La crisis global / La Casa Blanca, bajo fuerte presión
Crece el temor a un default de EE.UU.

A pesar de la alarma en los mercados mundiales, demócratas y republicanos siguen lejos de un acuerdo sobre el límite para la deuda

Lunes 25 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa.

Silvia Pisani
Corresponsal en EE.UU.

WASHINGTON.- Con la mirada puesta en la apertura de los mercados bursátiles, la Casa Blanca y el Capitolio negociaban anoche la forma de dar una señal capaz de evitar que los operadores castiguen la credibilidad financiera de Estados Unidos ante las dificultades para llegar a un acuerdo político que evite la moratoria.

La semana comienza signada por un abismo entre las palabras y los hechos. No había ayer legislador o funcionario del gobierno que no asegurara lo mismo. Esto es, que Estados Unidos "no entrará en moratoria".

Pero los hechos parecen estar todavía muy lejos de las palabras, y mientras el tiempo pasa, el plazo se agota y el agua empieza a subir al cuello. "Serían tan devastadoras las consecuencias de un default que parece mentira que todavía estemos hablando de esto", decían anoche los cronistas de la cadena CBS que, con un calor sofocante, hacían guardia en los jardines de la Casa Blanca.

Los programas políticos de la mañana del domingo se saturaron de operadores y analistas de mercado que intentaban dar un mensaje de calma con la idea de que lo peor aún está lejos. "La catástrofe no empezará el lunes [por hoy]", intentó tranquilizar el ex directivo del Departamento del Tesoro y hoy operador de mercado Mark Down, en diálogo con el reconocido sitio de Internet Político.com.

"Incluso si una de las agencias calificadoras llegara a bajar la nota de credibilidad de la deuda, la situación podría manejarse. El problema serio será si avanzamos en la semana sin ese acuerdo", pronosticó.

Pero lo concreto es que tanto la Casa Blanca como los operadores locales hablan ya de un escenario sin el acuerdo necesario para evitar que el país entre en default.

La frustración salpicaba en pleno rostro al presidente Barack Obama, quien, el viernes, en una nueva intervención pública fuera de agenda, confió en tener "mejores noticias que dar a Wall Street" antes de la reapertura de los mercados hoy. La desesperante situación se produce cuando faltan ocho días para que venza el plazo para que el Capitolio extienda el techo legal para que el gobierno federal pueda endeudarse.

Ese tope, de US$ 14,29 billones, ya se alcanzó hace dos meses, pero el Departamento del Tesoro se las ingenió para seguir funcionando. "A partir del 2 de agosto, se nos acaban los recursos", previno el secretario de la cartera, Timothy Geithner.

En momentos en que buena parte de las finanzas globales están inquietas por el posible default griego, un quebranto en la principal economía del mundo sería "una catástrofe", según señalaron en su momento el propio Geithner y el titular de la Reserva Federal, Ben Bernanke.

La esencia de la crisis se puede resumir en pocas palabras, pero las posiciones se han vuelto tan intransigentes que la simpleza devino en una verdadera madeja en la que cada uno de los sectores políticos -demócratas y republicanos- queda atrapado por la campaña y por las promesas que hicieron a sus votantes.

Los republicanos condicionan un aumento en la capacidad de deuda a un recorte de gastos y del déficit. Obama acepta la idea pero pide que haya, también, un aumento de impuestos para evitar que el recorte afecte planes sociales. Los republicanos se niegan de plano.

Esas son las diferencias ideológicas. Pero se les suma otra competencia: los republicanos, que controlan la Cámara de Representantes y que tienen allí muchos legisladores del Tea Party, dinamitan cualquier plan que insinúe una suba de cargas fiscales. Con eso, minan a sus pares del Senado que han sido un poco más flexibles y pragmáticos en sus posiciones.

"Es improbable que haya default, pero los mercados se preparan por las dudas", decía anoche The Washington Post. La prensa del mundo miraba hacia esta sofocante ciudad, donde el calor y la frustración se imponen.

"Nos encaminamos a días difíciles", admitió el jefe de gabinete de Obama, Bill Daley. El funcionario insistió anoche en que el mandatario "no aceptará" un acuerdo a corto plazo con los republicanos, sino uno "hasta 2013", en alusión al comienzo de un nuevo período de gobierno. Pero el republicano John Boehner habla ya de una solución "en dos etapas" y no quiere saber nada de acuerdos de fondo en esta instancia. "No podemos resolver en una semana las grandes reformas que necesita el acuerdo para elevar el techo de deuda", afirmó.

"Lo que no podemos hacer -porque sería irresponsable- es dejar que la amenaza del default acose por más tiempo a la economía norteamericana", subrayó, en tanto, Geithner.

Todo en medio de reproches con claros tintes proselitistas. "Sé que el presidente está preocupado por las próximas elecciones, pero, Dios mío, ¿no deberíamos estar preocupados por el país?’’, ironizó Boehner.

Hasta anoche, el republicano no había cedido un palmo y parecía tener a la Casa Blanca en sus manos. Puertas afuera, se advierte incredulidad y fastidio en los norteamericanos por el cariz que están tomando las cosas.

LAS POSICIONES ENCONTRADAS
John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes
Por una reducción de gastos
El líder republicano propone subir el tope de la deuda en dos fases, lo que forzaría un nuevo debate en 2012, en plena campaña. Propone un amplio recorte de gastos y un plan de 800.000 millones de dólares en nuevos ingresos fiscales.

Barack Obama, presidente de Estados Unidos
Sí al alza de impuestos a los más ricos
El presidente presiona por un gran paquete de reducción del déficit por 4 billones de dólares que englobaría recortes de gasto, alzas tributarias para los más ricos y una reforma de los planes sociales para pobres y jubilados.