Congreso del NPA
Tercera publicación Plataformas 1, 2 y 3
27/04/2011 Hebdo TEAN 86 - 20/01/11
Publicado en: Hebdo Tout est ã nous ! 86 (20/01/11)
Traducción especial para www.ft-ci.org: Rossana Cortez y Laura Varlet
Posición 1
Reagrupar al NPA para reagrupar a los anticapitalistas
Reagrupar a los anticapitalistas da cuenta de una lenta impaciencia. Pero todas las facetas profundas de la crisis del sistema capitalista que produce rechazos y luchas consecuentes, resaltan el carácter indispensable de la construcción de una fuerza política poderosa, con determinación y útil para organizar la ruptura y la transición hacia el ecosocialismo.
Al momento del movimiento del otoño 2010, decenas de miles de militantes se movilizaron sobre las mimas bases que las nuestras, desarrollaron la misma voluntad de un movimiento conjunto, se encontraron con los mismos obstáculos, reflexionaron sobre los mismos problemas para dar respuesta. No hay cuestión más fundamental que saber cómo esta cuestión de fondo social puede traducirse en un plan directamente político.
En la prolongación del llamado adoptado por una amplia mayoría del CPN saliente, el congreso debe constituir una nueva ocasión, más allá de las divergencias que se expresen democráticamente, para dirigirnos en forma conjunta “a aquellos que lo quieren todo”. Unificar las fuerzas, las energías, la determinación que se volvieron a encontrar en el movimiento del otoño, en las luchas contra los despidos, ecologistas, feministas, antirracistas, internacionalistas para preparar el enfrentamiento con el poder, imponer nuestras propias respuestas a la crisis y no negociar la salida de los patrones, construir una unidad radicalmente anticapitalista, es decir, independiente del PS. Esta debe ser el norte constante del NPA.
Nada será seriamente posible si esta « izquierda social » no se compromete con su propio movimiento en la traducción política de lo que ella tiene como potencialidad, permitiendo la unidad anticapitalista en y para las luchas, pero también en el terreno electoral.
Esto supone desbaratar las trampas. La del aislacionismo que en el fondo plantea ignorar que existen otras fuerzas políticas que se muestran cercanas a muchos de los que luchan y que el reagrupamiento de los anticapitalistas se reduciría a la expresión de una “pureza” en el diálogo directo y único con las masas. La de la satelización que consiste en dejarse llevar por la tentación de dar por tierra con la exigencia de independencia del PS, de un contenido programático de ruptura, la ilusión de los resultados de dos cifras y de la vía constitucional.
Para un partido como el nuestro, al mismo tiempo es momento de la determinación para no entregar nada y también de la audacia para reagrupar. La posición 1 entiende que sigue manteniendo los dos aspectos de esta apuesta, fundadora del NPA.
Posición 2
Atrevámonos a ocupar nuestro espacio político
La revolución popular que comienza y ha hecho caer al dictador tunecino – aún cuando no se ganó todo, lejos de eso – hace tomar la medida de las consecuencias de esta crisis del capitalismo, la más profunda desde 1929. Su último avatar, la especulación planetaria sobre los recursos alimentarios no está para nada en el levantamiento de la juventud magrebí. La insurrección tunecina, que pasó de lo social a lo político en pocos días, prolonga para el futuro las manifestaciones de esta misma juventud en Europa. Ha levantado una barrera y va a encontrar eco en el mundo árabe y más allá de él. No es solamente un Mayo 68 a la décima potencia lo que se prepara en Magreb o en Europa sino es la cuestión del futuro de la humanidad y del planeta que plantean la crisis y los pueblos.
Esta crisis y los caminos que ella toma crean, sin duda alguna, un espacio para un proyecto revolucionario.
No tenemos la política independiente a la altura de esos desafíos, y capaz de responder a las esperanzas de las multitudes. Sin embargo, las promesas despertadas por la creación del NPA nos han dado los medios para ella. Estamos en un momento que encarna las aspiraciones y las revueltas populares de la base, tan alejadas del juego electoralista y del sindicalismo de diálogo social. Pero hemos roto ese hilo y estamos aislados con una orientación oportunista. El movimiento del otoño ha retrasado los plazos sin hacer desaparecer estos problemas.
El debate no es entre «unitarios » y «sectarios” como lo caricaturiza la P1 para presumir la postura de un centro realista y la apariencia de una política. La raíz de nuestras dificultades es la complacencia política de la dirección respecto a la izquierda «antiliberal», a las direcciones sindicales, así como su temor a toda confrontación de fondo. De allí, una ausencia de política propia que no le permita entender a cualquiera lo que nos separa de estas corrientes, confunde nuestro mensaje, cierra nuestro espacio político y engendra el desencanto.
La guerra social que anuncian las políticas de rigor en Europa necesita más que nunca clarificar nuestro proyecto con respecto a la izquierda antiliberal y que nos dirijamos directamente a las clases populares. Al mismo tiempo, nos da la oportunidad para esto. La situación muestra que el proyecto de derrocamiento revolucionario del capitalismo puede ser escuchado ampliamente. Ocupémonos seriamente de este debate antes que los acontecimientos nos lo impongan de todos modos.
Posición 3
El tiempo nos apremia
Hemos vivido, sobre la cuestión de las jubilaciones, un movimiento social que expresa una ardiente necesidad de alternativas políticas, solidarias e igualitarias. El sarkozysmo ha sido profundamente deslegitimado por las urnas (regionales) y por las calles. Pero las consecuencias positivas de esta situación no son para nada automáticas. La simple alternancia en el poder de una izquierda pro-FMI corre el riesgo de acrecentar aún más el abismo entre los políticos de la mundialización y las aspiraciones populares. Si no se lleva adelante la perspectiva de un proyecto capaz de desafiar al neoliberalismo, si una agrupación social y política auténticamente de izquierda no prolonga la dinámica del otoño 2010, entonces la crisis política y la exasperación social pueden también inclinarse a favor de las derechas más extremas.
Por eso el NPA debe tomar conciencia de sus responsabilidades. En el momento de su fundación, en 2009, muchos creyeron en un NPA que «renovaría» la acción política, que pondría su potencial de radicalidad, de rejuvenecimiento al servicio de una nueva oferta de izquierda, en donde la firmeza programática no es antagónica a la voluntad de marchar junto con aquellas y aquellos que aspiren fundamentalmente a los mismos objetivos. Todas y todos no se han unido a este proyecto, pero un buen número han mirado con simpatía y esperanza su creación. Estas fuerzas militantes, colectivas o individuales, están presentes en las luchas pero también en los partidos y las corrientes que existen hoy a la izquierda del PS. La demanda de unidad es también muy fuerte en ellos, porque es grande la convicción que hay que hacer bloque para impedir los retrocesos y para esbozar un proyecto común. Pero el NPA no ha estado a la altura de la tarea, sobre todo negándose a estas tratativas de agrupación en las elecciones europeas y regionales. Luego, durante el movimiento del otoño, a pesar de la existencia de colectivos unitarios que reunían un amplio arco de fuerzas antiliberales y anticapitalistas, no ha sabido dar (no más que los demás partidos por otra parte), una potencia política unitaria a la contestación social.
Durante su congreso de 2011, el NPA puede decidir estar verdaderamente como «pez en el agua», en el seno de los movimientos sociales como en el terreno político, en torno a una estrategia de frente social y político con todas las fuerzas de la izquierda de transformación social y democrática (Front de gauche, Fase, no-organizados, etc.).
Es urgente hacer esta elección. El tiempo nos apremia más que nunca. Ya no tenemos derecho a equivocarnos.