Argentina | PELEEMOS POR UN PARO ACTIVO NACIONAL DE 36 HS
Basta de despidos y suspensiones. Apoyo a los que luchan
29/05/2014
Jueves 22 de mayo. Cristina Kirchner sonríe para los medios. No es cualquier imagen, ni es la primera vez que se saca esa foto. La presidenta comparte tribuna con el ministro Randazzo en un acto donde presentaron los nuevos trenes del Sarmiento.
Cristina se pone la gorra de la lista Verde de la Unión Ferroviaria. No es cualquier gorra, es la de la agrupación donde milita la patota de José Pedraza, la que asesinó a Mariano Ferreyra, el joven militante del Partido Obrero que se movilizaba en defensa de los tercerizados del ferrocarril. La foto es todo un símbolo del compromiso de Cristina con la burocracia sindical. Esa misma tarde del jueves, Cristina inaugura junto a Roberto Pignanelli del SMATA un centro de salud para ese gremio en Don Torcuato. Y dice allí que los sindicalistas opositores atacan más al gobierno que a las empresas.
Lo dice al lado del mismo burócrata sindical que apoyó los despidos en Gestamp (diciendo que eran “luchadores”) y que acusó de “traidores” a los delegados independientes de VolksWagen por el “delito” de ser testigos de los obreros despedidos en juicio de reinstalación. En medio del mayor ajuste del gobierno contra los trabajadores, cuando redoblan las suspensiones, despidos y topes salariales, los burócratas son los llamados a “poner orden” en la clase obrera. El mejor exponente es el mismo Pignanelli, que está entregando abiertamente a los metalmecánicos, el centro neurálgico del ataque de las patronales.
El giro a la derecha lo continuó la misma Cristina el 25 de mayo, asistiendo al Tedéum en la Catedral porteña, donde flanqueada por Mauricio Macri y apelando a las palabras del Papa llamó al “diálogo nacional” que no es otra cosa que el acuerdo de todos los políticos patronales y los empresarios en proseguir con el ajustazo, y que sean los trabajadores los que paguemos la crisis. El acuerdo con el Club de París al que arribó este jueves 29 el ministro de Economía Axel Kicillof marca el decidido giro en busca del rescate del capital financiero internacional para tratar de enmendar el “modelo” cuando la economía está entrando en recesión. El mismo objetivo tiene la presentación ante la Corte Suprema de EE.UU. en el litigio con los “fondos buitres”.
Así, el discurso en Plaza de Mayo el domingo 25, en el que Cristina volvió con la “mística” de la “inclusión” y la “soberanía” es sólo eso, un verso para su militancia. No sorprende, tampoco, que los diputados k se hayan negado a dar quórum, el martes 27, en la comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados para dictaminar la derogación de la reaccionaria Ley Antiterrorista.
Bronca y disposición de lucha
El paro del 10 A marcó un importante viraje en el estado de ánimo de la clase obrera, que en muchas fábricas, escuelas y establecimientos salió a la huelga pese al mandato de la burocracia oficialista. Lo vimos en la bronca de los docentes salteños; en los bancarios donde la burocracia debió llamar a un paro nacional ante los despidos y la represión en Tucumán; en la Alimentación, donde Daer tuvo que llamar al paro exigiendo el 40% de aumento; en la gran huelga por salario que ya lleva 16 días en Aceros Zapla en Jujuy; en cada una de las resistencias que se dan por fábrica, en Gestamp, Shell o Calsa, exigiendo la reincorporación de los activistas. O como en la Universidad de Tucumán, donde los docentes en asambleas masivas sostienen un paro por tiempo indeterminado sobrepasando las políticas de la conducción kirchnerista del gremio. El paro del 10 desató fuerzas importantes pese a las entregadas de los dirigentes oficialistas pero también pese a la burocracia opositora de las CGT de Moyano y Barrionuevo y la CTA de Micheli, que sigue en la tregua. Ellos son opositores al gobierno pero laderos de las patronales. Por eso apoyan a políticos que están al servicio de los empresarios como Massa, De La Sota o el sojero Binner.
