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Christian Castillo “Todo triunfo parcial, por más importante que sea, debe tomarse como parte de una guerra permanente contra el capital”

28/08/2010

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Compañeras y compañeros: hoy en este acto estamos homenajeando a quien fuera uno de los más grandes dirigentes de la clase obrera mundial. Hace 70 años León Trotsky era asesinado por un sicario enviado por Stalin. Con él se iba una inmensa personalidad revolucionaria, de quien fuera con Lenin el más importante teórico y estratega marxista del siglo XX. El que supo mantener la firmeza cuando otros flaqueaban, y que aún en la situación más hostil, estaba convencido que el futuro comunista era el único destino progresivo al que podía aspirar la humanidad.

Su asesinato fue un punto culminante de una política de persecución, terror y muerte que la burocracia había lanzado sobre Trotsky y sus seguidores. Esta incluyó no sólo la muerte de sus cuatro hijos y el asesinato de varios de sus más íntimos colaboradores, sino el fusilamiento en masa de sus compañeros de lucha que heroicamente resistían al stalinismo en los campos de deportación y las prisiones de la Unión Soviética que se habían transformado en la escuela de una nueva generación revolucionaria que sólo pudo ser reducida a partir de una matanza generalizada.

La muerte de Trotsky no fue un acto irracional, fue un frío cálculo político, basado en la previsión que la segunda guerra engendraría nuevamente la revolución, tal como había ocurrido en la guerra anterior con la revolución rusa. Y que en esa perspectiva, Trotsky, que encarnaba la experiencia viva de la revolución de octubre, seguía siendo de temer. No casualmente, poco tiempo antes de su muerte, el embajador francés Coulondre en una entrevista con Hitler le planteaba que el beneficiario de la guerra iba a ser Trotsky, usando su nombre como sinónimo de la revolución. De ahí el ensañamiento de Stalin en terminar con su vida, ya que nuevos triunfos revolucionarios podían no sólo cuestionar la dominación imperialista sino el dominio de la propia burocracia.

Compañeras y compañeros, en estos días, muchos artículos y hasta programas especiales de televisión han destacado que la biografía revolucionaria de Trotsky no tiene igual. Su biógrafo Isaac Deutscher decía con razón que:

“Tan copiosa y espléndida fue la carrera de Trotsky, que cualquier parte o fracción de ella habría bastado para llenar la vida de una personalidad histórica sobresaliente”.

Para 1917 ya había pasado por dos exilios luego de fugarse de las cárceles y campos de deportación del zarismo. Había sido presidente del soviet de Petrogrado en la revolución de 1905, agitador contra la guerra imperialista y uno de los teóricos marxistas más brillantes de la época, previendo doce años antes qué dinámica iba a tener la revolución rusa.

Si Trotsky hubiese muerto a comienzos de los años 20 del siglo pasado, más o menos en el momento en que murió Lenin, habría sido recordado como uno de los dos grandes líderes de la revolución de octubre, como el fundador del Ejército Rojo y su caudillo en la guerra civil, y como el mentor de la Tercera Internacional, que antes de su burocratización, en sus cuatro primeros congresos, constituyó el escalón más alto que encontró la construcción de un estado mayor de la clase obrera internacional.

Y luego de todo esto, comienza su lucha contra el stalinismo, primero dentro de la Unión Soviética y luego en el exilio, la batalla en la que Trotsky se consideraba cada vez más indispensable a medida que iba siendo eliminada toda la generación que había dirigido la revolución de octubre. La disputa contra el stalinismo va mucho más allá del tiempo en que fue planteada, concentró los grandes problemas estratégicos que enfrentaba y enfrenta la clase obrera mundial.

Porque esta lucha fue en primer lugar por mantener vivas las conquistas programáticas y estratégicas que en aquel entonces ya llevaban más de 100 años de historia del movimiento obrero, conquistas que el stalinismo buscaba liquidar, y que se habían enriquecido con las batallas dadas por la Oposición de Izquierda tanto al interior de la Unión Soviética como en el terreno internacional, como la política del frente único obrero para enfrentar al nazismo y la defensa de la independencia de clase frente al frente popular.

Lo justo de esta pelea no ha hecho más que agrandarse con el paso del tiempo, después de la multitud de derrotas que el stalinismo ha provocado a los trabajadores de todo el mundo.

