FT-CI

Cuatro preguntas sobre la crisis económica mundial

Crujidos de la “recuperación”

10/12/2009

Poco más de un año transcurrió desde la quiebra de Lehman Brothers que precipitó la crisis económica mundial más extendida y profunda desde la Gran Depresión. La intervención masiva de los principales Estados capitalistas sobre sus economías, logró contener el curso catastrófico con el que inicialmente amenazaba la crisis. Sin embargo, pocos días pasaron desde el temblor financiero en el Emirato Árabe de Dubai que por unas horas puso en vilo al capital internacional para que se produzca un nuevo crujido. Hace horas apenas, en Grecia, la bolsa de Atenas sufrió una fuerte caída siguiendo los bonos de la deuda pública, un derrotero similar. Estos hechos dicen mucho respecto del carácter de la “recuperación” a la que asistimos. En el presente artículo y bajo la forma de preguntas y respuestas intentaremos hacer llegar al lector algunos aspectos centrales sobre la crisis económica mundial.

1 - ¿Lograron las intervenciones estatales masivas establecer las condiciones para una recuperación económica de largo plazo?

No. Enfoquémonos en Estados Unidos, el epicentro de la crisis. Las políticas estatales de expansión monetaria, tasas de interés históricamente bajas y salvatajes fiscales, lograron frenar quiebras bancarias en cadena (nacionalizaciones parciales mediante), así como limitar la caída libre de empresas como General Motors.

No hay duda que la crisis provocó una importante destrucción de capital ficticio así como múltiples quiebras de empresas con despidos masivos. Estos mecanismos están permitiendo tanto un proceso de concentración y centralización de capital como el aumento de la tasa de explotación de los trabajadores. Pero también es cierto que, como consecuencia de la intervención masiva del Estado, la destrucción de capital no se produjo de la manera y en el grado que lo exigía el nivel de la crisis.

El resultado es contradictorio porque el mecanismo “clásico” de la crisis capitalista operó sólo parcialmente.

Y ¿en qué fenómenos se expresa? En la falta de relación entre la evolución de tres variables fundamentales como el mercado de valores, el crecimiento de la llamada “economía real” y la evolución del empleo. Veamos algunos datos. En Estados Unidos, el índice Dow Jones creció un 56% desde su mínimo de marzo de este año con lo cual se encuentra un 28% por debajo de su pico del año 2007. Si se tiene en cuenta lo que la economía oficial denomina “economía real”, recién en el tercer trimestre de este año el PBI norteamericano creció un 3,5% en términos anualizados (después de caer cuatro trimestres consecutivos). Esta cifra podría parecer alta si no fuera porque está asociada fundamentalmente a planes de estímulo fiscal como por ejemplo el plan “dinero por chatarra” (clave en la demanda de autos que a su vez jugó un rol central en la recuperación de la demanda del trimestre) y a bajas tasas de interés. Si se retiran los planes fiscales y se incrementa la tasa de interés, la demanda y el crecimiento desaparecen. De modo que no hay relación entre el fuerte repunte de la bolsa de valores y el débil repunte de la economía real. A su vez el desempleo continúa creciendo y se encuentra en 10% en Estados Unidos.

Tanto la continuidad de la retracción en el empleo como las características de la recuperación de la producción de bienes y servicios, dan cuenta de una recuperación muy parcial de las condiciones de creación de valor y del restablecimiento de una tasa de ganancia aceptable para el capital. Pero a la par de este proceso, se restablecen con fuerza las condiciones de crecimiento del capital ficticio. Esto es condiciones de incremento del precio de las acciones, commodities, títulos y otros instrumentos financieros, asociados no al valor producido en la economía sino a los rescates estatales, al incremento de la deuda pública, a las llamadas “expectativas” y a formas engañosas de registro de las operaciones contables.

La consecuencia es que la inversión no se recompone porque las expectativas de ganancia se plasman en rendimientos rápidos, de tipo fundamentalmente especulativo. No hay ni demanda de crédito para inversión ni recomposición del otorgamiento de crédito por parte del sistema financiero que apuesta a endeudarse en dólares a baja tasa de interés para luego invertir ese capital líquido en activos de alta y rápida rentabilidad.

La continuidad de la caída del empleo es un resultado de esta situación, síntoma importante que indica que el saneamiento del capital fue sólo parcial. La recuperación se apoya en las muletas de la intervención estatal que augura inestabilidades y muy probables nuevos estallidos. Los recientes cimbronazos en Dubai y Grecia es posible que constituyan primeras alertas.

Estos elementos explican por qué muchos analistas burgueses, comienzan a pronunciar, luego de décadas, y con mucha preocupación, términos como “valor” recomendando medir la relación entre el precio de las acciones y las utilidades de las empresas. Lo que está en el fondo de esta preocupación es que el capitalismo no puede sostenerse con un divorcio semejante entre la rentabilidad obtenida en el circuito financiero y la producción de bienes y servicios, que es la fuente verdadera de la producción de valor.

