The New York Times / 22-07-2011
Los griegos no son alemanes
22/07/2011
Opinión
Los griegos no son alemanes
Thomas l. Friedman
Viernes 22 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa.
Sokou, una periodista financiera griega de 37 años del diario Kathimerini, me contó esta historia: un grupo de alemanes, miembros del Parlamento de Baviera, vino a Atenas poco después de la erupción de la crisis económica en el país, y se reunió en un bar con algunos políticos, académicos, periodistas y abogados griegos para evaluar la economía griega. Sokou dijo que su impresión era que los alemanes intentaban averiguar si deberían prestarle dinero a Grecia para implementar un rescate. Era como si una nación entrevistara a otra para ver si podía darle un préstamo.
"No estaban aquí como turistas; nosotros les dábamos información sobre cuántas horas trabajábamos", recordó Sokou. "Verdaderamente, parecía que teníamos que convencerlos de que valíamos la pena."
La observación de Sokou me recordó algo que me había dicho Dov Seidman, el autor del libro How y CEO de la firma LRN, que ayuda a las empresas a construir una cultura empresarial ética. La globalización de los mercados y de la gente se ha intensificado a un nuevo nivel en el curso de los últimos cinco años, con la aparición de las redes sociales, el Skype, los derivativos, Wi-Fi de alta velocidad, los teléfonos inteligentes baratos y la computación en nube.
"Cuando el mundo está vinculado de manera tan estrecha como ahora -argumentó Seidman-, los valores y la conducta de todo el mundo son más importantes que nunca, porque impactan a más personas que nunca? Hemos pasado de estar conectados a estar interconectados y a ser éticamente interdependientes."
Como se ha vuelto más difícil protegerse de la conducta irresponsable de otra persona, agregó Seidman, tanto uno como el otro deben comportarse de manera más responsable? o ambos sufrirán las consecuencias, aunque uno haya hecho algo malo o no. Esto es doblemente cierto cuando dos países diferentes comparten la misma moneda, pero no el mismo gobierno. Por eso esta historia no tiene que ver tan sólo con las tasas de interés. Tiene que ver con los valores.
Los alemanes ahora les dicen a los griegos: "Les prestaremos dinero, siempre que se comporten como alemanes en lo referido a cuánto ahorren, a cuántas horas trabajen semanalmente, a la extensión de las vacaciones y a la constancia con que paguen sus impuestos".
Sin embargo, ¡ay!, los dos países son muy diferentes culturalmente. Nos recuerdan a una pareja sobre la que uno se pregunta, después de que se han divorciado: "¿Cómo es posible que estos dos hayan pensado alguna vez que podían casarse?".
Diferencias
Alemania es el epítome de un país que se hizo rico fabricando cosas. Grecia, lamentablemente, después de integrarse a la Unión Europea en 1981, en realidad se convirtió tan sólo en otro Estado petrolero de Medio Oriente? nada más que en vez de un pozo de petróleo, tenía a Bruselas, que constantemente le bombeaba subsidios, ayuda y euros con baja tasa de interés a Atenas.
Los recursos naturales crean corrupción, ya que los diferentes grupos compiten por controlarlos. Eso es exactamente lo que ocurrió en Grecia cuando el país tuvo acceso a los enormes europréstamos. El espíritu de emprendimiento de los griegos se canalizó en la dirección equivocada: hacia la competencia por conseguir fondos y contratos del gobierno.
Por cierto, no todo se malgastó: Grecia tuvo un verdadero período de modernización en la década de 1990. Pero después de 2002, se echó a descansar, creyendo que ya había llegado a la cima, y el exceso de "europetróleo" que venía de la Unión Europea volvió a financiar un sistema corrupto en el que los políticos entregaban empleos y proyectos estatales a las localidades a cambio de votos. Esto reforzó la existencia de un enorme Estado benefactor, en el que las personas jóvenes soñaban con un cómodo empleo estatal y en el que todos, desde los taxistas hasta los abogados, podían erigir barreras de entrada a las exportaciones que inflaron artificialmente los precios.
La pertenencia a la UE "fue una gran oportunidad de desarrollo, y la desperdiciamos", explicó Dimitris Bourantes, un profesor de administración de la Universidad de Atenas. "Tampoco aprovechamos los mercados de los [ex] países socialistas que circundan Grecia. Perdimos todos esos mercados porque el sistema político estaba concentrado en la cada vez mayor administración pública. Creamos un Estado ineficiente, corrupto, con una gigantesca burocracia. Fuimos el último país soviético de Europa."
Grecia no debe desperdiciar esta crisis. Aunque se han implementado algunas reformas durante el último año, el primer ministro Giorgios Papandreu me dijo: "Lo más frustrante es la resistencia del sistema mismo. ¿Cómo se hace para producir un cambio en la cultura?".
Hará falta una revolución cultural. Y eso sólo puede producirse si los dos partidos griegos más importantes se reúnen, se dan la mano y colectivamente imponen un cambio radical de la cultura gobernante, desde la cima hasta las bases. Si eso no ocurre, Grecia nunca podrá pagar los préstamos.
Traducción de Mirta Rosenberg
para La Nacion