Estrategia Internacional N° 8
Mayo/Junio  - 1998

El avance de la restauración en Rusia ha significado
UN RETROCESO ECONOMICO Y SOCIAL BRUTAL

Juan Chingo,  Julio Sorel y Christian Castillo

EL SURGIMIENTO DE LOS NUEVOS RICOS Y GERENTES "COMUNISTAS"

El avance de la restauración ha llevado a la conformación de una pequeña capa de nuevos ricos que son la base social de los regímenes restauracionistas. En Rusia, los llamados “príncipes de los negocios”, conforman el principal soporte del gobierno de Yeltsin.

Los mismos son un grupo que domina vastos conglomerados financieros, industriales y de servicios. Los nombres más conocidos de estos son Berezovsky, parte del gobierno hasta su destitución el año pasado, dueño del Grupo Logovaz, y que según todos los analistas ha sido el verdadero hombre fuerte detrás de la destitución del ex Primer Ministro Chernomirdyn. Mikhail M. Fridman, jefe del conglomerado Alpha. Vladimir A. Gusinsky, magnate de los medios de comunicación. Vladimir O. Potanin, también ex miembro del gobierno, presidente del banco privado más importante de Rusia, el Onexim Bank y dueño de un holding que controla importantes empresas petroleras de metales, de manufactura, y de telecomunicaciones. Esta elite de nuevos ricos, conjuntamente con los zares de la energía, como por ejemplo el ex ministro Chernomyrdin, asociado a la poderosa empresa gasífera Gazprom, controlan más de la mitad de los activos industriales de Rusia.

Potanin junto con Berezovsky, son los más poderosos hombres de negocios en la Rusia actual. Desde 1990, el primero, construyó un imperio de compañías industriales, bancos y medios de comunicación con más de U$S 16.000 millones en ventas y 38.000 millones en activos- igual a casi un 10% del PBI ruso. ¿Cómo en tan poco tiempo pudo producirse tan espectacular concentración de riqueza?

La respuesta a este interrogante muestra la evolución de la burocracia gobernante en el viejo Estado Obrero degenerado y su intento de transformación en una nueva clase burguesa.

Doce años atrás, al inicio del gobierno de Gorbachov, Potanin era un burócrata de nivel bajo en el Ministerio de Comercio Exterior, puesto en el que sucedió a su padre. Gracias a este puesto logró establecer conexiones con las compañías que habían obtenido permisos para operar en el país. Por un préstamo de U$S 10.000 que consiguió que estas le prestaran, estableció su propia firma de comercio. En 1992, se asoció con Prokhorov, empleado en un banco en el bloque del Este que se encontraba en problemas financieros, y crearon una nueva institución financiera. Los mismos convencieron a los clientes rusos del banco para que operen con esta, y les otorgaron 300 millones de dólares. En estos años, la inflación se desató y era fácil hacer enormes ganancias simplemente con la compra y venta de rublos. Los clientes de los mismos eran las principales compañías de comercio exterior que dominaban las exportaciones de petróleo, químicos y metales. Un año más tarde invitaron a sus clientes a convertirse en accionistas en una nueva y más poderosa institución, el Onexim Bank. El crecimiento de este banco fue meteórico. La revista Business Week 24-11-97, plantea que uno de los negocios más rendidores era el servicio gubernamental de Aduanas. En vez de establecer un Departamento del Tesoro, el Gobierno canalizó los fondos de la Aduana a través de los bancos comerciales a principios de los 90. Unos pocos bancos top y una manada de burócratas gubernamentales, hicieron jugosas ganancias con esta práctica. Onexim Bank, fue uno de los más grandes ganadores de todos. Millones de dólares por ingresos aduaneros se lavaron a través de este banco, el cual, a su vez, invertía los fondos en la deuda rusa con suculentas tasas de interés. Esto le posibilitó al banco enormes ganancias, las cuales llegaron hasta los mil millones de dólares. El Onexim Bank mantuvo este privilegio hasta noviembre del año pasado, debido a que el gobierno ruso creó su propio sistema para llevar las cuentas del Estado.

Sin embargo el trato más famoso con el gobierno de este inescrupuloso banquero, es el esquema llamado de “préstamos por acciones”. Antes de las elecciones de 1996, frente al temor del triunfo del Partido Comunista de Ziuganov, Chubais, el arquitecto de las primeras privatizaciones rusas, ideó este esquema. Por el mismo, el gobierno entregaba importantes acciones de la más grandes industrias rusas a los bancos a cambio de préstamos bancarios. Si el gobierno devolvía estos préstamos, los bancos devolverían las acciones, caso contrario, los bancos podrían comprar las mismas. Gracias a este esquema, el Onexim Bank, su rival Menatep y el Grupo Logovaz de Boris Berezovsky, se quedaron con parte de lo más jugoso de la industria rusa. Por esta operación, el Onexim Bank pasó a controlar el 85% de Sidanko, la tercera productora de petróleo más grande de Rusia, y el 51% del gigante minero y de metales Norilsk Nickel, la más grande productora de níquel en el mundo. El escándalo que dicha entrega de los activos rusos provocó hizo decir a Gregory Yablinsky, un reformista de mercado opuesto a Yeltsin en las presidenciales, que “como resultado del esquema de préstamos por acciones, nosotros tenemos un sistema oligárquico basado en ... relaciones semi-criminales.”

Los principales beneficiarios de esta operación, fueron los principales financistas y sponsors de la campaña que permitió a Yeltsin obtener la re-elección en 1996, cuando este último venía en una fuerte baja y era probable el triunfo de la oposición comunista. La armonía entre estos grandes barones de las finanzas rusas duró poco. La privatización del gigante de las comunicaciones Svyazinvest desató una dura disputa por su control. Contra la presión que ejercieron para que no participara Gusinsky, Berezovsky y el Grupo Alpha de Fridman, Potanin se alió con el fondo de inversión de Soros, lo que le permitió adquirir el 25% de este gigante de las telecomunicaciones. Esta alianza con el capitalista Soros rompió las reglas de convivencia de los barones de las finanzas rusas.

Como vemos, el meteórico enriquecimiento de los nuevos ricos, como se puede seguir en el caso de Potanin, acompañó los distintos momentos del proceso de restauración:

- Durante la perestroika de Gorbachov, la planificación de la economía pasó de las oficinas de los Ministerios a una mayor descentralización que dio más poder a los managers de las empresas. El poder central a través de la utilización tanto de mecanismos financieros como presupuestarios ( subsidios, bajas tasas de interés, etc) seguía fijando los objetivos más generales de la producción pero dando a los admistradores de las empresas una mayor libertad de movimiento, abriendo grietas que irían socavando la planificación de la economía. En estos intersticios se fueron formando las redes de intereses y contactos financieros que luego darían origen a esta capa de nuevos ricos, que primero usufructuaron la privatización de los beneficios, sin contar aún con la propiedad efectiva de las empresas.

