FT-CI

Crisis económica

¿El comienzo de la Segunda Depresión?

20/01/2009

La crisis financiera ha entrado en una nueva fase, desmintiendo a los que afirmaban que con los rescates billonarios había logrado ser contenida. En EE.UU, el gobierno tuvo que salir nuevamente al rescate del Bank of America mientras el Citigroup debió ser desguazado. Al otro lado del Atlántico, se combinaron la previsión de pérdidas del Royal Bank of Scotland (RBS) -que constituye el mayor déficit histórico registrado por una compañía en el Reino Unido-, la nacionalización del tercer banco de Irlanda y las pérdidas del Deutsche Bank, el principal banco de Alemania en el marco de un crecimiento de los llamados “activos tóxicos” -es decir, que se consideran incobrables- en posesión de los bancos del principal país de Europa. El jueves 20 de enero las bolsas del mundo recibieron la presidencia de Obama con una fuerte caída: el Dow Jones cerró con una baja de 4,01%, y se ubicó por debajo de los 8.000 puntos, su nivel más bajo de los últimos dos meses. Asimismo, el Nasdaq se desplomó 5,78% y el Standard & Poor’s 500, 5,28%. Fue la peor caída de la historia en el día de la asunción de un presidente, no por desconfianza respecto del nuevo presidente sino resultado de las señales claramente negativas de la economía: Nouriel Roubini, considerado un gurú económico de peso, dijo ayer que el sistema financiero ‘está en bancarrota’, y proyectó que la crisis crediticia ocasionará pérdidas financieras por u$s 3,6 billones en EE.UU. Estas proyecciones llevaron a Bank of America a caer 26%, al tiempo que Wells Fargo perdió 24% y JP Morgan y el Citi cayeron más de 16% (El Economista, 21-01-09). Esto se da en el medio -y es a la vez un subproducto- de una fuerte aceleración de la recesión mundial, cuando no sólo aumenta en forma galopante el desempleo en numerosos países sino también los intentos de ataques directos al movimiento obrero. En este marco, crece la perspectiva de grandes combates de clase no sólo en los países semicoloniales y dependientes sino también, por primera vez en décadas, en el mundo imperialista.

La aceleración de la recesión y el peligro de dislocación de la economía internacional

Si septiembre/octubre de 2008 fue el punto de inflexión de la crisis financiera internacional, los meses posteriores muestran una brusca y extendida expansión de la crisis a la “economía real”, con el aumento de las quiebras y despidos en todos los países, la baja de las inversiones y “expectativas” de producción.

Importantes segmentos de la economía mundial están en caída libre. La industria es uno: JP Morgan da cuenta que la producción manufacturera es probable que haya caído a una tasa anualizada de 20% en los últimos tres meses de 2008. En los tres meses anteriores a noviembre la producción industrial de EE.UU. cayó a una tasa anualizada de 16% comparada con los tres meses previos. En el mismo periodo la industria japonesa cayó un 21% y la alemana un 15%. Algunos países dependientes fuertemente industrializados como Corea del Sur cayeron aún más, con una disminución de la producción fabril de 25% a un índice anualizado en los tres meses anteriores a noviembre, una caída tan rápida como la de su crisis financiera hace una década.

Sectorialmente la industria automotriz está viviendo la más dura caída en ventas de su historia, llevando a rescates estatales y a anuncios de fusiones, como la que se está negociando entre FIAT y Chysler. Pero la caída de la demanda afecta a todos los sectores desde los fabricantes de chips hasta los de sofisticadas máquinas herramientas. Como consecuencia de esto los flujos comerciales, que crecieron más rápido que el PBN mundial durante décadas, están disminuyendo. Se estima en 2009 un descenso significativo en el volumen de exportaciones, su primera contracción desde 1982. Una muestra: las exportaciones de Taiwán bajaron en un 42% en el año hasta diciembre. Después de años de un crecimiento de dos dígitos, las de China están cayendo también, aunque menos que las del resto del este de Asia.

