Estrategia Internacional N° 8
Mayo/Junio  - 1998


Polémica con el MAS y con la LIT
"DESPUES DEL STALINISMO"...Y LEJOS DEL MARXISMO REVOLUCIONARIO

Paula Bach

Lo que queda de la Liga Internacional de los Trabajadores, corriente fundada por Nahuel Moreno en 1982, está al borde de la ruptura. La causa está en diferencias de análisis, caracterización y política entre sus dos organizaciones principales, el PSTU brasileño y el MAS de Argentina. Estas diferencias no se han hecho públicas con excepción del debate sobre los ex Estados Obreros que puede encontrarse en las páginas de Internet de la LIT. Sobre las bases de esta discusión pública, polemizaremos con las posiciones desarrolladas por Andrés Romero, dirigente del MAS, en su libro "Después del stalinismo", que es fundamento teórico del actual debate político. Lateralmente, discutimos con las respuestas dadas por el PSTU a este trabajo.
Pese al tiempo transcurrido desde su publicación, tomamos a "Después del stalinismo" como referencia por dos cuestiones centrales. La primera, es que este trabajo que apareció inicialmente como el punto de vista de su autor, se transformó en patrimonio político del MAS en su conjunto. La segunda, es que "Después del stalinismo", constituye la única elaboración teórico programática de conocimiento público de esta última organización. Sobre el resto de los temas como la economía y la política mundial, no se le conocen posiciones oficiales. La revista "Herramienta", por su parte, que formalmente no constituye un órgano partidario, publica posiciones antagónicas entre sí, como lo es en el caso del debate sobre la situación económica mundial. Sobre este tema, por ejemplo, se publican las posiciones de Chesnais que plantea que existe una crisis del "modelo rentista de acumulación", junto con las del académico Carlos Abalo, del diario patronal "El Cronista", que plantea que hay una "nueva onda de desarrollo capitalista"(dicho sea de paso, coincidiendo con la línea editorial del diario de la burguesía financiera en el cual escribe).
Es por todos estos motivos que, reiteramos, polemizamos aquí con la única posición del MAS conocida oficialmente.

 

"El Estado obrero debe ser tomado tal como salió del implacable laboratorio de la historia, no como lo imaginaba un profesor 'socialista', que reflexiona mientras hurga con un dedo su nariz. El deber de los revolucionarios es defender toda conquista de la clase trabajadora aunque haya sido desfigurada por la presión de las fuerzas hostiles. Aquellos que son incapaces de defender las posiciones tomadas, nunca conquistarán otras nuevas".
León Trotsky, "En Defensa del Marxismo", 25 de abril de 1940

 

Puede leerse desde la introducción a “Después del Stalinismo”:
“Este libro, con las limitaciones que pueda tener, tiene el objetivo de demostrar que los Estados instaurados por el stalinismo, no tuvieron nada que ver con el proyecto de Estados Socialistas de Marx, Lenín o Trotsky...”

Ante una primer lectura, la afirmación resulta insólita. Para alcanzar semejante conclusión y más aún tratándose de alguien que lleva años en las filas del trotskysmo, no debería ser necesario escribir un libro. Sin embargo, no sólo se trata de una obviedad sino que, incluso antes del triunfo de la contrarrevolución stalinista, la posibilidad que el Estado Obrero ruso coincidiera con el proyecto de Estados Socialistas de nuestros maestros, era simplemente una imposibilidad práctica. En primer lugar porque, como es sabido, ni siquiera la propia revolución rusa de 1917 y el Estado Obrero que de ella surgió, tenían nada que ver con el “proyecto de Estados Socialistas” ... más precisamente de Marx . Este último en la medida en que no vivió para ver el desarrollo del imperialismo, esperaba que la revolución socialista comenzara por los países más desarrollados. Sólo una profunda comprensión dialéctica de la relación entre las “normas programáticas marxistas” y los “hechos” tal cual se presentaban en la realidad, permitieron la unidad y continuidad de nuestro movimiento desde Marx y Engels hasta Lenín y Trotsky, desde la revolución alemana de 1848, pasando por la Comuna de París, hasta la revolución rusa de 1917. La brillante aseveración de Trotsky en sus Tesis sobre la Revolución Permanente de que “los países atrasados podrán llegar antes a la dictadura del proletariado que los países avanzados aunque más tarde que ellos al socialismo” expresa la relación precisa que adquirían las fórmulas marxistas ante el desarrollo del imperialismo. Sin esta relación no hubiera existido praxis revolucionaria. Esta relación precisa que establece que en el marco del desarrollo del imperialismo “los países atrasados podrán llegar antes que los países avanzados a la dictadura del proletariado” incorpora una nueva definición a la teoría marxista que son los Estados Obreros como fenómenos de transición entre el capitalismo y el socialismo en la época imperialista. Pretender igualar estos fenómenos transitorios con la sociedad socialista constituye una profunda incomprensión de la teoría marxista en el siglo XX. Es por ello que, afirmar que los Estados Obreros existentes no tenían nada que ver con el “proyecto de Estados Socialistas” de nuestros maestros constituye simplemente un despropósito.

Pero continuemos la lectura de la Introducción, prosigue Romero:

“... Por eso, los llamamos Estados burocráticos, rectificando la tradicional caracterización de “Estados Obreros Deformados”.

Esto es aún más sorprendente. Vale decir que la extraña conclusión de que los Estados Obreros Deformados1 “no tenían nada que ver con el proyecto de Estados Socialistas de Marx, Lenín o Trotsky...” conduce a Romero a concluir que lo que allí había eran... “Estados Burocráticos”. Esta concepción tiene como punto de partida no sólo una profunda incomprensión de la categoría de “Estado Obrero Degenerado” sino, lo que es peor, una profunda incomprensión de lo que es para los marxistas el “Estado”.

Sobre el primer problema, el de la categoría de “Estado obrero degenerado”, la definición, estaba al servicio de indicar, no desde ya, que el Estado Obrero degenerado soviético no tenía nada que ver con el proyecto de Estado Socialista, sino que no tenía que ver con el proyecto de “Estado Obrero” de Trotsky y Lenín. De más está decir que el término “degenerado”, lejos de constituir un adjetivo agregado al pasar y que indicaba “algunos defectos” del Estado Obrero, modificaba profundamente al sujeto de la expresión. Se refería, como dijera Trotsky, “no precisamente a un tipo sino a la mutilación de un tipo particular de Estado Obrero”. En este mismo sentido, la definición no fue arbitraria, como todo trotskysta sabe, sino que tuvo como punto de partida el triunfo de la contrarrevolución stalinista que se consolidó en el año 1933 con la política del PCUS hacia Alemania. La definición “Estado Obrero Degenerado”, abandonaba una política de reformas sobre el PCUS y el Estado soviético, por otra claramente revolucionaria: la necesidad de derrocar a la burocracia mediante la revolución política.

