Estrategia Internacional N° 9
Julio/Agosto  - 1998

EL IMPERIALISMO Y EL FMI AL RESCATE DE YELTSIN

Silvia Novak

El régimen yeltsinista estuvo pendiente de un hilo durante las últimas semanas, jaqueado por la profundización de la debacle económica, lo que obligó al FMI y al Banco Mundial a correr en su ayuda. Como decíamos en Estrategia Internacional Nº 8, "la actual situación en Rusia reafirma que la crisis de la economía imperialista mundial impide consumar el proceso de restauración capitalista, aunque haya avanzado en descomponer las bases del Estado obrero y sus principales conquistas. Indica también que, lejos de poder avanzar rápidamente, las ráfagas del huracán asiático profundizan las ya enormes contradicciones que enfrentan el imperialismo y las camarillas burocráticas para poder concretar la restauración capitalista, a la vez que amenazan con terminar de extender la crisis al conjunto de la economía mundial".

El lunes 13 de julio, el FMI y el Banco Mundial acordaron otorgarle a Rusia un paquete de ayuda por 22.600 millones de dólares entre 1998 y 1999, para frenar la crisis aguda en la que se sumergió la economía rusa a partir de mayo de este año. La crisis, desatada por los efectos del derrumbe económico en el Sudeste Asiático y por la caída de los precios internacionales del petróleo (una de las más importantes fuertes de divisas para Rusia), había obligado en mayo a aumentar las tasas de interés hasta el 150%, para frenar la vertiginosa caída del rublo, e hizo descender las reservas internacionales de 25.000 millones de dólares a 13.500 hasta la fecha. El otorgamiento del paquete de ayuda está condicionado a que Yeltsin logre hacer aprobar por el parlamento, dominado por los diputados del Partido Comunista de la Federación Rusa, dirigido por Guennadi Ziuganov, y por alas nacionalistas de extrema derecha como la de Vladimir Zhirinovsky, un paquete de medidas para reducir el gasto estatal y el consiguiente déficit presupuestario, y para lograr cobrar impuestos, tarea que el estado ruso sólo lleva adelante en una mínima proporción.

El paquete de salvataje aprobado por el FMI dio un espaldarazo al gobierno de Yeltsin, que estaba al borde del colapso y que corría el riesgo de caer si seguía profundizándose la debacle económica.

RENACE LA RESISTENCIA DEL MOVIMIENTO OBRERO

La crisis abierta en mayo había abierto brechas en las que comenzó a colarse la resistencia del movimiento obrero ruso. "En el marco de la creciente internacionalización del capital y la consecuente internacionalización de la lucha de clases que la acompaña, no vemos por qué esta tendencia no vaya a expresarse también en el proletariado de los exestados obreros deformados y degenerados", escribíamos en Estrategia Internacional Nº 8. A pocos días de escritas estas líneas, en mayo, los mineros de Vorkuta, el sur de Rusia y Siberia bloquearon las vías del Transiberiano y prácticamente toda la red de vías férreas, paralizando prácticamente el transporte por este medio en toda Rusia, exigiendo la renuncia de Yeltsin y el pago de salarios adeudados, en algunos casos, hasta por quince meses. A las protestas se sumaron los médicos y los maestros. Yeltsin salió a prometer que pagaría los salarios, intentando frenar un movimiento que se acercaba peligrosamente a un panorama de huelga general. Pero a mediados de junio, mientras la crisis se profundizaba, y ante las promesas incumplidas, los mineros volvieron a bloquear las vías férreas, mientras un contingente de mineros de Vorkuta instalaba una carpa frente a la sede del gobierno en Moscú, la llamada Casa Blanca, exigiendo la renuncia de Yeltsin, el pago de sus salarios y la nacionalización de las minas de carbón.

Para los primeros días de julio, se sumaron a la lucha los empleados públicos del sector de la defensa. El 10 de Julio, miles de trabajadores del sector público, junto a trescientos cadetes de la Academia Marítima Estatal del Oriente, trabajadores industriales y de los astilleros, se movilizaron en Primorye exigiendo la renuncia de Yeltsin, culminando así quince días de protestas de los trabajadores del Astillero Bolshoi Kamen Zvezda, que se encargan de reparar los submarinos nucleares de la Flota del Pacífico. Los trabajadores exigen el pago de sus salarios, mientras la región sufre permanentes cortes en el servicio de agua y electricidad, como resultado de la huelga que llevan adelantes los mineros y los trabajadores de la electricidaad. El ánimo obrero en la región está extremadamente caldeado: "Puedo decirle que la indignación ha llegado a un punto crítico: mañana habrá piedras, y pasado mañana, serán armas", declaraba un preocupado diputado de la duma (parlamento) local. (Vladivostok News, 10/7/98).