Geográficamente ya no hay país de la economía mundial que no esté afectado: si el centro de la crisis está en la recesión de las principales economías centrales, éstas han arrastrado al conjunto de la economía internacional. La caída del PBN en EE.UU. en el último trimestre del año se anuncia brutal como demuestra la pérdida de más de un millón de empleos en noviembre y diciembre y la continuidad de la caída de los índices de consumo, incluso durante los días de las compras navideñas. Gran Bretaña está en el mismo calvario. La producción en el área del euro probablemente cayó tan rápido como en estos dos países en los últimos tres meses de 2008, mientras que el PBI de Japón se hundió en forma incluso más dramática. Y los famosos BRICs no han quedado indemnes. Rusia está a las puertas de una crisis del rublo como muestra la perspectiva de una fuerte devaluación de su moneda con respecto al dólar. Brasil perdió en diciembre 654.000 empleos- su peor resultado desde 1999- mientras la economía china va a experimentar un aterrizaje forzoso (“hard landing”) en 2009, según predice Fitch Ratings. Ya el año pasado 4 millones de trabajadores migrantes perdieron su empleo, con más desempleo por venir este año.

Con este panorama atrás, toda visión que minimiza el carácter profundo e histórico de esta crisis del capitalismo es de una ceguera incurable. Como dicen hasta economistas “mainstream” como Martin Wolf del Financial Times: “Ya debe estar claro incluso para el más obtuso y complaciente que esta crisis es la más seria que ha afectado las economías de los países avanzados en la era de posguerra”. Y, como ya anticipábamos en la nota de la última Estrategia Internacional, alerta sobre el peligros que significa la ruptura de los desequilibrios que sostuvieron a la economía mundial hasta hace poco: “Bienvenidos al año 2009. Este es un año en el cual se determinará el destino de la economía mundial, quizás por generaciones. Algunos tienen esperanzas de que podamos restaurar el crecimiento globalmente desbalanceado de la mitad de esta década. Están equivocados. Nuestra elección es sólo sobre qué lo reemplazará. Es entre una economía mundial mejor equilibrada y la desintegración”. Y conjetura preocupado: “Ahora piensen en qué sucederá si, después de dos o más años de monstruosos déficit fiscales, EE.UU. todavía se encuentra en medio del desempleo y el crecimiento lento. La gente se preguntará por qué el país exporta tanto de su demanda para sustentar empleos fuera del país. Querrán su demanda de vuelta. La última vez que sucedió esto -en la década de 1930- el resultado fue una serie devastadora de devaluaciones ‘a ‘costa del vecino’, más proteccionismo. ¿Podemos estar seguros de evitar estos peligros? Al contrario, el peligro es extremo. Una vez que la integración de la economía mundial comienza a revertirse y el desempleo crece, los demonios de nuestro pasado -sobre todo el nacionalismo- regresarán. Los logros de décadas pueden colapsar de la noche a la mañana” (Financial Times, 6/1/2009).

Una nueva fase de la crisis financiera: el fracaso de los rescates estatales

Los nuevos problemas de las megaentidades financieras han quebrado el mito de que lo peor había pasado para el sector financiero gracias a los planes de rescate, las inyecciones ilimitadas de liquidez, las cuasi nacionalizaciones, las inyecciones de capital y los avales estatales. Al contrario, la crisis va para largo.

Los inversores han despertado bruscamente del sueño que habían divulgado interesadamente gobiernos y analistas en los últimos meses. Una serie de noticias muy negativas, comenzando por el inicio del desguace del otrora mayor banco del mundo, Citigroup, los ha sacado de su ensoñación. Si una inyección de capital de 45.000 millones de dólares y unas garantías estatales por otros 260.000 no son suficientes y hace falta vender el banco por trozos, es que la situación es gravísima, mucho más de lo que nadie pensaba. A paso seguido uno de los pocos “baluartes” que quedaban en el sistema financiero norteamericano, el Bank of America ha tenido que recibir una segunda ayuda estatal, valorada en 138.000 millones de dólares, para afrontar la enorme deuda derivada de la compra de Merrill Lynch y garantizar su supervivencia. La entidad ha conseguido una inyección directa de 20.000 millones a cambio de acciones preferentes, además de otros 118.000 millones para respaldar los activos dudosos del banco. A estas cifras se suman los 25.000 millones de dólares procedentes de las arcas públicas dentro de un paquete “forzado” que afectó a algunas de las principales instituciones financieras del país.

