Europa
El debate en la "extrema izquierda" de Francia
06/03/2008
En Francia la llamada "extreme gauche" (extrema izquierda), término que se utiliza para diferenciarla de la izquierda reformista tradicional compuesta por el Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista (PC), cuenta con tres organizaciones principales, que tienen cada una entre 3 y 5 mil militantes, numerosos simpatizantes y una importante presencia electoral.
Ellas son: Lutte Ouvrière (que tiene desde hace años como figura pública a Arlette Laguiller), la Liga Comunista Revolucionaria (principal organización del llamado Secretariado Unificado de la IV Internacional) y el Partido de los Trabajadores (cuyo dirigente histórico, Pierre Lambert, falleció hace pocas semanas).
En diciembre de 2007, el Congreso de Lutte Ouvrière (LO) adoptaba una resolución para las próximas elecciones municipales de formar listas comunes con el PS y el PCF. A su vez, en el mes de enero de 2008, suspendió a su Fracción Pública que se oponía a esta línea oportunista, lo que de hecho constituyó una expulsión. Esta orientación se ha concretado en la presentación de 59 listas unitarias encabezadas por el PCF o el PS para la primera vuelta de las elecciones que se realizarán el 9 de marzo.
Este es un viraje histórico. Lutte Ouvrière se incorpora, por primera vez, a la "Unión de Izquierdas" (PS-PC) a la que siempre criticó y combatió. Peor aun, mostrando que su giro no tiene un carácter táctico, LO se ha comprometido en numerosas ciudades a votar los presupuestos municipales de eventuales intendencias del PS (lo que implica el apoyo político a las subvenciones públicas a las empresas) a cambio de algunos puestos en las listas o, lo que es más grave, del cargo de adjunto del intendente. Como vemos, un desbarranque oportunista que lleva en algunas ciudades a votar a patrones de empresas que emplean más de 700 obreros y tienen ventas anuales que superan los 100 millones de euros, como es el caso de Perpignan. La pérdida de casi dos millones de votos en las últimas presidenciales ha llevado a la dirección de LO a buscar cualquier camino para tratar de mantener sus puestos municipales. Es decir, una estrategia electoralista que por la vía de la alianza con el PS, la compromete en un bloque de gobierno participando en la "gestión" local del estado burgués.
Por su parte, la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), en su XVII Congreso realizado a fines de enero de este año, lanzó un llamamiento a "obreros, sindicalistas, altermundialistas, internacionalistas, ecologistas y feministas" de distintas "tradiciones" y "sensibilidades" a construir en común un "nuevo partido anticapitalista". Las bases teóricas y estratégicas de este "partido anticapitalista amplio" ya han sido criticadas por nuestra corriente en Estrategia Internacional N° 24 (ver artículo ¿Qué partido para qué estrategia? Una polémica sobre los frentes "antineoliberales" y los "partidos amplios anticapitalistas" de C. Cinatti).
El nuevo partido no tiene un programa definido, lo que no ha impedido a la dirección de la LCR renunciar a toda referencia al trotskismo y a la autodefinición como "comunista revolucionaria". Sin embargo, el verdadero contenido de la nueva organización puede verse en las declaraciones de los candidatos de las listas que impulsa la LCR para las municipales. Armelle Chevassu, no perteneciente a la Liga pero que encabeza su lista en uno de los distritos de la importante ciudad de Marsella, ha dicho: "No somos ni revolucionarios ni extremistas... Lo que nosotros proponemos es lo que decían los socialistas hace treinta y cinco años" (Liberation, 09/02/08), es decir el programa común reformista del PS-PCF que venían de traicionar la huelga general de mayo del ’68. Es que, como muestra el "llamamiento", el "nuevo partido anticapitalista" plantea un "cambio de sociedad" pero no se pronuncia por la necesidad de una revolución social, por eso no existe la menor referencia a la lucha por un gobierno obrero.
Todo esto confirma que la renuncia de la Liga a la dictadura del proletariado (cambio resuelto por el Congreso de 2003) no era una cuestión terminológica, sino un giro oportunista. Esta orientación se profundiza ahora con la autodisolución de la LCR en una organización programáticamente ambigua y abierta al reformismo, más allá que ésta sea presentada como un paso adelante hacia un reagrupamiento superior.