Sobre el segundo problema, la definición de “Estado Burocrático” no cumple con la función de definir un Estado en particular, simplemente porque no agrega nada al término Estado. Como bien dice Ernest Mandel “La expresión ‘Estado Burocrático’ no tiene sentido: por definición el Estado es ‘burocrático’ ”.2 Para los marxistas, el Estado constituye “... un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del ‘orden’ que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases....” según palabras de Marx citado por Lenín en “El Estado y la Revolución” o según palabras de Engels en “El origen de la Familia, la propiedad privada y el Estado”: “Como el Estado nació de la necesidad de refrendar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte en la clase políticamente dominante...”. Esto es lo que es el Estado para los marxistas. Pues entonces, se trata para ellos, de averiguar cual es la clase que ejerce esa dominación. Definiendo las clases “por el sitio que ocupan en la economía social, sobre todo, con relación a los medios de producción”.3

Como ya le dijera Trotsky a Burnham hace unos cuantos años contestando a una posición similar a la de Romero que planteaba que la URSS era un Estado que no era ni obrero ni burgués: “Si Burnham fuera un materialista dialéctico, hubiera tenido que demostrar las siguientes tres cuestiones: 1) ¿Cuál es el origen histórico de la URSS? 2) ¿Qué cambios ha sufrido este Estado durante su existencia? 3) ¿Pasaron estos cambios de la etapa cuantitativa a la cualitativa? Es decir: ¿crearon una dominación históricamente necesaria por parte de una nueva clase explotadora? Al contestar estas preguntas Burnham se hubiera visto obligado a extraer la única conclusión posible: la URSS es todavía un Estado Obrero Degenerado”.4

Continuando con el hilo de la Introducción. Sigue Romero:

“Creemos haber evidenciado, después de una rigurosa investigación, que el stalinismo y los Estados que condujo no representaban una conquista del movimiento obrero y el marxismo. Por el contrario, se desarrollaron como parte del sistema mundial de Estados y la economía dominada por el imperialismo”

Para concluir “que el stalinismo... no representaba una conquista del movimiento obrero y el marxismo”, creemos que es absolutamente innecesario realizar una “rigurosa investigación”. Ahora bien, en la segunda parte de su afirmación Romero se introduce en un terreno verdaderamente pantanoso: no sólo establece que los Estados Obreros Deformados y Degenerados no representaban ninguna conquista sino que establece una oposición que representa un sinsentido. Es evidente para cualquiera que pretenda hacer un análisis marxista serio, y dado que demasiado bien sabemos que el “socialismo en un sólo país” constituye una utopía reaccionaria, que la dictadura del proletariado en un país atrasado, e incluso en una serie de países atrasados, no puede no ser parte del sistema mundial de Estados y estar inmersa, aunque de forma terriblemente contradictoria en la economía mundial dominada por el imperialismo. Otro asunto es si esta relación se establece de forma revolucionaria (es decir, para la lucha por el triunfo de la revolución mundial y la liquidación del capitalismo) o contrarrevolucionaria. Este punto es el que establece frente a este problema la diferencia cualitativa entre los bolcheviques y la burocracia stalinista contrarrevolucionaria.5

Sin embargo, si avanzamos un poco más en la lógica de “Después del Stalinismo”, este sinsentido del que hablamos se disipa, dejando lugar a la verdadera concepción de Andrés Romero. Esta concepción toma como punto de partida la negativa a considerar la propiedad nacionalizada y la planificación económica como una conquista del movimiento obrero y el marxismo. En segundo lugar, como parte de este mismo movimiento, considera a los Estados Obreros Deformados y Degenerados como “subsistemas del imperialismo mundial”.

 

1. SOBRE EL CARACTER DE LA NACIONALIZACION Y LA PLANIFICACION
COMO COMIENZO DE LA RACIONALIDAD ECONOMICA

Romero declara con desdén...”hoy mismo, y aún en las filas del trotskismo (¡lo que ya es el colmo!) hay quienes creen que la propiedad estatal generalizada constituyó, de por sí, un rasgo o una fuerza impulsora de la transición al socialismo, o como mínimo, un elemento definitorio del carácter ‘obrero’ y progresivo de esos estados”.6 (el subrayado es nuestro).

Aquí Romero funde dos conceptos distintos. El primero, al afirmar que la “propiedad estatal generalizada” no constituye “de por sí ... una fuerza impulsora al socialismo”, con lo cual, se puede estar de acuerdo desde el marxismo, si por ello se entiende que la “propiedad estatal generalizada” por sí sola no tiene la virtud de conducir automáticamente la transición al socialismo.

Sin embargo, lo que llama poderosamente la atención, es el segundo concepto que introduce: que la “propiedad estatal generalizada” no constituyó “...como mínimo, un rasgo o un elemento definitorio del carácter ‘obrero’ y progresivo de esos Estados.”

Ahora bien: la “propiedad estatal generalizada”, sólo puede darse como producto de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, lo cual, como Trotsky señalaba “... es el primer prerrequisito para la economía planificada, es decir, para la introducción de la razón en la esfera de las relaciones humanas”7

La “propiedad estatal generalizada”, es decir, el monopolio estatal de los medios de producción, elimina la contradicción capitalista entre la socialización creciente de la producción y la apropiación privada de los frutos de la misma, y por ello es en esencia antagónica con el capitalismo.

El monopolio estatal de los medios de producción, al eliminar la apropiación privada, impide el accionar de la ley de acumulación del capital y con ello elimina a la ganancia como motor de la producción. La elevación del rendimiento del trabajo como objetivo en sí mismo puede, sobre esta base, introducirse como principio rector de la vida económica.

La irracionalidad económica, la anarquía en la producción, propia del capitalismo, tiene por base la lucha entre capitales privados para apropiarse de la mayor cuota posible de ganancia. La expropiación de la clase de los capitalistas privados elimina la persecusión de la ganancia como motor de la vida económica y con ello, permite el fin de la anarquía en la producción. La propiedad estatal generalizada se constituye así en la condición necesaria para la planificación económica, es decir para la “introducción de la razón en la esfera de las relaciones humanas.”

Ahora bien, estas consideraciones abstractas deben ser enmarcadas en el fenómeno concreto: la URSS. Un país atrasado, aislado, de mayoría campesina, que sufrió las consecuencias de la derrota de la revolución alemana, del retroceso de la revolución mundial, que quedó cercado por el imperialismo y fue víctima en ese marco del triunfo de la contrarrevolución política stalinista. Considerar que la propiedad estatal generalizada de los medios de producción constituía, por sí sola, un rasgo o una fuerza impulsora de la transición al socialismo equivaldría, evidentemente, a negar esa situación particular que dio por origen lo que Trotsky definió como “la degeneración de un tipo particular de Estado obrero”. Esta condición, obviamente no resulta indiferente desde el punto de vista de las fuerzas de la economía y la transición al socialismo, muy por el contrario, como dice Trotsky “la dictadura de la burocracia, incompatible con las tareas internas e internacionales del socialismo, ha introducido y continúa introduciendo también en la vida económica del país, deformaciones profundas”8. Pero la fórmula algebraica que definía al Estado Obrero Degenerado Soviético como un “fenómeno transitorio”, fue adquiriendo en las sucesivas etapas del dominio de la burocracia distintas formas aritméticas (ver artículo “La restauración...”) y la contradicción latente entre la burocracia y las tareas del socialismo tanto internas como internacionales, se fue agravando ante la ausencia de revolución política. El rol profundamente contrarrevolucionario de la burocracia stalinista frente a los procesos de la inmediata posguerra que consistió en trocar la revolución mundial por su “amistad” con el imperialismo permitiendo la reconstrucción capitalista y el boom de la posguerra, como también la brutal opresión ejercida más tarde por la burocracia granrusa sobre los nuevos estados obreros deformados que se expresaba en el funcionamiento del COMECON constituyen algunas pruebas de ello. Sin embargo, el Estado obrero degenerado, incluía el hecho que como decía Trotsky: (...) “la nacionalización de los medios de producción, del crédito, la presión de las cooperativas y del Estado sobre el comercio interior, el monopolio del comercio exterior, la colectivización de la agricultura, la legislación sobre la herencia, imponen estrechos límites a la acumulación personal de dinero y dificultan la transformación del dinero en capital privado (usurario, comercial e industrial).9. Gracias a estos “estrechos límites” (que prueban que la contrarrevolución no había modificado cualitativamente las relaciones de producción de Octubre) es que la URSS fue el único país de alguna significación que pudo romper la ley de hierro que ata, en la época imperialista, a los países atrasados a su destino. El territorio ocupado por el viejo imperio zarista, cuyo destino previsible bajo el capitalismo era desmembrarse y ser colonizado o semicolonizado por las potencias avanzadas, y cuyo futuro podía mirarse, en el mejor de los casos, en el espejo del imperio turco, de Austria-Hungría, o peor aún, de la India y de China; se convirtió en dos décadas, a pesar de la destrucción de la Primera Guerra Mundial y de las guerras civiles, de la amputación de las provincias y territorios más avanzados (como Polonia, etc), del cerco imperialista, del peso de su ingente atraso, de la pobreza material y cultural de las masas, del parasitismo, el despilfarro y las brutalidades de la burocracia del Kremlin en una gran potencia industrial, económica y militar. La URSS fue el único país de alguna significación en el siglo XX que pudo atravesar las barreras impuestas por el imperialismo al desarrollo de los países atrasados.