Al otro lado del Atlántico, ya la semana pasada la joya de la corona alemana, el Deustche Bank, sorprendía a los inversores al anunciar que no ha conseguido evitar los números rojos y cerrará 2008 con pérdidas de 3.900 millones de euros. Con un respaldo propio debilitado, ha recurrido a una ampliación de capital público: el Estado alemán entrará indirectamente en el Deutsche Bank después de que Deutsche Post, con participación estatal mayoritaria, haga efectiva la compra temporal de una parte de ese entidad de crédito. Ya en lo que va del año se había avanzado en una intervención estatal en el Commerzbank, a medida que sale a la superficie que los bancos alemanes están sentados en una montaña de “activos tóxicos” del orden de los 300.000 millones de euros, una cifra mucho mayor de todo lo esperado hasta ahora y de los cuales sólo un cuarto han sido pasados a perdida. Por su parte, las autoridades irlandesas nacionalizaban el Anglo Irish Bank, el tercer banco de ese país. Pero todo esto era no más que el aperitivo cuando esta semana, el Royal Bank of Scotland (RBS), el segundo banco del Reino Unido, anunciaba que prevé pérdidas en 2008 de hasta 28.000 millones de libras (unos 40.000 millones de dólares), constituyéndose en el mayor déficit histórico registrado por una compañía en ese país. De conjunto según un informe del mismo RBS días antes de su espectacular anuncio, los principales bancos británicos son “técnicamente insolventes”, si su grado de capitalización se mide estrictamente a precios de mercado. El Barclays, uno de los pocos que aún se mantiene independiente de la intervención estatal se encuentra en el camino del Citigroup y el Bank of America, debido a los malos resultados de su rama de inversión. Hasta ahora, el HSBC, el mayor banco por capitalización de Europa, se ha mantenido a flote. Sin embargo, los nubarrones se ciernen sobre él, como ha alertado Morgan Stanley al asegurar sus analistas que la entidad necesitará, con toda probabilidad, de 30.000 millones de libras para ajustar sus ratios de solvencia. Un jarro de agua fría para una compañía cuya exposición en Asia y otros mercados emergentes” puede pasarle severa factura. En este marco, el gobierno de Gordon Brown está claramente luchando para evitar un colapso de su sistema bancario, mientras que al mismo tiempo trata de evitar una total nacionalización del mismo. La caída desordenada de la libra estaría señalando que el gobierno comienza a perder el control de la situación, mirándose en el espejo de Islandia a pesar de la diferencia de tamaño de ambas economías.

Pero esta oscura realidad de los bancos británicos la es también de los principales bancos norteamericanos. Como dice Frank Partnoy, profesor de finanzas y derecho de la Universidad de San Diego: “En definitiva, dada la caída de los activos y el aumento de los pasivos, muchos -quizás la mayoría- de los grandes bancos son esencialmente insolventes y lo han sido durante mucho tiempo. Es increíble que hayan perdido tanto dinero en derivativos pero incluso es más sorprendente que hayan sobrevivido tanto después de eso”. En otras palabras, son bancos zombies, siguen operando, pero en realidad ya quebraron o en el mejor de los casos, tienen suficiente capital para mantenerse de pie, pero no hacen nada de lo que supuestamente un banco debería hacer, es decir prestar a las empresas y a los hogares.