El Congreso planteó como una divisoria de aguas en la izquierda, la cuestión de la independencia frente al Estado y sus instituciones, recordando que la participación en gobiernos burgueses social-liberales, llevó a la debacle de la izquierda en países como Italia y Brasil, según la intervención de los principales dirigentes de la LCR, reiriéndose a la integración de la corriente Democracia Socialista al gobierno de Lula, con Miguel Rossetto como ministro, y al derrotero de Refundación Comunista en Italia.
Pero la promoción de la "democracia participativa" que se adelanta en las propuestas municipales de las listas impulsadas por la LCR, muestra que esta delimitación es sólo parcial. Al seguir reivindicando la pasada experiencia de la izquierda del PT a la cabeza de la intendencia de Porto Alegre y el presupuesto participativo, presentado como un germen de doble poder por los teóricos de la LCR, prepara las condiciones para una integración futura al estado burgués, tal como ocurrió con la organización hermana de la LCR en Brasil.
Sin embargo, la crisis del reformismo tradicional en Francia, con la transformación al socialiberalismo del PS y la crisis terminal de su satélite, el PCF, abre un vacío de representación de los trabajadores que la LCR, alentada por la simpatía que Olivier Besancenot despierta, intenta llenar con su llamado.
Ante esta situación, es una obligación de los que nos reclamos revolucionarios tener una política para influenciar a los jóvenes y trabajadores de vanguardia que puedan verse atraídos por este proyecto deliberamente "ambiguo" de la dirección de la Liga. En el marco de estos posicionamientos de las principales organizaciones de la "extreme gauche" francesa, presentamos a nuestros lectores parte del debate que estos acontecimientos han suscitado. En primer lugar, publicamos un artículo llamado "Lutte Ouvrière : Sectarismo y oportunismo" de Yvan Lemaitre, dirigente de la ex tendencia Démocratie révolutionnaire y miembro de la mayoría de la LCR. En segundo lugar, extractos de una carta firmada por Jacques Morand en nombre de la Fraction L’Étincelle de Lutte Ouvrière al Congreso de la LCR, con quienes nos solidarizamos frente a su exclusión burocrática de LO.
Por último, reproducimos extractos de un artículo sobre la lucha de clases y la situación de la "extrema izquierda" francesa del Groupe CRI (Communiste Révolutionnaire Internationaliste), con el que la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional, de la cual forma parte el PTS, ha comenzado discusiones fraternales sobre el programa y la práctica de los revolucionarios en Francia y a nivel internacional.
La situación política en Francia y las posiciones de las principales corrientes de la "extrema izquierda"
Por Groupe CRI
La situación política en Francia está dominada por una ofensiva general de la burguesía contra la clase obrera (...) Esta ofensiva, llevada adelante por el gobierno de Sarkozy, pero en el fondo, apoyada por la "oposición" burguesa de izquierda (Partido Socialista, al que se subordinan los Verdes y la dirección del PCF) está determinada por la pérdida de competitividad de las empresas francesas en el mercado mundial (el déficit comercial alcanza un récord de 39 mil millones de euros). Efectivamente, este debilitamiento estructural, al que se agrega la fuerte disminución coyuntural del crecimiento francés (el FMI sólo prevee 1,5% para 2008), se debe ante todo al peso todavía importante de las conquistas sociales y de los servicios públicos: la resistencia de la clase obrera (sobre todo, los grandes movimientos de 1995, 2003 y 2006) no ha impedido los retrocesos sociales, pero ha limitado su amplitud, manteniendo el "costo de trabajo" a un nivel globalmente elevado.
El principal problema a superar para la clase obrera es que, por el momento, la relación de fuerza le da ventaja a la burguesía. Esta no solamente hizo elegir, en mayo pasado, a uno de sus representantes más duros, sino también, este otoño obtuvo una victoria contra los ferroviarios (vanguardia de estos últimos años) y contra los estudiantes (victoriosos en 2006 contra el gobierno), cuyas huelgas fueron traicionadas por las direcciones sindicales colaboradoras que aceptan "negociar" la regresión social.