Mientras que la gran mayoría de todos los que en aquel entonces se decían progresistas justificaban a Stalin, e incluso los juicios de Moscú, la voz de Trotsky se alzaba para decir que si una revolución política liderada por la clase obrera no terminaba con el poder de la burocracia, ella misma era la que iba a encabezar la restauración capitalista.

¿Y qué otra cosa es lo que vimos suceder en la ex Unión Soviética, donde los viejos dirigentes del Partido Comunista se transformaron en los jerarcas que se quedaron con las empresas privatizadas y restauraron el capitalismo? ¿O en China, donde manteniéndose en el poder el Partido Comunista restauró el capitalismo y transformó al país más poblado de la tierra en el pulmón del capitalismo mundial en las últimas dos décadas? O en Yugoslavia y en los países de Europa Oriental, donde el capitalismo fue expropiado después de la segunda guerra mundial y donde se habían implantado regímenes burocráticos calcados del stalinismo y donde también el capitalismo fue restaurado después de 1989.

Trotsky, lejos de hacer el juego a los capitalistas, como decían los amigos de la burocracia, jamás dejó de considerar que la Unión Soviética era una conquista de la clase obrera que había que defender no sólo contra los intentos de la burguesía mundial sino contra la política de la propia burocracia. Decía con claridad que la única manera de preservar las bases económicas conquistadas con la revolución era barrer con la burocracia e implantar un régimen basado en la democracia de los trabajadores, que permitiera transformar a estos estados en trincheras de la revolución socialista internacional. Un programa que en parte fue recogido por quienes se levantaron contra la burocracia en Berlín en 1953, en la revolución de los consejos obreros en Hungría en 1956, en Checoslovaquia en 1968 o en Polonia en 1970 y 1980, levantamientos que fueron aplastados en sangre por la burocracia, que una y otra vez ensució las banderas del marxismo y del socialismo.

¡Cómo se ha aprovechado el imperialismo mundial identificando el comunismo con el stalinismo, el gobierno de los trabajadores con el despotismo de la burocracia!

Y esta cuestión, compañeros, sigue siendo actual como lo vemos en el caso de Cuba, amenazada por la restauración capitalista no sólo por la criminal agresión del imperialismo con su bloqueo sino por la propia acción de la burocracia gobernante que se prepara a seguir el camino de sus amigos de China, Vietnam o la Unión Soviética.

Por eso en este acto queremos decir: ¡Abajo el bloqueo imperialista a Cuba! ¡Fuera yanquis de Guantánamo! ¡Defendamos las conquistas de la revolución cubana! ¡Abajo las medidas procapitalistas y los privilegios de la burocracia gobernante! ¡Por el triunfo de la revolución política para que Cuba se convierta en base del impulso a la revolución socialista en toda América Latina!

Pero camaradas, Trotsky no era solamente un anti stalinista, sino que para él la lucha contra la burocracia era parte inseparable de la pelea por que la clase obrera derroque a la burguesía en todos los países y por terminar con la dominación del imperialismo a nivel mundial. Por eso en este acto, también queremos gritar ¡Fuera el imperialismo de Medio Oriente! ¡Fuera de Irak! ¡Fuera de Afganistán!

Trotsky enfrentó el planteo de los partidos comunistas y de los nacionalistas burgueses que decían que en los países capitalistas atrasados, en las colonias y semicolonias, la clase obrera no tenía que luchar por el poder, sino subordinarse políticamente a las burguesías nacionales. Una política que tuvo consecuencias nefastas para una multitud de procesos revolucionarios, donde a pesar de que se produjeron levantamientos de la envergadura de la revolución boliviana de 1952 o el ascenso revolucionario en Chile, Bolivia y Argentina en los ’70, la clase obrera no pudo hacerse del poder. Y es algo que se vuelve a plantear en la actualidad de América Latina, cuando somos los trotskistas los que sostenemos que la liberación de la dominación y la opresión imperialista no vendrá de la mano de las burguesías locales, que una y mil veces han mostrado ser socias menores del imperialismo, sino que es una tarea que sólo puede ser realizada por la clase obrera encabezando al campesinado y a todos los sectores explotados.

Y también entonces queremos gritar:

¡Viva la independencia política de la clase obrera!

