El pasado 24/8 ETA volvió a la actividad armada después del fin del “alto el fuego permanente” declarado en junio. La explosión de un coche bomba en el cuartel de la Guardia Civil de Durango (Vizcaya) ha sido la confirmación de que el “proceso de paz” del presidente Rodríguez Zapatero ha sido un fracaso. Y no podía ser de otra manera.
El régimen monárquico del Estado español, nacido de la Transición de 1978, pactada entre el aparato franquista y las direcciones del movimiento obrero (stalinistas y socialdemócratas), no sólo supuso el desvío del ascenso de luchas obreras y populares desatado tras la muerte del Dictador, sino que fue también un cambio de régimen político sin resolver numerosas demandas democráticas, como las reivindicaciones nacionales del pueblo vasco.
Zapatero, como Presidente del Gobierno y dirigente de uno de los principales partidos, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), es fiel cumplidor de ese “espíritu de la Transición”, y por lo tanto un “campeón” de la defensa de la “unidad de España”, y enemigo acérrimo de los derechos democráticos del pueblo vasco. Así, su intento de “proceso de paz”, no era otra cosa que el intento de resolver la cuestión vasca de forma reaccionaria, tratando de integrar al Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) [1] en el régimen post-franquista, manteniendo la opresión nacional. El MLNV viene siendo la expresión política de la lucha de un sector del pueblo vasco por sus derechos democráticos, a pesar de los rasgos de creciente descomposición política de su brazo armado, ETA. Aún así continúa siendo un elemento incómodo para el régimen opresor español, que en 30 años de democracia burguesa ha aplicado la política antiterrorista “tradicional”, sumándole medidas como la guerra sucia de los GAL [2], o más recientemente la ilegalización de sus partidos y candidaturas electorales, cierre de periódicos, persecución de activistas políticos... A pesar de las diferencias estratégicas, programáticas, de métodos de lucha y políticas con el MLNV, los revolucionarios defendemos a estos luchadores de la represión del Estado burgués, exigiendo la liberación de sus presos políticos, y el fin de toda persecución contra sus partidos, prensa y demás organizaciones y militantes. Durante la tregua, la persecución no ha cesado ni un solo momento, la dirección del MLNV se unió al coro de voces que apostaba por el diálogo con el Gobierno para poner solución al conflicto, aunque para ello hubiese que pagar con la integración al régimen constitucional. El mantenimiento de la represión derivó en la vuelta a “lo de antes”.
A pesar de que el atentado haya crispado momentáneamente las alturas del régimen, con reproches de la oposición conservadora (Partido Popular - PP), al Gobierno, por la ya cerrada “negociación con terroristas”, el giro del PSOE hacia una política de aún más mano dura y el entierro del “proceso de paz”, reduce las brechas que se habían abierto en los últimos meses. Y las perspectivas para el MLNV no son muy halagüeñas. Al recrudecimiento de la persecución desatado tras el atentado de Barajas en diciembre o a la ruptura oficial de la tregua, se le suman ahora amenazas de ilegalización contra ANV [3].
La vuelta al terrorismo individual no puede ser saludada por los revolucionarios, pues de la misma manera que defendíamos que el diálogo y la negociación no iban a hacer torcer el brazo del Estado, tampoco lo harán los atentados, como demuestran los años anteriores. Cambia la táctica, pero se mantiene una misma estrategia: presionar al Estado burgués por parte de una vanguardia que desconfía del potencial de la lucha de las masas. Sólo con un movimiento en el País Vasco, encabezado por la clase obrera, en una lucha revolucionaria contra la burguesía española y la vasca (que usa la reivindicación nacional para regatear mejores condiciones con Madrid, garantía de sus buenos negocios), que sea capaz de encontrar la alianza con el proletariado del resto del Estado podrá derribar al régimen postfranquista e imponer un Gobierno Obrero, el único capaz de desterrar todo tipo de opresión, incluida la nacional.
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