-La así llamada “terapia de shock” lanzada el 1-1-92 en Rusia, por el team Yeltsin - Gaidar liquidó los restos de planificación económica y el monopolio del comercio exterior así como también incluyó la liberalización de los precios y del comercio. La consecuencia más inmediata fue un caos económico descomunal, que hizo caer en picada la producción y la inversión del conjunto de la economía de la ex URSS. La burocracia restauracionista hizo pagar este colapso al proletariado soviético. Utilizó la hiperinflación que licuó los ahorros de años de millones de trabajadores e hizo caer el valor de los salarios y pensiones.1

- Las medidas anteriores son una precondición para el desarrollo de las relaciones de producción capitalista pero las mismas no alteraron el problema de la propiedad, salvo en las industria liviana, comercios y determinados servicios. El esquema ideado por Chubais, en 1993, significó un compromiso con los directores de las empresas que permitió a los mismos y a los trabajadores quedarse con el control mayoritario de las mismas, mecanismo que posibilitó que las privatizaciones pasaran políticamente. El carácter fraudulento de esta operación, es bien retratado por un estudio de la revista “Problemes Economiques” del año 1996: “La realidad es que la distribución de cupones a una población pauperizada, reducida a una situación de miseria, provocó la multiplicación de los especialistas de la compra de cupones y la concentración de estos en manos de las mafias- nomenklaturas. La prensa daba el ejemplo de un cupón cambiado por... un salchichón. Lejos de desarrollar el pretendido accionariado popular u obrero, la distribución de cupones se ha concentrado en las manos de unos cuantos.” Fue mediante esta estafa lisa y llana, que los administradores comunistas, se transformaron en “gerentes comunistas”. Más adelante, con el famoso esquema de “préstamos por acciones”, que ya comentamos, este proceso de desestatización de la economía y de cambio en la propiedad de los activos del Estado, fue orientado en beneficio de una verdadera oligarquía financiera, los dueños de los bancos, que se han quedado con los activos más jugosos del ex Estado obrero degenerado.

- El ascenso de esta nueva capa de barones de las finanzas y la industria rusas, se da de la mano de una creciente disputa entre los mismos y su creciente asociación con el gran capital financiero internacional, abriendo una enorme división entre los mismos que se manifiesta en las sucesivas crisis políticas del gobierno de Yeltsin y cambios de gabinete. Así, la asociación de Potanin con el magnate financiero G. Soros que hemos comentado, quebrando las reglas de juego de esta oligarquía autóctona que se basaba en el reparto del jugoso negocio de las privatizaciones entre ellos, ha significado la primera participación importante del capital financiero internacional asociado a un sector de los nuevos ricos. Es que la fragilidad financiera de estos, los hace depender cada vez más del capital internacional.

Como vemos, no fue la “mano oculta” del mercado, la fortaleza de las medidas capitalistas adoptadas, un supuesto éxito de la restauración, sino la interpenetración directa entre el Estado y estos nuevos ricos que mediante sus conexiones, soborno y métodos literalmente mafiosos, lo que permitió la apropiación de los activos estatales por parte de los mismos.

1 Con una inflación de alrededor del 2300% en 1992 y más de 800% en 1993, los salarios cayeron a casi 2/3 durante 1992-94.

 

SAQUEO DE LA VIEJA ACUMULACION DEL EX ESTADO OBRERO

Desde el gobierno de Yeltsin, el 89% de los activos industriales de Rusia, según el Financial Times del 9-4-97, han sido privatizados. Más del 60% están total o mayoritariamente en manos privadas. Estos cambios han dado lugar a la formación de una nueva clase social burguesa: los llamados nuevos ricos. La distribución de riqueza de lo que eran los activos del antiguo Estado Obrero degenerado, a manos de esta nueva clase burguesa, el pueblo ruso la ha llamado “transición de la nomenklatura a la cleptocracia”.

¿Pero significa el establecimiento de nuevas relaciones de producción capitalistas y que la burguesía rusa naciente se ha transformado ya en una nueva clase dominante?

El mismo mote que el pueblo ruso le ha puesto a la naciente burguesía rusa, nos dice mucho del verdadero carácter de la misma. Lejos de establecer un nuevo régimen social de producción estable, esto es, que asegure su propia reproducción, lo que estamos presenciando es un proceso de destrucción de fuerzas productivas y un saqueo de la acumulación lograda en el viejo régimen de producción basado en la economía nacionalizada.

Esto podemos verlo en el avanzado proceso de desindustrialización y desinversión de la economía rusa. Las inversiones en la industria privatizada son prácticamente inexistentes, lo que provoca una severa caída de la producción. Industrias como la petrolera, que podrían competir en el mercado mundial, se encuentran en un fuerte estancamiento. Una revista describe bien esta situación: “La nueva Rusia ha tenido, en la industria del petróleo, dos principales y paradójicos efectos: la producción ha caído abruptamente mientras la importancia de la industria en términos de ganancia de moneda extranjera ha crecido dramáticamente. En su pico, la industria soviética de petróleo producía arriba de 11 millones de barriles de petróleo crudo por día en 1987- esto era más que Arabia Saudita, más que cualquier otro país en el mundo en realidad, a excepción de los Estados Unidos y más de 1/6 de la producción mundial total. En 1995, la producción fue de 307 millones de toneladas o alrededor de 6 millones de barriles por día- una reducción a casi la mitad.”1

Otra muestra de lo que decimos lo constituye la enorme fuga de capitales en manos de estos nuevos ricos. “Un especialista en fuga de capitales reportó en una reciente conferencia en el Ministerio del Interior en Moscú, que U$S 150.000 millones han sido exportados de Rusia desde 1991. Este número podría ser alto pero las estimaciones conservadoras calculan que aún es mayor que los U$S 50.000 millones. Un mínimo de un 40% de los U$S2000 millones que se estiman de fuga de capitales mensuales son atribuídos a grupos del crimen organizado.”2 Esta cifra supera varias veces las inversiones extranjeras que se calculan en alrededor de U$S 6000 millones desde 1991. Según el Departamento de Crímenes Económicos del Ministerio del Interior, más de U$S 2,5 millones diarios son ilegalmente transferidos desde Rusia al extranjero.3 Tan grande es esta fuga de capitales que en septiembre pasado el mismo Yeltsin ofreció una amnistía para aquellos que retornen a Rusia los millones de dólares que están ilegalmente en el extranjero.

El carácter saqueador y parasitario de esta nueva burguesía es tan grande que mientras se ha producido un descalabro productivo, y millones de rusos han visto caer sus niveles de vida en forma acelerada y son millones los que tienen sus salarios adeudados, con la hiperinflación, los negocios con la deuda del Estado e incluso la especulación con el dinero destinado al pago de salarios, es como se ha producido el fabuloso enriquecimiento de esta nueva clase social, profundamente imbricada en muchos casos con la mafia4. El autor antes citado sostiene que “los nuevos propietarios, a menudo desinteresados en hacer que sus empresas funcionen, drenan los recursos y transfieren los procedimientos al exterior, exacerbando los problemas tanto de capital golondrina como del no pago de ganancias.”