El contundente paro con movilización de este miércoles 28 en Córdoba no se dio por la buena voluntad de Antonio Caló. Los dirigentes debieron llamarlo por la bronca que crece entre los metalúrgicos ante cientos de suspensiones y despidos “hormiga”. Esa marcha mostró un activismo antiburocrático que se expresó bulliciosamente contra la burocracia. Semanas atrás también habían debido convocar a un paro, de toda la rama siderúrgica, por la negativa empresaria a pagar lo acordado en la paritaria nacional. Las grandes patronales del acero ni siquiera pueden aducir crisis, es sólo avidez de ganancias lo que les impide otorgar el aumento.
Los Encuentros regionales del sindicalismo combativo, una herramienta clave
Los Encuentros Sindicales Combativos del viernes 23 y el sábado 24 en las zonas oeste y norte del Gran Buenos Aires, respectivamente, reunieron a decenas de comisiones internas y centenares de luchadores antiburocráticos. Son los mismos que bancaron el corte de la Panamericana y en el acceso Oeste el 10A. Fue acertada la resolución de convocarlos por parte del Encuentro Sindical Combativo de Atlanta.
Para los luchadores son una herramienta clave para coordinar las luchas y defenderse de los ataques, para plantar bandera en las zonas y construir una alternativa frente a la burocracia. En las semanas previas se comenzó a mover el avispero entre los trabajadores combativos. Hubo asambleas en fábricas como Donnelley o en el SUTEBA Tigre. En varias empresas en la zona norte y en Ferroviarios del Sarmiento venían con medidas de lucha que fueron caldeando el ambiente. Como mostramos en este LVO entre las resoluciones votadas se destaca el apoyo a las luchas en curso (Gestamp, Donnelley, Calsa, Alicorp, docentes, entre otras), la exigencia de un paro activo de 36 horas a las centrales sindicales, profundizar la lucha contra los proyectos de ley “antipiquetes” y la pelea por la absolución de los petroleros de Las Heras. Una de las resoluciones más importantes fue la de impulsar un nuevo Encuentro Nacional que incorpore a los sectores antiburocráticos y combativos que se vienen negando a participar.
La necesidad del reagrupamiento que empezó en Atlanta y se empezó a ampliar por zonas, se está probando hoy en la lucha de Gestamp, una pelea dura y difícil. Pero los despedidos tomaron fuerzas, con el impulso moral y material que les dan las organizaciones del Encuentro y dieron un salto en su lucha, entrando a la fábrica y logrando trascender a nivel nacional (con apoyo de la izquierda y los legisladores del FIT). Esta pelea es un primer desafío, en uno de los centros proletarios más importantes del país, para demostrar que los obreros no están dispuestos a dejar pasar los ajustes.
Por un gran y masivo Encuentro Nacional unitario
Se ha dado un importante paso adelante. Hay que remitirse a los años ‘70 para hallar Encuentros Obreros con la cantidad de trabajadores combativos que se hicieron presentes. No estamos en esa situación marcada por el ascenso revolucionario abierto con el Cordobazo. Pero se ha destacado una vanguardia, que nace de las comisiones internas, de la base de las fábricas, de las escuelas, que está dispuesta a organizarse en los lugares de trabajo, resistir, pelear ante los ataques, debatir con la izquierda clasista y avanzar en su conciencia política. Las fuerzas que integramos el Frente de Izquierda y de los Trabajadores tenemos que estar en primera fila en su apoyo y promover su desarrollo convocando a un nuevo Encuentro Nacional (o como se llame) masivo, en un estadio como el Luna Park, donde participe lo mejor del activismo de todo el país, debatiendo y votando resoluciones de acción, del que sean parte todas las corrientes que se reclaman combativas, como PO que se viene negando a integrar este tipo de iniciativas desde que hicimos el Encuentro Sindical Combativo en Atlanta. La “unidad del movimiento obrero y la izquierda” no puede ser un saludo a la bandera. Desde las organizaciones que impulsamos el ESC de Atlanta y desde el FIT tenemos que poner proa hacia un gran y masivo Encuentro Nacional unitario. Para pelear por un paro activo nacional de 36 horas con piquetes y movilización desde los lugares de trabajo. Para levantar un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.
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