Argentina
Cortina de humo
06/02/2009
En estos días estamos en presencia de una furibunda campaña por parte de voceros del Estado de Israel, que pretenden instalar la idea de que estaríamos en nuestro país frente a un “rebrote de antisemitismo”. Con mayor o menor énfasis, esta campaña está dirigida contra todos los que nos manifestamos contra la masacre cometida contra el pueblo palestino en Gaza, buscando demonizar políticamente –y hasta inculpar judicialmente– a los participantes en dichos actos y manifestaciones. Lo cierto es que estamos en presencia del clásico artilugio de montar una cortina de humo para correr la agenda de la discusión y que no se hable más de los brutales crímenes de lesa humanidad cometidos por Israel durante los bombardeos en los cuales fueron asesinados con bombas de racimo y fósforo blanco más de 1.500 palestinos, entre ellos 415 niños, y heridos más de 6.000, mientras fueron totalmente destruidas las viviendas de al menos 13 mil familias. Estas acciones de barbarie, realizadas con el apoyo del imperialismo estadounidense, motivaron el repudio de millones en todo el mundo, entre ellos numerosos judíos que han dicho “no en nuestro nombre”.
La operación mediática actual expresa en realidad que la acción realizada por Israel es tan indefendible que quienes la justifican no se atreven a hacerlo en voz alta. Por ello han debido recurrir a amalgamas de todo tipo, inventando una inexistente campaña antisemita para que no se discuta más del tema, buscando abroquelar a la colectividad judía en nuestro país y contener las crecientes críticas al accionar del Estado de Israel, uno de los principales aliados que tuvo el caído en desgracia Bush en su “guerra contra el terrorismo” y un adelantado en lo que hace a la legalización de la tortura, el encierro de miles de presos sin condena y el asesinato sin juicio alguno de sus opositores, es decir, en practicar el terrorismo de Estado. No resulta extraño que quienes hoy lanzan la increíble e infame acusación de antisemitas a partidos de izquierda y organismos de derechos humanos sean los voceros de las mismas instituciones sionistas –como la DAIA y la OSA– cuyos dirigentes (siguiendo los pasos de la archi colaboracionista jerarquía de la Iglesia Católica) mantuvieron excelentes relaciones con la dictadura videlista, a la cual Israel vendía armamento y daba asesoramiento en la “lucha antisubversiva” mientras cientos de militantes de origen judío eran torturados y asesinados siendo parte de los 30.000 desaparecidos. Una cuestión denunciada en su momento por luchadores judíos contra la dictadura, a los cuales no vacilaron en calificar de “terroristas” por firmar solicitadas junto a las Madres de Plaza de Mayo.
El gobierno nacional, por su parte, está también alentando esta campaña por boca de varios de sus ministros, algo congruente con la posición estilo “teoría de los dos demonios” que mantuvo durante los bombardeos (bien lejos de la elemental medida de romper relaciones diplomaticas con Israel tomada por Venezuela y Bolivia) y, más aún, con haber puesto “la causa AMIA al servicio de la guerra de EE.UU. e Israel en Medio Oriente”, como han denunciado Laura Ginsberg y los compañeros de APEMIA.
El martirio del pueblo palestino no es nuevo. Los historiadores israelíes más honestos (como Benny Morris o Ilan Pappé, el autor de “La limpieza étnica palestina”) se han encargado de desmantelar el mito del origen “progresista” del Estado sionista, documentando lo que denominan “el hecho colonial” de su fundación y la limpieza étnica permanente sobre la que se ha sostenido. Una salida que fue auspiciada por las potencias imperialistas vencedoras en la Segunda Guerra, las mismas que miraban para otro lado cuando se estaba perpetrando el Holocausto y, en el caso de Estados Unidos, se negaban a recibir a gran parte de los judíos perseguidos por los nazis genocidas. Las masacres periódicas a las que recurre Israel no son otra cosa que una demostración de este carácter colonial, algo similar a lo hecho por los británicos en la India y tantos otros lugares, por Francia en Indochina, Argelia y otros países del continente africano, por EE.UU. en Vietnam, Irak y Afganistán. Y también algo que los palestinos han debido soportar de otros gobiernos de la región, opresores de sus pueblos, como fue el caso del “septiembre negro” llevado adelante en 1970 por la monarquía jordana en los campamentos de refugiados.