucionaria (CCR) del NPA de Francia, el grupo Clase contra Clase (CcC) del Estado Español y la Organización Revolucionaria Internacionalista (RIO) de Alemania. Entrevistamos a Juan Chingo y Daniela Cobet de Francia, a Santiago Lupe del Estado Español y a Stefan Schneider de Alemania acerca de los debates y conclusiones de esta importante reunión.
Fotos: ID/Antonio Litov
¿Quiénes participaron a la conferencia del pasado fin de semana y cuál fue el temario?
Daniela Cobet: Participamos la mayoría de los militantes de las tres organizaciones convocantes, lo que implicó un gran esfuerzo material, ya que viajaron 25 compañeras y compañeros desde Alemania y 30 desde el Estado Español, además de todos los que vinieron de las distintas regiones de Francia. En total, casi 150 personas acudieron a la reunión, sin contar a los observadores invitados del PCL de Italia y de las corrientes internas del NPA Anticapitalismo y Revolución y Fraccion L’Etincelle. Los compañeros de OKDE Spartakos de Grecia desgraciadamente no pudieron venir pero enviaron un caluroso saludo a nuestra reunión. Las dos jornadas de debates fueron traducidas simultáneamente en castellano, francés y alemán. Para nosotros es un gran logro político, pero también organizativo, ya que a las dificultades normales que implica este tipo de reunión se sumaron las condiciones excepcionales del estado de emergencia impuesto por el gobierno francés, controles estrictos en las fronteras, dificultades para conseguir una sala en el contexto represivo y liberticida actual. Por todo eso estamos muy contentos de haber podido concretar la reunión y debatir acerca de la situación económica y política internacional el sábado y sobre cuestiones de orientación y construcción el domingo.
El primer tema fue entonces la situación de la economía mundial. ¿A qué conclusiones llegaron?
Juan Chingo: Si, partimos del hecho de que la crisis actual lleva ya 8 años y que es muy importante tener una visión sobre su desarrollo, sus etapas y perspectivas para orientarse. La clave es que desde los últimos meses entramos en la tercera fase de la crisis: la que afecta a los llamados mercados emergentes como Brasil, que quizás hoy con la combinación de la caída económica más grande desde los años ’30, la amenaza de recesión y la crisis política en curso como el caso del proceso de impeachment a su presidenta Dilma Roussef, es el eslabón más débil del capitalismo mundial. La etapa actual de la crisis tira por la borda toda la fábula de que los mercados emergentes, según la cual los países de carácter semicolonial avanzarían en forma lineal a un estado de emergencia para posteriormente alcanzar el nivel de los grandes países capitalistas. Más importante, esta nueva etapa de la crisis está abriendo brechas en la lucha de clases como es el caso de las luchas obreras en Brasil y el magnífico movimiento de los estudiantes secundarios en San Pablo, de más de un mes de duración y que hizo retroceder al gobierno de derecha de Alckimin. O en la “S” de los BRICS, es decir Sudáfrica, fuertemente golpeada económicamente y donde se dio una fuerte lucha de los metalúrgicos que llevo a su ruptura con la central sindical burocrática (COSATU) y el extraordinario movimiento estudiantil sudafricano sobre el que venimos escribiendo. Lo interesante de todo esto es que los principales países de la periferia capitalista que actuaron como contratendencia a la crisis del 2007-2008 vuelven a los ciclos de inestabilidad que los caracterizan y eso viene dando lugar a fuertes movimientos de la lucha de clases. Las políticas de relocalización van a encontrar no solo limites económicos sino crecientemente en la lucha de clases y eso puede ayudar indirectamente a la recomposición de la clase obrera de los países centrales, que no van a ver en el Sur proletarios que aceptan solo bajos salarios sino que luchan, que se rebelan y que quizás avancen hacia la apertura de nuevos procesos revolucionarios. A esto apostamos en especial en países como Brasil y Argentina, en donde (sobre todo en el segundo) las fuerzas del trotskismo han logrado avances en la vanguardia que los ubican como actores de los futuros combates de clase.