Por ello, a la inversa del razonamiento de Romero y como dice Trotsky: “Lo admirable es que en esas circunstancias excepcionalmente desfavorables, la economía planificada se las haya arreglado para demostrar sus beneficios insuperables”10.

No reconocer ésto equivale a quitarle el valor material que de por sí poseen la nacionalización generalizada y la planificación económica como formas que se desprenden de las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas, antagónicas por ende con las relaciones de producción capitalista e indiscutiblemente definitorias del carácter obrero y progresivo de un Estado. No reconocer esto, significa aceptar que “la mano oculta del mercado” asigna mejor los recursos que la economía planificada. Negar que la planificación económica aún hecha en forma brutal y despilfarradora por una burocracia bárbara y cruel, se las arregló para convertir a Rusia semi-feudal en una potencia, significa entregarse atado de pies y manos al embellecimiento del modo de producción capitalista que realizan hoy tanto los neoliberales como sus “críticos” neokeynesianos. Es una lamentable claudicación teórica a la propaganda de los panegiristas del capital. Porque, si no se reconocen la superioridad infinita de la nacionalización y la planificación frente a la anarquía capitalista, ¿sobre qué fundamento se basa entonces el socialismo?, ¿cuáles serían las bases de la “propaganda socialista” con la que el MAS tanto “martiriza” a militantes y lectores desde su periódico?, ¿serán quizá los fundamentos de esta “propaganda”, los de un nuevo socialismo utópico desdentado?

 

2. PROPIEDAD ESTATAL GENERALIZADA VS. ESTATISMO BURGUÉS

Romero no sólo no reconoce el carácter indiscutiblemente progresivo de la “propiedad estatal generalizada” en la URSS, sino que (y esto no es casual) la confunde peligrosamente con la “estatización” en general. Esto puede verse claramente cuando declara sin prurito alguno que: “La propiedad nacionalizada o estatal en ningún caso es sinónimo, ni de socialización, ni de ‘propiedad obrera’”.11

Romero iguala aquí, mediante una amalgama, la “propiedad estatal generalizada” y el estatismo burgués. Pero, como hemos dicho anteriormente, la propiedad estatal generalizada (es decir, el monopolio) de los medios de producción sólo puede darse por medio de la expropiación de la burguesía y es, por definición, antagónica con las leyes del capitalismo.

La “propiedad estatal generalizada” en los marcos del capitalismo, para Trotsky sólo era una posibilidad teórica y una completa imposibilidad práctica: “en un ‘capitalismo de estado’ integral, la ley del reparto igual de los beneficios se aplicaría directamente, sin concurrencia de los capitales, por medio de una simple operación de contabilidad. Jamás ha existido un régimen de este género, ni lo habrá jamás, a causa de las contradicciones profundas que dividen a los poseedores entre sí, y tanto más cuanto que el Estado, representante único de la propiedad capitalista, constituiría para la revolución social un objeto demasiado tentador”12.

Es que en la época imperialista, el capital no puede llevar hasta el final ninguna de las tendencias que se desprenden de las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas ya que en este acto se negaría a sí mismo. Es por ello que la creciente intervención del estado en la economía así como las estatizaciones parciales representan en realidad la forma adaptativa y reaccionaria en que el Estado burgués intenta salvar la propiedad privada y la ganancia capitalista negándose parcialmente. Trotsky establece una clara diferencia entre el “capitalismo de estado integral” considerado como posibilidad lógica, y aquellos fenómenos a los que después de la Primera Guerra Mundial, y esencialmente después de las experiencias de la economía fascista, se dio en llamar incorrectamente “capitalistas de estado”. Dice Trotsky: “los franceses usan en tal caso, una palabra mucho más apropiada: el estatismo. El capitalismo de Estado y el estatismo se tocan indudablemente: pero como sistemas, serían más bien opuestos. El capitalismo de Estado significa la sustitución de la propiedad privada por la propiedad estatizada, y conserva, por esto mismo, un carácter parcial. El estatismo —así sea la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler, los Estados Unidos de Roosevelt o la Francia de León Blum— significa la intervención del Estado sobre las bases de la propiedad privada, para salvarla.”13. De hecho, estos son los fenómenos de nacionalizaciones parciales o aisladas que hemos visto en los estados capitalistas a lo largo del siglo XX. Incluso Trotsky, refiriéndose a la frase de Mussolini “las tres cuartas partes de la economía italiana, industrial y agrícola, están en manos del estado”, alerta que la misma no debe tomarse al pie de la letra, y agrega que, “el estado fascista no es propietario de las empresas, no es más que un intermediario entre los capitalistas”. Reforzando esta distinción, Trotsky cita a Il Popolo de Italia que dice al respecto: “El estado corporativo une y dirige la economía, pero no la administra, lo que no sería otra cosa, con el monopolio de la producción, que el colectivismo” . Nótese aquí que cuando Trotsky utiliza el término “capitalismo de Estado”, tal cual como puede darse en los marcos del capitalismo, subraya su carácter parcial por oposición al concepto incorrecto de “capitalismo de estado integral”.

Trotsky, establece claramente esta diferencia y advierte sobre “cuán absurdas son las tentativas de identificar el estatismo capitalista con el sistema soviético. El primero es reaccionario, el segundo realiza un gran progreso.”14

ParaTrotsky, el estatismo burgués “en sus esfuerzos de economía dirigida, no se inspira en la necesidad de desarrollar las fuerzas productivas, sino en la preocupación de conservar la propiedad privada en detrimento de las fuerzas productivas que se rebelan contra ella. El estatismo frena el desarrollo de la técnica, al sostener empresas no viables, y al mantener capas sociales parasitarias; en una palabra, es profundamente reaccionario.”15 Agrega Trotsky más adelante que “cualesquiera que sean los programas de los gobiernos, el estatismo consiste inevitablemente, en trasladar las cargas del sistema agonizante, de los más fuertes a los más débiles.”16

Poner un signo igual entre la propiedad estatal generalizada de los medios de producción y el estatismo burgués, resulta una operación peligrosa porque confunde el significado de una negación de las leyes capitalistas con una negación parcial y por tanto reaccionaria de las mismas 17.