En estas condiciones es imposible mantener el funcionamiento de la economía. El Estado ruso debió recurrir -como condición de sobrevivencia- a los créditos del FMI. En marzo de 1996, este otorgaría el segundo préstamo en importancia hasta el momento, de U$S 10.000 millones, a riesgo de que, si no lo concedía, la economía rusa entraría en un nuevo colapso. A tono con las economías del resto del mundo, Rusia sólo puede funcionar en base al endeudamiento.

Estos elementos, muestran la descomposición de las viejas relaciones de producción durante el gobierno de Yeltsin. Pero los mismos datos no muestran la existencia de un nuevo régimen de producción. Lejos de ésto, lo que estamos viendo es una utilización de los viejos activos del viejo Estado Obrero, un verdadero proceso depredatorio y de saqueo gracias a los vínculos con el Estado y a métodos mafiosos en la gran mayoría de los casos. Esto último es literal. Una muestra de la imbricación entre la restauración capitalista y el crimen organizado es que en 1994 hubo 28 gerentes y directores de bancos asesinados; en 1995, 41; y en los ocho primeros meses de 1996, 49. Los riesgos son tan altos que The Economist del 6-11-97, plantea que “establecer cualquier clase de fábrica o negocio significa tratar con los riesgos del crimen organizado y desorganizado, donde a menudo aún los pequeños negocios minoristas tienen guardias armadas con armas automáticas.” Para esta revista, “invertir directamente en Rusia es tan dificultoso y peligroso que pocos rusos tienen la voluntad de hacerlo.” Según publicaciones, la mafia ahora controla más del 40% del total de la economía5. En algunos sectores como el mercado de consumo, de propiedades inmobiliarias y en la banca, su peso es decididamente mucho mayor.6

El Financial Times en un artículo de fines del año pasado llamado “Un pueblo al borde del abismo”, sostiene que “Rusia se ha convertido en una anárquica zona liberada en la cual la fuerza es el derecho y en la cual una endémicamente corrupta burocracia actúa más a menudo en su propio beneficio que como árbitro... La redistribución de riquezas por el estado ruso para una minoría afortunada ... está aún sin ninguna garantía. El resultado es que los nuevos ricos se comportan más como depredadores que como propietarios.” El artículo nota que la fuga de capitales en 1996, estimada en 25.000 millones de dólares “excede la inversión directa extranjera en Rusia en una proporción de diez a uno... representando un 5% del producto bruto. Esto revela tanto la corrupción de los ricos como su carencia de confianza en su gobierno. Lo que es peor, en tanto y en cuanto los rusos son reacios a mantener su riqueza en casa, los extranjeros rechazarán hacer sustanciales inversiones a largo plazo en dicho país.”

No podemos llamar a la naciente burguesía rusa, enriquecida mediante el saqueo y la depredación de los viejos activos del Estado, y que es incapaz de asegurar la consolidación y reproducción de un nuevo régimen de producción social, como una clase social burguesa dominante consolidada.

Toda clase dominante, basa su dominación en una combinación de coerción y consenso. Estos dos elementos, están casi ausentes en el caso de la nueva burguesía rusa lo que la convierte en totalmente inestable. El poder del Estado se encuentra profundamente debilitado como consecuencia del desastre del Ejército Rojo en Afganistán en los ‘80, la derrota del golpe de Estado del ‘91, la pérdida del status de superpotencia, la crisis presupuestaria, la crisis económica y la corrupción rampante, la humillación sufrida por las tropas del Ejército Rojo en Chechenia y por la enorme crisis y resentimiento social que se cuela en el Ejército, no sólo en los conscriptos o en los soldados rasos sino inclusive en la oficialidad superior. Todos estos elementos, impiden a la nueva burguesía establecer su dominación sobre un poder represivo sólido. El año pasado, el general Igor Rodionov, por ese entonces Ministro de Defensa, ha lanzado, según comenta K.S. Karol “un desafío, no menos explícito, al hablar de la descomposición del Ejército y añadiendo que no acepta un sistema en el cual el Ejército estaría encargado de verter sangre mientras los ‘nuevos rusos’ se darían la gran vida ‘ entre Moscú y las Islas Canarias”. Y el periodista agrega que “este discurso, según parece, le puede costar su cargo, a pesar de que resume fielmente el sentir de casi todos los militares.”

Esta falta de legitimidad o consenso de la nueva burguesía no sólo, como vimos más arriba, le impide fortalecer el poder del Estado, esencial para la consumación de la restauración capitalista, sino que prácticamente deja al actual régimen carente de toda base social, haciendo que el poder del Estado esté en el aire. Hasta el reaccionario Solhyenistin7, que volvió a Rusia en 1994 luego de años de exilio, reseña esta situación cuando afirma que “el sisma entre gobernantes y gobernados es mayor en la Rusia de hoy que en Marzo de 1917, durante el preludio democrático de la Revolución de Octubre.” Y criticando la utilización del espantajo comunista, constantemente usado por el régimen ruso, y que Yeltsin quizo reavivar el año pasado en el Octogésimo aniversario de la Revolución del ‘17 para proclamar la reconciliación nacional, “como una idea muy ligera”, que “oculta el verdadero sisma... el abismo entre puñados de ladrones y funcionarios corruptos que querían enriquecerse, y la población expropiada. La reconciliación nacional se presenta como un asunto entre el poder y la vociferante Duma (dominada por los nacional comunistas), que en realidad no quiere perder sus privilegios, cuando a quien debe implicar es a los saqueadores y a los saqueados. Por eso, quienes se han apoderado ilegalmente en estos años del patrimonio nacional, deben devolver lo robado.”

1 Russia Today
2 “El precio del crimen organizado ruso”, Louise Shelley, basado en su libro “El robo al Estado ruso”.
3 Izvestia, 8-4-98
4 “El caldo de cultivo del espectacular desarrollo de la mafia ha sido la privatización salvaje de las empresas estatales, los abusos en el reparto de licencias de exportación e importación, la hiperinflación que redujo los ahorros a cero y convirtió muchos créditos en regalos, las facilidades para la transferencia de divisas al extranjero, la ineficacia del Estado para recaudar impuestos y acabar con la economía negra y la reconversión de la nomenklatura comunista a la economía de mercado, es decir, a llenar el bolsillo de la manera más rápida posible. Decenas de millones de rusos han quedado tirados en el camino, convertida su lucha por la supervivencia en una carrera de obstáculos, mientras una minoría ha pasado a engrosar la burguesía emergente” (El País, 3/11/97).
5 John Deutsch, ex director de la CIA, declaró en el Senado que el 80% de los negocios privados pagan en Rusia racket (extorsión) a grupos mafiosos. Se ha publicado en la misma Rusia que la mafia está metida en más de 40.000 compañías (1500 estatales), en 500 empresas mixtas y en el 70% de los bancos” (El País, 3/11/97).
6 “El crimen organizado ruso se ha también infiltrado en el sector bancario doméstico y en los mercados financieros más profundamente que sus contrapartes en otros países. Millones de ciudadanos han perdido sus limitados ahorros en instituciones bancarias y esquemas piramidales que han colapsado. Cientos de bancos son poseídos o controlados por grupos del crimen organizado que lavan dinero (hacia fuera por grupos del crimen organizado ruso y dentro de Rusia por grupos del crimen organizado extranjero). Los banqueros que rechazan lavar dinero no pueden competir con los bancos que proveen tal servicio. Esta criminalización del sector bancario y de las instituciones financieras ha acelerado el flujo de capitales.” Sheley, ob. cit.
7 Ex Premio Nobel y antiguo disidente ruso y autor del libro “El archipiélago Gulag”

