Tras ratificar el despido de 67 trabajadores, la empresa Gestamp agradeció a la presidenta, a Daniel Scioli y al SMATA por defender la “paz social”. La multinacional tampoco ahorró elogios para las fuerzas de seguridad que, a su pedido, ocuparon la planta.
No es para menos. La insólita resolución del Ministerio de Trabajo bonaerense, revocando ilegalmente su propia conciliación obligatoria que dictaminaba la reincorporación de los despedidos, muestra el servilismo del gobernador al gobierno nacional, a la empresa española y a la burocracia del SMATA.
La firma de una conciliación favorable a los trabajadores mostró que la lucha de clases puede abrir brechas entre los de “arriba”, en este caso por la necesidad de Scioli de evitarse una represión mayúscula en su territorio que afectara su carrera presidencial. Pero Scioli acabó cediendo a la campaña lanzada por la presidenta, el SMATA y la empresa.
Era una cuestión de Estado. Cristina le había exigido al gobernador por cadena nacional que “solucione” el conflicto, atacó a los luchadores despedidos y macarteó a la izquierda diciendo que se acabaron los tiempos de la “toma del palacio de invierno”. La ministra de Industria Débora Giorgi fue la vocera más fanática a favor de la empresa. Junto al Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, definieron a esa conciliación como una salida “facilista”, habilitando a la multinacional a que no la acate. Ricardo Pignanelli, dirigente del SMATA, copó la escena con un discurso fascista convocando a sus afiliados a marchar contra los despedidos. En medio de la crisis automotriz y cuando crecen los recortes de horas de trabajo y de salarios Pignanelli es un abanderado de las multinacionales. No tomó una sola medida contra las miles de suspensiones pero sí se postula como fuerza de choque paraestatal contra los que luchan por su fuente de trabajo. No podía esperarse otra cosa, hizo “escuela” en los ‘70 junto a su predecesor, José Rodríguez, el que entregó a la combativa comisión interna de la Mercedes Benz a los grupos de tareas de la dictadura.
Reacciones de fin de ciclo
Después de la brutal devaluación de enero, de tarifazos varios y topes a los aumentos salariales el presidente de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, salió a pedir todavía más ajuste. Las multinacionales también alzaron la voz pidiendo “acción” para que el gobierno evite “casos” como el de Gestamp y denunciaron la presencia de la izquierda en las fábricas.
Cristina actuó como la mejor alumna de las empresas. Ante los primeros atisbos de la crisis, pactó pagarle al Club de París; y frente a la caída de la producción automotriz, su discurso contra las “corporaciones” terminó en el basurero de la historia. Ahora en EE.UU. prepara otra entrega a los “fondos buitres”. Y en esto acuerdan todos los partidos patronales, desde Macri al Frente Amplio Unen de radicales y “socialistas”.
Mientras tanto los burócratas oficialistas de los sindicatos industriales (y también algunos dirigentes amigos de Massa) se reunirán el 5 de junio para, como plantea el sindicalista petrolero y diputado por el Frente Renovador, Alberto Roberti, debatir sobre la “altísima infiltración de la política de izquierda” en los lugares de trabajo. El mismo lenguaje que usaban los militares y la Triple A.
Se ha conformado un frente reaccionario contra los luchadores y la izquierda. El fin de ciclo kirchnerista encuentra al gobierno “progresista” abrazado a empresarios que piden “orden” y a burócratas sindicales carneros y patoteros. Para pasar el ajuste Cristina se une a dirigentes que nada tienen que envidiar a los que ayer mataron a Mariano Ferreyra. No tienen vergüenza. En la interpelación al Jefe de Gabinete del miércoles 4 en el Congreso el diputado del PTS en el FIT, Nicolás del Caño acusó duramente a Capitanich por “defender a las corporaciones en contra de derechos de los trabajadores”. La reacción “democrática” de Diana Conti, que presidía la sesión, fue ni más ni menos que cortarle el micrófono.