 

3. ROMERO Y EL PSTU (LIT): "ESTATISTAS BURGUESES"
Y "ANTIESTATISTAS SOCIALDEMOCRATAS"

Ante una crítica que le plantea que su estudio: “abre peligrosamente las puertas a una claudicación a la ofensiva privatizadora de los gobiernos burocráticos restauracionistas y el imperialismo”, Romero responde de forma sorprendente: “Sugiere que yo estoy violando el sagrado ‘principio’ de que la propiedad nacionalizada debe ser caracterizada y defendida como una conquista en sí misma, un progreso histórico, lo que teóricamente es un disparate y políticamente representa una adaptación al estatismo sembrado por el stalinismo y el nacionalismo burgués, en contra de los verdaderos principios de clase del marxismo”18. Es que Romero pretende facilitar su posición que pone un signo igual entre la propiedad estatal generalizada y el estatismo burgués, utilizando como contrincante a una corriente, el PSTU (LIT) que es precisamente defensora del...estatismo burgués. Pero el problema central radica en que ambos razonan con el mismo método antimarxista. Volviéndose uno “antiestatista” en general y los otros “estatistas” en general, ambos pierden de vista la “pequeña” cuestión del carácter de clase antagónico de los dos fenómenos (desde el punto de vista del Estado y la economía), capitalista uno, intermedio entre el capitalismo y el socialismo el otro. Así, mientras Romero llega al extremo de decir que “La propiedad nacionalizada o estatal en ningún caso es sinónimo, ni de ‘socialización’, ni de ‘propiedad obrera’ ”, el PSTU (LIT) es, mediante la operación inversa, incapaz de establecer la diferencia esencial existente entre ambos fenómenos aunque en su caso particular el resultado consiste en un peligroso acercamiento a una teoría de tipo pequeño-burguesa tercermundista. La trayectoria política del PSTU (LIT)no deja lugar a dudas sobre esta cuestión. Por un lado, han permanecido durante diez años bajo la forma de un supuesto entrismo (¡de diez años!) al interior de una corriente claramente reformista como el PT brasileño de Lula. Más tarde, luego de ser ¡expulsados! del PT, continuaron con una línea de seguidismo extremo a esa corriente cuya máxima expresión quedó plasmada en la incorporación del PSTU (LIT) al Frente Brasil Popular (un frente de colaboración de clases) en el año 1994. Es que el PSTU(LIT)a decir verdad, “confunde”la necesaria defensa de los marxistas de las nacionalizaciones en los paises semi-coloniales cuando atacan la propiedad imperialista, o de las conquistas de los proletariados de los países centrales cuando son atacadas por la ofensiva privatizadora del capital con posiciones “tercermundistas”, “estatistas” parecidas a las “sembradas por el stalinismo y el nacionalismo burgués” . Esto queda claramente manifestado en la reivindicación por parte del PSTU de programas de tipo keynesianos, como por ejemplo la del programa del PT de los orígenes cuyas propuestas económicas no excedían el marco de aquellas del nacionalismo burgués.

El PSTU y el MAS se apoyan para sus fines en dos momentos distintos (extremos) de Nahuel Moreno (el fundador de la LIT). El primero reivindica fervientemente el trabajo “La Dictadura Revolucionaria del Proletariado” documento en el cual Moreno discutía contra la adaptación al eurocomunismo del S.U. pero que representa los escritos de Nahuel Moreno más “defensistas” de la burocracia. El segundo, el MAS, abreva en las fuentes de la “revolución democrática” es decir en la versión de mayor capitulación a los procesos de “reacción” democrática que caracterizaron a Moreno y al M.A.S. en los años 80.

 

4. ¿EL CAPITALISMO IMPERIALISTA PUEDE AUTO EXPROPIARSE
EN FORMA GENERALIZADA?

Como hemos visto, Romero confunde y funde dos conceptos de carácter antagónico. El uno progresivo y el otro reaccionario en cuanto política de la burguesía para salvar al capital.

El primero, el caso de fenómenos transitorios entre el capitalismo y el socialismo (más allá de sus monstruosas deformaciones burocráticas que desde ya ponían seriamente en cuestión el curso de esa transición) en los cuales la ley del valor (ley fundamental de la economía capitalista) no regía al conjunto de la economía jugando por tanto, un rol subordinado. En este primer caso, que responde a todos los Estados en los cuales la burguesía fue expropiada y la propiedad nacionalizada, las leyes que gobernaban al conjunto de la economía eran las leyes de la nacionalización y la planificación (más allá de su carácter burocrático). La ley del valor operaba en estos Estados (como no podía ser de otro modo en países atrasados inmersos en la economía mundial imperialista) pero no gobernaba. Prueba de esto es que: “La maquinaria y la fuerza de trabajo no se transladan de los sectores que tienen una “tasa de ganancia” más baja a uno que la tiene más alta. Los precios y las “ganancias” (que, de cualquier modo, sirven sobre todo para propósitos de contabilidad ya que los precios son fijados administrativamente) no constituyen índices que conforman o reorientan la inversión. No es la ley del valor sino el Estado (esto es, la burocracia) el que en última instancia determina cuales serán las proporciones del producto social que se invertirán y cuales las que se consumirán. También le toca al Estado, decidir cuál será la dinámica que seguirá la economía en conjunto. La economía de tipo soviético no es por tanto, una economía de mercado generalizado”19. La nacionalización y la planificación, constituyen, como ya hemos definido, el punto de partida de la racionalidad económica y se desprenden de las necesidades materiales de desarrollo de las fuerzas productivas. Es por ello, que aún en el marco de deformaciones terribles que indiscutiblemente atentaban contra el triunfo de estas propias leyes sobre la irracionalidad capitalista, la nacionalización y la planificación se las hayan arreglado para mostrar su incuestionable superioridad económica.

El segundo es el caso de los límites que en su época de decadencia, la época imperialista, el capital debe ponerle a la ley del valor. Estos límites que tienen por objeto impedir su libre accionar son lo que llamamos “negaciones parciales” de la ley del valor. Las mismas operan en el marco del gobierno indiscutido de esta ley. Dado que esta ley que se sustenta en la propiedad privada de los medios de producción y la anarquía de la misma es el fundamento del funcionamiento del capitalismo, resulta tautológico tener que insistir en el hecho que, su eliminación o subordinación a otras leyes, redundaría en la eliminación o subordinación del capitalismo. Las negaciones parciales que el capital se ve obligado a hacer de sus propias leyes en la época imperialista responden a que el desarrollo de sus contradicciones básicas20 amenazan las posibilidades de valorización del capital. Como hemos desarrollado extensamente en el “Dossier de Economía” de Estrategia Internacional nro. 7, estas negaciones parciales constituídas esencialmente por la conformación de los monopolios, la intervención directa del Estado en la economía (en lo que juegan un papel esencial las guerras continentales y mundiales), el rol del crédito, los estímulos al consumo, las “planificaciones” estatales de proyectos de inversión, las nacionalizaciones parciales por períodos y las privatizaciones en otros períodos, la industria de armamentos, el rol del capital financiero, etc, son todas medidas que, si logran por lapsos de tiempo limitar el libre accionar de la ley del valor, plantean a la larga, un estallido aún más profundo y violento de las contradicciones. Así es como bajo el monopolio “la producción pasa a ser social, pero la apropiación continúa siendo privada”21, por lo que el monopolio, aunque logra paliar coyunturalmente la anarquía de la producción, al agudizar la lucha intermonopólica tanto al interior de los estados como internacionalmente, a mediano plazo “aumenta e intensifica la anarquía inherente a la producción capitalista en su conjunto”22. Como dijera Trotsky: “El capitalismo ha sido incapaz de desarrollar una sola de sus tendencias hasta el fin. Así como la concentración de la riqueza no suprime a la clase media, así tampoco suprime el monopolio a la competencia, pues sólo la postra y la destroza. Ni el “plan” de cada una de las sesenta familias ni las diversas variantes de esos planes se hallan integrados en lo más mínimo en la coordinación de las diferentes ramas de la economía sino más bien en el aumento de los beneficios de su camarilla monopolista a expensas de otras camarillas y a expensas de toda la nación. En último término, el entrecruzamiento de semejantes planes no hace más que profundizar la anarquía en la economía nacional.”23

