Cuba - Debate
¿Adónde va la LIT-CI con su política democratizante?
21/04/2011
La corriente encabezada por el PSTU de Brasil, ha publicado la declaración “Llamamos a rodear de solidaridad a los trabajadores y al pueblo cubano” (3/04) fundada en su caracterización de que Cuba hace rato que ya es plenamente capitalista, donde los trabajadores sufrirían una explotación “cualitativamente superior a la que se llevan adelante en la mayoría de los países de América Latina y el mundo” y su gobierno, sería una dictadura comparable a las de “de Mubarak en Egipto, Pinochet en Chile o de Videla en Argentina”. Para la LIT, “La restauración del capitalismo en la Isla, combinada con la total falta de democracia, ha dado como resultado la existencia de una dictadura muy similar a las peores y más sanguinarias dictaduras del mundo. En realidad, en algunos aspectos, se trata de una dictadura mucho peor que aquellas.”
Hay que decir que tendencias como Izquierda Socialista (UIT-CI) comparten el punto de vista general de que se ha reinstaurado el capitalismo desde hace tiempo. “El ‘modelo económico cubano’ es, desde hace rato, un capitalismo de multinacionales, empresas mixtas y superexplotación de sus trabajadores.” (M. Petit, “Ajuste a la cubana”, www.laclase.info).
Ya hemos discutido en otros artículos contra la equivocada definición de Cuba como país plenamente capitalista, defendiendo la caracterización marxista de que es un Estado obrero deformado en proceso de descomposición, es decir, donde el proceso de retorno al capitalismo, de conversión de la casta burocrática en una nueva burguesía y de recolonización por el imperialismo aún no han terminado, por lo que sigue estando planteada la defensa de las conquistas estructurales básicas de la revolución, fundadas en la nacionalización de los medios de producción y la liquidación de la burguesía como clase, que si bien degradadas y minadas cada día por la burocracia en su propio beneficio, aún sobreviven.
La alternativa de hierro en Cuba es que, frente a los planes de restauración capitalista, sea la “vía cubana” gradualista de la burocracia, sea la vía de “cambio de régimen” y “apertura económica y política” que el imperialismo preferiría; la única alternativa estratégica es el programa de la revolución política, en el sentido trotskista del término, encaminada hacia la caída revolucionaria de la burocracia y el establecimiento de un verdadero gobierno de los trabajadores.
La LIT ha roto con el programa trotskista de revolución política. Como decidió dar por consumado desde hace años el retorno al orden burgués, lo que es un proceso aún inacabado, no puede proponer un programa correcto para enfrentar el programa real de la burocracia gobernante, expresado en los Lineamientos recién aprobado por el Congreso del PCC- que apuntan no sólo a ajustes y despidos como los que viene implementando, sino a dislocar la economía de transición para avanzar cada vez más en las concesiones al mercado y al capital extranjero. Da esta batalla por perdida en el pasado, en vez de considerarla como una tarea difícil, pero presente, actual.
Más aún, los gruesos errores de la LIT están ligados a una política democratizante con desastrosas consecuencias.
Su Declaración parte de levantar una política para una posibilidad futura: “De una u otro forma, más tarde o más temprano, los trabajadores cubanos se van a rebelar contra esta situación, y cuando esto ocurra, una nueva y gran amenaza se va alzar sobre sus cabezas: la represión”, pero no propone ningún programa de clase ni perspectiva propia por la que los trabajadores cubanos puedan llegar al triunfo. Definiendo al régimen como una dictadura capitalista, se preparan para un proceso de “revolución democrática”, tomando como ejemplo tácitamente los primeros momentos de la “primavera árabe” de levantamientos populares contra dictaduras burguesas. Todo el eje está puesto en la solidaridad internacional con el pueblo cubano que está “soportando una brutal dictadura y que está siendo amenazado de ser masacrado cuando comience a levantarse contra sus explotadores y opresores.”
