Argentina
A cinco años del 19 y 20 de diciembre
29/11/2006 La Verdad Obrera N° 215
Pese a todo lo que la clase capitalista avanzó en “normalizar” las condiciones de su dominación, no ha logrado en estos cinco años forjar nuevas fuerzas políticas con cierto arraigo popular, a pesar del crecimiento económico cercano al 9% anual. Y en la clase trabajadora asistimos desde el 2004 a un amplio y profundo renacer no sólo de la actividad huelguística, sino del “mundo obrero” en las fábricas y empresas.
El gobierno mismo, a pesar de la popularidad relativamente importante -aunque en lento declive- que mantienen el presidente y su esposa, tiene muy pocas figuras con peso propio, al punto tal que para la provincia de Buenos Aires, el principal distrito del país, luego de la caída obligada de la candidatura de Felipe Solá ha debido recurrir al ex menemista porteño Daniel Scioli, que en realidad se preparaba para ser uno de los candidatos oficialistas a Jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires. Mientras Cristina o el propio Kirchner apuestan a mantener el voto “progresista” frente a Lavagna o Macri, Scioli es visto como un candidato para disputar la gobernación con Blumberg u otro en el terreno de la “seguridad” y para evitar un drenaje de intendentes peronistas hacia una coalición opositora.
Fenómenos transitorios
El llamado “kirchnerismo” es en realidad una coalición de tránfugas de distintas procedencias, sostenidos en base a la “caja” estatal y a los índices de popularidad de la pareja presidencial, que no vacilarán en huir a mejor puerto a la primera de cambio. La oposición burguesa que se está agrupando alrededor del tándem Lavagna-Macri-López Murphy-Sobisch-peronismo no kirchnerista-radicalismo alfonsinista, no es algo muy distinto. La sola enumeración de sus componentes basta para mostrar que lo único que los une es la esperanza de unir voluntades para mantener u obtener algún sillón, apoyándose en las tendencias conservadoras de amplios sectores de las clases medias y buscando ganar el favor de los sectores patronales disconformes, como es el caso de los productores agrarios que van al paro. La errática política gubernamental ha favorecido que se terminen confundiendo el descontento de los productores más pequeños de la Federación Agraria con el de la gran patronal agraria agrupada en las Confederaciones Rurales Argentinas.
El carácter fugaz e inestable de ambas coaliciones burguesas es la contracara de las fuerzas políticas que dominaron la política burguesa durante la última mitad del siglo pasado, el radicalismo (una fuerza actuante durante todo el siglo XX) y el peronismo. En ambos casos, estas fuerzas políticas patronales lograron hacerse una base popular -el radicalismo en las clases medias, el peronismo en la clase obrera- a partir de sostener discursos anti-oligárquicos e, incluso, anti-imperialistas, aprovechando momentos en que las principales metrópolis se encontraban en agudas disputas entre sí, como ocurrió con Hipólito Yrigoyen en la primera guerra mundial y con Perón en la segunda. A pesar de las múltiples ocasiones en que radicales y peronistas defraudaron las expectativas que las masas populares depositaron en ellos, y de las variadas situaciones en que desde el poder recurrieron a la represión abierta de la clase obrera, ambas tendencias lograron preservarse, no sin crisis agudas, en parte gracias a los mismos golpes de estado que abortaban las distintas experiencias con estas direcciones. En particular, el golpe de marzo de 1976 contribuyó decisivamente a bloquear la experiencia en curso que la clase obrera venía haciendo con el peronismo desde su vuelta al poder en 1973. Un proceso que se intensificó luego de la muerte de Perón y la asunción de Isabel y López Rega, al punto que dio lugar al desarrollo, para mediados de 1975, de las coordinadoras interfabriles y las llamadas “jornadas de junio y julio” contra el plan económico lanzado por Celestino Rodrigo, finalmente derrotado tras más de un mes de todo tipo de acciones obreras, incluida la primer huelga general contra un gobierno peronista.
Más allá de su sobrevida formal, el fraccionamiento actual de estos partidos, con personajes originarios de cada uno de ellos en los distintos “armados políticos” en curso, no es una crisis más, sino que expresa su agotamiento histórico, producto de 23 años de sucederse continuadamente en el poder beneficiando a los mismos intereses capitalistas que implementaron el genocidio.
Desde el punto de vista de la clase trabajadora, el predominio de su adhesión actual al kirchnerismo, debe ser visto entonces como un fenómeno transitorio, que se sostiene en base a las expectativas que el actual ciclo económico permitirá recuperar lo perdido en el último período histórico y a la cooptación de las principales organizaciones sindicales, vía la burocracia sindical.
Aún cuando la ausencia de centralidad de la clase obrera en aquellos días de diciembre fue un claro handicap que la burguesía aprovechó para recomponer su dominio (como desde el PTS sostuvimos contra otras fuerzas de izquierda), la irrupción popular del 19 y 20 de diciembre de 2001 marcó, estratégicamente, la apertura de un período en que la clase obrera, sobre las ruinas del peronismo y del radicalismo, tiene planteado emerger como fuerza política independiente.