El estatismo burgués es otra más de esas tendencias (de carácter fundamental), que adopta la forma de fascismo o incluso de New Deal en los países imperialistas en los períodos de crisis, o la forma de Estado de Bienestar en los períodos de recuperación, que constituye los intentos del capital de limitar sus propias contradicciones con el objeto de mantener sus fundamentos.

Parafraseando a Lenín podríamos decir que las negaciones parciales de la ley del valor son el homenaje que el capitalismo le rinde al socialismo. Pero este “homenaje” se hace, por supuesto, en contra de las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas y del desarrollo histórico por lo que tiene un carácter profundamente reaccionario que vuelve al capital en su lucha por sobrevivir, cada vez más guerrero y agresivo contra el movimiento obrero y de masas. Este el fundamento del carácter de nuestra época como de crisis, guerras y revoluciones.

La operación “teórica” de Romero (facilitada por sus antagonistas “estatistas” del P.S.T.U) consiste en establecer una igualdad entre estos dos fenómenos que hemos descripto. Le asigna un valor igual a las negaciones parciales del capital en su época de decadencia que al gobierno de la economía por parte de los principios que introducen el comienzo de la racionalidad económica. Más aún, como parte de este mismo movimiento, Romero llega a definir a la URSS de los años 30 y a todos los estados en los cuales se había expropiado a la burguesía, como un “subsistema del capitalismo-imperialista”24 En esta fórmula de Romero, está implícita la posibilidad de que una negación total de las leyes de la economía capitalista pueda tener lugar en el marco de ese sistema y como tributaria del mismo. Porque, si el capitalismo imperialista, puede albergar en su seno economías funcionales a él cuya característica central sea la sustitución de la propiedad privada y la anarquía de la producción por la nacionalización y la planificación, ¿por qué no podría el capitalismo imperialista avanzar hacia una negación total de sus leyes? Esta concepción que desde ya constituye una contradicción en los términos, le adjudicaría al capital la cualidad de tender hacia la “autoorganización”.

 

5. ¿TRAS LAS HUELLAS DE RUDOLF HILFERDING?

La concepción de Romero podría parecerse peligrosamente a aquella elaborada por el austromarxista Rudolf Hilferding quién, en el año 1927, en un informe presentado al congreso Socialdemócrata de Kiel expresaba que: “Capitalismo organizado significa sustitución del principio capitalista de la libre competencia por el principio socialista de la producción planificada”25.

Rudolf Hilferding, que en el año 1910 escribió su famosa obra “El capital Financiero” utilizada por Lenín como base para la elaboración de su teoría sobre el imperialismo, entre los años, 1915, 1920 y 1924-25 ,al ritmo que evolucionaba su ruptura con el marxismo y se acercaba al gobierno socialdemócrata alemán, fue desarrollando una teoría según la cual el capital imperialista tendía a organizarse. En los años 24-25 (ya incorporado como miembro activo al gobierno reformista socialdemócrata alemán) redondeó la teoría que hemos citado, la que consideraba “al capital financiero como un factor de organización y de mitigación de la anarquía capitalista”. Para Hilferding el Estado empezaba a asumir el carácter de una estructuración conciente y racional en beneficio del interés común. Las características del capitalismo organizado eran las siguientes: 1) La introducción de un considerable grado de planificación económica como resultado de la dominación de grandes corporaciones y bancos, y de una participación creciente del Estado en la regulación de la vida económica; 2) la extensión de tal planificación de la economía a la economía internacional, lo que conducía al pacifismo en las relaciones entre los Estados capitalistas; 3) un cambio necesario en la relación de la clase obrera con el Estado, en el sentido de que ahora su objetivo debería ser transformar una economía planificada y organizada por las grandes coorporaciones en una economía planificada y controlada por el Estado democrático.

Es interesante observar la unidad existente entre la concepción de Hilferding sobre el “capitalismo organizado” y su concepción sobre el carácter del Estado. Su método, al negar el carácter irreconciliable de las contradicciones actuantes en la base del capital, inevitablemente lo divorcia en forma tajante del método del marxismo, el materialismo dialéctico. En Hilferding, la contradicción entre las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas existentes, desaparece como la base material de la lucha de clases. Mediante este mecanismo, para Hilferding, también desaparece el carácter marxista del Estado, como órgano de la clase económicamente dominante y cuya función consiste en perpetuar las relaciones de producción que justifican su existencia. Para Hilferding, el Estado adopta un aspecto aclasista, funcional “se presenta sobre todo como un sujeto exógeno a la dinámica económica...del sistema”26, “Partiendo de la indeterminación de la definición del Estado como “órgano ejecutivo” de la sociedad, Hilferding llega...a una progresiva especificación en sentido gradualista de la relación entre forma política y desarrollo económico”27. Rudolf Hilferding, luego de la victoria del fascismo en Alemania, sumido en la desesperación, continúa con su mismo método, aunque cambia su visión “optimista” sobre el rol del Estado en la “transición” al socialismo, por otra pesimista según la cual anunciaba “la victoria de una economía totalitaria de estado que esclavizaría tanto a los pueblos de Oriente como de Occidente”28. En 1941 plantea que se había producido “un cambio profundo en la relación del Estado con la sociedad, originado en la subordinación de la economía al poder coactivo del Estado. El Estado se convierte en un Estado totalitario en la medida en que este proceso de subordinación tiene lugar (...)” 29. Mandel apunta bien: “El origen teórico de la trágica evolución de Hilferding fue su insistencia excesiva en el papel independiente del estado y su consiguiente falta de comprensión de la naturaleza de clase de la burocracia estatal burguesa”30.

Con un método similar al de Hilferding, es decir rompiendo con el materialismo dialéctico, aunque sin avanzar en una caracterización del destino de las fuerzas económicas, Bruno Rizzi elaboró la categoría de “colectivismo burocrático”. Como dijera Trotsky en el año 1940: “Bruno Rizzi ubica a los regímenes fascistas y soviético en una misma categoría de “colectivismo burocrático”, por el hecho que la U.R.S.S., Italia y Alemania están gobernadas por burocracias; aquí y allá se siguen los principios de la planificación; en un caso se liquida la propiedad privada, en el otro se la limita, etc. De este modo, sobre la base de una relativa similitud de ciertas caracterísiticas exteriores, de distinto origen, de distinto peso específico, y de distinta significación de clases, se establece una identidad fundamental de regímenes sociales, completamente de acuerdo con el espíritu de los profesores burgueses que establecen categorías de ‘economía controlada’, ‘estado centralizado’, sin tener en cuenta para nada la naturaleza de clase de unos y otros...”31.