Adaptación a la democracia burguesa
Entre los múltiples problemas y confusiones que la LIT logra acumular en unas pocas líneas, señalemos dos:
En primer lugar, ¿Cómo se podría impedir una masacre sólo apelando a la solidaridad internacional? No coincidimos con su caracterización de que estamos frente a un régimen fascista o semifascista (por el contrario sostenemos que en Cuba hay un régimen burocrático apoyado en las fuerzas armadas y el partido único stalinista), pero aún concediendo por un momento que así fuera, la política que propone es completamente impotente para hacerle frente. El único método eficaz sería el de la clase obrera con sus formas de lucha. Habría que llamar a los obreros cubanos a organizarse en las fábricas, armando los comités de autodefensa desde los sindicatos y organizaciones barriales, y desarrollando la autoorganización democrática de las masas (consejos, soviets) para derrotar la guerra civil lanzada por la casta dirigente, y derrocarla mediante una insurrección concientemente preparada, para imponer un gobierno de las organizaciones obreras y de masas que encabecen la lucha. Pero la LIT no dice nada de esto.
En segundo lugar, creemos que su línea de “solidaridad” obedece a una lógica de “revolución democrática” para reemplazar al régimen político de “partido único” por una “democracia”… burguesa como una fase necesaria o al menos inevitable del proceso. No es necesario aclarar que los marxistas revolucionarios distinguimos las diferencias que hay entre dictadura y democracia en un Estado burgués, y que defendemos la conquista de las libertades democráticas para la lucha y organización de la clase obrera y el pueblo. Pero no por eso separamos la lucha por las libertades democráticas de la lucha por la revolución.
Cuando la LIT confunde como si fueran lo mismo el régimen burocrático de “partido único” que oprime al pueblo cubano, y las dictaduras proimperialistas como las de Mubarak o Videla que ahogaron en sangre toda resistencia para proteger la propiedad privada y las ganancias capitalistas, pretende hacer creíble que sería mejor lograr una democracia burguesa, ya que al menos habría más libertades, legalidad para los partidos y sindicatos, etc. En efecto, la LIT ya escribió: “¿Cuál es, por lo tanto, la gran tarea planteada para la clase obrera y el pueblo cubanos? La misma que en su momento estuvo planteada en los otros países de la región: derrumbar esa dictadura, para conquistar las más amplias libertades democráticas y para avanzar en dirección a una nueva revolución socialista” (www.litci.org, Martín Hernández, Revolución y contrarrevolución en Cuba, 21/12/2010).
Y es por eso que vienen exigiendo amplias libertades democráticas para todas las corrientes opositoras, incluidas las burguesas, lo que los pone en el poco envidiable lugar de estar objetivamente reclamando libertad de acción política también para los representantes de los gusanos de Miami (la burguesía exiliada), los grupos ligados a la Iglesia, entre otros agrupamientos de la derecha proimperialista, política que rompe con los más elementales principios de clase. Por el contrario, los trotskistas llamamos a luchar por libertades políticas y de organización para las masas, contra el régimen de los Castro, incluyendo el derecho a huelga, a crear sindicatos, y a la plena libertad de acción y legalidad para los partidos políticos que defiendan las conquistas de la revolución.
La LIT al borde del barranco
Lamentablemente, la lógica política de la LIT la está llevando por un peligroso camino, ubicándola como ala izquierda del plan imperialista de contrarrevolución democrática.
Podemos recordar que frente al golpe en Honduras, un país semicolonial oprimido por el imperialismo norteamericano, levantó “la exigencia de ruptura de las relaciones con el gobierno de facto de los gobiernos de todos los países que aún no lo hicieron. Y, especialmente la exigencia de boicot económico, principalmente de Estados Unidos (…)”. Al considerar el régimen imperante en Cuba como similar al de un Mubarak o un Videla, observando sólo la similitud en los rasgos represivos, sin tener en cuenta la diferente base social, es decir, el carácter de clase del Estado ¿por qué no dar un paso más y reclamar boicot comercial y ruptura de relaciones diplomáticas con el régimen cubano, como hicieron en Honduras?
Sumarse a una posición así, sería caer en la más vergonzosa bancarrota política. ¿Acaso no es esa en esencia, la política que han venido aplicando hasta donde han podido los gobiernos norteamericanos: bloqueo y aislamiento, para doblegar a Cuba? Los militantes honestos de la LIT deberían reflexionar sobre estos problemas de principios y reclamar a su dirección una urgente rectificación en sus posiciones sobre Cuba.