Como venimos enfatizando desde que comenzó la crisis financiera en 2007, la misma es una crisis de solvencia, es decir una crisis que expresa la imposibilidad estructural en el largo plazo de los bancos de poseer capacidad de pago, producto que la actividad que financiaban ha dejado de ser rentable y no lo será nuevamente por las cambiantes condiciones económicas. Esto es lo que confirma este mismo analista: “Aunque los inversionistas sofisticados reconocieron pronto que esta crisis era de solvencia, y no de liquidez, y que la sequía de liquidez surgió del miedo a que los bancos no pudieran pagar sus obligaciones, otros llegaron a esta conclusión de forma más lenta. Estos últimos fueron, como de costumbre, las agencias calificadoras de crédito. El viernes, finalmente recortaron el rating de Citigroup y al Bank of America. Como sucedió con la baja calificación de último momento de Enron, que fue un paso más hacia su destrucción, estas podrían ser el final, al menos para el Citigroup”. En realidad, el contagio de la crisis por los principales bancos del mundo plantea, como señalamos, que estamos ante una crisis de insolvencia mundial. Esto es lo que impide una salida fácil a la crisis ya que está afectado todo el sistema financiero. Por tanto, dicho analista concluye lacónico con respeto al rol de las intervenciones estatales: “La intervención gubernamental, como el seguro médico, pueden prolongar lo inevitable, pero sólo durante un tiempo. Pronto enterraremos más bancos. Sus hijos sobrevivirán pero ellos no. La intervención masiva del gobierno de los últimos meses provee “atención” financiera para darnos tiempo de despedirnos”(Financial Times, 18/1/2009).

Banco “malo” estatal, nacionalización temporal o un inevitable default

La nueva fase de la crisis financiera ha llevado a delinear otras alternativas para restaurar al sistema bancario, tratando de impedir su quiebra generalizada a la vez que recomponiéndolo como una condición sine qua non para el restablecimiento de la acumulación capitalista. EE.UU. se estaría inclinado hacia una solución que consistiría en trasladar los títulos basura a un “banco malo” estatal, pero sin tocar los derechos de propiedad de los actuales accionistas que por el contrario se verían recompensados por la contribución de dineros públicos. Este enfoque de compromiso busca evitar la nacionalización temporaria de los grandes bancos. La cuestión clave, como en el original programa de compra de “activos tóxicos” del ex secretario del Tesoro Paulson (TARP), es quien manejaría esos activos y más crucialmente a qué precio serían cotizados. Los bancos piensan que sus activos valen más de lo que los inversores están dispuestos a pagar. Si el gobierno apoya a los inversores, los bancos se verían forzados a tragarse la diferencia como pérdida. Pero forzar a los bancos a reconocer mayores y substanciales pérdidas erosionaría más aún la débil confianza que aún queda en los inversores sobre su solvencia. Por lo tanto el gobierno debería pagar lo que los bancos consideran un precio justo, en otras palabras entregarles un subsidio o la transferencia de recursos del estado por encima significativamente del valor del mercado de sus activos basura. Esto constituiría una estafa de proporciones históricas que será descargada sobre las espaldas de los trabajadores y el pueblo, vía recortes de los gastos sociales y nuevos impuestos (como una elevación del IVA) ya que todo este oscuro esquema sólo puede significar un aumento astronómico del déficit del estado y de la deuda, ya a niveles altísimos en el actual ejercicio.