 

CAMBIOS JURIDICOS Y CAMBIOS EN LAS RELACIONES DE PRODUCCION

Hemos planteado el enorme cambio en la propiedad que se ha venido desarrollando. Pero sin negar el enorme avance que esto significa, una cosa es establecer un cambio en la propiedad de las empresas y otra muy distinta es establecer un nuevo régimen de producción. La propiedad privada es un pre-requisito para el régimen de producción capitalista. Pero tanto la propiedad privada como la producción capitalista de bienes y servicios son una relación social que implica una determinada relación entre los propietarios de los medios de producción y los no propietarios, e incluso una determinada relación entre los mismos capitalistas.

El Banco Mundial sostiene, con respecto al programa de privatizaciones en Rusia, que “ese programa es un buen ejemplo de los inconvenientes por parte de directivos y empleados y, en términos más generales, de las graves tensiones de la viabilidad política y la conveniencia económica. Las amplias preferencias otorgadas a directivos y trabajadores para recabar su apoyo y la incapacidad para incorporar procedimientos de defensa de los derechos de los accionistas minoritarios, se están cobrando un alto precio. Los administradores controlan las empresas de personal interno con poca o ninguna influencia de los empleados accionistas. Algunos han intentado, a menudo por medios ilegales, prohibir a los trabajadores la venta de sus acciones a compradores de afuera. Otros han intentado medidas aún menos transparentes para bloquear la participación ya sea de empleados o de personas de afuera. Dada la debilidad de las leyes e instituciones, la escasez de información y, en algunos casos, la flojedad de las presiones competitivas, ha habido poco o ningún control externo que impida esos comportamientos. Es un problema tanto de eficiencia como de transparencia; hasta ahora, es difícil distinguir entre el comportamiento de las empresas rusas privatizadas y el de las empresas estatales.” 1

Lo que muestra este informe es categórico en varios aspectos:

a) En primer lugar, la demagogia del BM sobre que los empleados accionistas no pueden ejercer “ninguna influencia sobre los administradores”, está puesta no en interés justamente de estos, sino porque este mecanismo impide que los verdaderos propietarios funcionen como tales, como capitalistas, sino que deben pasar por el tamiz de estos administradores, que actúan según sus propios intereses, lentificando la necesaria “reestructuración profunda”, en palabras del BM, es decir, impidiendo que se consolide y desarrolle el sistema de propiedad privada mismo.2 Esto significa que las “leyes del mercado” no tienen dinámica propia como para disciplinar por sí mismas a los administradores, que los capitalistas no tienen aún el dominio efectivo sobre sus propiedades. Según este mismo informe, esta situación no es igual en las pequeñas empresas donde los propietarios son también sus administradores.

b) En segundo lugar, el mismo BM se ve obligado a decir que no hay mucha diferencia entre las empresas rusas privatizadas y las estatales. En otras palabras, que el cambio jurídico no significa que la mera propiedad sobre una empresa implique el dominio capitalista sobre la misma, que el propietario funcione como capitalista tomando las decisiones adecuadas para maximizar los beneficios y lograr que sus trabajadores se subordinen como clase productora de plusvalía.

c) En tercer lugar, las “graves tensiones entre la viabilidad política y la conveniencia económica” demuestra que, la restauración, al no basarse en una contrarrevolución sangrienta sobre el movimiento de masas, es un compromiso, un equilibrio inestable de fuerzas, que amenaza con quebrarse tanto ante un eventual salto en la resistencia del movimiento de masas como ante un nuevo embate de las fuerzas restauracionistas.

Como demuestra lo que estamos señalando, las privatizaciones no han resuelto la necesaria re-estructuración de las empresas rusas, para que estas sean “competitivas” según las “leyes de mercado”. Los autores del libro “El capitalismo del Kremlin”, sostienen que según “nuestra evaluación de la Encuesta Nacional rusa sobre las corporaciones en 1995 y 1996, nos lleva a la impactante conclusión: no más de 1/4 de las compañías rusas son claros ganadores (firmas sólidas financieramente con mercados domésticos o de exportación bien establecidos), a pesar que aún de aquellas firmas, sólo un pequeño número será capaz de financiar la modernización por fuera de sus ganacias. 3/4 de las corporaciones rusas necesitan una re-estructuración radical y de largo alcance. Al menos 1/4 de aquellas firmas debería ir a bancarrota. ¿Cuánto capital de inversión es necesario para modernizar las 18000 corporaciones privatizadas? Cuando estimamos a través de los top managers en la Encuesta Nacional rusa de 1995 ... la suma está entre U$S150.000 millones y U$S300.000 millones, dependiendo del método de estimación ( el total presupuestario del gobierno ruso fue en total de U$S50.000 millones). Estas estimaciones incluyen sólo los costos de inversión de capital. Ellas no incluyen los costos de subsidiar los salarios para mantener el pleno empleo o apoyar los muchos servicios sociales que se proveen a los empleados. Con la inversión extranjera que da cuenta de no más de U$S1000 millones a U$S2000 millones al año desde el comienzo de la reforma (en 1995, la mitad de las inversiones extranjeras en Rusia fueron al sector de Energía, que da cuenta de menos del 6% de todo el empleo), el capital que las corporaciones privatizadas necesita representa una crisis de capital de inversión de sorprendentes proporciones.” Viendo la magnitud de la “tarea”, suena ridículo el optimismo inicial del imperialismo a comienzos de los ‘90 cuando afirmaban triunfalistas que con un nuevo Plan Marshall de U$S 5.000 millones iba a ver en unos cortos años un capitalismo floreciente en Rusia.