Con estas acciones, la resistencia del proletariado ruso está dando un salto, en relación a conflictos por salarios de años anteriores. Como lo expresa un portavoz de Federación de Sindicatos independientes de Rusia, "Los problemas de retraso en el pago de los salarios y de la pérdida de puestos de trabajo existen desde hace varios años, y siempre hubo protestas. Pero este año algo nuevo está sucediendo, los trabajadores se han radicalizado y ya no están dispuestos a conformarse con promesas". Sin embargo, esta creciente resistencia, a pesar de levantar además del reclamo de pago de los salarios adeudados, el de la renuncia de Yeltsin, no ha logrado unificarse a nivel nacional y transformarse en una clara contraofensiva de lucha política de las masas. Las huelgas y manifestaciones son por regiones o ramas, sin coordinación, y los trabajadores, aunque a veces en sus acciones vayan más allá de sus direcciones sindicales, no han creado organismos de autodeterminación para su lucha.

Al cierre de esta edición, los mineros anunciaban que levantaban el bloqueo del Transiberiano, pero que se mantenían a los costados de las vías, dando plazo al gobierno hasta el martes 21 de julio para que pague los salarios adeudados.

LA CRISIS DE LA ECONOMIA IMPERIALISTA EMPANTANA LA RESTAURACIÓN Y PROFUNDIZA LA CRISIS DEL RÉGIMEN

El plan de ayuda acordado por el FMI, lejos de ser un "plan Marshall" para sacar a Rusia de la crisis y avanzar rápidamente en consumar la restauración capitalista, es sólo un paliativo para impedir el hundimiento total de Rusia y la caída del gobierno de Yeltsin y del régimen que éste estableciera a partir de 1991. Esta es, por el momento, la más urgente tarea para el imperialismo. Es que de caer el ya debilísimo gobierno de Yeltsin, el proceso de restauración capitalista en Rusia, ya empantanado, podría irse por la borda, y hundir a Rusia en el caos político, ya que no existe una alternativa confiable que pudiera establecer el régimen fuerte que el imperialismo necesita para avanzar en la restauración.

El régimen establecido por Yeltsin en 1991 era un régimen débil, que sólo pudo fortalecerse luego de la derrota infligida al ala conservadora de la burocracia con el asalto al parlamento en 1993. Recién entonces pudo avanzar, con la llamada "terapia de shock", en desmontar las principales conquistas del estado obrero, como el monopolio del comercio exterior y la banca, introducir cambios jurídicos en favor de la propiedad privada, avanzar en la privatización de las empresas estatales, etc. Sin embargo, no pudo atacar directamente al proletariado y a las masas, sino que lo hizo indirectamente, mediante la hiperinflación, la desorganización de la economía y la consiguiente destrucción de fuerzas productivas, lo que derrumbó estrepitosamente el nivel de vida de las masas. Estas últimas, shockeadas por la rapidez del cambio y desorganizadas las filas del movimiento obrero por el golpe económico, se mantuvieron en la pasividad. Fue esta situación del movimiento de masas lo que le permitió al gobierno de Yeltsin, no sin contratiempos, mantenerse con una fortaleza relativa que le permitía, por ejemplo, pasar por encima del parlamento opositor con decretos-leyes, e incluso lo llevó a conquistar la reelección en 1995. Pero ya desde el segundo mandato, el debilitammiento progresivo del gobierno y el régimen yeltsinista se hizo evidente, mientras se profundizaba el descontento masivo de la población frente a la pérdida de nivel de vida, los salarios impagos, las pérdidas de puestos de trabajo y el festín de saqueo de los nuevos ricos, la llamada "oligarquía". Esta crisis rastrera dio un salto, primero, con la estrepitosa derrota de las fuerzas armadas rusas en Chechenia, y luego con el comienzo de la crisis asiática. La primera víctima fue el primer ministro Chernomyrdin, uno de los hombres más ricos y poderosos de toda Rusia, que fue reemplazado en su cargo por el joven y desconocido tecnócrata Serguei Kirienko. Hoy, frente al desarrollo de la crisis y a la naciente resistencia obrera, el gobierno de Yeltsin y el régimen político ruso prácticamente están sostenidos sólo por el el apoyo imperialista.

El imperialismo sigue apostando a la continuidad del gobierno de Yeltsin, no porque la oposición comunista en el parlamento no sea tan restauracionista como aquel, sino porque, en el marco de la crisis económica, de la debilidad del estado, del funcionamiento "mafioso" de la economía, y del renacer de la resistencia del movimiento obrero, no encuentra un recambio confiable. Y tampoco puede apostar, por ahora, a una salida más bonapartista de tipo autogolpe con disolución del parlamento, ya que nadie puede garantizar que el conjunto de las fuerzas armadas respondan al mando de Yeltsin, y podría correrse el riesgo, entonces, de desatar una guerra civil.