Pero difícilmente este frente antiobrero entre el gobierno, las patronales y la burocracia oficialista pueda quebrar las luchas contra el ajuste. Los conflictos crecen pese a la tregua de las CGT opositoras de Moyano y Barrionuevo. Reprimir brutalmente con la policía y la Gendarmería o dar rienda suelta al accionar de las patotas es un alto costo político a pagar para cualquiera que lo intente. La clase obrera viene de una gran demostración de fuerzas con el paro del 10A, las huelgas docentes y el paro de la UOM de Córdoba. Y más allá del macartismo común a toda la burocracia sindical ésta no está unida. Los oficialistas vienen de ser desautorizados por decenas de miles de trabajadores que pararon contra sus directivas. Las patronales, si quieren atacar, deben saber que habrá resistencia y estar dispuestas a enfrentar luchas que se transformarán en emblemas a nivel nacional.
La pelea de los despedidos de Gestamp fue seguida con atención por miles de trabajadores de la Zona Norte del Gran Buenos Aires y centenares se acercaron a brindar su solidaridad y a participar de los piquetes. El apoyo creció en universidades, en los organismos de derechos humanos independientes del gobierno y la lucha de los “9 de la grúa” fue vista con simpatía por toda la clase obrera. Las fuerzas que integramos el Encuentro Sindical Combativo de Atlanta jugamos un papel fundamental. Los Encuentros regionales como los que se reunieron en la Zona Norte y Oeste del Gran Buenos Aires y en la Capital con decenas de comisiones internas, delegados y cientos de activistas dispuestos a coordinarse para apoyar a los trabajadores ante los ataques patronales cumplieron su objetivo. Eso explica la saña contra los combativos y la izquierda. Estamos demostrando que la unidad de las fuerzas antiburocráticas y clasistas es un factor esencial para dinamizar la lucha de clases.
Hay que seguir apoyando la lucha de los compañeros de Gestamp, que se mantuvieron en pie tras el golpe de los “soldados de las multinacionales” y convocan a nuevas acciones para pelear por su reincorporación. Lo mismo con los trabajadores de Calsa, Aceros Zapla, Shell, metalúrgicos de Córdoba, Cerámica Neuquén, los docentes universitarios de Tucumán y San Juan y todos los que pelean a lo largo y ancho del país. Repudiamos y nos solidarizamos con los trabajadores, campesinos y movimientos sociales chaqueños que este miércoles 4 fueron reprimidos por la policía en Resistencia cuando salieron a las calles en reclamo de salarios y asistencia social.
Conclusiones para avanzar
La clase obrera aprende con cada experiencia de lucha. Hay que extraer las conclusiones del golpe recibido en Gestamp para comprender quiénes son nuestros amigos y quiénes nuestros enemigos, de qué lado están los gobiernos, los ministerios, la Justicia, las policías y la gendarmería. Hay que prepararse para luchas duras que comprometan a toda la base de las fábricas, tejiendo desde ahora una amplia red solidaria de defensa, apelando a los estudiantes, a los organismos de DD.HH. y a la izquierda para defenderse de la represión y las patotas. Y frente a luchas que involucran a gremios enteros, como la paritaria de la Alimentación, impulsar asambleas por fábrica para votar los reclamos e imponer la continuidad de las medidas de fuerza hasta conseguir las reivindicaciones.
Las fuerzas del FIT estamos en primera fila en apoyo a los que luchan. El PTS plantea que hay que profundizar el camino iniciado en el Encuentro de Atlanta y convocar a un nuevo Encuentro Nacional masivo unitario, en un gran estadio como el Luna Park, donde participe lo más destacado del activismo de todo el país. Allí deberán reunirse, todas las corrientes que se reclaman combativas, como PO que, hasta el momento, continúa negándose a integrar este tipo de iniciativas. Para pelear por un paro activo nacional de 36 horas con piquetes y movilización desde los lugares de trabajo. Para levantar un programa contra el ajuste, para que la crisis la paguen los capitalistas. Por la absolución a los petroleros de Las Heras y el desprocesamiento de todos los luchadores
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