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Gran Bretaña: golpe para el laborismo

La derrota electoral y la renuncia de Blair

10/05/2007

La derrota electoral y la renuncia de Blair

Luego de diez años de estar en el poder, el jueves 3 de mayo Blair sufrió un duro golpe en las elecciones al Parlamento de Escocia, para la Asamblea de Gales y Municipales en Escocia y en Inglaterra (a excepción de Londres). Estos comicios suelen producirse a mitad de camino entre una y otra elección general, y aunque tienen menos participación que los comicios generales y se centran generalmente en cuestiones locales, razón por la cual no pueden tomarse como una proyección de las elecciones generales, no dejan de ser un termómetro del ánimo político de la población, según una encuestas sólo el 22 % de la población confía en él y el 5% de los encuestados opina que no ha mejorado la posición de Gran Bretaña en el mundo (The Guardian, 10 May 2007).

En las elecciones municipales de Inglaterra el laborismo obtuvo un 27% de los votos -perdiendo casi 500 concejales-, frente a un 40% de los conservadores, quienes ganaron 800 concejales, y un 26% de los demócratas liberales. En Gales y en Escocia el laborismo perdió bancas producto del avance de los partidos independentistas, a la vez que los conservadores y liberales siguieron relativamente estancados.

Tanto el Parlamento Escocés como la Asamblea de Gales son producto de la política conocida como ‘devolución’, implementada por Tony Blair, a través de la cual les da un cierto grado de independencia administrativa a estos dos países con respecto al Parlamento de Wesminster, el gobierno central. Hasta la creación de estas instituciones, hace ocho años, todos los asuntos de Gales y Escocia eran discutidos en Westminster, y a partir de entonces decisiones concernientes a cuestiones de salud, educación, administración de los presupuestos quedan en mano de estas nuevas instituciones.

En Gales fue el peor resultado laborista desde 1918, donde descendió de 29 a 26 escaños, de los 60 que componen la Asamblea, mientras que Plaid Cymru, el partido de Gales, que se presentó con un perfil de ‘viejo laborismo’, aumentó en un tercio sus escaños, de 10 a 13. Si bien el laborismo sigue teniendo una mayoría simple, ha perdido la mayoría absoluta necesaria para gobernar Gales, lo que lo va a obligar a hacer coaliciones con otros partidos.

La pérdida de 500 concejales en Inglaterra es una muestra de la baja popularidad y la desidia ante un gobierno que, aunque mantenga un crecimiento económico alto, ha atacado lo que quedaba del Estado benefactor y se ha embarcado en una guerra impopular. Los conservadores son, a primera vista, los que han salido mejor parados. De repetirse este resultado en las elecciones generales volveremos a presenciar el juego de la alternancia laborismo-conservadores. Frente a esta situación de apatía, la alianza electoral Respect, cuya fuerza motora es el SWP (Socialist Workers Party) a través de su colateral Stop the War, y que ya cuenta con 20 concejales, obtuvo 3 concejales de los 42 distritos en los que se presentó, repitiendo un porcentaje de voto similar a las elecciones anteriores.

Pero lo novedoso en estas elecciones fue la emergencia del Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) como primera fuerza política de dicho país. El SNP ascendió de 20 a 47 bancas en el Parlamento de Escocia, el laborismo perdió por primera vez desde 1955 el control de Escocia al lograr sólo 46 escaños (de los 50 que tenía), seguido por los conservadores con 17 bancadas, los demócratas liberales con 16, los verdes con 2 y 1 para un independiente (The Guardian, 4/5/2007). Sin embargo, la situación en Escocia es incierta, ya que el SNP no cuenta con mayoría en el gobierno, necesita una mayoría de 65 para controlar el parlamento que está conformado por 129 bancas, y ningún partido está dispuesto a hacer una coalición con el SNP, cuyo líder, Alex Salmond ha anunciado que hará un referéndum sobre la independencia de Escocia de Gran Bretaña, política que no cuenta con el apoyo de ninguno de los partidos en el parlamento.

El voto protesta en Escocia

El resultado electoral en Escocia ha sido visto por los analistas como un voto protesta (castigo) a la política privatizadora de Blair, con el consecuente aumento de la desigualdad social y por su participación en la guerra en Irak.

El SNP se presentó con un perfil de centroizquierda, prometiendo durante su campaña electoral tres cuestiones centrales: 1) la abolición del ‘council tax’ (impuesto municipal) [1] y su reemplazo por un impuesto en base a las ganancias; 2) la oposición al plan de renovar el sistema de misiles nucleares Trident, cuya base está en una región de la costa oeste de Escocia; y 3) la cuestión de la independencia/separación de Escocia con Gran Bretaña.