Romero observa la realidad con la misma óptica que Rizzi y avanza hacia una visión cercana a la de Hilferding al sostener que la anulación del predominio de las leyes fundamentales del capital pueden dar por resultado un sistema tributario del capitalismo imperialista. Como Hilferding (y como Rizzi), Romero pierde de vista el carácter irreconciliable de las contradicciones del capital negando, como Hilferding, el carácter que a la época imperialista le asigna el marxismo clásico. En los dos momentos de su razonamiento, Romero, como Rizzi y como Hilferding, rompe con el materialismo dialéctico y tiende a una definición del Estado como órgano administrativo, independiente de determinadas relaciones materiales de producción. Por ello, como Hilferding y como Rizzi, se aleja de una definición marxista del Estado y no encuentra ningún problema en reciclar la vieja definición de Estado como “Estado Burocrático” sin signo alguno de clase.

 

6. CONSECUENCIAS POLITICAS: RETROCEDIENDO DEL
MARXISMO REVOLUCIONARIO A LA SOCIALDEMOCRACIA

Como es sabido por los marxistas, pequeños errores en la teoría acarrean en general, graves consecuencias políticas, y dado que no estamos frente a cuestiones teóricas “pequeñas”, nos preguntamos seriamente como es que Romero decide, sin más, esquivar el asunto. Veamos algunos ejemplos de esas consecuencias.

1) La “nueva” teoría de Romero que mezcla retazos de viejas teorías ya superadas por la historia (del movimiento trotskysta, está claro), como las Burnham, Shatchman, Bruno Rizzi, Tony Cliff y sus seguidores en la posguerra como Castoriadis y otros en la revista “Socialismo o barbarie”, etc, en sus expresiones de “Estado ni obrero ni burgués”, “colectivismo burocrático”, “capitalismo de Estado”, etc. por no hablar del capitalismo organizado de Rudolf Hilferding, tiene en primer lugar, la particularidad de no nombrar (¿ignorar?) a todos y a cada uno de sus antecesores. Pero el inconveniente central de este “evitar nombrar”, no remite (o por lo menos no es lo que a nosotros nos ocupa) a un problema de simple pedantería. Se trata, escencialmente de que los creadores de las distintas partes de la teoría de Romero, indefectiblemente terminaron rompiendo con el marxismo y constituyen personajes tristemente célebres para los marxistas revolucionarios es decir, para los trotskystas. Por ejemplo, nos preguntamos: al repetir la fórmula “Estado burocrático” (y peor aún con punto de partida aparente en la década del 30) refiriéndose a la U.R.S.S. , es decir la fórmula de un estado “ni obrero ni burgués” (tal cual la definición de Burnham) ¿Cuál es la posición de Romero frente a la discusión fundamental de esos años entre defensismo y antidefensismo que dividió aguas en el marxismo de fines de la década del 30 ante la invasión de Finlandia por la U.R.S.S.? Es de público conocimiento en el trotskysmo que las posiciones que comenzaron en el terreno teórico escencialmente con Burnham y con Shatchman32 alrededor de la naturaleza de clase del Estado Soviético33, acabaron con un clarísimo correlato político, es decir en el antidefensismo. Dice Trotsky: “La oposición descubrió que nuestra fórmula de ‘defensa incondicional de la U.R.S.S.’ la fórmula de nuestro programa, es ‘vaga, abstracta y pasada de moda ¡?”34 por lo que la oposición “condena, rechaza y se opone a ambos gobiernos y a sus ejércitos” y continúa Trotsky: “Con el objeto de castigar a los stalinistas por sus crímenes indiscutibles, la resolución, siguiendo a los demócratas pequeño-burgueses de todo pelaje, no dice una sóla palabra sobre el hecho que el Ejército Rojo expropia en Finlandia a los grandes terratenientes e introduce el control obrero, mientras prepara la expropiación de los capitalistas... Poco durará la colaboración del ejército con dichas clases. Se dará prisa el Kremlin para volver sus armas contra los obreros y campesinos finlandeses. Todo esto ya lo sabemos y lo decimos abiertamente como advertencia. Pero en esta guerra civil “concreta” que tiene lugar en Finlandia, ¿Qué posición “concreta” deben tomar los militantes “concretos” de la IV Internacional?”35 Nosotros nos preguntamos ¿Qué posición “concreta” hubiera tomado Romero? Y Romero podrá contestar que él, indudablemente habría estado por la defensa de la U.R.S.S. pero en esta respuesta se las tendrá que ver con “su” propia “nueva” teoría porque como también dice Trotsky: “...nuestra política en relación a la U.R.S.S., (y se refiere a la invasión a Finlandia N. de R.) puede deducirse...sólo de un análisis concreto del carácter del Estado en una situación histórica dada.”36

2) El mismo problema pero adquiriendo un relieve enormemente mayor, se le presenta a Romero frente a la cuestión de la Segunda Guerra Mundial. Refiriéndose al momento preciso en que el Estado Obrero Degenerado se habría convertido según él en “Estado Burocrático” Romero dice: “Por la naturaleza misma de este proceso es difícil establecer cuándo se cruzó el límite, y hasta es discutible si ello ocurrió en los años 30 (como tendemos a pensar ahora) o si ocurrió luego de la traición de la ola revolucionaria que siguió a la segunda guerra mundial...” Pero Romero aquí se enfrenta a un grave inconveniente...¡Y es que en el medio del período en cuestión está la segunda gran guerra imperialista! Si como “tiende ahora a pensar” la U.R.S.S. era un “Estado Burocrático” cuando fue invadida por los nazis en 1941, ¿qué posición adopta Romero frente a la U.R.S.S. en la guerra? No puede tomarse tamaña cuestión, que arrojó un saldo de más de veinte millones de muertos soviéticos, con semejante liviandad. Si la U.R.S.S. ya no era un Estado Obrero Degenerado durante la guerra (como se inclina a pensar ahora) y se había transformado en un Estado Burocrático basado en un “sistema de explotación distinto al capitalista, pero igualmente antisocialista”37, ¿Por qué había que defenderla del fascismo? Nos encontraríamos frente a la paradoja de que un autor que se reivindica marxista revolucionario, opina que había que defender a la U.R.S.S. no por su carácter de clase sino porque estaba aliada militarmente a la canalla Inglaterra que mientras guerreaba contra los nazis aplastaba insurrecciones en la India o, con los Estados Unidos, la potencia imperialista que venció en la segunda guerra mundial y bajo cuyo látigo gimen hoy los proletariados de los países centrales y todos los países atrasados del mundo. Es decir que los más de veinte millones de soviéticos murieron por el “régimen” democrático de Roosevelt, Churchill y De Gaulle.

