Editoral |La Verdad Obrera N° 523
Diez años de estafa "nacional y popular"
22/05/2013
El kirchnerismo llegó al Gobierno para restaurar el poder de un Estado capitalista que había perdido gran parte de su legitimidad producto de la crisis y la rebelión de 2001 que echó al gobierno de De la Rúa. Esa crisis histórica combinó el crac económico con la insubordinación de amplios sectores del movimiento de masas, que tuvo su máxima expresión aquel 19 y 20 de diciembre.
Los Kirchner contaron a su favor con el “trabajo sucio” realizado durante la breve presidencia de Duhalde con la devaluación (que provocó una caída del 40% del salario real). También con el cambio de tendencia en la economía mundial y la suba del precio de las materias primas y un período de crecimiento basado en el auge del crédito fácil en EE.UU.
Con una muy débil legitimidad “de origen” (22% de los votos), el kirchnerismo armó una alianza heterogénea con el aparato menemista-duhaldista del PJ, sectores del “progresismo” seducidos por el discurso “antinoventista” y de “defensa de los derechos humanos” (muchas veces, cooptación mediante), y la burocracia sindical, fundamentalmente el moyanismo, pilar del gobierno hasta su ruptura.
Montado sobre la devaluación, el ciclo extraordinario de crecimiento económico y el aumento exponencial de los ingresos por exportaciones pudo inicialmente lograr hegemonía sobre el conjunto del empresariado industrial, financiero y agropecuario, garantizándoles altos niveles de ganancias. También este ciclo permitió cierta recuperación salarial, particularmente a los trabajadores “en blanco”, y un aumento del empleo, en gran medida precario. En los primeros años, el “dólar alto” y el reparto generalizado de subsidios fueron la clave de su política económica: no existió ninguna transformación estructural del país heredado de la “década neoliberal”, a la que los Kirchner contribuyeron gobernando Santa Cruz y apoyando la privatización del petróleo y el gas.
Como peronistas pragmáticos, los K intentaron distintas fórmulas de construcción política. De la “transversalidad” contra el “pejotismo” pasaron a apoyarse en el PJ y el “radicalismo K”, para luego intenta montar una corriente propia (Unidos y Organizados), que combinan con el apoyo del aparato pejotista de gobernadores e intendentes y la alianza con franjas relevantes de la burocracia sindical.
Desde el enfrentamiento con las patronales agrarias en 2008, el kirchnerismo ganó y cooptó a un sector de la intelectualidad, que jugó el papel de cubrirlo por izquierda y construir un “relato” progresista, algo continuado con el enfrentamiento al grupo Clarín y la ley de medios. La muerte de Kirchner fue un hito para ese relato, donde se erigió una imagen falsa de un político jugado por sus ideas, opuesta al político de los ‘90 preocupado por su enriquecimiento personal.
Crímenes sociales, represión y corrupción
El 54% obtenido por Cristina en 2011 pareció coronar ese proceso, donde el oficialismo se recuperó de la crisis de la derrota electoral de 2009. Sin embargo, desde entonces, el Gobierno, lenta pero persistentemente, viene perdiendo apoyos, y el “relato” es cada vez menos creíble. La ruptura con Moyano, un aliado con peso propio, expresó distorsionadamente, y a la vez facilitó, el inicio del pase a la oposición de franjas importantes de la clase trabajadora que rechazaba el impuesto al salario y el cepo a las paritarias. Así lo mostró la alta adhesión al paro general del 20 de noviembre de 2012.
La masacre de Once evidenció los escandalosos negociados en el sistema ferroviario, algo ya demostrado por el crimen de Mariano Ferreyra, que tuvo como responsables a la mafia de burócratas sindicales, empresarios concesionarios y funcionarios. Las inundaciones en La Plata volvieron a dejar claro la desidia de la casta de políticos profesionales que nos gobierna, que optó por los negociados con los empresarios inmobiliarios antes que realizar las obras para evitar la inundación de la capital de la principal provincia del país.
Las denuncias del “Proyecto X” y, ahora, las de la infiltración de un agente de la Policía Federal en la agencia de noticias alternativa “Rodolfo Walsh” mostraron la falsedad del discurso de “derechos humanos”. El kirchnerismo espía e infiltra a las organizaciones obreras, populares y de izquierda. Julio López y Luciano Arruga siguen desaparecidos. Dieciocho son los asesinados en protestas populares; y a dos días del aniversario de la década kirchnerista la policía del gobernador ultra K, Jorge Capitanich, mató a golpes a un manifestante qom en Chaco.