1 Informe sobre el Desarrollo Mundial “De la economía planificada a la economía de mercado”, 1996-Banco Mundial.
2 Para fines de 1994, 9 de 10 empresas privatizadas eran mayoritariamente poseídas por una combinación de managers y trabajadores. En promedio los propietarios externos a la empresa poseían un 20% y el Estado alrededor de un 10% de las acciones. Con el paso del tiempo, los trabajadores, fueron vendiendo parte de sus acciones lo que incrementó el número de accionistas externos a la empresa. Para 1996, 6 de cada 10 eran mayoritariamente poseídas por accionistas internos. Sin embargo, a pesar de este descenso, según plantea la misma prensa internacional, estos datos no serían tan ciertos ya que, aparentemente, muchos de los que aparecen como accionistas externos a la empresa, serían empresas creadas por los mismos managers. Lo que si es cierto, son los cada vez más conocidos casos de enormes peleas entre accionistas internos y externos por el control de la empresa. Una muestra más del carácter inestable de la propiedad en la ex URSS. 

 

 OBSTACULOS A LA CREACION DE UN MERCADO LIBRE DE TRABAJO

Las contradicciones enumeradas más arriba, que llevan al Banco Mundial a sostener que “es díficil distinguir entre el comportamiento de las empresas rusas privatizadas y el de las estatales”, es una admisión de que el proceso de re-estructuración de las empresas ha sido lento y no logra completarse. En otras palabras, que el cambio de las relaciones jurídicas no implica el establecimiento de relaciones de producción capitalistas. Para esto es necesario, centralmente, transformar al proceso de trabajo en un proceso de valorización. La clave en esto pasa por, en primer lugar y fundamental, lograr no sólo una subsunción formal sino real del trabajo al capital. Esto implica un cambio radical de las relaciones dentro de la empresa en las cuales, provenientes de la época soviética, todavía existe una diferenciación social muy lenta entre los intereses de los gerentes y los de los trabajadores y sobre todo, una salto cualitativo en la adaptación del proletariado a los ritmos de la producción capitalista.

El principal obstáculo para esto es que, a pesar del avance del proceso de reformas, de la brutal caída de la producción que ha ocurrido en todos estos años, sólo comparable al efecto destructivo de una guerra, no se ha provocado un salto ni de cerca comparable en la desocupación. ¿Cómo puede explicarse un retroceso de casi el 50% de su PBN con una tasa de desocupación que no llega todavía a los dos dígitos, si en países como España, que gozan de un “crecimiento económico” la misma alcanza casi un 22%, o en el caso de Argentina, que en lo peor de la crisis del Tequila llegó a un 18%? ¡Cómo puede llamarse capitalista a un país que tenga esta paradoja! Esta paradoja sólo se explica porque la resistencia de los trabajadores y el hecho de que aunque en forma ultra distorsionada, la conciencia aún viva en las relaciones de producción, como explicaremos más adelante, han impedido la formación de un vasto ejército industrial de reserva que obligue y discipline a los trabajadores a aceptar el látigo y los ritmos del capital. Esta es una pre-condición para la formación de un “mercado libre” de trabajo, esto es, liquidar los fragmentos de las conquistas a que aún se aferran los trabajadores soviéticos, para que la fuerza de trabajo sea tratada como una mercancía más.

Como explica el economista W. Andreff correctamente, lo que está en juego, es “modelar nuevamente el comportamiento económico cotidiano es una tarea a largo plazo y cuyo logro es por naturaleza incierto. Su conclusión condiciona el paso al capitalismo (...) El mercado de trabajo sólo regulará el empleo y disciplinará el trabajo si el desempleo provoca, como reacción individual, la búsqueda de un empleo (...) Es decir, si cada asalariado al haber perdido su empleo comprende (e implícitamente admite) que la única salida es la de aceptar un trabajo intenso, remunerado en función de su productividad según las condiciones definidas por el patrón.”1 Sólo mediante una mayor destrucción de fuerzas productivas y sobre todo, quebrando la resistencia de los trabajadores, se podrá dar que los trabajadores “admitan” como algo natural la existencia de un ejército industrial de reserva y terminar de transformar al proletariado en fuerza de trabajo explotable.

1 W. Andreff, “Las crisis de las economías socialistas”.

 

DIFICULTADES EN LA CONSTRUCCION DE UN MERCADO

En sus trabajos sobre las posibles perspectivas de la restauración, Trotsky había señalado que con la abolición de la planificación “los lazos de compulsión entre los trusts y de las empresas dentro de ellos, también caerían”. Y agregaba que, bajo un gobierno burgués “el principio de planificación sería convertido en el período transicional en una serie de compromisos entre el poder estatal y las corporaciones ‘individuales’ -los propietarios potenciales- esto es, entre los capitanes soviéticos de la industria.”

Efectivamente, desde el año 1992 a esta parte, esta previsión de Trotsky es una realidad. Perdidos los lazos que unían a las empresas a las agencias de planificación centrales, la mayoría de las mismas han establecido vínculos entre ellas que en líneas generales siguen las mismas líneas que se daban en el antiguo régimen. En otras palabras, las empresas rusas se vieron obligadas a mantener los lazos de provisión de materiales con sus antiguos proveedores y a venderlos a sus antiguos clientes. Como la liquidación de la planificación económica ha significado la liquidación de los subsidios del Estado, la liberalización de los precios, etc, muchas de estas empresas son incapaces de pagar por estas transacciones, cuestión que se expresa en el crecimiento geométrico de las deudas inter-empresas. Según datos del gobierno, estas alcanzarían la fabulosa cifra de U$S 45.000 millones. Casi un 60% de las empresas afirmaban que debía más de lo que le debían a ellas. Lo cual es una indicación de que si estas deudas se contabilizaran, gran parte de estas empresas caerían en la bancarrota.

El Estado es un participante activo de los distintos compromisos entre las distintas empresas rusas que les permite a estas seguir operando. En los primeros años, esto se hacía mediante subsidios presupuestarios a las firmas en problemas. Más adelante, con el endurecimiento de la política monetaria y controlando la oferta de dinero sobre la economía, bajando la inflación, el Estado ha tolerado en gran medida los comportamientos tanto de endeudamiento como de formas no comerciales de pago que veremos más abajo. En otras palabras, ha permitido el funcionamiento de una economía generadora de pérdidas. La clave en esto lo ha jugado la aplicación de la ley de bancarrotas. Al igual que en muchos países de Europa del Este, el Estado utilizaba la misma no para favorecer el poder de los acreedores, sino para sostener a las firmas deudoras. Es que una imposición inmediata y generalizada de la ley del valor al conjunto de las firmas que, como hemos descrito más arriba, no son generadoras de ganancias sino de pérdidas, provocaría tal descalabro económico que impediría que una parte importante de las mismas pueda ser reconvertida como productora de plusvalía. Por otra parte, el grado de desocupación que la imposición inmediata y generalizada de la ley del valor provocaría, generaría una reacción entre los trabajadores de imprevisibles consecuencias.

