Egipto hacia jornadas decisivas
Una “tormenta perfecta” en el mundo árabe
10/02/2011
El levantamiento egipcio ya es el punto más alto de la rebelión que sacude varios países del mundo árabe desde la caída bajo el embate de masas del dictador Ben Alí en Túnez. Este proceso está desestabilizando todo el andamiaje “geopolítico” de esta estratégica región en la que se apoya la dominación imperialista, para mayor preocupación de EE.UU. y la Unión Europea y verdadera alarma de su agente clave, el Estado de Israel. Es que Egipto y Jordania son los únicos países que firmaron un tratado de paz con Israel. Egipto, que controla el canal de Suez (clave del transporte naval) le vende petróleo al Estado sionista y su complicidad apuntala la política de estrangulamiento del pueblo palestino. Un cambio político en El Cairo podría trastocar estos acuerdos y volcar la relación de fuerzas regionales contra Tel Aviv y el imperialismo, cuando Washington y sus aliados están empeñados hasta el cuello en la otra mitad del Gran Medio oriente: las guerras de ocupación en Afganistán e Irak, la presión sobre Irán y el control de un “poco seguro” Paquistán.
Además, el ascenso árabe se desarrolla a lo largo de toda la costa sur del Mediterráneo, frente a una Europa atribulada por la crisis y el despertar de la resistencia obrera, con múltiples lazos semicoloniales con los países árabes y que, en los millones de trabajadores inmigrantes provenientes de esta expoliada región, puede encontrar un revulsivo adicional para la lucha de clases en las propias potencias. En un contexto de crisis capitalista internacional y declinación de la hegemonía imperialista, el ascenso árabe, con Egipto y Túnez a la vanguardia, ayuda a “poner más en línea”, es decir, acelerar el desarrollo de la lucha de clases internacional y está llamado a tener enormes consecuencias globales.
El imperialismo teme esta perspectiva y se desespera por montar un viraje político. Así, el presidente Obama y el imperialismo en su conjunto vienen sosteniendo hasta el final a Mubarak, aunque presionándolo para que inicie algunas “reformas” en pos de una “transición”, es decir, para montar una salida política dirigida a “cambiar algo para que nada cambie” lo más a la derecha posible que permita salvaguardar el statu quo regional, conservar a Egipto como un agente clave según los intereses del imperialismo y la alta burguesía egipcia. La misma línea es “recomendada” por los jefes imperialistas para los otros regímenes árabes aliados cuestionados por las protestas.
Es que como dijera Hillary Clinton, en el mundo árabe se está formando una “tormenta perfecta” de proporciones históricas y para conjurar el peligro, después de haber inspirado, apoyado y financiado durante tres décadas a regímenes dictatoriales como los de Ben Alí y Mubarak y monarquías como la jordana o marroquí por toda la región, impulsan a marcha forzada alguna forma de “transición a la democracia” con reformas cosméticas en los regímenes para preservar los intereses estratégicos del imperialismo y la estabilidad de los países clave para su dominación.