La renovación al sistema nuclear Trident, cuyo costo se estima en 20 mil millones de libras, fue foco de varias protestas en la base militar Faslane, no sólo por su alto costo sino porque los submarinos son propulsados por energía nuclear, generando un potencial riesgo de contaminación (no se descarta un accidente) y hace de la base un blanco de ataque militar. La oposición al plan Trident ha traspasado las fronteras escocesas a través de una campaña de frente único que el 24 de febrero, junto a la coalición contra la guerra y la Campaña por el desarme nuclear movilizó cerca de 100.000 personas bajo la consigna ¡No al reemplazo del Trident! y contra la guerra en Irak. Representó una de las rebeliones más grandes en el parlamento de Westminster, cuando 161 ministros votaron en contra de la moción del gobierno de renovar el actual y obsoleto sistema nuclear.

El SNP ha planteado que someterá a referéndum la cuestión de la independencia, ya que la política de ‘devolución’ no es suficiente, que permite decidir cuestiones de manejo presupuestario en salud y educación, pero no otorga el control a los escoceses sobre el tema de defensa, sistema de impuestos, y control de los recursos naturales -Escocia posee vastos recursos petroleros y de energía eólica-. En su sitio de Internet, el SNP apoya la separación bajo el argumento de que “Si Escocia fuera independiente y tuviera su propio ejército no enviaría soldados a una guerra ilegal como la de Irak” (http://www.snp.org). El tema de los recursos naturales se aborda de la siguiente manera: “Durante los últimos 30 años el gobierno del Reino Unido ha obtenido £200 billones en concepto de impuestos del petróleo extraído en el Mar del Norte. Casi 90% de las regalías petroleras se obtienen del sector escocés de la plataforma continental. ¿Si este no es petróleo escocés, entonces de quién es? (http://www.snp.org). Además del petróleo, Escocia posee el 25% de los recursos eólicos de Europa, este a su vez al tratarse de tecnologías limpias, son un aspecto que explota el SNP, para hablar de una potencial industria que sostenible para el ambiente.

En su manifiesto electoral proponer “mejorar las condiciones para que prosperen los pequeños negocios y crezcan, así pueden crear mejores puestos de trabajo”. Promete a su vez, “aumentar la cantidad de policías en las calles para frenar el crimen y mano dura con aquellos que les venden alcohol a los menores y alientan así a conductas antisociales” (http://www.snp.org).

Todas las promesas de un futuro mejor para Escocia están basadas en la independencia, según el Manifiesto Electoral, “Escocia tiene el pueblo, el talento y el potencial para convertirse en uno de los grandes éxitos del Siglo XXI. Podemos igualar el éxito de Noruega independiente, que de acuerdo a las Naciones Unidas es el mejor lugar del mundo para vivir. Nos puede ir tan bien como a la Irlanda Independiente (del Sur), la cuarta nación más próspera del planeta. Con la Independencia, Escocia será libre para florecer y crecer. Le podemos dar a nuestra nación una posición de ventaja para competir” (http://www.snp.org).

Su manifiesto evidencia que la política del SNP, a pesar de su retórica verde, alternativa, de prosperidad, y de oposición al gobierno central, es ofrecer un ambiente favorable para los negocios, más seguridad, etc.. Habla de los recursos naturales que posee Escocia pero no existe el más mínimo atisbo de intentar poner todos estos recursos al servicio los trabajadores y el pueblo. Ni siquiera plantea la nacionalización de esos recursos, lo que delata el tinte reformista y burgués de esta fuerza, que se apoya en un aspecto populista, el referéndum por la independencia, pero en el fondo busca aprovechar las ventajas económicas, no para el beneficio de las masas trabajadoras, sino para reubicarse como un país menor dentro de la Unión Europea.

Pero en el marco del gobierno de derecha neoliberal y belicoso de Blair, sectores disconformes optaron por darle su voto a este partido de centroizquierda como forma de expresar su descontento, una gran parte de ellos provenían de votantes del laborismo, la izquierda y los verdes.

Lo relevante del resultado electoral en Escocia es que, independientemente de lo que resulte como coalición o gobierno en minoría, esta última una variante muy probable ya que los verdes y los demócrata-liberales ya han declarado que no irán a una coalición porque se oponen a la separación de Escocia, representa un revés para la política del Nuevo Laborismo y su identificación con la guerra en Irak.