Es por eso que, frente a semejante subsidio a cambio de seguir manteniendo a los actuales propietarios con el control de las entidades, ha hecho crecer el pedido en determinados analistas, como Paul Krugman, sobre la necesidad de que el gobierno de los Estados Unidos haga acopio de las propiedades bancarias como compensación por el rescate, de acuerdo a un esquema similar a como ocurrió con las “Sociedades de Ahorros y Préstamos (S&L) a comienzos de los ’80. El mismo reclamo es levantado en el Reino Unido, a pesar de la creciente intervención estatal en varios bancos como en el RSB donde el gobierno ahora es propietario del 70% de sus acciones y que ha lanzado un segundo plan de rescate bancario, que aunque distinto en la forma que el banco “malo” estatal norteamericano, tiene el objetivo de poner en marcha un mecanismo que garantizará -a través del pago de un honorario (que se podrá hacer en efectivo o acciones) y hasta un determinado nivel- las llamadas deudas “tóxicas” de los bancos para animarles a reanudar la concesión de créditos a los negocios y a los particulares. Para muchos analistas esta alternativa es más “justa” y sobre todo potable para la crispación social reinante en esos países que más temprano que tarde podría estallar como embrionariamente demostraron las dificultades para aprobar el primer Plan de Rescate en EE.UU. o las actuales acusaciones de Gordon Brown a los actuales directivos del RSB, como forma de hacer pasar políticamente el nuevo esquema de rescate. A su vez, se argumenta una nacionalización temporaria de amplias porciones del sistema financiero evitaría el problema de valuar y vender los activos tóxicos por el momento, que serían mantenidos en estado de invernadero por un tiempo antes de que sean vendidos, como fue el caso en la crisis financiera en Suecia a comienzo de la década de 1990. Pero una solución como esta última nunca ha sido aplicada en semejante escala ni con activos tan complicados como los que poseen los bancos norteamericanos. O, dicho de otra manera, esa sería eficaz si el conjunto del sistema financiero y todos los títulos hipotecarios fueran nacionalizados. Suecia pudo hacerlo con el sector y los préstamos de su burbuja inmobiliaria, pero el carácter global de la actual crisis hace improbable esta opción. En estas condiciones la nacionalización temporaria y recapitalización de los principales bancos aumentaría el costo fiscal y las perspectivas de crisis monetarias como en cierta medida ya lo está experimentando el Reino Unido. Las dudas y dificultades que presentan todos estos planes ha llevado a un analista del diario británico The Daily Telegraph a plantear que como salida última un “jubileo bíblico de la deuda quizás sea la única respuesta”, en base a que “No hay garantía de que las medidas sean exitosas. La gran escala del préstamo gubernamental quizás agote el stock del capital global. Los mercados ya están comenzando a cuestionar la solvencia de estados soberanos. A la FED puede resultarle más difícil de lo que creía retirarse de la colosal intervención en los mercados accionarios”. Al final, la única salida de la deuda global puede que sea un jubileo bíblico de la deuda. A los acreedores no les gustará eso. En última instancia ya sea vulnerando la propiedad privada de algunos grandes bancos en el caso de la nacionalización temporaria, o vulnerando los derechos de los acreedores, en esta última variante para salvar en ambos casos al conjunto del sistema capitalista, la crisis se encamina a una resolución de fuerza o bonapartista, es decir no consensuada, que trastocará en forma brutal los equilibrios políticos y sociales reinantes además de aumentar en forma abismal la carga del salvataje sobre los hombros de las masas. Esta resolución es la que los planes pasados y los actuales que se discuten en los EEUU o ya se aplica en Londres, con una muy mala respuesta de los mercados el primer día, es lo que se está tratando cada vez en forma más estrecha de evitar.

Ataques directos a la clase trabajadora y perspectivas de grandes combates de clase

El creciente traslado de la crisis bancaria al terreno de la crisis fiscal no sólo está abriendo dudas sobre la capacidad de los estados de honrar sus deudas, sino que está llevando a crecientes chantajes y ataques directos a los trabajadores como fue el caso de los países semicoloniales en las anteriores crisis regionales. En Europa esto se manifiesta en la pérdida de calificación crediticia “AAA” de Standard & Poor’s por parte de España, que continúa a la degradación de la misma agencia de la deuda de Grecia al mismo nivel que la deuda de Malasia o este miércoles que la de Portugal. La economía española es la primera de una de las economías más fuertes en perder dicha calificación desde el estallido de la crisis financiera. La rebaja de la calificación crediticia de España se justifica en un demoledor informe de la agencia de rating, que es especialmente dura en su previsión sobre el aumento de la deuda pública neta (emisiones menos vencimientos): un 18% del PIB a lo largo de los próximos cuatro años, lo cual equivale aproximadamente a 200.000 millones de euros que tendrán que pagar las generaciones venideras. Pero Irlanda, que aún mantiene increíblemente esta calificación crediticia AAA, estaría en un camino más desesperado.Un prestigioso economista irlandés, David McWilliams, ex funcionario del banco central irlandés a la vez que ex miembro de la directiva del banco suizo UBS y ahora un destacado comentarista radiofónico, lo ha dicho sin ambages, tirando una bomba política a los socios europeos, un tabú que hasta ahora no se había quebrado. Según informa The Daily Telegraph el 19/1 este ha dicho: “Es esencial que vayamos a Europa y expliquemos que tenemos un problema grave. Y que digamos: o nos declaramos en suspensión de pagos o nos salimos de Europa”, afirmó McWilliams en declaraciones a la emisora RTE. “Si Irlanda sigue por este camino, que está muy cerca de la suspensión de pagos, toda Europa se verá afectada muy negativamente. Podría ocurrirles lo mismo a España, a Italia o a Grecia”, pronosticó.

