Yemen
De la movilización popular a las puertas de la guerra civil
09/06/2011
El pasado 3 de junio una explosión en el complejo presidencial parece haber puesto fin a los 33 años de gobierno del presidente Abdullah Saleh, quien resultó herido y fue trasladado a Arabia Saudita junto con altos miembros de su gobierno y su círculo familiar.
El ataque fue atribuido a la tribu Hashid, la más importante del país, que viene escalando sus enfrentamientos con las tropas leales a Saleh durante las últimas dos semanas, después de que fuerzas progubernamentales atacaran la casa de Safiq al-Ahmar, perteneciente a una de las principales familias de esta confederación tribal, quien ha negado su responsabilidad en el atentado.
Algunos analistas especulan con que el ataque fue producto de un golpe orquestado por sectores de las fuerzas armadas, mientras que otros especulan con que se trataría de un plan urdido por Estados Unidos y Arabia Saudita, que si bien son los principales aliados de Saleh, desde hace tiempo están tratando de que este acepte una salida negociada del gobierno a cambio de obtener impunidad para él y su círculo íntimo por los crímenes cometidos durante su extensa dictadura. Más allá de quién haya sido el autor del ataque contra el presidente, lo cierto es que con el paso de los días parece cada vez más difícil que Saleh intente retornar a la presidencia. El vicepresidente Abed Hadi que tomó el control del gobierno, tras reunirse con el enviado norteamericano a la region, se pronunció a favor de establecer un gobierno interino de unidad nacional.
Ya Hillary Clinton había anunciado el 6 de junio que para Estados Unidos “una transición inmediata es lo más conveniente para el pueblo yemení” y por si faltara aclarar, su vocero agregó que “ahora es el momento de comenzar una transición pacífica hacia un proceso democrático” (Washington Post, 7-6). En el mismo sentido, la monarquía saudita presionó públicamente a Saleh para que firme el acuerdo ofrecido que cuenta con el respaldo de las monarquías proimperialistas del Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico. Es que la decisión de Saleh de permanecer en el poder se ha transformado en un serio peligro para los intereses del imperialismo y de la reaccionaria monarquía saudita que comparte una extensa frontera con Yemen y teme que la inestabilidad repercuta en las zona ricas en petróleo de la península arábiga, reactivando por ejemplo, la movilización brutalmente reprimida en Bahrein.
Descomposición
Las movilizaciones populares que estallaron en febrero aceleraron la crisis y descomposición del régimen de Saleh y de las alianzas que le permitieron mantener con mano de hierro la unidad del país, aplastando las tendencias separatistas tanto en el Norte como en el Sur sobre todo tras la desaparición de la República Popular Democrática de Yemen del Sur y su reunificación capitalista con el Norte en 1990.
La elite gobernante venía teniendo diferencias sobre la sucesión de Saleh, y estaba dividida entre los partidarios de que el sucesor fuera su hijo mayor y los que apoyan a uno de sus sobrinos que dirige la Guardia Republicana.
En marzo desertó el General Ali Moshen, medio hermano del presidente y pilar fundamental de la dictadura al frente de las fuerzas armadas, responsable del sangriento aplastamiento de la rebelión del grupo Houthis en el norte del país y de la expropiación de grandes extensiones de tierra a los campesinos en el sur.
Saleh también perdió el apoyo de la tribu Hashi dirigida por la poderosa familia al Ahmar, a la que pertenece nada menos que el hombre más rico del país y miembro destacado del partido islamista Islah (Reforma).
Con el trasfondo del enorme descontento popular y la perspectiva de una guerra civil entre fracciones del ejército y tribus, la política de Estados Unidos y Arabia Saudita fue presionar a Saleh para negociar una transición con la oposición dominada por la tribu Hashi. El incumplimiento del acuerdo por parte de Saleh precipitó el enfrentamiento entre ambos bandos que dejó solo en la capital un saldo de 200 muertos en menos de diez días, y culminó en el golpe palaciego que parece estar poniendo fin al gobierno de Saleh.
Los peligros de una salida reaccionaria
Tras conocerse la noticia de la partida de Saleh, decenas de miles de yemeníes que vienen movilizándose y resistiendo la represión del régimen, salieron a las calles la capital Sanaa y otras ciudades como Taiz, el epicentro de la protesta que incluyó una huelga general, para festejar lo que consideran el fin de la dictadura de Saleh.
Solo unos días atrás, a fines de mayo, miles de jóvenes fueron brutalmente reprimidos en la ciudad de Taiz, la segunda ciudad del país, por fuerzas del gobierno que desalojaron e incendiaron el campamento instalado en la plaza principal para exigir la renuncia sin condiciones de Saleh.
Sin embargo, este movimiento fundamentalmente juvenil, inspirado en las movilizaciones de Túnez y Egipto, ha perdido protagonismo en el marco de una lucha feroz entre fracciones rivales reaccionarias de la histórica elite dominante que ahora amenaza con desencadenar una guerra civil por la disputa del poder del estado y el favor del imperialismo.
Tanto el General Ali Moshen como los líderes de la tribu Hashi declararon su simpatía con el movimiento juvenil, incluso tropas al mando de Moshen rodean la Universidad de Sanaa para evitar la represión de las fuerzas leales a Saleh, pretendiendo usar este movimiento progresivo como base de maniobras para sus fines reaccionarios.
Un sector de la dirección del movimiento de protesta, agrupado en el llamado Comité Coordinador de la Revolución Juvenil para el Cambio, rechaza abiertamente ser representado por la tribu Hashi pero lejos de perseguir una política independiente, le ha dirigido una carta a Obama solicitando el apoyo de Estados Unidos. Pero es justamente el imperialismo norteamericano el que ha sostenido a Saleh como aliado en la guerra contra el terrorismo y el que ahora está negociando junto con la reaccionaria monarquía saudita la conformación de un gobierno de transición para evitar un triunfo popular y preservar sus intereses en un país estratégico por su ubicación geográfica clave para el transporte de petróleo desde los países exportadores del Golfo hacia Europa. De la misma manera que interviene la OTAN el Libia para favorecer el surgimiento de un régimen cliente que reemplace a Kadafi.
Yemen es uno de los tres países más pobres del mundo árabe en el que la mayoría de la población vive con menos de 3 dólares diarios. Los estudiantes, los jóvenes, los trabajadores, los campesinos y los sectores populares que han salido a las calles hartos de la miseria y de la opresión de más de 30 años de dictadura no tienen ningún interés en común ni con el imperialismo ni con los sectores de la clase dominante formada por las familias de millonarios del país. Todo gobierno surgido del acuerdo entre las potencias imperialistas, las monarquía reaccionarias del Golfo Pérsico y las fracciones de la burguesía y la casta dominante de Yemen que se han pasado a la oposición, solo tendrá el objetivo de liquidar el proceso. La retirada de Saleh del gobierno es una oportunidad para que los centenares de miles que se vienen movilizando desde febrero retomen las calles para evitar esta perspectiva.
9 de junio de 2011