De la mano del meteórico crecimiento de la deuda inter-empresas, se desarrolla un fenómeno de una magnitud significativa, como es la reaparición del trueque y de otras formas no monetarias como principales forma de intercambio. Según Bussines Week, que denomina al desarrollo de estas formas de intercambio “una economía virtual”, la misma “representa tanto como dos tercios de todas las transacciones en Rusia, la economía virtual es una vasta red de trueque, compromisos de pago, exenciones impositivas y otras formas no monetarias de pago. Los principales jugadores no son los bancos sino miles de intermediarios denominados como ‘especialistas en trueque’.”1

La escala de desarrollo de este fenómeno, muestra la enorme cantidad de firmas que a pesar de las medidas capitalistas que los distintos planes de restauración fueron aplicando, aún han evitado la bancarrota, lo que es una muestra más de que la ley del valor todavía no gobierna en la economía en su conjunto. La misma revista reconoce esta realidad cuando plantea que “para muchas de las empresas de la industria pesada es una cuestión de supervivencia. Los fabricantes de máquinas herramientas, las acerías, los fabricantes de químicos, tienen muchas más dificultades para vender sus productos que los productores de materias primas y de bienes de consumo, por lo tanto utilizan el trueque.”2

La magnitud de este fenómeno sin precedentes, ha tomado por sorpresa al gobierno de Yeltsin. Según la misma publicación, “los reformistas de mercado del gobierno de Yeltsin pensaron que la liberalización de precios en 1992 y el posterior endurecimiento de la política monetaria, forzaría a las empresas ineficientes a quedar fuera del negocio. Pero las compañías continuaron, sosteniéndose entre sí. Aquellas que no podían pagar en cash, simplemente cambiaban productos. En 1994, después de que el gobierno liquidó los subsidios, las compañías comenzaron a emitir compromisos de pago. Estos circulaban a lo largo de un extendido pero no regulado mercado dominado por los bancos locales.”

Todos estos elementos muestran las dificultades para avanzar en la consumación del proceso de restauración capitalista. “El trueque era una vía innovadora de las compañías para sobrevivir las iniciales tensiones del giro de Rusia al capitalismo. Pero ahora, el país debe cambiar de esta economía virtual a una real, basada en el frío y duro dinero.” Es que efectivamente, la enorme extensión que tienen las operaciones no monetarias en el cuerpo de la economía es una indicación de la ausencia de un mercado capitalista desarrollado. Y la existencia de un mercado se hace necesaria para la transformación del dinero en capital y por lo tanto para la producción y la apropiación de plusvalía. Es que el dinero, una de cuyas funciones es actuar como medida del valor y patrón de los precios, expresa el valor de cada mercancía. Esta función es completamente vulnerada en el caso ruso, de la siguiente manera: “El trueque podría también masivamente distorsionar el valor de la industria rusa. La mayoría de las compañías aceptan más de la mitad de sus ventas en productos de trueque. Estas ventas son contabilizadas como inventarios, adelantos de trabajo, etc. Las ganancias son casi imposibles de medir, desde que el valor de un tractor en esta forma de pago es completamente arbitrario. Los libros de contabilidad de las corporaciones no tienen casi nada que ver con la realidad.”

1 Bussines Week, 13-4-98
2 También muchas compañías prósperas utilizan el trueque como la vía más común de evadir los onerosos impuestos rusos

 

 AVANCE CASI INEXISTENTE EN EL CAMPO

Donde las reformas de mercado menos han avanzado, es en el campo ruso. Del conjunto de la tierra sólo el 8% se encuentra hoy en manos privadas, dando cuenta del 40% del producto agrícola. A pesar de este avance, contra todas las previsiones, la granja colectiva permanece como la unidad básica del campo ruso. En los primeros días de la Federación Rusa en 1992, el total de las 26.000 granjas colectivas del país tuvieron que decidir sobre el futuro de sus campos. El diario Russia Today da cuenta del resultado: “En 1992, casi 7.000 granjas optaron por permanecer como granjas colectivas propiedad del Estado al igual que antes. Otras 9.000 se registraron como compañías pero esto no significó que ellos alteraran su práctica demasiado- a pesar de que en teoría era posible para un trabajador de algunas de estas granjas de comprar su parte y operar como si fuera una granja independiente.”

La base de tal comportamiento está en que el avance del mercado ha hundido a los campesinos que han intentado aventurarse en el camino de pequeños propietarios. Como refleja el diario “El País” adentrado en los que el mismo corresponsal llama “la Rusia profunda”, en Beklenitsi está el koljos Mayak (el koljos es una granja colectiva propiedad de la comunidad rural que trabaja en ella). La explotación agrícola aún conserva su dominación soviética, pese a que sus 81 integrantes son libres de establecerse por su cuenta. Pocos piensan aquí en convertirse en granjeros independientes, después de haber visto como sucumbían otros por falta de capital.

 

EL ROL DEL ESTADO RESTAURACIONISTA

Como hemos mostrado en el caso de Potanin, el Estado es el principal medio por el cual se obtiene la propiedad, mediante las conexiones y el entrelazamiento entre los nuevos capitalistas y el aparato estatal.

Un caso patético de este entrelazamiento, es el de Gazprom, la más grande compañía de gas en el mundo. Los periódicos y el mismo Yeltsin han cuestionado públicamente si la empresa es propiedad estatal o privada, a pesar del hecho de que el Estado supuestamente posee un número significativo de acciones que bloquearía cualquier toma de decisión, cuya capitalización de mercado excede al conjunto de las otras empresas rusas que cotizan en la Bolsa, tomadas de conjunto. Lo paradójico del caso es que Yeltsin le había planteado al ex Primer Ministro Chernomyrdin, ex director y actual protector de Gazprom, que se presionara a sí mismo para que pague los millones en impuestos que dicha empresa debe al Estado. Tan fuerte es la influencia de esta empresa que el diario Le Monde en un suplemento del año 1997, llamó a la misma “un Estado dentro del Estado”. Lo mismo puede ser dicho de las otras 83 grandes compañías, incluyendo los monopolios de propiedad estatal como la empresa generadora y distribuidora de propiedad UES, los cuales tienen protectores del más alto nivel, y que se niegan, igual que Gazprom, a pagar sus obligaciones impositivas. Las evasiones impositivas de las principales empresas rusas dan cuenta de un 40% del déficit total del Estado ruso1.