Vale la pena recordar por otra parte que, como dice Trotsky “la U.R.S.S. sin la estructura social creada por la Revolución de Octubre, sería un régimen fascista”38. Es decir que la defensa de la U.R.S.S. frente al fascismo en la guerra con el razonamiento de Romero no tendría ningún sentido. Es más, ¡lo pondría en la extraña situación de defender a un régimen fascista del fascismo! Pero continuemos con el razonamiento de Romero quien refiriéndose a la resistencia de las masas rusas contra las tropas fascistas concluye que “...nada indica que la motivación fuera la adhesión al Estado Obrero. Miles de hechos plantean que las masas se levantaron contra la barbarie nazi-fascista, porque comprendieron que ésta sólo ofrecía el exterminio o la esclavización de los ‘pueblos inferiores’ ”39. Pero cabe preguntarse ¿Por qué entonces las masas soviéticas no se levantaron contra la burocracia stalinista una vez concluída la guerra como sí lo hicieron las masas francesas, italianas o griegas contra sus propios gobiernos capitalistas “aliados” o “fascistas”? Y aquí llegamos al centro de la cuestión o al nudo del pensamiento de Romero. Rápidamente le llega como bastón la teoría de Moreno que caracteriza a la segunda guerra mundial como “guerra de regímenes” en última instancia, según la cual, el imperialismo aliado (siempre en “última instancia”) cumplía un rol progresivo frente al fascismo (Sobre esta cuestión ver reportaje a Al Richardson en la Sección Abierta de este número). Es evidente que si para Romero había que defender a la U.R.S.S. del ataque fascista, esto no se debía a la necesaria defensa de sus “formas sociales”, es decir de su carácter de clase, como razonan los marxistas, sino a su ubicación en el campo imperialista “democrático” contra el campo imperialista fascista.

3) La cuestión del antidefensismo parecería ser un ya un viejo problema histórico. Sin embargo, la pérdida del ángulo de clase para definir al Estado resulta fatal para un marxista. Así como llevó a Burnham y a Shatchman por la senda del antidefensismo primero y por la senda del partido Demócrata norteamericano después; esto mismo llevó al M.A.S. junto con la L.I.T. de los años 89/91, munidos de la “teoría” de la “revolución democrática”, a considerar como “triunfos de la revolución” a los procesos de revolución política desviados mediante la contrarrevolución democrática. Esta política los condujo a adaptarse de hecho a las fuerzas restauracionistas. Un ejemplo sorprendente de esto lo constituye su política frente a la reunificación alemana donde el eje prográmatico del M.A.S. era:“¡Reunificación alemana ya!”, sin darle ningún tipo de importancia al carácter de clase de dicha reunificación. Decían: “Si se unen las dos clases obreras (alemanas) constituirían el proletariado más fuerte del continente, que estaría mil veces más fuerte para luchar por el socialismo en toda Alemania y en toda Europa” ; es decir que para ellos, la reunificación del Estado imperialista de la RFA y el por ese entonces Estado Obrero Deformado de la RDA, constituía un proceso en sí mismo progresivo, más allá de que sus resultados (ante la ausencia de una política obrera revolucionaria), condujeran a la reunificación imperialista de Alemania y por ende a la restauración del capitalismo en la RDA. Si bien Romero no había desarrollado aún su “teoría” del “Estado Burocrático”, ya el método con el que el M.A.S. y la L.I.T. interpretaban aquellos fenómenos, podía anticiparla. Resulta alarmantemente sorprendente que, ni en “Después del Stalinismo” ni aún hoy, ya pasados casi 10 años de aquel proceso y cuando para el caso particular de Alemania no caben dudas sobre el actual carácter capitalista del Estado, Romero y el M.A.S. no se hayan siquiera autocriticado de un “error” de tamaña magnitud.

4) Puede decirse que quienes realizan una transposición formal, ultimatista y antidialéctica de las normas programáticas marxistas (que son la expresión teórica, generalizada del desarrollo histórico) a los hechos tal cual como se presentan, son por regla general, incapaces de comprender los fenómenos contradictorios, es decir la realidad misma, e identificar en ella lo que corresponde a conquistas de la clase obrera aún cuando éstas “haya(n) sido defigurada(s) por la presión de fuerzas hostiles”. Todos quienes realizan este tipo de operación “son incapaces de defender las posiciones tomadas” simplemente porque no las reconocen como tales. Este tipo de razonamiento desemboca inevitablemente en dos posibles vertientes. Una es la variante sectaria a la que, desde el punto de vista de su lógica podría llevar el razonamiento de Romero desarrollado hasta el final. Siguiendo este camino, no sería imprudente pensar que, si ya por la década del 30, la URSS ya no constituía para Romero una conquista, dadas sus tremendas deformaciones burocráticas. ¿Por qué hoy habrían de representar algún tipo de conquista por ejemplo los sindicatos en los países capitalistas? Esto no es fruto de una especulación teórica. Este tipo de posiciones ya fueron planteadas por ejemplo en el caso de Grandiso Munis40 tras su ruptura con el trotskysmo basada entre otras cuestiones en su negativa a caracterizar a la U.R.S.S. como “Estado Obrero degenerado”. Este último, en su libro “Los sindicatos contra la revolución” publicado en el año 1968, llegó a sostener que los sindicatos constituían “un órgano fundamental del sistema capitalista en el seno del proletariado” y que “toda tentativa de dar una orientación subversiva a los sindicatos estaba condenada al fracaso”41 Este tipo de posiciones aberrantes a las cuales puede llevar tranquilamente una lógica normativista desarrollada hasta el final, no tienen nada que ver con el marxismo. Son posiciones ultraizquierdistas que conducen a políticas reaccionarias que pueden culminar no defendiendo a los sindicatos de los ataques del capital.

Como dice Trotsky en el Programa de Transición: ”Es necesario establecer firmemente esta norma: el autoaislamiento de carácter capitulacionista respecto a los sindicatos de masa, que equivale a traicionar a la revolución, es incompatible con la pertenencia a la Cuarta Internacional. Al mismo tiempo, la Cuarta Internacional rechaza y condena resueltamente el fetichismo sindical, igualmente característico de los tradeunionistas y de los sindicalistas” 42.

Este tipo de definiciones dialécticas que guían la praxis de los revolucionarios, son incomprensibles para todos aquellos que se ofuscan ante el aspecto contradictorio de la realidad y deciden darle la espalda. Este tipo de razonamiento en el caso de, por ejemplo, Grandiso Munis que fue consecuente hasta el final con su lógica, era la base de una política ultraizquierdista reaccionaria que lo dejó en un total aislamiento.

