Editorial
31/08/2003
En el anterior número de Estrategia Internacional de enero de 2003, polemizando con el artículo Fuerza y Consenso de Perry Anderson, sosteníamos que éste minimizaba las divergencias entre Europa y Estados Unidos y que sólo planteaba la perspectiva de una victoria rápida en Irak que restableciera fácilmente el equilibrio inestable de la década pasada, y en la cual las divergencias interimperialistas se fueran absorbiendo.
El escenario que se ha dado luego de la invasión norteamericana ha sido mucho más complicado que lo esperado por Anderson. Efectivamente Estados Unidos ha tenido una sorprendente victoria militar. Sin embargo, a pesar de este éxito no ha logrado establecer una “pax americana”. Por el contrario, la prolongación de la crisis económica, la profundización del curso neoimperialista de su política exterior y las fuertes resistencias que el mismo despierta, en especial una guerra de guerrillas contra las fuerzas de ocupación y la reemergencia de las divisiones interimperialistas como un dato duradero de la realidad internacional, quizás estarían indicando que estemos entrando en una nueva etapa histórica donde el dominio norteamericano se vea sometido a un fuerte cuestionamiento.
Sobre estas cuestiones dedicamos toda la primera parte de esta revista, que hemos denominado “El mundo después de Irak”, ya que es efectivamente allí, en este país de Medio Oriente donde en lo inmediato se está jugando el destino del nuevo curso norteamericano y el carácter de la situación internacional en el próximo periodo.
Estados Unidos invadió Irak no como un fin en sí mismo, sino como plataforma para proyectar su dominio a nivel regional y como base para redefinir y redistribuir el poder mundial en beneficio propio y en detrimento de sus competidores imperialistas y de las burguesías semicoloniales. Su objetivo era demostrar un poderío ilimitado. El inicio de la resistencia guerrillera y el caos que aún reina en Irak va decididamente en contra de esa percepción. Los costos humanos y económicos de la ocupación crecen al calor de los días con decenas de soldados norteamericanos muertos desde la caída del régimen de Saddam además varios actos de sabotaje contra la infraestructura del país que han causado destrozos, especialmente en oleoductos y plantas de refinación de petróleo (de acuerdo con los estudios realizados por consultoras que trabajan en territorio iraquí, se requiere un fuerte flujo de inversiones durante una década para reconstruir la infraestructura petrolera del país). En este marco, los recientes atentados a la sede de la ONU en Bagdad y la mezquita de Nayaf ilustran el fracaso de los Estados Unidos en “pacificar” el país, cuestión que lo compele a redefinir una estrategia que evite que la situación se le vaya de las manos. A esto se agrega en el plano regional y profundamente ligado al frente iraquí, la crisis prácticamente terminal de la “hoja de ruta” impulsada por Bush para poner fin al conflicto palestino-israelí, dando origen a una nueva ronda de ataques y contraataques entre las fuerzas israelíes y los combatientes palestinos, elemento que ha caracterizado a la actual Intifada desde su inicio hace ya más de tres años.
Saliendo de la coyuntura y mirándolo desde un punto de vista más estratégico estos fuertes obstáculos en el intento norteamericano de redefinir el mapa político regional plantean la posibilidad de que su intervención ofensiva en esta zona clave de la periferia del sistema internacional se transforme en su contrario. Es esto lo que plantearía un salto en la lucha del genuino movimiento de liberación nacional palestino o, más decididamente, que la actual resistencia en Irak se multiplique y extienda su base social no sólo en las áreas sunnitas sino al conjunto del país. Si esta última variante se desarrollara y las fuerzas de ocupación anglo-norteamericanas deban ceder posiciones en el control del país o en el peor de los casos se vean obligados a retirarse, la posición internacional de los Estados Unidos y, en cierta medida, del orden imperialista en su conjunto, se deteriorarían fuertemente. Esto prueba que lo que Washington apuesta en Irak no es trivial. Es que a diferencia de Vietnam donde la derrota militar norteamericana tuvo un carácter táctico y pudo ser absorbida en los marcos del orden mundial de posguerra, la actual apuesta guerrerista de la Casa Blanca se da en un contexto internacional enteramente distinto, caracterizado por la crisis de ese orden o la ausencia lisa y llana del mismo. De ahí la importancia de lo que está en juego en Irak.
También es mucho lo que se juega en América latina frente al avance de la presión imperialista y de las fuerzas procapitalistas en Cuba, la única revolución socialista triunfante en el continente. Allí las reformas de la burocracia castrista luego del fin de los subsidios de la ex URSS a comienzos de los noventa, han ido creando fuerzas sociales que amenazan el destino de la revolución cubana. Más aún y por primera vez en décadas, el imperialismo norteamericano y los imperialismos europeos, en especial el español, presionan conjuntamente a Castro para que éste realice reformas democráticas y económicas en la isla, que de implementarse significarían el colapso del estado obrero cubano. Un triunfo de la restauración capitalista en Cuba sería un golpe para toda la vanguardia y las masas en América latina. Hay que ser ciego para no ver estos peligros y no preparase y preparar a las masas para rechazar y luchar contra esta perspectiva. Por eso dedicamos un extenso dossier a examinar la actual encrucijada de Cuba, analizando a su vez la génesis de la revolución cubana a la luz de la teoría de la revolución permanente.
En la sección sobre América Latina dedicamos dos artículos a evaluar los primeros meses de dos de los más importantes nuevos gobiernos que buscan preservar o restaurar el régimen de dominio capitalista en sus respectivos países frente al fracaso de las reformas neoliberales. Nos referimos al gobierno de Lula en Brasil y al gobierno de Kirchner en Argentina. El primero ha decidido continuar con la política neoliberal, lo que ha llevado a importantes divisiones y convulsiones al interior de la misma burguesía brasileña y entre la base social histórica del Partido de Trabajadores, cuyos primeros meses de gobierno han significado un rápido desenmascaramiento del carácter reformista y proburgués de este partido. El segundo, ha optado por una serie de reformas gatopardistas en el régimen, mientras busca tiempo para lidiar con los grandes problemas económicos y sociales heredados de la catástrofe económica del año pasado, buscando fortalecer su base de sustentación interna con el fin de clausurar la situación abierta en la Argentina con las jornadas revolucionarias de diciembre de 2001. Por el peso de ambos países en América del Sur, la suerte de estos gobiernos y sus políticas de desvío es esencial para determinar el curso que adopta el conjunto de la región.
Cierra la revista la sección Teoría y Cultura. Sobre la base de la lectura del libro recientemente publicado en español Contingencia, Hegemonía, Universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda que reúne el intercambio intelectual entre Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, presentamos algunas reflexiones sobre la importante cuestión de la subjetividad desde una óptica revolucionaria. Esta contribución cuestiona el horizonte –que actualizó el postmodernismo- que la única perspectiva posible para los movimientos sociales es la democratización de las relaciones capitalistas existentes. Por último presentamos El legado de Christopher Hill, un trabajo de Brian Manning publicado originalmente en la revista International Socialism de la corriente International Socialist Tendency, a la que agradecemos su autorización para la publicación en este número. Hill, un importante historiador marxista británico, quién falleció a principios de este año contribuyó con sus investigaciones a desentrañar el carácter y los actores de la revolución inglesa del siglo XVII.