Entrevistamos a Juan Valenzuela, militante de Clase contra Clase de Chile.
Hace algunos meses venimos viendo diferentes luchas de sectores obreros, los trabajadores del transporte, forestales, la última lucha de los mineros... ¿Cómo se viene dando este proceso?
Es un proceso de recomposición que se inicia por lo menos en 2003. En aquel año tuvo mucha significación el paro nacional convocado por la CUT el 13/8. Si bien hubo muchos ausentes en la convocatoria, sirvió para que la clase trabajadora se instalara en la vida política nacional, luego de haber estado ausente por más de dos décadas, como producto de los ataques neoliberales de Pinochet y la Concertación (la coalición de gobierno). Desde 2003 hasta ahora hubieron avances y retrocesos, un proceso no lineal de recomposición, con años de mucha calma, como 2004, y años especialmente importantes, como el actual. Este año ha emergido la cuestión obrera en la situación nacional, lo que lo distingue de los inicios del proceso en los que si bien hubo un hito como el paro, la recomposición era interna, con huelgas económicas y aisladas en su mayoría, sin mayores repercusiones en el conjunto de las clases.
Este año la actividad obrera repercute en toda la sociedad por la importancia de lo que se ha planteado: por ejemplo se ha puesto en cuestión la subcontratación, que Pinochet instaló en 1979, dividiendo entre trabajadores de primera y de segunda. Tanto con la negociación conjunta entre contratistas (terciarizados) y contratados en la huelga de los forestales de Arauco en mayo, como con la huelga contratista de Codelco. Se expresaron elementos iniciales de mayor lucha entre las clases, con el asesinato por parte de carabineros del obrero forestal Rodrigo Cisternas en la huelga de mayo, con la fuerte campaña criminalizadora contra los contratistas de Codelco, y con la creciente recuperación de métodos obreros en las huelgas, como la toma de los accesos de El Salvador en la huelga minera, y las tomas de planta de los trabajadores de Pacific Nut Company y en Agrosuper, involucrando esta última a 1.000 trabajadores, hechos que comienzan a poner a tono a Chile con otros países de Latinoamérica, después de años de predominio de la política en las alturas. Los resultados de estas huelgas han sido variados: los forestales consiguieron un importante triunfo salarial, pero los temporeros de Pacific Nut absolutamente nada. En Codelco presenciamos resultados mixtos, con concesiones y ataques. Algunos sectores por falta de fuerzas no han podido realizar huelgas, como los contratistas del petróleo o los trabajadores de la petrolera estatal ENAP. De allí que la recomposición no sea puramente ascendente, sino tortuosa. Luego de la dictadura pinochetista la correlación de fuerzas quedó tremendamente desfavorable para la clase trabajadora y el pueblo pobre, si bien en la actualidad, con el proceso descrito, se comienza a poner inicialmente en juego.
En relación a la repercusión de la actividad obrera de la que hablamos, es importante señalar que además ésta cuenta con una amplia simpatía pasiva de las capas medias. En una encuesta reciente, el 86% tenía una visión favorable a las huelgas. Este año las capas medias no han estado en la escena, como lo estuvieron el año pasado con la lucha estudiantil, pero esta simpatía por las huelgas obreras es de máxima importancia en cuanto elemento preparatorio para una alianza con la clase trabajadora. Es una demostración también de que el clima político está a la izquierda, cosa entendible luego de la lucha secundaria el año pasado, las huelgas de este año y ataques importantes como el degradante sistema de transporte público en la región metropolitana, que lo ha encarecido y alargado los viajes. Clima que abre mayores posibilidades de que en la situación nacional se produzcan giros abruptos y saltos.
Es importante señalar al mismo tiempo que esta recomposición tampoco es uniforme. Si bien se han hecho parte de esta actividad huelguística sectores tan variados como los mineros de planta de La Escondida el año pasado, uno de los sectores mejor pagados de la clase trabajadora, el centro de gravedad de la recomposición ha estado en los más explotados de los explotados, los contratistas y trabajadores precarios. Otros sectores como los trabajadores industriales de la Región Metropolitana, vienen muy atrás. Es importante señalar también que la cuestión obrera, no es sólo un “dar cuenta” de la clase trabajadora, sino que también, en algunos sectores de los patrones, una virulencia extrema con ésta. Son muchos los patrones que al ver la creciente actividad huelguística empiezan a hablar de que estamos en un momento parecido al de fines de los ‘60 y comienzos de los ‘70 que culminó en un proceso revolucionario abierto, finalmente derrotado, y en base a eso empiezan a agitar que es necesaria más “mano dura” con los trabajadores, “que se cumpla la ley” y cosas por el estilo. Están tan acostumbrados a explotar impunemente que exageran las proporciones de lo que pasa.
