LA NACION 09-10-2011
La crisis castiga a los líderes de las potencias
09/10/2011
Varios gobiernos de Europa van en camino de perder las elecciones
Por Luisa Corradini | LA NACION
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Las crisis, como las revoluciones, devoran a sus hijos. Todos los dirigentes que ejercieron el poder durante la actual tormenta económica parecen condenados a pagar un alto costo político: corren el riesgo de ser sancionados en las urnas, sufrir el humillante castigo de sondeos desfavorables y, en una palabra, pueden terminar su carrera barridos por la historia.
El castigo puede ser justo para quienes no estuvieron a la altura de un verdadero estadista para enfrentar esa exigencia histórica. Pero es, sin duda, inmerecido para otros, que pagaron por los despilfarros, la incompetencia y la deshonestidad de sus predecesores.
El primero en sufrir las consecuencias políticas de la crisis fue el primer ministro de centroizquierda irlandés, Brian Cowen , considerado responsable de no haber evitado los enormes desatinos cometidos por los bancos y la industria financiera. Los tres grandes bancos de Irlanda llegaron al borde de la quiebra, la economía sufrió una depresión del 3 por ciento en 2008, 7,1% en 2009 y 0,6% en 2010, el desempleo pasó de 4,6% en 2007 a 14,7%, y el milagro económico del tigre celta explotó como una burbuja de jabón.
Cowen pudo evitar el default de Irlanda gracias a un plan de salvataje de 85.000 millones de euros, aportado entre la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero, totalmente desprestigiado, debió convocar a elecciones legislativas anticipadas. A principios de 2011, los electores dieron su confianza a Enda Kenny, líder del partido de centroderecha Fine Gale.
La siguiente víctima fue el socialista portugués José Sócrates . El impacto de la crisis económica provocó tres años de crecimiento nulo o negativo en Portugal (0% en 2008, -3,3% en 2009 y 2,6% en 2010), propulsó el desempleo a 10% y obligó a Sócrates a adoptar tres planes de rigor para tratar de equilibrar el déficit del presupuesto y reducir la deuda pública, estimada en 145.000 millones de euros.
Asfixiado por esa situación, debió pedir una ayuda a la UE y al FMI por valor de 78.000 millones de euros para evitar que su país cayera en default. Sin apoyo popular ni mayoría en el Parlamento, tuvo que resignarse a recurrir a las urnas. Las elecciones del 5 de junio abrieron las puertas del poder a Pedro Passos Coelho, del Partido Social Demócrata (que, a pesar de su nombre, es de centroderecha). Extenuado por la serie de decepciones acumuladas en los últimos tres años, Sócrates se retiró de la vida política.
Esa es probablemente la decisión que podría adoptar el socialista español José Luis Rodríguez Zapatero después de las elecciones legislativas del 20 de noviembre . Cuarto país de la eurozona y octava potencia mundial, España fue el país que más duramente experimentó las consecuencias de la crisis. El impacto combinado de la recesión mundial y el estallido de su burbuja inmobiliaria paralizó a la economía española (-3,7% en 2009 y -0,4% en 2010) y la sumergió en la crisis más profunda de su historia moderna: el país más dinámico del continente hasta 2007 tiene ahora cuatro millones de personas sin empleo, el 20,7% de la población activa.
Después de siete años en el poder y desgastado por el implacable plan de rigor que adoptó para sanear las finanzas públicas, Zapatero, que fue en su momento el hombre más admirado de Europa, cayó en un pozo de impopularidad: apenas conserva la confianza de 21% de los españoles.
