¿Puede la lucha de la clase obrera abrir un nuevo acto del proceso revolucionario?
Oleada de huelgas en Egipto
19/07/2012
Por Juan Andrés Gallardo
A pocas semanas del triunfo electoral de Mohamed Morsi, el candidato de la Hermandad Musulmana (HM), en las elecciones presidenciales de Egipto, el domingo 15 de julio más de 24.000 trabajadores de la empresa textil estatal Mahalla Misr Spinning and Weaving han iniciado una huelga indefinida en demanda de un aumento de salarios, mayores beneficios al jubilarse y la exigencia de la destitución de los funcionarios del viejo régimen de Mubarak que aún continúan en la dirección de la empresa. Además, piden al gobierno un plan de inversiones para el desarrollo y reconstrucción de conjunto de la industria textil.
Al cumplirse el tercer día de paralización la oleada de huelgas se ha extendido a otras siete fábricas textiles de provincias vecinas como Alejandría y otras dos ciudades del delta del río Nilo, mientras que en Mahalla miles de trabajadores de Spinning and Weaving se encuentran en estado de movilización y varios cientos de ellos ocupan el edificio administrativo de la fábrica para garantizar la huelga.
No se trata de una fábrica cualquiera sino que es la planta textil más grande de Egipto y en la que los trabajadores vienen haciendo una experiencia de huelgas, luchas y movilizaciones durante los últimos años. Los textiles de Mahalla protagonizaron huelgas y levantamientos regionales bajo la dictadura de Mubarak (como en 2006 y 2008) y fueron junto a otros sectores de trabajadores, como los del Canal de Suez, judiciales y empleados públicos un componente central de las movilizaciones de enero y febrero de 2011 que terminaron con la caída del dictador. Lejos de contentarse con esto, los trabajadores continuaron realizando distintas medidas de lucha bajo el gobierno del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) que tomó el poder tras la caída de Mubarak y que mantuvo la ley de emergencia, prohibiendo las huelgas y persiguiendo y abriendo causas judiciales a los principales dirigentes obreros de la región.
La huelga de Mahalla ya generó gran simpatía, y ha comenzado a extenderse a otras regiones no solo dentro de la industria textil sino también en otras ramas. Este es el caso de la Cerámica Cleopatra de Suez donde los trabajadores se enfrentaron con el ejército y fueron reprimidos el martes 17/7 por haber ocupado una serie de edificios públicos en demanda del procesamiento del dueño de la empresa de cerámicos, que es un ex miembro del partido de Mubarak, y en repudio a la connivencia entre este y los funcionarios gubernamentales. Los trabajadores de Cleopatra habían entrado en huelga en marzo para pedir un aumento de sueldo y el pago de bonos a lo que la patronal respondió con una serie de despidos y ataques a los trabajadores, desatando la situación actual en la que le exigen al gobierno de Morsi que intervenga para garantizar el aumento de sueldos y beneficios.
Estos nuevos procesos de lucha, en lugares emblemáticos como Mahalla, podrían expresar ilusiones en que, tras el triunfo de Morsi en las elecciones del mes pasado, finalmente se cumplan las demandas más profundas de los trabajadores y el pueblo Egipcio que fueron postergadas durante la dictadura proimperialista de Mubarak y el posterior gobierno provisional del CSFA.
Los trabajadores de Mahalla hicieron pública una carta abierta a Morsi que reúne sus exigencias y donde le "recuerdan" que fueron los trabajadores y el pueblo quienes derrocaron al gobierno de Mubarak y que su lucha es la de alcanzar los "objetivos de la revolución".
La oleada de huelgas parecería estar dando una nueva dinámica a la situación en Egipto, al mismo tiempo que vuelve a poner sobre la mesa las demandas del proceso revolucionario abierto tras la caída de Mubarak.
¿Hacia una nueva dinámica en el proceso revolucionario?
La huelga de los trabajadores de Mahalla irrumpe en un escenario político dominado por los roces y negociaciones entre el gobierno de Morsi y el CSFA que tiene el verdadero poder en sus manos.
Durante los últimos meses el proceso revolucionario abierto en Egipto tras la caída de Mubarak ha venido siendo canalizado "por arriba" mediante la polarización política generada entre los Hermanos Musulmanes, que son la principal fuerza política con extensión nacional (y con lazos y redes de ayuda entre los sectores más empobrecidos del campo y la ciudad), y el CSFA que por medio de una serie de decretos y jugadas políticas dejó a la institución presidencial vacía de atribuciones y prácticamente sin ningún poder real, además de clausurar el parlamento elegido en noviembre del año pasado donde los HM y los salafistas (islamistas ortodoxos) eran la mayoría. (Ver “Abajo el golpe reaccionario del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas”).
Aunque en un primer momento pueda estar motorizado por las ilusiones generadas por la llegada al gobierno de la HM, el actual proceso de huelgas podría desatar una nueva dinámica que saque al movimiento surgido tras la caída de Mubarak del impasse en el que había entrado tras la violenta represión a las movilizaciones de fin del año pasado y el desvío que significó la puesta en marcha del calendario electoral. Este último tuvo el objetivo de llevar al proceso revolucionario hacia el callejón sin salida de tener que optar entre un candidato abiertamente mubarakista puesto a dedo por el CSFA, por un lado, y a la HM por el otro, que tiene un programa neoliberal de reformas y privatizaciones en lo económico y que en el terreno de la política exterior se propone mantener el statu quo con Israel y EEUU.
Habrá que ver la dinámica que toma en las próximas semanas, pero en lo inmediato las exigencias de los sectores que están saliendo a luchar serán un dolor de cabeza para Morsi que, como lo hizo desde el primer momento, está negociando con los militares los términos y atribuciones de su presidencia. (Ver “El ejército garantiza su poder tras el triunfo de la Hermandad Musulmana”).
En este terreno no viene teniendo mucho éxito como lo demuestra la anulación por parte del Tribunal Constitucional Supremo (digitado por los militares) de un decreto presidencial emitido por Morsi la semana pasada para restablecer el Parlamento. Sin embargo la reciente visita de Hillary Clinton tuvo el objetivo de darle el visto bueno del imperialismo al gobierno de Morsi (aunque sin desacreditar a la junta militar). Clinton se reunió con el jefe de los militares, Tantawi, para dar su “firme apoyo a la transición democrática” y a su vez visitó a Morsi para garantizar el statu quo regional y la moderación política a cambio de la posibilidad de destrabar un préstamo por 3.200 millones de dólares por parte del FMI para dar oxígeno a la arruinada economía egipcia.
Si bien existe un relativo consenso entre el imperialismo y la burguesía egipcia para que la “transición” hacia un nuevo régimen vaya hacia un “modelo turco” (donde conviven el islamismo moderado con las fuerzas armadas, que son el verdadero pilar del estado y el régimen), este intento puede quedar trunco si ante un gobierno estructuralmente débil, como el actual, y con una crítica situación económica, el proceso de huelgas y movilizaciones comienzan a acelerar la experiencia con el “gobierno islamista” reabriendo el proceso revolucionario e inaugurando un nuevo acto, donde la clase obrera vuelve a ser un factor de peso en la calle egipcia.
18 de julio de 2012