Y si Trotsky, compañeros, fue el primero que dijo con claridad que la clase obrera de los países atrasados no tenía que esperar pasivamente el triunfo de la revolución en los principales países capitalistas, fue también quien enfrentó el planteo de que era posible construir el socialismo en un solo país, como sostenía la burocracia stalinista. La construcción del socialismo, la sociedad por la que luchamos, la sociedad donde terminemos para siempre con toda explotación y opresión, sólo puede consumarse cuando la clase obrera disponga de los principales recursos de la economía mundial, cuando los mismos medios que hoy son empleados para enriquecer a unos pocos monopolios sean puestos al servicio de satisfacer las necesidades de las masas explotadas de todo el mundo, acabando con el hambre, la miseria, las guerras, y todos los flagelos que día a día produce el capitalismo.

Esta es la base de nuestro internacionalismo, ya planteado por Marx en el Manifiesto Comunista. El carácter mundial del sistema capitalista que enfrentamos plantea a la clase obrera la necesidad de su organización política no sólo a escala nacional, para luchar por el poder en cada país, sino internacionalmente, para enterrar para siempre al imperialismo, recurriendo a la lucha común de los trabajadores de todos los países.

Por eso hoy nuestra lucha por construir en Argentina un gran partido revolucionario, que acabe con la burguesía que hizo el golpe genocida y que hoy sigue teniendo el poder económico y político, la clase a la cual responden tanto los Kirchner como sus opositores patronales, es parte del combate por reconstruir la Cuarta Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Social, a cuya construcción dedicó Trotsky los últimos años de su vida.

También en este acto vamos a volver a gritar bien fuerte:

¡Viva la lucha por la reconstrucción de la Cuarta Internacional! Camaradas:

Al contrario de lo que Trotsky había previsto, el stalinismo salió reforzado de la segunda guerra mundial. Pero Stalin pactó con las potencias vencedoras el reparto del mundo en zonas de influencia y los partidos comunistas, como el italiano, el francés o el griego, fueron centrales para evitar que la revolución social triunfase en Europa occidental ante el hundimiento del nazismo. Esto le permitió al imperialismo estabilizar la situación del capitalismo en los principales países imperialistas, aunque no pudo evitar que en la posguerra se desarrollen numerosos procesos revolucionarios en los países coloniales y semicoloniales, guerras de liberación y hasta revoluciones triunfantes que llevaron a la expropiación de los capitalistas, en países como Yugoslavia, China, Corea del Norte, Cuba o Vietnam.

Pero estas revoluciones no tuvieron al proletariado como sujeto central y los partidos que las encabezaron, cuando llegaron al poder, establecieron regímenes de partidos únicos copiados del stalinismo de Moscú, enemigos de la democracia obrera y del internacionalismo.

Estas victorias crearon un sentido común que dominó el mundo de posguerra, al cual también se adaptaron muchos compañeros que se reivindicaban trotskistas, que consideraba que el mundo avanzaba paso a paso hacia el socialismo. Una creencia que dejaba de lado la contradicción que significaba para la clase obrera que los triunfos obtenidos habían a su vez fortalecido a direcciones burocráticas y nacionalistas, opuestas a la estrategia de luchar por la revolución socialista internacional. El precio de esta ilusión fue muy alto. Estas mismas direcciones stalinistas, socialdemócratas y nacionalistas burguesas prepararon las derrotas de los años posteriores, de las que hablaba Raúl Godoy en su discurso. Los treinta años de retroceso que venimos sufriendo desde el comienzo de ofensiva neoliberal cuando estos dirigentes se entregaron con armas y bagages a la ofensiva capitalista. Y esta es una conclusión central que hemos discutido en la Conferencia Internacional que acabamos de finalizar: la clase trabajadora, sobre todo sus sectores más conscientes y combativos, necesitan una clara estrategia que considere que todo triunfo parcial, por más importante que sea como fueron las revoluciones que expropiaron a los capitalistas, debe considerarse como parte de una guerra permanente que la clase obrera debe desarrollar para terminar con la explotación capitalista imperialista.

Los capitalistas siempre pretenderán arrebatarnos las conquistas que obtengamos. Por eso necesitamos de un programa y una estrategia internacionalista para terminar con ellos, y por eso luchamos por construir partidos revolucionarios de la vanguardia obrera, estudiantil y juvenil y por reconstruir la Internacional fundada por Trotsky.