2 - ¿Qué consecuencias tienen las características de la recuperación norteamericana en curso respecto del devenir de la economía mundial?

La forma de la recuperación norteamericana tiene claros efectos sobre las relaciones interestatales y el modo particular que en las últimas décadas adquirió la división mundial del trabajo, dentro del período de crisis del equilibrio capitalista de la posguerra, abierto a fines de los años 60 y comienzos de los 70.

Las características de la recuperación de Estados Unidos, cuestionan su rol de comprador mundial así como el rol de exportadores de China, Alemania y Japón, haciendo muy difícil que pueda restaurarse la forma en que se estableció la división mundial del trabajo en los últimos 20 años. La debilidad de la demanda norteamericana sustentada en planes de estímulo fiscal y tasas de interés de referencia a niveles históricamente bajos con la consecuencia de una deuda pública que está por encima del 80% del PBI, la situación de caída continuada del nivel de empleo (aunque haya disminuido el ritmo) hacen muy difícil que Norteamérica restaure la relación de dependencia comercial y monetaria establecida, en particular con China, antes del estallido de la crisis. Aunque débiles, los elementos de recuperación alientan mayor especulación financiera con todo tipo de activos cuestión que impulsa una salida del dólar que contradictoriamente, desde 2008 se había revalorizado como activo más seguro. Esta situación estuvo impulsando una fuerte devaluación del dólar respecto del euro, el yen y otras monedas. En este contexto se plantea un aspecto central: EE.UU. parecería estar apostando a una política internacional más intervencionista que le permita compensar deuda con un mejoramiento de su balanza comercial. Este aspecto, desde el punto de vista internacional, representa un foco de tensión para Alemania, Japón y China que son países fundamentalmente exportadores.

3 - ¿Qué efectos podrían tener este conjunto de elementos en la relación entre Estados Unidos y China?

El proceso de restauración capitalista, en particular en China, permitió la incorporación al mercado mundial de una poderosa zona de extracción de plusvalor, generadora de una fuerte presión a la baja sobre los salarios de los trabajadores del mundo, factor clave del crecimiento económico mundial de los últimos años. El desarrollo capitalista en China se produjo fundamentalmente en la Costa Este mediante una combinación del surgimiento de una clase capitalista china muy ligada al aparato estatal en asociación con capitales extranjeros de origen fundamentalmente norteamericano, europeo y japonés. El crecimiento chino implicó un consumo privado muy reducido, dado que su ventaja comparativa está basada en bajos salarios. Durante las últimas aproximadamente dos décadas China se fue convirtiendo en el principal destino (de países no centrales) de la inversión extranjera directa proveniente de EE.UU., Europa y Japón. Mientras las principales multinacionales norteamericanas fueron avanzando en la penetración de China, EE.UU. se convertía por vía directa o indirecta en un destino principal de sus exportaciones. A su vez las divisas recibidas por China a través de estas exportaciones fueron progresivamente invertidas en dólares y bonos del tesoro norteamericano.

China posee 1,9 billones de dólares de sus reservas en moneda norteamericana y el 22% de los bonos emitidos por el Tesoro estadounidense. Los excedentes chinos subvencionaban el consumo y el endeudamiento creciente de EE.UU., contribuyendo además al sostenimiento del valor del dólar. Las condiciones particulares de la recuperación hacen muy difícil que se restablezca esa forma específica de la división mundial del trabajo. La devaluación del dólar y las presiones norteamericanas sobre China para que revalúe el yuan (que está atado al dólar y por lo tanto no pierde competitividad frente a la devaluación de la moneda estadounidense) son prueba de ello.

Si la recuperación de la economía norteamericana fuera más “genuina”, probablemente EE.UU. podría volver al esquema anterior y mediante un incremento de las tasas de interés, continuar atrayendo capitales retornando a su rol de comprador del mundo financiado por capitales foráneos.

Son estas condiciones las que necesitaría China para sostener el esquema exportador (además de para salvaguardar sus reservas en dólares) garantizando una tasa de crecimiento anual del 8%, que es el mínimo necesario para emplear a los sectores que se incorporan al mercado laboral.

Pero Norteamérica, para sostener los planes de estímulo fiscal y las bajas tasas, para apostar a la baja del desempleo, que es un foco de probable lucha de clases interna, necesita utilizar el dólar bajo para frenar la entrada de importaciones además de tener una política más agresiva desde el punto de vista comercial internacional. Esto significa en última instancia descargar su crisis sobre China (además de sobre otras economías exportadoras como Japón y Alemania). Desde el ángulo de la relación mantenida hasta el momento con China implica intentar limitar el “modelo” exportador y en última instancia, una política más agresiva de penetración del capital norteamericano además de copar un mercado interno chino de aproximadamente 200 millones de personas de clase media acomodada y 10 millones de ricos.

