Inglaterra
Huelga del sector público en Gran Bretaña
19/03/2006
Esta semana se dio a conocer el resultado de la consulta de voto por correo, como es usual en este país, del sector de trabajadores estatales sobre si ir o no a la huelga contra el aumento de la edad para jubilarse y la reforma del sistema de pensiones. Un millón de trabajadores, agrupados en nueve sindicatos, han dicho que sí, e irán a un paro nacional de 24hs el día 28 de marzo. La medida de acción afectará a la administración pública, hospitales, dependencias municipales y gubernamentales y demás servicios -como electricidad y de barrido y limpieza- que garantizan el movimiento cotidiano en toda gran ciudad. De más está decir, que este sector de por sí se encuentra entre los peores pagos, y en los trabajos de mantenimiento la mayoría son trabajadores de origen inmigrante y, según el sector, mujeres.
Ni bien se dio a conocer la medida, los medios ya han empezado a traer a la memoria los recuerdos del ‘invierno del descontento’; es que puede tratarse de la mayor huelga del sector estatal desde entonces.
El invierno del descontento
El invierno del descontento es como ha dado en llamarse a la oleada de huelgas sucedidas entre octubre de 1978 y marzo del 1979, que pusieron fin al gobierno laborista de James Callaghan. La chispa que desató el movimiento fue el anuncio del primer ministro Callaghan de imponer un aumento salarial de 5% cuando los índices de inflación llegaban a un 25%, situación que venía arrastrándose por meses. El gobierno hizo este anuncio luego de imponer el congelamiento de los salarios durante meses sin tener en cuenta el estado de ánimo de las masas, que ya venían cansadas de meses de sacrificios. Ante las medidas económicas del gobierno laborista, la Conferencia Nacional Sindical de Gran Bretaña, TUC (por sus siglas en inglés), rechazó unos días después la propuesta de salarial, lo que marcó el inicio de una ofensiva de los trabajadores.
Se calcula que entre octubre de 1978 y marzo de 1979, sumando las horas trabajadas por cada obrero, se perdieron un millón de días de trabajo debido a medidas de huelga. Una de las acciones de mayor importancia es la de los trabajadores de Ford Motor, quienes luego de siete semanas de huelga consiguieron un aumento del 17%. La patronal de Ford, desesperada por reiniciar la producción, rompió el acuerdo que tenía con el gobierno de no dar aumento salarial frente a la acción militante de los trabajadores que organizados en piquetes mantenían bloqueadas las entradas de las plantas.
Al mismo tiempo que se daba la gran huelga de la Ford la Conferencia del Partido Laborista, en el gobierno, también votó en contra del 5% de aumento frente a una inflación del 25% y la pérdida de sus salarios. Que haya sido el propio gobierno laborista el que votó en contra de la medida representó un golpe mortal para Callaghan, y reflejaba a su vez un giro a la izquierda del ánimo de los trabajadores y las masas. La huelga de la Ford, por otra parte, estimuló el espíritu de los trabajadores que decían, si los trabajadores de la Ford consiguieron un aumento, ¿por qué nosotros no?
Los sectores más obreros de la administración pública y estatal salieron a una huelga de 24 horas por aumento salarial el 22 de enero de 1979 y, cuando a fines de enero las negociaciones por salario se quebrantaron, 500 mil trabajadores salieron a la huelga en la primer semana de febrero. Los medios sacaron una furiosa campaña contra acusándolos de dejar que la basura se acumule en las calles, con la inevitable invasión de roedores y de permitir que los cadáveres se apilen en las morgues. Sin embargo, los trabajadores mantuvieron la huelga hasta finales de febrero cuando se levantó para negociar una propuesta de un 9% de aumento.
Durante estas jornadas de huelga, los camioneros (TGWU, por sus siglas en inglés) también salieron a la huelga y armaron piquetes de control, permitiendo solamente el acceso y transporte de mercancías necesarias y para casos de emergencia, como ser el abastecimiento de hospitales, alimentación de la población, etc. e impidiendo la circulación de otro tipo de transportes. Estas acciones eran coordinadas y manejadas a través de comités que contenían elementos de doble poder, cuestionando de hecho el poder de los patrones y sus gobiernos y demostraron que pueden garantizar el manejo de la sociedad por sus propios medios y confiando en sus propias fuerzas.
Luego se sumaron otros sectores, como los conductores de ambulancia, los empleados estatales, trabajadores de limpieza y de mantenimiento, todos sectores muy mal pagos. De nuevo, la huelga fue levantada para negociar una oferta del 9% hecha por el gobierno.
Esta gran oleada de huelgas de 1978-79 fue motivada por una reivindicación salarial, dada la inflación y congelamiento salarial, sin embargo, puso un límite a la confianza en el gobierno laborista, ya que los trabajadores no estaban dispuestos a vivir una caída tan drástica de sus condiciones de vida. Al cabo de unos meses de un gobierno debilitado, luego de haber perdido un voto de confianza en el Parlamento, en el mes de mayo Gallaghan llamó a elecciones generales. La derrota de Gallahan abrió el triunfo de Margaret Thatcher.
A pesar de la enorme combatividad manifiesta por los trabajadores, el gobierno de Callaghan no cayó de manera revolucionaria, esto es debido, principalmente, a la acción de la burocracia sindical que en todo momento mantuvo la lucha en el plano reivindicativo, de presión sindical, sin levantar una alternativa política para que, por ejemplo, los embriones de organismos de doble poder se desarrollaran y se extendieran a todos los sectores, levantaran un programa transicional que planteara el control obrero de los precios y medidas económicas de emergencia frente a la gran crisis política. Al caer el gobierno por su propio peso, producto de la debilidad y la desilusión de las masas, la alternativa fue una solución reaccionaria. Una vez más, la falta de una salida revolucionaria dio lugar a uno de los gobiernos más anti-obreros que este país haya visto, que propinó una derrota histórica a la heroica huelga minera del 1984-85 y estableció una serie de leyes antisindicales y antiobreras que aún están en vigencia y que, debemos señalar, el primer ministro Tony Blair no ha tratado de anular. Si bien es cierto que no nos encontramos en la misma situación que en la época del ‘invierno del descontento’, las lecciones de esas luchas obreras deben servirnos para plantear una alternativa de obrera y de independencia de clase como la única salida para prevenir soluciones reaccionarias.