En este marco, salieron a la luz roces y discusiones dentro del gobierno de Bachelet, ¿cuál es la situación actual al interior del gobierno?
La situación actual es de una mayor crispación e irritabilidad interna, pero en el marco de acuerdos fundamentales, no sólo en el Gobierno, sino que en la Concertación de conjunto y entre ésta y la Derecha. El pasado 29/8 predominó más bien la crispación: vimos cómo la mayoría de los partidos de la Concertación, desde el Partido Socialista (PS) hasta el Partido Radical Social Demócrata, llegando a las Juventudes de la Democracia Cristiana, se hicieron convocantes a las jornadas de la CUT, con un discurso antineoliberal. Hubo una importante discusión a raíz de eso entre el Gobierno y el PS. No se puede apoyar al gobierno un día y el otro no, le dijo el Gobierno al PS. La derecha hizo una fuerte campaña para mostrar la “inconsistencia” del Gobierno, debido a que el propio partido de la mandataria (el PS), convocaba a las movilizaciones en contra de aquél. Pero el propio PS no tuvo reparos en votar a favor de la reforma previsional en la tarde del 29/8, que permite el ingreso de la banca privada al sistema de AFPs, avalada por el Gobierno. Nosotros vemos que si bien existen diferencias reales entre dos grandes sectores de la Concertación: entre los neoliberales y los llamados “antineoliberales”, en el fondo estos sectores comparten las bases del “modelo chileno”: una economía basada en la exportación de materias primas y en la sobreexplotación de los trabajadores. Sus diferencias son en torno a los ritmos y alcances de las concesiones que es necesario dar a los trabajadores y el pueblo pobre para preservar el modelo. Como hay muchos recursos en las arcas fiscales, gracias a una política de “superávit fiscal” que consiste en ahorrar en tiempos de bonanza y los altos precios del cobre, centro de la economía nacional, se generan expectativas en los trabajadores y las masas. Al ver una mayor actividad huelguística -y también de otros sectores como los secundarios el año pasado- muchos políticos concertacionistas empiezan a impacientarse, y preventivamente empiezan a exigir que una mayor parte de esos recursos se destinen a gastos sociales, pero sin tocar los pilares del “modelo chileno”. Por ello los roces son sólo eso por ahora, y no fracturas al interior del Gobierno. Tampoco los hay en relación a la Derecha. Y la explicación última es que todos los sectores de la patronal chilena, pequeños, medianos y grandes, tienen acuerdo en lo fundamental del modelo neoliberal instalado por Pinochet.
– ¿Qué vienen planteando desde Clase contra Clase frente a esta situación?
Frente a la “cuestión obrera” planteamos políticas que permitan que la clase trabajadora cuestione la sobreexplotación a la que fue arrojada por la dictadura y la Concertación y que vayan preparando el terreno para una política independiente de la clase trabajadora. Por ejemplo, entre otras cosas, planteamos acabar con la subcontratación para que no hayan más obreros de primera y segunda, para que todos tengan trabajo estable siendo traspasados a planta; señalamos que es necesario un tarifado nacional por oficio, es decir establecer un sueldo mínimo por función en el proceso de trabajo, para que los empresarios se vean obligados a pagar lo mismo por el mismo trabajo, más allá de la empresa para la que se trabaja, acabando así también con el negocio de la subcontratación. Planteamos también que es necesario un salario móvil igual a la canasta familiar, cosa que nos parece muy importante en un momento en el que los productos de la canasta básica han elevado sus costos en un 12%, sobre todo el pan y la leche. Para avanzar en estos puntos vemos que es necesario recuperar nuestras organizaciones sindicales, refundándolas con métodos de democracia directa obrera, con delegados mandatados por sus bases. También opinamos que es necesario pronunciarse frente a otras herencias de la dictadura pinochetista, como lo es el sistema electoral binominal. Frente a eso vemos la necesidad de convocar a una Asamblea Constituyente, que discuta todos los problemas democráticos, con delegados revocables que no ganen más que un trabajador calificado. Asamblea, que a nuestro modo de ver, permitirá hacer una experiencia hasta el final con la democracia para ricos y mostrará que los trabajadores deben tomar el gobierno de sus destinos en sus propias manos. Vemos, para terminar, que los trabajadores debemos organizarnos en un partido revolucionario que esté dispuesto a dar estas peleas.
|