Renacer del “mundo obrero”
Si gran parte de la situación política se encuentra permeada por el renovado consumismo de las clases medias (y también de franjas de la clase trabajadora), y es esta la base social para el corrimiento a la derecha del gobierno alineándose junto a EE.UU. e Israel contra Irán o para la posible candidatura de Scioli; en la clase obrera se vive un proceso de lenta pero sostenida recomposición, alentada por la caída del desempleo y la recuperación de su peso social, aún en condiciones de fuerte precarización y fragmentación. A pesar que al gobierno de Kirchner es el primer desde la caída de la dictadura que no ha tenido que enfrentar ningún paro general en lo que va de su primer mandato (lo que muestra el rol de la alianza con la CGT), se desarrolla en la clase trabajadora un proceso que, aunque desigual, es muy extenso y que no puede sólo medirse por la cantidad de luchas sino por la vuelta de la “vida sindical” en importantes sectores de los trabajadores, incluso en una capa de jóvenes trabajadores que, partiendo de muy atrás, está haciendo sus primeras armas en las luchas contra las patronales, el gobierno y la burocracia. Esta última, luego de los hechos de San Vicente, aunque sigue sostenida desde arriba por el gobierno, sufre el desprestigio popular y a la vez está sacudida por rencillas internas como las últimas movidas de Barrionuevo y Gerardo Martínez para intentar limitar el control de Moyano en la dirección de la central.
Este año, aunque los aumentos pactados con un techo del 19% para los trabajadores “en blanco” frenaron un proceso huelguístico generalizado que abrió el 2005, no han podido evitar que los trabajadores retomen confianza en sus fuerzas, eleven sus expectativas y en varios casos apoyen a nuevos delegados honestos, así como el desarrollo de distintas luchas que han puesto en el tapete las “tercerizaciones”, uno de los pilares de la política “flexibilizadora” de los ‘90. Este “mundo obrero” en desarrollo es el terreno privilegiado donde el PTS viene interviniendo audaz y activamente, una tarea estratégica que nos proponemos reforzar aún más en el próximo período, impulsando todas las tendencias a la lucha por los derechos de los trabajadores, a la recuperación de las comisiones internas y cuerpos de delegados, a la organización del activismo y a un programa y una perspectiva verdaderamente clasista, contraria a toda forma de colaboración con la patronal y el estado.
La relación de fuerzas
Otro elemento que marca las huellas de diciembre del 2001, es que el gobierno no puede hacer caso omiso de la relación de fuerzas impuesta por la acción obrera y popular. Joaquín Morales Solá, uno de los principales exponentes de las preocupaciones de la derecha local, ha mostrado su preocupación porque Kirchner “se frena en seco cuando los movimientos gremiales suponen el riesgo de afectar a vastos sectores sociales. Termina entonces rápidamente aceptando la relación de fuerzas y concediendo (...) Ya sea porque les aplica el frío de la indiferencia o porque decide ceder en el acto, lo cierto es que el Presidente elude los conflictos sociales (...) Desde los asambleístas de Gualeguaychú hasta los estudiantes de la Universidad de Buenos Aires, pasando por el propio Moyano, todos saben que el omnipotente presidente se convierte en impotente cuando lo acosa una sublevación social” (Kirchner, frente al “método Moyano”, La Nación, 29-11-2006). No es, por cierto, que Kirchner aspire menos que Morales Solá a terminar con las tendencias a la acción directa o tenga algún prurito ideológico para reprimir las manifestaciones obreras y populares. De hecho, su gobierno no escamoteó el recurso a las acciones represivas (como el envío de la gendarmería a Las Heras, las patotas golpeando a los trabajadores en el Hospital Francés, la represión al cierre de esta edición en Córdoba de su aliado De la Sota a los que se movilizan contra la privatización del agua, o los gases y balas de la bonaerense lanzados en La Plata contra el escrache al segundo de Etchecolatz), sobre todo cuando las luchas están bajo la dirección de sectores combativos: más bien es una norma de este momento político que hay que preparar cuidadosamente toda acción a tomar para evitar -o limitar- los efectos de la represión estatal y patronal.
Pero, ante acciones con peso de masas, es probable que el gobierno se vea obligado a ceder frente a la fuerza obrera y popular, como debió hacer ante la huelga petrolera o ante los reclamos de no permitir el corte de puente a los asambleístas de Gualeguaychú. Son parte de los límites que tiene la restauración de la autoridad estatal que la burguesía realizó bajo el gobierno de Kirchner.
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– Hacia una gran marcha el 20 de diciembre
Para el PTS se trata de intervenir activamente en los procesos de lucha y organización existentes entre los trabajadores intentando agrupar a los sectores que intentan hacerse un camino independiente de la burocracia sindical, buscando a la vez acelerar la experiencia que la clase obrera y los sectores populares realizan día a día con el gobierno kirchnerista. Se trata de ir creando las condiciones para la emergencia de un verdadero partido revolucionario de la clase trabajadora, sin el cual, como también se mostró en diciembre de 2001 al contrario de lo que sostenían los cultores del “espontaneísmo”, la burguesía podrá encauzar aún agudas crisis de dominio.
En este camino, es para nosotros un importante desafío redoblar las acciones por la aparición con vida de Jorge Julio López y por el terminar con la impunidad de los genocidas, uno de los aspectos que revela con más claridad el “doble discurso” gubernamental. En este diciembre esta lucha se une con aquella por mantener viva la llama de las jornadas del 2001.
Como parte de las acciones programadas por el Encuentro 30 años: Memoria, Verdad y Justicia del que somos parte, llamamos a todos los lectores de La Verdad Obrera a participar activamente de los cortes y manifestaciones del día 18 -en el tercer mes de la desaparición de Julio- y a marchar junto al PTS de Congreso a Plaza de Mayo -y en las principales ciudades del país- el próximo miércoles 20 de diciembre, a cinco años de aquellos días que conmovieron la Argentina.