Sin embargo, la derrota de este otoño de la clase obrera y de los estudiantes no ha sido una derrota sin combate: fueron traicionados pero no aplastados, y conservan intacta su capacidad de resistencia social. Significativas huelgas locales tuvieron lugar, especialmente sobre la cuestión salarial y de la defensa de puestos de trabajo, y nuevas e importantes movilizaciones seguramente se darán, en las próximas semanas o meses, contra la política del gobierno. Además, el fuerte descenso de popularidad de Sarkozy, las vacilaciones en su propio campo con respecto a las elecciones municipales y el fracaso anunciado de la derecha en esta ocasión, limitan la fuerza del gobierno y crean, entre las masas, un estado de ánimo favorable a las luchas. Por eso, la responsabilidad de los revolucionarios es combatir por un frente único capaz de hacer fracasar los planes del gobierno, sobre la base de un plan de movilización general de los trabajadores y los jóvenes. Esto pasa por levantar reivindicaciones unificadoras y métodos de lucha eficaces: por aumento general de los salarios, contra los planes de despidos, contra todas las divisiones, contra las "jornadas de acción" sin perspectiva, por el recurso al arma privilegiada de la huelga, a la autoorganización y a la coordinación democrática de los trabajadores y los jóvenes en lucha.
Pero este combate prácticamente inmediato es indisociable de una actividad de reconstrucción del movimiento obrero y de la conciencia de clase. Esto pasa por dos ejes prioritarios. Por un lado, es necesario comenzar a reconstruir el sindicalismo de lucha de clase (...) Por otra parte, la necesidad histórica de un partido revolucionario de los trabajadores se hace sentir de manera más aguda aún que en el período anterior. Frente al PS burgués, que apoya las reformas de Sarkozy, y a su satélite electoral moribundo, que es el aparato del PCF, la situación actual hace posible y necesaria la apertura de una amplia discusión en la vanguardia de los trabajadores y de los jóvenes. A este respecto, la responsabilidad de las tres principales organizaciones de extrema izquierda, LO, el PT ("lambertista") y la LCR, es crucial. Estas organizaciones de talla nacional se reclaman oficialmente del proletariado y del socialismo, incluso del trotskismo, cada una cuenta con varios miles de militantes y simpatizantes, dirigen o influencian centenares de sindicatos y, en lo que concierne a LO y sobre todo la LCR, tienen una audiencia mediática y resultados electorales no despreciables. Ahora bien, ellas son incapaces de desempeñar el papel que debería corresponderles, porque la política que llevan adelante está en las antípodas de su programa oficial.
Su punto en común es que las tres organizaciones se niegan a denunciar de manera sistemática al capitalismo en tanto tal, y a oponerle la perspectiva del socialismo, es decir, de un gobierno de los propios trabajadores. Esta cobardía programática los conduce, en la práctica, al electoralismo más chato y a la negativa a tomar reales iniciativas en la lucha de clases (...)
Además, la dirección de LO, a partir de ahora, agrega a su pasividad política tradicional y a su autoaislamiento sectario, una alianza electoralista inadmisible con el PS desde la primera vuelta en las elecciones municipales, contribuyendo a impedirle a los trabajadores ir hasta el fondo en su ruptura con la "izquierda plural". Correlativamente, no ha vacilado en excluir de hecho a su Fracción que, mientras desarrolla habitualmente una orientación bastante próxima a la de la mayoría, sin embargo acababa de iniciar un combate muy correcto contra el viraje derechista sin precedentes de la dirección...
Por su parte, la dirección del PT interpreta todas las consecuencias de su deriva, a la vez tradeunionista, "republicana" de los últimos años, pretendiendo fundar un "partido obrero independiente" (POI) con (...) "candidatos republicanos". Este nuevo partido se reclama oficialmente de la lucha de clases e incluso del socialismo, pero la línea real del PT y del Comité por un POI consiste de hecho en denunciar, ante todo, a la Unión Europea, presentada como la única fuente de todos los males, lo que lleva a una negativa de denunciar realmente al capitalismo, incluso a no responsabilizar al gobierno de Sarkozy, presentado como rehén de la UE (...)