Malas noticias para las fuerzas socialistas escocesas

La izquierda escocesa también ha sufrido una derrota ya que el Scottish Socialist Party (SSP) perdió sus 6 bancas, y es claro que la base votante del Partido Socialista Escocés, que se define como un partido anticapitalista a favor de la independencia de Escocia, fue ganada con la retórica independentista del SNP, al que se vio como un voto útil.

El SSP se formó en 1998 y fue producto de una división con el Socialist Party (ex Militant) inglés, lo que llevó a separarse del grupo internacional (Comité por una Internacional Obrera), por su postura pro-independentista, y para presentarse a las primeras elecciones para el parlamento escocés, en oposición al laborismo y el aumento del SNP, planteando que había que formar un partido independiente socialista en Escocia. Entre sus diputados más famosos se encontraba Tommy Sheridan -conocido por haber liderado la campaña contra el poll tax, por lo que fue arrestado y llevado a juicio, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia a Margaret Thatcher-. El año pasado una contienda legal, a propósito de una acusación por parte de un medio de la prensa amarilla que acusó a Sheridan de ir a casa de masajes y participar de orgías, fue el telón de fondo de una discusión política al seno del partido, donde había dos alas: una encabezada por Sheridan que promulgaba un partido amplio similar a Respect, y el otro sector que hacía más hincapié en los problemas de Escocia. Sheridan fue expulsado del SSP y conformó su propio partido, Solidarity Scotland, y se presentó a las elecciones últimas donde obtuvo un 4.15%, mientras que el SSP obtuvo un 1,25%. Pero ni Solidarity Scotland ni el SSP han obtenido un escaño en el parlamento escocés (que tiene el sistema de representación proporcional).

El sucesor de Blair

Como estaba previsto, Tony Blair ha presentado su renuncia como jefe del Partido Laborista y como Primer Ministro el día 10 de mayo, sin embargo esta será efectiva recién a partir del 27 de junio, hasta ese momento continuará en ambos cargos. De acuerdo al sistema electoral británico, el Primer Ministro es el jefe del partido con mayor cantidad de votos, es decir, no es una votación directa, por lo que la renuncia de Blair como jefe del laborismo crea la batalla dentro de ese partido por el sucesor al frente del gobierno. Por ello, luego del anuncio de su dimisión hay un período de 7 semanas en el que se dará esta carrera hasta que se nombre un sucesor. Hasta el momento quienes se ‘postulan’ como candidatos para jefe del laborismo son Gordon Brown, el actual ministro de economía, John McDonnell, de la izquierda del laborismo y Michael Meachen, pero para que estos candidatos puedan ser sometidos al voto de los miembros del partido laborista, deben contar con 44 firmas de apoyo de diputados nacionales, y hasta ahora el único que cumple ese requisito es Gordon Brown, si no hay contendientes el sucesor natural es él, luego de ser ’confirmado’ por una conferencia nacional del Partido Laborista prevista para el 30 de junio.

Algunas de las fuerzas de izquierda de Gran Bretaña han salido a hacer campaña de apoyo a John McDonnell (diputado por un barrio del este de Londres) por su consecuente postura de oposición a la guerra, su defensa de la educación y la salud públicas, que recibe además el apoyo del grupo de diputados de oposición y de algunos sindicatos. Es probable, sin embargo, que McDonnell no llegue a juntar las firmas para presentarse como candidato para jefe del laborismo.

Sin competidores, con un nombramiento de Brown casi por abdicación, surgirá seguramente un gobierno débil, con un muy bajo nivel de popularidad, que además heredará los males del blairismo -la guerra, la privatización de los servicios públicos, en particular la salud y educación, y el escándalo de la corrupción de entrega de títulos de lord a cambio de millonarias donaciones al Partido Laborista-.

Resulta difícil entender el ’blairismo’ si no lo relacionamos con el thatcherismo, ya que el blairismo es una continuación de las políticas de la ‘Dama de Hierro’, sin la derrota infligida por ella Blair no hubiera podido llevar adelante su plan de privatizaciones. La elección misma de Blair como jefe del laborismo fue una expresión de la derrota obrera y una continuidad del neoliberlismo regulacionista feroz de Thatcher, de aquí que por ejemplo Alex Callinicos llame a Blair ‘El hijo de Thatcher’(Socialist Worker, número 2050, 12 de mayo de 2007).