Los escándalos de corrupción, el enriquecimiento de los empresarios amigos del gobierno y de los funcionarios, incluyendo los propios Kirchner, junto a la reforma judicial para garantizarse una justicia adicta, no sólo dejaron sin sustento el mito de que son políticos distintos a los ’90, sino que terminó de sellar la ruptura de la clase media con el gobierno. Después de diez años, los monopolios imperialistas continúan controlando los recursos estratégicos de la economía; las multinacionales mineras y los sojeros amasan fortunas mientras los campesinos pobres son desplazados de sus tierras; a la oligarquía no se le tocó ni una hectárea; la deuda pública supera los 180 mil millones de dólares pese a los pagos millonarios y los empresarios se la siguen “llevando en pala. La continuidad de la dependencia y el atraso es el resultado de este nuevo intento frustrado de construir un “capitalismo en serio” de la mano de la “reconstrucción de la burguesía nacional”.
La clase obrera, las clases medias y la izquierda
Para los trabajadores hace rato que se acabó el “nunca menos”. El 35% de los trabajadores está “en negro” y la mitad de los asalariados cobra remuneraciones inferiores a 4.000 pesos, mientras el 75% de los jubilados recibe la mínima que apenas supera los $2.000.
En el movimiento obrero, el gobierno se apoya hoy en burócratas de la calaña del servicio de inteligencia de la dictadura, Gerardo Martínez, y en Cavalieri, Lescano, Caló o Pignanelli. Si alguna fuerza conserva esta burocracia es por la actitud de la CGT opositora de Hugo Moyano. Esta Central ha abandonado prácticamente toda medida de fuerza más o menos seria para dedicarse a jugar en la política patronal. El frente político conformado para pelear en las elecciones de este año y en las presidenciales de 2015 tiene el objetivo de rearmar al peronismo de derecha. Ahí están De la Sota, viejo aliado de Menem, y Roberto Lavagna junto al empresario De Narváez. Los últimos dichos del gobernador cordobés hablan por sí solos: reclama “reconciliarse” con los genocidas de más de 30 mil compañeros. Si antes Moyano fue garante bajo los Kirchner de la “paz social”, ahora se postula para hacerlo junto a las figuras recalcitrantes del peronismo ortodoxo.
Para el pueblo trabajador la alternativa no puede ser la oposición patronal. Macri, el peronismo opositor, los radicales, Binner u otras variantes de la centroizquierda (como apuesta la CTA opositora de Pablo Micheli), todos están comprometidos con los intereses de los sojeros, de los grandes empresarios que organizaron el golpe y hoy siguen dominando económicamente el país, varios de los cuales empujan a una megadevaluación contra el salario.
Al cierre de esta edición se producía la significativa derrota sufrida por los alcahuetes Yasky y Baradel en 11 seccionales (entre ellas las más importantes) del gremio docente en la provincia de Buenos Aires (SUTEBA). Los trabajadores y trabajadoras de la educación históricamente han actuado como “caja de resonancia” del estado de ánimo y la disconformidad de distintos sectores sociales. Así fue como adelantaron el “fin de ciclo” menemista, con la Carpa Blanca. Hoy expresan, de alguna manera, el tránsito a la oposición de los sectores de la clase obrera así como el malhumor de las clases medias. Pero si los “cacerolazos” fueron una clara expresión por derecha, las elecciones de los SUTEBAS, muestran el avance en este sector de la clase trabajadora de las listas de izquierda, con gran presencia de las corrientes que integramos el FIT.
Ante la decadencia del kirchnerismo, el desafío que tiene por delante la clase obrera, la única fuerza social con potencialidad para dirigir al resto de la mayoría nacional y sacar al país del atraso y la dependencia y poner todos los recursos generados al servicio de paliar las necesidades populares y elevar su nivel de vida, es conseguir su independencia política. En esta perspectiva, impulsamos activamente el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, mientras seguimos en la primera fila de lucha por recuperar las organizaciones de los trabajadores de manos de la burocracia, como en la alimentación, gráficos, subte, ferroviarios, docentes, telefónicos, aeronáuticos, estatales, metalúrgicos y automotrices.
Con la crisis capitalista mundial como elemento determinante del período que nos toca vivir, y ante la decadencia de un “relato” que no cambió sustancialmente las condiciones de atraso, dependencia y pobreza, la lucha por un gobierno de los trabajadores es más actual que nunca.