Finalmente, la dirección de la LCR (integrando a partir de ahora a su antigua tendencia de "izquierda", la corriente Democracia Revolucionaria) quiere crear un "nuevo partido anticapitalista" (NPA), de contenido indeterminado, renunciando incluso en las palabras al trotskismo, y no diferenciando, en el fondo, entre reforma y revolución. Sin embargo, la línea de la LCR se distingue en un punto que hoy puede tener una importancia decisiva: al lanzar su proyecto de NPA y sean cuales fueran sus propias intenciones centristas, incluso revisionistas, la dirección de la LCR abre objetivamente un marco de discusión que interesa a miles de trabajadores y jóvenes sensibilizados por la campaña presidencial de su portavoz, Besancenot, por sus posiciones mediáticas y la campaña reformista, pero ampliamente autónoma, de la LCR para las municipales (...)
Por eso, los trotskistas principistas deben apropiarse de esta iniciativa, participar en sus reuniones y construir los comités por el NPA. Sin la menor ilusión con respecto a los dirigentes de la LCR, es correcto participar en esta iniciativa para hacer avanzar las ideas revolucionarias entre los militantes, trabajadores y jóvenes que, sin ser de entrada marxistas, evidentemente, vienen a los comités NPA porque buscan una alternativa al capitalismo. Por lo tanto, es necesario hacer todo para convencerlos que el partido que se necesita es un partido abiertamente revolucionario, que intervenga en la lucha de clases por la independencia del proletariado, contra la colaboración de clases, contra los callejones sin salida reformistas y centristas de todo tipo, por ende, por la conquista del poder por los trabajadores, por el socialismo.
Sectarismo y oportunismo...
Por Yvan Lamaitre, dirigente de la ex tendencia Démocratie révolutionnaire y miembro actual de la mayoría de la LCR.
(Publicado en Rouge N° 2238)
Lutte Ouvrière desea que, desde el primer turno de elecciones, haya una unión de todas las fuerzas de izquierda y está dispuesta a participar en ella." Sólo presentará sus propios candidatos "si el Partido Socialista, el Partido Comunista o ambos rechazan esta alianza"... Tal es la posición de Lutte Ouvrière (LO) para las elecciones municipales, expresada en el último número de su semanario. Un viraje político por lo menos sorprendente.
El viraje ha sido difícil. Hace apenas algunos meses, según decían, con la vuelta del verano, los camaradas de LO estaban dispuestos a hacer listas comunes con la LCR. Luego, puntualmente, fue evidente que LO alentaba la posibilidad de estar en listas de Unión de la Izquierda, sobre todo en Saint-Brieuc, Lorient, Angers y Avrillé. Dos semanas antes de su congreso, Roger Girardot escribía: "Hemos iniciado discusiones con las listas de izquierda que nos lo solicitaron y, en otros casos, hemos tomado la iniciativa dirigiéndonos a los candidatos del PCF. No hacemos esto para tener electos (cargos, N del T) porque, podemos tenerlos presentándonos independientemente como en 2001". El texto sobre las elecciones municipales sometido al voto del congreso, a principios de diciembre, que seguía estando lleno de ambiguedades, sinembargo concluía: "No tenemos ningún interés en cerrar alianzas sobre un programa de acuerdos con nuestros eventuales aliados, si esto no nos permite tener electos, incluso si nos lo impide, y más aún cuando tenemos los medios para presentarnos independientemente." Y hoy resuelven: electos a todo precio, a cualquier precio...
Golpe a golpe, la dirección de LO ha embarcado a sus militantes y a sus simpatizantes en un giro político que ya no puede disimular con eufemismos o alusiones. Ya dio un giro de 180°. Le da la espalda al pasado de la organización. Al mismo tiempo, la dirección de LO quiere cerrar un debate que no ha deseado. En un comunicado fechado el 28 de enero, anuncia que "con motivo de la preparación de las elecciones municipales" surgió un desacuerdo entre ella y la minoría L’Étincelle (La Chispa), quien cuestiona el acuerdo que definía el estatuto de la minoría. "En consecuencia, su aplicación está suspendida hasta que los militantes de Lutte Ouvrière se hayan pronunciado, en las formas estatutarias, sobre las futuras relaciones entre la mayoría y la fracción minoritaria." Como denuncian los camaradas de la minoría, se trata de una exclusión de hecho, que censura el debate democrático.