¿Y sobre la situación política europea? ¿Cuáles fueron los principales ejes de discusión en ese punto?
Santiago Lupe: En primer lugar definimos que el continente está atravesado por múltiples crisis. Hoy por hoy la más dinámica es la crisis geopolítica. La crisis de Oriente Medio, provocada por la combinación de la derrota de las primaveras árabes y los efectos de las intervenciones imperialistas de los últimos años, ha saltado a Europa en forma de crisis migratoria y fenómenos aberrantes como el terrorismo ISIS. Esta situación fortalece en primera instancia las tendencias xenófobas y de extrema derecha. A su vez, el nuevo reformismo está en un claro retroceso después de la capitulación de Syriza en Grecia. Hoy por hoy la crisis de representación política que azuza a los distintos regímenes nacionales se expresa esencialmente por derecha. En la Unión Europea, ganan peso los proyectos políticos de “vuelta” al estado nación y las fronteras nacionales. Es un marco reaccionario con tendencias a la bonapartización, pero que al mismo tiempo tiene bases muy precarias. Por un lado, la crisis económica y de la UE siguen abiertas y el escenario económico internacional del que daba cuenta recién Juan, así como la misma crisis geopolítica, son verdaderas minas que pueden volver a situar la economía del continente y el proyecto mismo de la UE en el abismo. Por el otro, la clase trabajadora y la juventud europea no han sido derrotadas, aún a pesar del rol combinado de la burocracia sindical y las nuevas mediaciones reformistas para pasivizar las tendencias a la lucha de clases que vimos entre 2010 y 2012 en Grecia o el Estado español. Por ello la nueva situación supone a la vez una oportunidad para desnudar tanto el carácter reaccionario de la UE y sus gobiernos, como la impotencia del nuevo reformismo. Esta dinámica puede poner en marcha las fuerzas sociales necesarias para combatir los efectos de la crisis y la ofensiva imperialista y liberticida, facilitando las condiciones para construir una fuerte izquierda revolucionaria y de los trabajadores en todo el continente.
Stefan Schneider: Tuvo mucha importancia en la discusión la cuestión del endurecimiento de las políticas racistas y xenófobas contra inmigrantes y refugiados. Las políticas que vienen aplicando los distintos gobiernos se venían acercando cada vez más a las defendidas por los partidos de la extrema derecha populista. Y esto ha dado un nuevo salto después de los atentados de Paris del 13N y la reacción del gobierno Hollande. El PS es el pionero en asumir el discurso y la política del Frente Nacional. Un giro a la derecha que tampoco le ha servido para salvarse, como vimos este fin de semana en las elecciones regionales con la victoria del Frente Nacional de Marine Le Pen. Ante esta ofensiva discutimos que la extrema izquierda tiene que ponerse a la cabeza en pelear por un gran movimiento que una la lucha contra la guerra, contra el recorte de derechos y libertades democráticas que se está llevando adelante en nombre de la “lucha contra el terrorismo” y por los derechos de los inmigrantes y trabajadores. Los diferentes gobiernos buscan asentar una gran división entre la clase obrera nativa y los trabajadores extranjeros que ya están aquí o van a llegar. Este racismo pretende ser la base de regímenes más duros que serán los encargados de hacer pasar el ajuste que falta. Contra esta división, sólo una política que retome las banderas del internacionalismo proletario puede unir las filas de la clase trabajadora para pelear juntos, nativos y extranjeros. En este terreno la izquierda reformista también hace aguas: Syriza en acuerdo con ANEL es la gendarme de la frontera este de la UE, el Front de Gauche votó con Hollande, Sarkozy y Le Pen la ampliación del estado de emergencia y Podemos lleva como candidato estrella para las siguientes elecciones del 20 de diciembre en el Estado español a un general que dirigió la intervención de la OTAN en Libia.
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