Este ejemplo nos lleva a uno de los principales problemas que afronta la restauración: al mismo tiempo que los nuevos ricos necesitan del Estado para apropiarse y conservar la propiedad y sus negocios, las disputas entre los mismos y el intento de utilizar al Estado en su interés particular se convierte en la principal fuente que socava al Estado ruso como instrumento del conjunto de los intereses de la burocracia restauracionista y de los mismos ricos para consumar el proceso de restauración. El mismo The Economist refleja esto cuando plantea que, “es en el interés de la elite que Rusia tenga un gobierno competente. Pero ellos también quieren un gobierno lo suficientemente débil para que responda a sus intereses.”2

Esto ha llevado a un personero que conoce bien de cerca al poder ruso actual, como es el general Korzhakov, que pasó de ser jefe de la guardia personal de Yeltsin, comandante de la guardia presidencial, y luego una de las eminencias grises del Kremlin, hasta su despido en una de las tantas re-estructuraciones de gabinete tan usuales en Yeltsin, a decir que “no hay poder en Rusia, sólo hay peleas por el poder.” Esta debilidad del poder estatal ruso es comentada usualmente por la prensa internacional, junto a la debilidad de Yeltsin afectado por varias operaciones en los últimos años, describiendo al mismo con frases como la siguiente: “Una cabeza de Estado sin un Estado. El puede dictar un edicto detrás de otro -y no duda en hacerlo- pero la mayoría permanece sin ejecución porque no hay una administración digna de tal nombre para llevarla adelante.”3 Esta misma debilidad y fragilidad de las instituciones rusas se refleja en la enorme preocupación de la burguesía mundial en el estado de salud de Yeltsin, en otras palabras, que el avance de la restauración dependa de una figura cada vez más desgastada.

Esta debilidad del Estado es causa y efecto del carácter inestable de la propiedad, ya que a diferencia de los países capitalistas en donde la propiedad privada de los medios de producción no depende de los cambios circunstanciales en el poder político, es el principal obstáculo para la consumación de la restauración capitalista. En el caso de un cambio de la situación del movimiento de masas y una generalización de su persistente pero fragmentaria resistencia, la debilidad estatal es un enorme handicap para el movimiento de masas. Aunque no se puede comparar la debilidad del Estado albanés con el estado ruso, la insurrección albanesa demostró que cuando las masas se pusieron en movimiento, el Estado restauracionista estaba sostenido en el aire.

1 Esta imbricación del Estado y los nuevos grupos de poder, también puede verse en el caso de la mafia, como muestra el ejemplo de Kvantrishvili. Según el diario El País, del 3/11/97: “Fue tal vez el ejemplo más claro de lo tenue que es la línea de separación entre el mundo legal y el criminal... Kvantrishvili invirtió en hoteles y casinos, exportó petróleo y montó junto a un hermano (asesinado en 1993) el grupo Siglo XXI, que participaba en más de 100 sociedades. Incluso fundó una organización política, el Partido Deportista de Rusia. Pero todo terminó cuando un tirador de élite le metió tres balas en el cuerpo. A su entierro asistieron el presidente del grupo Most, Vladimir Gusinski, y el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov. Después de todo, el propio Yeltsin le había condecorado dos veces”.
2 The Economist, 4/4/98
3 Le Monde, Marzo 1997.

 

LAS VIEJAS RELACIONES DE PRODUCCION ¿AUN VIVEN EN LA CONCIENCIA DE LAS MASAS?

Trotsky en La Revolución Traicionada planteaba que “la revolución social, traicionada por el partido gobernante, vive aún en las relaciones de propiedad y en la conciencia de los trabajadores.” Es indudable que 60 años de contra-revolución stalinista, han significado un retroceso significativo en la conciencia de clase revolucionaria que emergió tras la Revolución de Octubre. Como planteaba el revolucionario ruso C. Rakovsky en los ‘30, la existencia de la degeneración burocrática iba creando más y más una conciencia hostil al socialismo. Sin embargo esto no significa que las masas acepten pasivamente la introducción de medidas capitalistas, como ha pretendido vender la propaganda imperialista. Las relaciones sociales de producción del Estado Obrero degenerado han sido un reservorio de una conciencia, que si bien aún no se manifiesta como conciencia de clase revolucionaria, es un obstáculo al avance de la restauración capitalista.

Esto se manifiesta en esencia en las grandes empresas industriales. El mantenimiento del rol social de gran parte de las empresas privatizadas demuestra que las raíces de la propiedad colectiva de los medios de producción no ha sido aún extirpada y que la clase obrera se aferra en su resistencia sobre cada fragmento de lo que aún queda de la misma. No olvidemos el rol social que jugaban las empresas en el caso de la ex URSS. Jacques Sapir lo describe bien en “El caos ruso”: “Hay que recordar que estamos en presencia de una estructura industrial donde dominan las grandes, las muy grandes fábricas, que aproximadamente cuentan entre tres y cinco veces más empleados que en Europa Occidental. Las empresas no solamente son un lugar de producción, constituyen sistemas sociales relativamente integrados, ya sea a través de almacenes internos a la fábrica, las redes de dispensarios, escuelas, jardines de niños y campos de vacaciones, en fin, a través de la propiedad de buena parte de las viviendas de los trabajadores. Además con frecuencia estas empresas cuando están situadas en las aglomeraciones de talla media, aseguran directamente una parte de las tareas del servicio público (el reparto de agua, mantenimiento de las carreteras y ferrocarriles).”

La liquidación de la planificación económica a partir de 1991, ha provocado un gran aumento de la desocupación. Sin embargo, los niveles de la misma no son proporcionales al hundimiento de la producción. Esto se manifiesta en que una amplia fracción de trabajadores no trabaja o solamente trabaja apenas una fracción de tiempo sin estar formalmente despedido. La revista de los parásitos de la City de Londres y sostenedor de Yeltsin, se ve obligada a admitir que “el no pago de los salarios es tolerado más fácilmente porque mantiene bajo el desempleo. Si cada uno que trabajó debería cobrar en efectivo, el desempleo se habría clavado muy por encima de la actual tasa del 9,3%.”1 La razón de tal misterio reside en que, si bien los trabajadores no reciben su salario, o sólo una parte de él, continúan beneficiándose de la protección social ligada a la empresa. El cuadro del Banco Mundial de la página anterior demuestra que a mediados de 1994, cerca del 60% de las firmas proveían cuatro o más beneficios al final de este período y lo que es más revelador aún, es que en las provisiones de salud y de guardería, las mismas son provistas en dos tercios por las firmas industriales.

Como hemos planteado más arriba, las privatizaciones han logrado un importante cambio jurídico en la propiedad de las empresas, pero no han logrado resolver esta cuestión esencial para el establecimiento de un régimen de producción capitalista. Como plantean varios autores en el libro, “What about de workers? Worker and the transition to capitalism in Russia”2, en su capítulo 9, tal vez, la única institución de la era soviética, que ha sobrevivido al colapso de la URSS virtualmente inalterada es la empresa industrial de tipo soviético. Los mismos correctamente caracterizan a “las empresas soviéticas no sólo como una unidad de producción ... sino como la base de la existencia social del trabajador soviético”; y señalando que la liberalización de precios, las privatizaciones, no son sinónimos del establecimiento del capitalismo en Rusia, sino que ha dejado intacta a las empresas en sí mismas y a su colectivo laboral.

Es este obstáculo el que señalan los representantes del capital financiero internacional, como la Dirección de Estudios Económicos y Financieros del banco francés Paribas, que sostenían que la importancia de las privatizaciones estaba reducida por el “rechazo, por razones sociológicas y culturales a separar, en el seno de las empresas, las funciones de producción y de cobertura social.” Contra estas “razones sociológicas y culturales”, el aferrarse a los despojos de la nacionalización de la economía, es que la burocracia restauracionista emplea el arma del no pago de salarios que en el caso ruso ha alcanzado cifras millonarias y que es la fuente más importante de conflictos obreros en la Rusia actual.