También es necesario recordar que la carta que el buró político de la Liga había dirigido a LO, a fines de noviembre de 2007, para proponerle realizar juntos la campaña de las elecciones municipales, sigue sin respuesta. Un estreno en las relaciones de nuestras dos organizaciones. Esta evolución es el coronamiento del fracaso en el que LO se ha encerrado luego de 1995, incapaz de abrirse para tomar nota del desafío del nuevo periodo. En el momento en que la LCR lo nota, llama a la construcción de un nuevo partido de trabajadores, y la dirección de LO responde con sectarismo para buscar aliados con oportunismo... Pero no se puede ni suspender ni excluir la discusión...
Lo que esperamos del próximo Congreso de la LCR
Por Jacques Morand , Fracción L’Étincelle de Lutte Ouvrière
Publicado en Convergencias Revolucionarias N°55, 17/1/ 2008)
La Fracción L’Étincelle de Lutte Ouvrière ha respondido positivamente a la propuesta de examinar las posibilidades de creación de un nuevo partido, y milita para que toda la organización Lutte Ouvrière adopte la misma actitud.
Aquí no discutimos otra cosa que las "tesis PF-A (fracción mayoritaria de la dirección de la LCR, N del T), mayoritarias a la dirección nacional". Estas son, en efecto, las que representan, como creemos, los puntos de vista que sentimos más próximos. Sin embargo, debemos decir que, durante su lectura, quedamos insatisfechos. Según nuestra opinión, qué partido se propone y nos propone construir la mayoría de la LCR todavía sigue siendo demasiado vago y ambiguo.
¿Anticapitalista o revolucionario?
En estas tesis, como en las declaraciones públicas de sus dirigentes, como Olivier Besancenot, como en la prensa o los volantes destinados a popularizar el llamado a un nuevo partido, ustedes insisten en el hecho que se trataría de un partido anticapitalista más que de un partido revolucionario. Desde luego, explican que, para ustedes, el anticapitalismo consecuente sólo puede ser revolucionario. Por supuesto, nosotros comprendemos también que decirse anticapitalista puede ser una manera popular de hacer captar inmediatamente su posición en el abanico político, opuesto a este régimen, a esta sociedad... y a los partidos que la integran.
Estas dos razones, sin embargo, no permiten responder a nuestro interrogante y comprender por qué parecen tan reticentes a decir en voz alta, clara y sistemáticamente que el partido que ustedes proponen construir es, en primer lugar y ante todo, un partido revolucionario. ¡Las tesis de preparación de un congreso no se hacen para popularizar un proyecto sino, en primer lugar, para especificarlo de la mejor manera! La repetición del término anticapitalista no permite verdaderamente esta especificación. Tanto más cuanto que las tesis, como las diversas declaraciones, adjuntan casi sistemáticamente a este término una serie de epítetos, "internacionalista, ecologista, feminista..." en este orden o en otro. ¿Por qué, el de revolucionario no aparece al igual que los otros, casi nunca al mismo tiempo, quizá se podría creer que es el agregado de un olvidado detalle secundario?
Ahora bien, no es verdad que anticapitalista y revolucionario sean sinónimos, sobre todo cuando se trata de delimitar el programa y los objetivos de un partido. Por otra parte, algunas de las fórmulas empleadas por ustedes parecen reconocerlo francamente. Así podemos leer que proponen "comprometerse resueltamente y sin pérdida de tiempo en la construcción de un nuevo partido, reagrupando a los anticapitalistas y a los revolucionarios" (subrayado por nosotros). Si la fórmula tiene un sentido, implica que ustedes hacen una distinción entre ambos y que se fijan como objetivo reagrupar a los revolucionarios y a los anticapitalistas... que por lo tanto no serían revolucionarios. Es exactamente aquí donde nosotros vemos un problema.