Luego de años de thatcherismo, que perpetró una verdadera derrota a la clase obrera británica, a través de leyes anti-sindicales que el Nuevo Laborismo dejó intactas, en los últimos años se han dado pequeños síntomas de un cierto reanimamiento. En particular, vimos la huelga ‘salvaje’ del Correo en 2004, en protesta contra las nuevas condiciones de trabajo que les querían imponer, la huelga de los subterráneos en 2006 por cuestiones salariales, y este año se han dado una serie de campañas locales (organizadas por el sindicato UNISON) por la defensa del hospital público, ya que las privatizaciones, cierres y reestructuraciones significan la pérdida de puestos de trabajo. Este 1° de mayo, 200.000 empleados de la administración pública salieron a la huelga en protesta por los recortes de los puestos de trabajo, las privatizaciones y salarios. En los próximos meses está prevista una marcha nacional por la defensa del Sistema Nacional de Salud y del Hospital Público [2]. Está por verse si este movimiento se desarrolla y genera tensiones con el próximo gobierno de Brown. La última vez que el movimiento obrero desafió al laborismo fue durante el ‘invierno del descontento’ en 1978-79 [3] , y los sindicatos siguen jugando sin problemas su mismo rol negociador, pero de darse una recuperación de las fuerzas del movimiento obrero, seguramente se abrirá un panorama distinto, a pesar de los vínculos orgánicos con el PL, lo que históricamente ha servido para evitar que a la clase obrera británica se dote de una política de independencia de clase.

Lo que en realidad ha prosperado bajo Brown y Blair es la ‘city of London’, la capital mundial de las finanzas, es decir, sólo ha representado beneficios para las grandes empresas, bancos y financieras, porque, detrás de esa ‘city’ cara y lujosa que los trabajadores inmigrantes limpian, hay otra realidad, la de la población trabajadora y los sectores pobres, quienes ven que las escuelas de sus hijos cierran, su hospital cierra y que el acceso a la vivienda se hace cada vez más difícil. Bajo Blair, la brecha entre los pobres y los ricos ha aumentado considerablemente, y el ingreso familiar ha bajado, entre otras razones porque la prosperidad de la city ha ocasionado un aumento del costo de viajo y empujado a la pobreza a los sectores más marginales. Sin embargo, el aumento de la desigualdad social y el ataque a los derechos básicos como la salud y educación pueden representar la contracara del ‘bienestar económico’ del que tanto se jacta el Blairismo.

La política exterior, en particular la guerra en Irak, pero también las injerencias militares en Afganistán, Kosovo, Sierra Leone, y su alianza con EE.UU., en un intento de recomponer las fuerzas a nivel internacional, han despertado las movilizaciones más numerosas del Reino Unido. Su papel en estas guerras de Blair, fueron el escenario de fondo para los ataques del 7 de julio del 2005, otro precio alto a pagar.

En este cuadro económico va a asumir Brown. A pesar de esto, la herencia de Blair va a significar un gran peso, hasta ahora el único logro que Blair puede salir a mostrar es el gobierno autónomo norirlandés, de poder compartido entre el Sinn Fein (el brazo político del IRA) y el partido Democrático Unionista -el último regalo pocos días antes de su partida- pero es un éxito que puede escabullirse como agua entre las manos ante una entrada en escena de luchas de sectores trabajadores. Para muchos Blair ya cuenta con menos popularidad que Margaret Thatcher, tanto por su política interna como externa, sin embargo, la ausencia de una respuesta obrera a su política de ofensiva neoliberal es lo que le ha permitido continuar en el poder. Su renuncia puede verse como una expresión algo más profunda de las contradicciones en este país, una de las principales potencias del mundo.

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  • [1En 1989 Margaret Thatcher trató de implementar el ‘poll tax’ (impuesto por cabeza/ por persona) que atacaba en particular a los trabajadores y a los sectores más empobrecidos lo que generó verdadera lucha de masas con millones de personas participando en la lucha ‘anti-poll-tax’ durante un año hasta que en 1990 lograron que no se implementara y le costara la renuncia a Margaret Thatcher. En su lugar se implementó un ‘council tax’ (impuesto municipal) que es por unidad familiar aunque no está basado en los ingresos.

    [2El Sistema Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés) es un emblema del ‘Estado benefactor’ y una verdadera conquista para las masas y sectores populares, que lograron el acceso a la salud que antes tenían negado, que significaba casos de muerte por tuberculosis por la falta de vacunación.

    [3El ‘Invierno del descontento’ se llamó al proceso de oleadas de huelgas del invierno 1978-79 durante el gobierno laborista de James Callaghan, durante el cual cientos de miles de trabajadores de la administración estatal salieron a la huelga por aumento salarial y se vivió la experiencia de ocupaciones de fábricas en el sector automotriz. La debilidad de este gobierno frente a esta oleada dio lugar al gobierno de Margaret Thatcher.

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