De este modo, las propias condiciones en las que la economía norteamericana esboza primeros síntomas de recuperación son contradictorias con la continuidad de la relación previa al estallido de 2008 que incluía un proceso relativamente evolutivo de penetración del capital imperialista en China en cierta connivencia con el capital de origen chino y otros capitales imperialistas como el japonés y el europeo. Sin embargo hay que tener en cuenta que por un lado, China sigue siendo un país dependiente entre otras cosas por el peso del capital extranjero, porque su Estado no se ha constituido como un Estado burgués sólido y su productividad en 2005 era apenas el 15% de la de EE.UU. o porque el consumo interno apenas roza el 40% del PBI aportando el Estado el 27% de ese consumo. Por otro lado, China en su capacidad productiva es el 3° país mundial sólo detrás de Japón y posee el 22% de los bonos del Tesoro Norteamericano. Esto constituye un elemento de presión sobre EE.UU. muy grande porque la estabilidad del dólar posee una fuerte dependencia del ahorro chino. Es una combinación de aspectos novedosa que seguramente va a plantear escenarios convulsivos y nuevos fenómenos políticos de la lucha de clases.

4 - ¿Qué primeras conclusiones podemos extraer del estado de salud de la economía mundial?

Las polIticas estatales lograron hasta ahora una recuperación débil, que amén de no resolver ninguno de los problemas estructurales, plantea la posibilidad de que los Estados tengan que recurrir a nuevos salvatajes bancarios como sucedió hace poco en Inglaterra o incluso a medidas más extremas. Pone en escena probables estallidos de nuevas burbujas asociadas en particular al incremento de las deudas públicas pero también a la especulación en el mercado de commodities y otros activos como en el mercado inmobiliario o hasta en el del ajo, como podría ser el caso de China. O como consecuencia de nuevos default como hace poco sucedió en el Emirato Árabe de Dubai el segundo más grande de los 7 Emiratos Árabes Unidos, que posee escaso petróleo y cuyo espectacular crecimiento desde el año 2002 estuvo asociado al desarrollo de la industria inmobiliaria. Conocida como la “Ciudad de Oro”, Dubai se construyó como paraíso financiero, con gran afluencia de capital extranjero, plagado de fastuosas construcciones como islas artificiales adquiridas por muchos ricos y famosos del mundo. Como consecuencia de la situación crítica que comenzó a vislumbrarse durante los primeros seis meses de este año cuando los precios de la propiedad cayeron más del 40%, las empresas Dubai World y Nakheel, la constructora de las islas con forma de palmera, declararon la moratoria de 26.000 millones de dólares de su deuda. Pocos días después la bolsa de Atenas y los bonos públicos griegos se derrumbaron como consecuencia de que las calificadoras de riesgo le bajaron la nota a su deuda pública (que en 2010 alcanzaría al 120% del PBI) dejando sus títulos en un nivel cercano al de los “bonos basura”. La situación de Grecia amenaza la estabilidad del euro y pone al Banco Central Europeo ante la opción de rescatar a Grecia o dejar que colapse un miembro de su zona monetaria. Las calificadoras advirtieron además que podrían bajar la calificación de los bonos de Estados Unidos y el Reino Unido en función del mal estado de sus finanzas públicas. A su vez Brasil se señala como otro foco de posible burbuja. La recuperación es débil y los focos de tensión múltiples.

Los principales estadistas y ministros de Economía, tanto del BCE, como de Japón, Inglaterra y también de Estados Unidos, se debaten entre por un lado continuar con planes fiscales y tasas de interés bajas que sostienen un crecimiento débil pero generan riesgo de estallido e incluso posibles fenómenos inflacionarios y, por el otro, frenar los estímulos fiscales y aumentar las tasas de interés cuestión que, casi con seguridad, redundaría en una nueva abrupta caída de la economía. Este es en definitiva, el resultado visible de la acción de los Estados sobre la economía para frenar la crisis.

Mientras EE.UU. mantenga bajas las tasas de interés difícilmente y más aún en un contexto de devaluación del dólar, el BCE o Japón encaren en la práctica políticas distintas. No obstante el abultado endeudamiento de los Estados y la fragilidad financiera pueden exigir giros bruscos de política económica.

Ya sea por una u otra vía, las características de la recuperación en curso auguran mayores tensiones interestatales, mayores ataques al movimiento obrero y los sectores populares asociadas tanto al incremento del desempleo y la explotación, como a posibles nuevos estallidos financieros cuyos costos intentarán descargar sobre los trabajadores y los sectores populares, y mayores enfrentamientos entre las clases como subproducto de estos ataques o de intentos de mayor penetración imperialista como podría ser el caso de China. Las intervenciones estatales lograron contener las tendencias más catastróficas al menos por un período, pero la crisis está lejos de ser resuelta y los parches saltan por todos lados reactualizando el carácter convulsivo de la época imperialista en que vivimos.

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