Dos opciones antinómicas
En efecto, en la actualidad, a la extrema izquierda se le ofrecen dos opciones para la construcción de un nuevo partido. Y ellas son opuestas aún cuando en lo inmediato reagruparían sin duda prácticamente a los mismos, a los que son seducidos por la LCR y por su proyecto radical. La primera consistiría en reunir a revolucionarios y no-revolucionarios sin preocuparse demasiado por clarificar más allá, con la esperanza de rastrillar a todos aquellos que, disgustados y desmoralizados por la actual política del Partido Socialista, son sensibles a creer que, actualmente, no es posible ninguna alianza gubernamental con este partido (delimitación que ustedes juzgan esencial para constituir el nuevo partido). Es sobre esta base que antaño se creó el PSU (Partido Socialista Unificado) durante la guerra de Argelia, con revolucionarios, muchos de ellos salidos de la IV Internacional, y gente de izquierda herida por la responsabilidad del PS en la prolongación de esta sucia guerra colonial. Esta voluntad, real, de romper en un momento con el PS no le ha impedido a esta gente de izquierda, años más tarde,... volver a adherir al PS al que tanto habían vilipendiado. Es que esta voluntad no estaba acompañada de una adhesión a las ideas revolucionarias, y que, con su indignación justa pero circunstancialmente recaída, esos que se creían de extrema izquierda sólo han visto perspectivas en un retorno al redil de la izquierda. Pero esta fue, en el fondo, la suerte de todos estos partidos semejantes, que buscaron satisfacer a todo el mundo, nacidos de una oposición a menudo fuerte pero circunstancial a la política de los socialdemócratas. ¿Qué posibilidades de escapar a esto tendría una nueva tentativa de este tipo en Francia hoy?
La otra opción es constituirse sobre una base clara y abiertamente revolucionaria, no solamente en oposición fundamental con el curso actual "social-liberal" (citando sus términos) del PS, sino con el firme objetivo de derrocar el régimen político y social capitalista. Y con el de instaurar el poder de los trabajadores y no solamente "una transformación revolucionaria de la sociedad", esta fórmula vaga que tiene la desventaja o la ventaja (según el punto de vista en que uno se ubique) de no indicar ni la naturaleza de la revolución... ni sobre todo las vías a tomar para realizarla.
La condición previa necesaria
Evidentemente, nuestras críticas no impiden nuestro acuerdo sobre el hecho que un nuevo partido sólo tiene posibilidades de nacer si los revolucionarios de hoy saben asociarse con gente con quien no estaban asociados hasta el momento. Y se trata de estos anticapitalistas, internacionalistas, ecologistas o feministas, de estos "militantes de diferentes orígenes o trayectorias", "productos de experiencias políticas diferentes" y no surgidos de la tradición trotskista ni incluso marxista, a los se dirige la LCR... aún cuando también se trata de no olvidar que la cuestión sólo está planteada hoy porque una corriente de tradición trotskista, en este caso la LCR, podrá atraerlos y convencerlos. "Esta nueva formación política no zanjará, por lo tanto, desde el principio todas las cuestiones tácticas y estratégicas". Exacto. Pero no obstante deberá zanjar desde el principio qué meta se asigna - derrocamiento del capitalismo o su transformación - y qué vía piensa tomar para alcanzarla - la de la toma del poder por los explotados y los oprimidos o la de las "transformaciones" de la sociedad, buscando obtenerlas por presiones sobre las clases dirigentes o la colaboración con ellas.
Por supuesto, como dice la tribuna dada a Convergencias revolucionarias (número 54, noviembre-diciembre de 2007) por el Buró Político de la LCR, las "referencias generales nunca son suficientes para determinar una política correcta". La referencia revolucionaria no más que las demás. Esta no le impedirá adherir al nuevo partido a gente que se dirá, o se creerá, revolucionaria sin serlo. Por el contrario, su ausencia abriría bien la puerta a todos aquellos que no lo son, lo saben, incluso lo proclaman. Y les permitiría pesar de una manera decisiva en la política, la orientación y finalmente, la naturaleza del partido.
Por eso deseamos que "el llamado a constituir un nuevo partido" que la LCR propone lanzar a su congreso haga desaparecer completamente la amplitud y la vaguedad y sea sin ambiguedad un llamado a favor de un partido revolucionario que se dé explícitamente como meta el derrocamiento del régimen capitalista y la instauración del poder de los trabajadores, y como medio la intervención en la lucha de clases. Sólo planteando claramente esta condición previa, evidentemente este partido será anticapitalista, internacionalista, ecologista, feminista! ¿Qué otra cosa puede ser un partido revolucionario?