1 The Economist, 15-3-97
2 Simon Clarke, Peter Fairbrother, Michael Burawoy y Pavel Krotov, “What about de workers? Worker and the transition to capitalism in Russia”, Ed. Verso, Londres, 1994.

 

CONCLUSION

Intentaremos responder a las preguntas iniciales formuladas por Trotsky, con que comenzamos el anterior trabajo, de: ¿Cuál es el origen histórico de la URSS?; ¿qué cambios ha sufrido este estado durante su existencia?; ¿pasaron estos cambios de la etapa cuantitativa a la cualitativa, es decir, crearon una dominación históricamente necesaria por parte de una nueva clase explotadora?

La ex URSS era un Estado Obrero degenerado, en donde la burocracia había expropiado el poder político de las masas pero manteniendo las bases sociales de la economía nacionalizada. Como definió Trotsky, “un régimen transitorio entre el socialismo y el capitalismo”.

La asunción de un gobierno burgués o de la burocracia restauracionista desde 1991 ha significado un salto de cantidad en calidad. La liquidación del monopolio del comercio exterior y de la planificación económica, han transformado en prácticamente irreconocibles las bases sociales del ex Estado Obrero degenerado.

¿Significa esto que la restauración se ha consumado? Todavía no. La contrarrevolución social que está en curso, aún no ha podido darle un carácter estable a la propiedad, crear un verdadero mercado libre de trabajo y transformar el mercado en el regulador de los negocios de la burguesía. A falta de una mejor definición hemos denominado el carácter social de la Rusia actual, como un Estado Obrero degenerado en descomposición. Esta definición no es muy “elegante” pero la misma da cuenta de las características del proceso aún abierto en Rusia:

1) Ha habido un salto de cantidad en calidad. Como decía Trotsky, el socialismo, a diferencia del capitalismo y su automatismo económico, se construye concientemente o con un poder que se ve obligado. Este era el caso de la burocracia thermidoriana, ya que al extraer su fuente de privilegios de la parasitación del Estado obrero, de la economía nacionalizada, defendía a su manera, es decir, creando las condiciones para su posterior hundimiento, la planificación económica y el monopolio del comercio exterior. El pase a la restauración de la burocracia, y la constitución de un gobierno burgués con la asunción de Yeltsin que ha liquidado el monopolio del comercio exterior y la planificación económica, ha significado que las bases económicas y sociales del Estado Obrero degenerado son prácticamente irreconocibles;

2) Sin embargo, el avance de la restauración, lejos de un salto en el desarrollo economico sobre bases capitalistas, ha significado una enorme destruccion de fuerzas productivas. Como preveía Trotsky, el pase a la restauración significa un “hundimiento catastrófico de la economía y la cultura”;

3) Esto prueba que lo que está en descomposición no es un país imperialista ni un estado semicolonial, sino que la genésis de este proceso es la descomposición de embrionarias formas superiores de organización social como las que contenía el Estado Obrero degenerado, como lo demuestra el hecho de que millones de obreros que no reciben sus salarios sigan aferrados a sus puestos de trabajo defendiendo los fragmentos que quedan de las conquistas de la antigua economía nacionalizada en donde no existía la desocupación, o la existencia de un ejército industrial de reserva presente en todas las etapas de desarrollo del modo capitalista de producción;

4) Lejos de una nueva y necesaria “acumulacion originaria capitalista” asistimos a un proceso de saqueo que impide más que facilita el normal desarrollo de la ley del valor. La diferencia está, con este proceso histórico, en que entonces se trataba de una época de ascenso del capitalismo, basado en el desarrollo de las fuerzas productivas, y donde aún había un mundo por conquistar, y ahora nos encontramos en una fase de decadencia de las fuerzas productivas en donde la propiedad privada de los medios de producción y las fronteras nacionales se constituyen en un obstáculo para las mismas;

5) Los cambios jurídicos en la propiedad en la actual Rusia, han liquidado la propiedad nacionalizada en la economía. Sin embargo, el avance jurídico, con toda la importancia que el mismo tiene, no significa todavía, por lo que hemos explicado más arriba, una consolidación de nuevas relaciones de producción. La propiedad privada, aún no se ha asentado, como demuestra el hecho de que lo esencial para el mantenimiento de la misma son las conexiones con el estado y las prácticas mafiosas y criminales que caracterizan a la mayoría de las elites de estos países en especial en Rusia. Y si las clases dominantes sólo han logrado mantener su dominio a largo plazo solo sobre las bases de la propiedad, por lo tanto el futuro de las elites de estos países es más que incierto;

6) Esto es así, por la imposibilidad material para la burocracia restauracionista y los nuevos ricos de consumar la restauración capitalista, ya que el principal soporte de los mismos, el imperialismo mundial, atraviesa una crisis de dominio que es causa y efecto de la crisis de la economía imperialista mundial;

7) A su vez, que el objetivo estratégico del imperialismo es convertir estos Estados en semicolonias, es decir, la penetración del capital monopolista imperialista sobre el conjunto de la economía, liquidando todo posible competidor nativo y arrastrando a la economía de estos países a una catástrofe económica y social sin precedentes;

8) Esto requiere un zarpazo aún mayor sobre las conquistas que aún quedan del movimiento de masas lo cual implica liquidar la resistencia de las mismas como son testigo las contínuas marchas y huelgas del proletariado ruso exigiendo el pago de salarios. Estas luchas y el hecho de que la clase obrera se aferre en su resistencia sobre cada fragmento de lo que aún queda de la propiedad nacionalizada, como es el rol social de gran parte de las empresas privatizadas, demuestra que ésta aún vive, aunque en forma ultra distorsionada, en la conciencia de las masas;

9) La crisis imperialista mundial es causa y a su vez potencia la contra-ofensiva de las masas a nivel mundial a la que asistimos desde fines de 1995;

10) La contraofensiva de masas en numerosos países alienta y sostiene la resistencia de las masas rusas que, justamente por no oponérsele un Estado fuerte en frente, y liberados del corset stalinista, se puede transformar rápidamente en insurrección, tal como sucedió en Albania. Que violentos episodios de la lucha de clases son los que terminarán de definir si el proceso de restauración es “irreversible” o no. Que no hay restauración pacifica posible;

11) Los cambios en calidad que significa la formación de un Estado obrero en descomposición implica un cambio en las tareas y, por lo tanto, en el programa, avanzando hacia un programa de revolución política y social, como desarrollamos escuetamente en el artículo anterior. Asimismo, implica la liquidación de la vieja política del defensismo revolucionario de la ex URSS, al menos en el sentido clásico, ya que la misma estaba ligada a la defensa de las relaciones de producción heredadas de la revolución de Octubre.