Pero la variante sectaria no constituye la única vía de desarrollo de un pensamiento de tipo normativista como el de Romero. El mismo puede llevar también a una variante de tipo socialdemócrata oportunista. Cualquiera que conozca mínimamente al trotskysmo argentino, afirmará sin duda alguna que en el caso del M.A.S. no se vislumbra una posición semejante a la de Grandiso Munis sobre los sindicatos, sino más bien todo lo contrario. El camino del M.A.S., lejos de un razonamiento sectario consecuente (con su normativismo sectario) como el de Munis, cuando más que nunca los sindicatos son aparatos burocráticos estatizados hasta más no poder, cuando más que nunca actúan como correas de transmisión de la clase enemiga, Romero y el MAS han decidido, en su práctica política saltar del normativismo sectario a... ser secretarios de las “Trade Unions”43. Y es que la “teoría” de Romero, al negar todo punto de apoyo en la realidad, todo jalón conquistado por el movimiento obrero, conduce en la práctica política a terminar girando en el vacío para luego aterrizar como buenos “secretarios sindicales”44 mientras “construyen” una suerte de “partido-revista” apoyado en “amplios foros de discusión” con el objeto de hacer... mucha propaganda socialista. Porque, Romero y el M.A.S., al ser incapaces de reconocer en el mar de contradicciones que representa la realidad, las posiciones tomadas por la clase obrera, concluyen (como no puede ser de otro modo para aquellos “profesores “socialistas”, que reflexionan mientras hurgan con un dedo su naríz”) que la ausencia de esos “jalones” se debe a... la “insuficiente conciencia socialista” de las masas. Así, quienes en los años 80 se llenaban la boca con la fórmula “Cuba más democracia” y hacían alianzas con el Partido Comunista (en el momento exacto en el que las masas alemanas volteaban el Muro de Berlín) hoy, espantados frente a los sucesos del ‘89, han saltado al extremo opuesto proclamando el total dislate de la “revolución total”. Concepto este último que sólo puede desprenderse de una concepción que niega todas y cada una de las posiciones tomadas y por tanto sólo puede estar en boca de quienes “nunca conquistarán otras nuevas”. Parafraseando a Engels, que se burlaba de la “verdad absoluta”, diciendo que lo único que tenía de absoluto era que “no se podía decir absolutamente nada de ella”, podríamos decir que la “revolución total” de Romero y el MAS es un concepto vacío cuyo objetivo concreto es liquidar “totalmente” cualquier idea concreta y pedestre como las de insurrección, guerra civil, dictadura del proletariado, terror rojo, etc. ¡Qué cerca están de sus amigos del Socialismo Revolucionario de Italia que ya ni se llamam trotskystas, pues pasaron de bastardear a Trotsky a un “luxemburguismo” en clave socialdemócrata! El MAS y la SR están retrocediendo del socialismo científico de Marx, Engels, Rosa Luxemburgo, Lenin y Trotsky, al socialismo utópico de Saint Simon, Fourier y Owen, aunque a fines del siglo XX, esta política ya no puede ser ingenua sino que es cobertura de una política crecientemente oportunista como señalamos más arriba.

NOTAS:
1 Aclaremos que para el caso de la URSS se trataba de un Estado Obrero Degenerado (la diferencia está en la génesis).
2 Ernest Mandel, “El Poder y el Dinero”, pág. 53.
3 León Trotsky, “La Revolución Traicionada”, pág. 218.
4 León Trotsky, “En Defensa del Marxismo”, pág. 30.
5 No nos referiremos en este trabajo a cuestiones planteadas por Romero tales como: la existencia de lo que él llama “plusvalía estatizada”, “explotación”, “salario como mercancía”, etc. en los Estados Obreros Deformados y Degenerados. Opinamos que el desarrollo consecuente de esas concepciones lo conduciría a la teoría del “Capitalismo de Estado” aunque Romero lo niegue. Básicamente las respuestas a esas cuestiones están muy bien desarrolladas por Ernest Mandel tanto en su libro “El Poder y el Dinero” como en la polémica con los “Capitalistas de Estado” publicada en la revista “International Socialism” nro.49.
6 Andrés Romero: “Después del Stalinismo”, pág 110
7 León Trotsky: prologo a “El pensamiento vivo de Karl Marx”
8 León Trotsky: “En Defensa del Marxismo”
9 León Trotsky: “La Revolución Traicionada”.
10 León Trotsky: prólogo a “El pensamiento vivo de Karl Marx” pág 25
11 Andrés Romero, “Después del stalinismo”, pág. 129.
12 León Trotsky, “La Revolución Traicionada”, pág. 216 a 217.
13 León Trotsky, “La Revolución Traicionada”, pág. 217.
14 ib. 218
15 íb. pag 217
16 íb.pag 217
17 Esto sólo adquiere un carácter distinto en el caso de las estatizaciones en los países semi-coloniales cuando atacan claramente la propiedad imperialista ya que le ponen un signo a la relación de fuerzas entre esos países y el imperialismo. No obstante los marxistas siempre planteamos la necesidad del control obrero de dichas nacionalizaciones. Del mismo modo es una obligación para los marxistas la defensa incluso en los países imperialistas de las conquistas obtenidas como subproducto de las nacionalizaciones llevadas a cabo por la burguesía (y como política de esta última para frenar al movimiento de masas) frente a las ofensivas privatizadoras dado que en todos los casos, estas últimas implican un redoblamiento de los niveles de explotación, la liquidación de conquistas y mayores penurias para los trabajadores y las masas.
18 Andrés Romero, “después del stalinismo”, pág. 30.
19 E. Mandel, “El Poder y el Dinero”, pág.240.
20 La contradicción entre el carácter social de la producción y la apropiación privada y la contradicción entre la organización de la producción al interior de las fábricas y la anarquía de la producción capitalista en su conjunto.
21 V. I. Lenin, “El imperialismo etapa superior del capitalismo”, pág. 31
22 V. I. Lenin, ibidem, pág. 35
23 León Trotsky, Prólogo a “El pensamiento vivo de Carlos Marx”.
24 Romero dice que “Tal vez sería más correcto hablar de un subsistema, porque no quebró su dependencia de la Economía-mundo modelada por el imperialismo y se mantuvo en última instancia tributaria del modo de producción capitalista.” Andrés Romero “Después del stalinismo” pag.94
25 Cuadernos de Pasado y Presente, Nro. 95, pág. 154.
26 Cuadernos de Pasado y Presente, nro. 95, pág. 157.
27 Ibidem.
28 Ernest Mandel, “El Poder y el Dinero”, pág. 240.
29 Hilferding, Rudolf “El Problema Histórico”.
30 Ernest Mandel, “El Poder y el Dinero”, pág. 240.
31 León Trotsky, “En Defensa del Marxismo”, pág. 30. Cursivas en el original.
32 Quienes junto con Abern formaron un bloque oposicionista sin principios al interior del SWP norteamericano (dirigido por J.P. Cannom) en el año 1939.
33 Burnham se oponía a la definición de la U.R.S.S. como “Estado Obrero Degenerado” planteando que lo que allí había era “ni un Estado obrero ni un Estado burgués” . Trotsky decía de esta definición: “...es puramente negativa, se separa de la cadena del desarrollo histórico. Oscila en suspenso por los aires, carece de toda partícula de sociología y representa, sencillamente, la capitulación teórica del pragmatista ante un fenómeno histórico contradictorio”. Shatchman, por su parte, adoptaba una posición centrista ante este problema.
34 León Trotsky, “En defensa del marxismo”, pág. 36.
35 Ibidem, pág. 37.
36 Ibidem, pág. 96/97.
37 Andrés Romero, “Después del Stalinismo”, pág. 108.
38 León Trotsky, “En Defensa del Marxismo”, pág. 31.
39 Andrés Romero, “Después del Stalinismo”, pág. 73.
40 Grandiso Munis, trotskysta español que más tarde se exilió en México y se alejó de la IV Internacional en el Congreso del ´48. Autor del libro sobre la Revolución Española “Jalones de derrota, promesas de victoria”.
41 Citado de “Documentación Histórica del Trotskysmo Español (1936-1948)”.
42 León Trotsky, “El Programa de Transición”.
43 Hoy en día, frente a los sucesos que se desarrollan desde el 1995 en Francia, donde los sindicatos cumplen un rol fundamental, y como hoy vuelve a demostrarse en la reciente huelga de Australia o con la KCTU en Corea por dar sólo algunos ejemplos, sería delirante darle la espalda a los sindicatos. Del mismo modo resulta canallesco para los revolucionarios una política que ceda a las direcciones burocráticas esquivando la necesaria intervención revolucionaria en los sindicatos para luchar contra todo tipo de dirección burocrática y por fracciones revolucionarias en los mismos.
44 Como lo demostraron en la FIAT de Córdoba, en el proceso del SITRAMF, donde jamás denunciaron a la dirección de Gallo y el CTA que estaba infligiendo la derrota.