Hace tres años que la emergencia de la crisis capitalista más profunda desde los años ’30 ha mostrado los límites de esas victorias del capital. Los principales estados imperialistas están fuertemente endeudados y crecen las advertencias sobre que lo peor de la crisis está por llegar. Aunque en algunas regiones del mundo, como acá en América Latina, la economía se recuperó luego de un primer sacudón, la situación general es precaria. Cuando son los centros del capitalismo mundial los que están afectados, nadie puede seriamente pensar que puede salir indemne de la crisis.

Es en el marco de este período signado por la crisis capitalista, que el legado de Trotsky recobra más actualidad que nunca. Del stalinismo, compañeros, prácticamente no queda nada en pie. Donde están en el gobierno aplican planes de ajuste iguales a los de los gobiernos conservadores, igual que hacen los socialdemócratas. Por su parte, los gobiernos y movimientos populistas, más allá de la retórica de ocasión, no ofrecen más que parches al sistema. Aunque nos hablen del “socialismo del siglo XXI” como Hugo Chávez ninguno de ellos se plantea abolir el dominio de la propiedad privada y organizar la economía en base a un plan democrático para satisfacer las necesidades de los trabajadores y las masas explotadas. Menos que menos levantan una estrategia para terminar con la dominación del imperialismo a nivel mundial.

Sabemos que este período de crisis capitalista va a multiplicar las convulsiones políticas, económicas y sociales en todo el mundo. Se trata entonces que multipliquemos los esfuerzos para agrupar a la vanguardia obrera y juvenil detrás de un programa, de una estrategia y de una organización revolucionaria. La clase obrera, lejos de haber desaparecido como nos decían en los ’90, se ha reconfigurado y expandido geográficamente, como lo expresan el despertar de la clase obrera china y de otros países de la región. La experiencia histórica nos muestra que la clase obrera no va a dejar pasar sin lucha los nuevos ataques del capital para hacer pagar la crisis a la clase obrera. Pero también nos muestra que si los trabajadores no cuentan con una dirección revolucionaria, con un verdadero estado mayor, la energía de las masas se va a evaporar si los que dirigen son quienes buscan la conciliación con el capital. Y sabemos también que vamos a tener que enfrentar el recurso de a todo su arsenal de métodos contrarrevolucionarios y reaccionarios para que la crisis la pague la clase obrera.

En nuestro país, como plantearon los compañeros que me antecedieron, estamos viendo los primeros pasos de una clase obrera que empieza a levantarse y busca recuperar sus organizaciones. En Kraft, en Zanon, los compañeros que estuvieron del subte, en los tercerizados del ferrocarril y en tantos otros, se está expresando el desarrollo de una corriente clasista que da cuenta de la potencialidad de la clase obrera. Del PTS estamos poniendo todos nuestros esfuerzos y energía en el desarrollo de esta perspectiva, así como en el desarrollo de un movimiento estudiantil militante y pro obrero, como el que expresan nuestros compañeros de En Clave Roja procesados en la justicia por apoyar la lucha de la clase obrera.

Nuestro partido está comprometido, junto con los compañeros hoy han estado aquí presentes en la lucha por reconstruir la Cuarta Internacional. Es un proceso que no se va a dar por el crecimiento evolutivo de nuestra corriente sino a partir que los nuevos contingentes de la vanguardia obrera y juvenil que entren al combate en este período de crisis mundial tomen como propio el programa y la estrategia para llevarlos a la victoria, y esto, estamos seguros, nos llevará a la convergencia con otros sectores que reivindiquen el programa socialista obrero y revolucionario.

Trotsky, compañeros, terminaba su testamento afirmando:

“Fui revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante cuarenta y dos luché bajo las banderas del marxismo. Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud.

Natasha [su compañera] se acerca a la ventana y la abre desde el patio para que entre más aire en mi habitación. Puedo ver la brillante franja de césped verde que se extiende tras el muro, arriba el cielo claro y azul, y el sol brilla en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente”.

Compañeras y compañeros, nuestro mejor homenaje a 70 años de su asesinato es redoblar nuestras energías para que la perspectiva por la que Trotsky luchaba cuando fue asesinado por un sicario de Stalin siga viva y se materialice. Porque estamos convencidos que si el movimiento obrero va a volver a ser alternativa para millones en este siglo va a serlo bajo las banderas del programa del trotskismo.

¡Viva la clase obrera mundial!

¡Viva la lucha por la reconstrucción de la cuarta internacional!

¡Viva el socialismo!

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