En esas condiciones, un año antes de terminar su mandato, optó por dar un paso al costado: en las elecciones de noviembre, Alfredo Pérez Rubalcaba será el candidato socialista que enfrentará a Mariano Rajoy, del Partido Popular. Los amigos de Zapatero, que acaba de cumplir 51 años, aseguran que, después de entregar el poder, anunciará su retiro de la vida política y que incluso tiene proyectos de irse a vivir al extranjero.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy , también podría sentirse tentado por la idea de un prudente retiro antes de sufrir una humillación en las urnas. Con sólo 33% de opiniones favorables -según una encuesta del instituto Vivavoice-, en forma unánime los sondeos predicen su derrota en las próximas elecciones del 22 de abril y 6 de mayo de 2012 frente al Partido Socialista, cualquiera que sea el candidato. Tan frágil aparece su futuro que algunos dirigentes de su partido, la Unión por una Mayoría Popular (UMP), ya están pensando en un plan B: una candidatura del primer ministro François Fillon o del canciller Alain Juppé.
Excepciones
Con pocos meses en el poder, el primer ministro británico, David Cameron, todavía no ha sentido el rigor de la crisis en su popularidad, aunque ya ha enfrentado alguna que otra crisis. En tanto, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, como otros dirigentes de las llamadas economías emergentes, no se ha visto afectado, y ya anunció su intención de recuperar la presidencia.
Pero no muchos más han quedado exentos de sufrir el desgaste de la crisis. La canciller del país más fuerte de Europa, y el que mejor sorteó la crisis, también comienza a ser cuestionada por sus electores: la coalición conservadora que dirige Angela Merkel perdió las seis elecciones regionales realizadas en Alemania desde principios de año. Aunque Merkel tiene mandato hasta septiembre de 2013, no es imposible que la presión de la opinión pública y la debacle liberal la obliguen a anticipar la convocatoria a las urnas o cambiar de aliados para mantenerse en el poder.
También Silvio Berlusconi, que acaba de cumplir 75 años, se encuentra en la cuerda floja. Más que la crisis, el líder italiano está pagando el precio de los grotescos episodios que caracterizaron su vida privada en los últimos años. Acosado por la justicia, que reabrió varios procesos pendientes, y con sólo 24% de apoyo, según el instituto IPR Marketing, parece difícil que pueda llegar hasta las elecciones legislativas de 2013.
Incluso el futuro del presidente norteamericano, Barack Obama, pende de un hilo. A pesar de los millones de dólares que inyectó la Reserva Federal para tratar de reactivar la economía, el país crece a ritmo de caracol y arrastra una legión de 6,2 millones de personas sin empleo, el 9,1% de la población activa. Con sólo 20% de opiniones favorables, según el último informe del instituto Rasmussen, está en serio peligro de perder la batalla electoral en noviembre de 2012.
El primer ministro griego, Giorgios Papandreu, es el mejor ejemplo de sacrificio injusto en el altar de la crisis. Papandreu recibió un país en ruinas y se vio obligado a asumir las consecuencias de la indolencia de Kostas Simitis y Kostas Caramanlis, que en 12 años habían creado un paraíso terrenal artificialmente maquillado mediante la manipulación estadística y financiado por el endeudamiento externo. Papandreu conoce la importancia que tenía la inmolación en la mitología griega. Fatigado de soportar la ira de sus gobernados, varias veces amenazó con renunciar.
La crisis no se limitó a castigar con igual rigor a justos y pecadores, sino que además promovió un nuevo fenómeno. Las frustraciones nacidas al calor de las tensiones económicas y sociales dieron origen a seudodoctrinas y corrientes políticas extremas -desde el punto de vista ideológico- como las explosiones populistas en algunos países europeos y el movimiento Tea Party en Estados Unidos.
En tres años, esas fuerzas se convirtieron en protagonistas importantes de la vida política de sus países y, a partir de ahora, los dirigentes no podrán ignorarlas. Todas tienen, por lo demás, un punto en común: utilizan el contexto económico-social para argumentar que la actual situación puso de relieve la supuesta crisis de la democracia y cuestionó la legitimidad del sistema político.
En ese sentido, esta crisis hace pensar en las consecuencias que tuvo la depresión de 1929.