UN INTENTO DE "UNIDAD NACIONAL" PARA HACERLES PAGAR A LAS MASAS LOS COSTOS DE LA CRISIS

El imperialismo parece haber optado por tratar de galvanizar al gobierno y a la oposición alrededor de las medidas exigidas por el FMI a cambio del paquete de ayuda. Yeltsin, en pos de esta política, se reunió con los legisladores al día siguiente de la firma del acuerdo, para asegurarles que no buscará la reelección en el año 2000, y que no disolverá el parlamento. Es que necesita lograr un acuerdo con el parlamento opositor para que se voten las medidas. En principio, este intento parecería estar funcionando: entre el jueves 16 y el viernes 17 (último día de sesiones ordinarias del parlamento antes del receso de verano), el parlamento aprobó 14 de las 27 medidas del plan. Estas medidas alcanzarían para que el FMI libere sólo 4.500 millones de dólares, ya que los legisladores rechazaron medidas claves como el aumento del IVA y recortes de ayuda social en el presupuesto. Las sesiones ordinarias recién se reanudarán en septiembre, ante los cual Kirienko decidió pasar el resto de las medidas claves del plan por medio de decretos. Esta división de tareas entre la duma y el gobierno parece ser parte del acuerdo de "unidad nacional": "La prensa rusa sugirió ayer la existencia de un ‘arreglo’ entre el Kremlin y la Duma. Para no comprometer su popularidad, los diputados rechazaron las medidas económicas impopulares, pero bajo cuerda aceptaron que el gobierno las promulgara por decreto, mientras los diputados están de vacaciones, eludiendo así toda responsabilidad". (Clarín, 19/7/98).

El gobierno y el parlamento garantizan así que se ponga en marcha el plan de ajuste, cuyo costo recaerá sobre las masas, con la introducción de nuevos impuestos al consumo y el aumento de los ya existentes, con el encarecimiento de los productos importados, y con recortes del gasto del presupuesto.

PERSPECTIVAS DE INESTABILIDAD POLITICA

El acuerdo con el FMI le permite un respiro al debilitadísmo gobierno de Yeltsin, ya que, al mantener, al menos por ahora, la estabilidad del rublo, se garantiza el apoyo de la oligarquía de los nuevos ricos (que ante el derrumbe habían comenzado a sacar miles de millones de dólares de Rusia), y logra un principio de acuerdo de "unidad nacional" con el parlamento, para votar las medidas que vuelquen sobre los hombros del movimiento de masas el costo de la crisis. Pero en el marco de las enormes contradicciones que enfrenta el proceso de restauración capitalista en Rusia, este salvataje de emergencia del FMI sólo logra cierta estabilización coyuntural, pero en absoluto resuelve la crisis política del gobierno y el régimen yeltsinistas.

Esta enorme crisis de los de arriba podría ser aprovechada por el proletariado ruso y las masas para pasar de la resistencia a la controfensiva, y transformar sus duras luchas parciales en un solo torrente de enfrentamiento político contra el gobierno y el régimen. Pero el camino que deberán recorrer las masas rusas para encarar esta perspectiva será, sin duda, arduo y tortuoso. No sólo porque pesa en la conciencia de las masas el retroceso que significó el dominio stalinista, y por la confusión que creó su caída en forma tan contradictoria, sino que además, los embates de la restauración y la debacle económica que acarreó la destrucción de las bases del estado obrero, han desorganizado terriblemente sus filas y han aumentado hasta lo inaudito las penurias de la supervivencia cotidiana.

No sólo este obstáculo enfrentan las masas rusas, sino, y principalmente, el de la ausencia de una dirección revolucionaria, que les permita enfrentar la trampa de la "unidad nacional" del imperialismo y la burocracia restauracionista. Pese a la demagogia que puedan hacer los comunistas de Ziuganov, los trabajadores no deben depositar un gramo de confianza en esta ala de la burocracia tan restauracionista como Yeltsin, que no sólo no ha apoyado una sóla de las luchas de la clase obrera, sino que acaba de votar en la Duma parte de las medidas para descargar sobre sus espaldas los costos de la crisis, y le da vía libre a Yeltsin para que pase el resto por decreto. El Partido Comunista de Ziuganov hoy sostiene al gobierno de Yeltsin, y se prepara para aparecer como alternativa confiable para el imperialismo, para ser en el 2000 la fracción burocrática que tome las riendas del estado para tratar de consumar la restauración capitalista. El Partido Comunista de Ziuganov es parte de esa gran "unidad nacional" del imperialismo y la burocracia restauracionista que las masas tendrán que enfrentar y derrotar para que sea la clase obrera rusa la que de una salida a la crisis.