En este marco, el gobierno irlandés está recurriendo a todas las herramientas a su disposición para evitar la ominosa perspectiva de la suspensión de pagos, recurriendo a una rebaja salarial a los empleados públicos para prevenir que el déficit publico crezca a un 12% del PBI el próximo año, convirtiéndose en el primer país en la eurozona que utiliza la deflación salarial al estilo de la Gran Depresión para restaurar su competitividad. Según los diarios locales el gobierno impondría estos recortes con o sin acuerdo sindical. La burocracia sindical está jugando de correa de transmisión de este brutal ajuste en el salario haciendo correr la siguiente amenaza: “Los detalles de las negociaciones de la semana pasada emergieron luego de que Dan Murphy, secretario general del sindicato del servicio público, le escribiera a los secretarios regionales de su organización alertando que el gobierno debería buscar un rescate del FMI si el endeudamiento público no se reducía. Alertó que esto podría llevar a despidos masivos en el sector público”(Financial Times 14/1/2009).

Pero perspectivas como la de Irlanda pueden generalizarse en el resto de Europa, empezando por los países más afectados por la actual crisis como es el caso español cuyo desempleo según el Banco Mundial podría saltar al 19% este año (4 millones de parados). El Economista de 20/1 dice: “Se requiere una toma de conciencia de que los buenos tiempos han muerto y de que ha llegado la hora de apretarse el cinturón. Mejor hacerlo nosotros a que nos obligue un tercero, ¿el FMI?, a llevarlo a cabo. La única vía de ajuste en nuestro país es a través de una caída brusca de los salarios reales, que la rigidez salarial patria obliga a canalizar a través de un aumento de la población desocupada”. En este marco de preparación de ataques directos a los trabajadores, similares a los sufridos por los trabajadores de los países semicoloniales en las recurrentes crisis de las pasadas décadas, en el medio de una brutal desocupación, no sorprende que el pronóstico de Nouriel Roubini sea el siguiente: “En los últimos años, los riesgos relacionados con la política han sido más prominentes en los mercados emergentes. Estos países siguen enfrentando este tipo de riesgos, pero por primera vez en muchos años, el riesgo político y regulatorio tendrá un impacto dramático en las democracias industriales desarrolladas” (RGE, 16/1/2009).

Grandes combates de clase se avecinan.

Frente a esta perspectiva está planteado que los revolucionarios levantemos un programa para que sean los capitalistas los que paguen la crisis. Si la clase obrera no interviene en forma independiente, la catástrofe caerá sobre los hombros de las masas explotadas del mundo entero, con millones expulsados al desempleo y nuevas guerras con las cuales las potencias imperialistas y sus aliados buscarán asegurar su dominio, como estamos viendo hacer en Gaza al Estado de Israel con el aval de Estados Unidos. Ante el derrumbe financiero, hay que plantear la nacionalización sin pago y bajo administración obrera de la banca, como paso a la expropiación de los grandes grupos económicos. Los despidos deben ser enfrentados planteando el reparto de las horas de trabajo sin rebaja salarial. Las empresas que despidan masivamente deben ser expropiadas y puestas a funcionar bajo gestión obrera. Demandas transitorias de este tipo son centrales en la actual situación, son clave para actuar como puente entre lo que plantean las condiciones objetivas de hundimiento capitalista y la conciencia de los trabajadores. Estamos entrando en una etapa donde la lucha de clases se va a agudizar y donde se vuelve más urgente que nunca avanzar en la construcción de partidos revolucionarios de la clase obrera y de la reconstrucción de la IV Internacional. A esta tarea convocamos desde las organizaciones que formamos parte de la Fracción Trotskista -Cuarta Internacional.

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