Cuba
El gobierno de transición
02/08/2007 La Verdad Obrera N° 245
El discurso pronunciado por Raúl Castro en el acto de conmemoración del 26 de Julio, fecha del asalto al cuartel Moncada en 1953 y “bautismo de fuego” del movimiento de Fidel (quien estuvo ausente en el acto), llamó la atención sobre el rumbo que podría adoptar el gobierno cubano en un futuro próximo.
Un “ramo de olivo” al imperialismo
Raúl Castro exhortó al diálogo al futuro reemplazante de George W. Bush en la Casa Blanca en 2008. “La nueva administración que surja tendrá que decidir si mantiene la absurda, ilegal y fracasada política contra Cuba o acepta el ramo de olivo que tendimos en ocasión del 50° aniversario del desembarco del Granma”, declaró el dirigente cubano.
La política que mantiene Bush de hostilidad total hacia Cuba no ha variado en este año sin Fidel y sigue siendo dictada por su alianza con la gusanería del exilio cubano en Miami. Esta política hasta ahora ha fracasado. Por otro lado, existe un fuerte lobby en EE.UU. a favor de revisar el bloqueo que tiene el apoyo, entre otros, de la industria petrolera y del agrobussines. En tal sentido, “Los senadores Larry Craig (republicano por Idaho) y Byron Dorgan (demócrata por Dakota del Norte) presentaron una moción para permitir a la compañías estadounidenses trabajar en aguas cubanas” (BBC en español, 21/03/07). Por su parte, el precandidato demócrata Barack Obama señaló su disposición dialoguista con Chávez y Cuba. Por último, el jefe de la OEA, el chileno Manuel Insulza, abogó abiertamente por abrir el diálogo con Cuba y señaló lo absurdo de la política de bloqueo que mantiene la Casa Blanca desde hace más de 40 años.
En este marco, el discurso de Raúl aparece como un guiño pragmático hacia los sectores económicos interesados en invertir en Cuba bajo la promesa de un cambio, aunque la posibilidad de que haya un cambio con una posible administración demócrata son vagas ya que la otra precandidata demócrata, Hillary Clinton, rechazó de plano esta posibilidad.
Cambios estructurales
Castro señaló la vigencia del llamado “Período Especial” y marcó la necesidad de “introducir los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios” para aumentar la producción y estimular la inversión extranjera “siempre que aporte capital, tecnología o mercado”. Recalcó que esta actividad se llevaría a cabo con “empresarios serios y sobre bases jurídicas bien definidas que preserven el papel del Estado”.
El “Período Especial” se abrió tras la caída de la ex URSS y el fin de su apoyo económico, lo que implicó terribles penurias para las masas. La política de apertura de la economía que, a partir de 1993, impulsaron Raúl Castro y Carlos Lage con el apoyo de Fidel, atrajo divisas e inversión extranjera, sobre todo en turismo, permitiendo una estabilización y posterior crecimiento de la economía cubana pero con las consecuencias de un aumento de la desigualdad social y de la corrupción estatal. Este giro aperturista fue cambiado luego hacia una política de mayor control del Estado a partir de 2003.
Hoy la economía cubana vive esencialmente de la minería, el turismo y la venta de servicios sociales a Venezuela (aparte de los subsidios que ésta le otorga a través la entrega de petróleo barato o créditos accesibles). Otra fuente de divisas son las remesas de familiares residentes en EE.UU. Los cambios anunciados por Raúl apuntan a lograr el ingreso de capitales privados en el campo, la minería y la extracción de petróleo en la zona cubana del Golfo de México, que se calcula potencialmente cuantiosa y en la que ya viene operando PDVSA y Repsol-YPF.
El campo es un “talón de Aquiles” para la economía cubana, ya que su producción no alcanza a cubrir la demanda interna, lo que obliga a importar alimentos. Por eso Raúl dijo que hay que “hacer producir más la tierra” llamando a “generalizar las experiencias” de los campesinos destacados, muchos de ellos productores privados.
La transición en marcha
El liderazgo de Raúl Castro se erigió tras la convalecencia de Fidel, que delegó en su hermano el 27 de julio de 2006 los cargos que ocupaba. La sucesión abrió incertidumbre sobre la estabilidad del castrismo. Sin embargo, a un año de consumada, los escenarios más catastrofistas que alentaban los gusanos y el imperialismo no tuvieron lugar. El gobierno de Raúl Castro parece haber logrado, hasta ahora, sellar una alianza entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias (que controla los sectores dinámicos de la economía) y el Partido Comunista Cubano. De esta forma se ha evitado la lucha de fracciones que en todo régimen burocrático y personalista tiende a estallar tras la ausencia del líder caído. Por otra parte, no existe aún un gobierno “raulista”, lo que se expresa en el hecho de que hasta ahora el Consejo de Ministros solo haya cambiado a cuatro de sus miembros de un total de 39. La presencia de Fidel como “alma de la Revolución” quita margen de maniobra a cualquier cambio brusco y limita el poder real de Raúl. Pero el mismo Raúl es un presidente de transición cuyo papel es hacer que la misma sea lo más ordenada posible. Lo que se puede apreciar es el intento de comenzar una apertura diplomática y económica, pero sin ningún cambio político sustancial. Es decir, manteniendo intacto el poder político, y en gran parte económico, de la burocracia en su conjunto.
– Las masas y las conquistas de la Revolución del ‘59
Si muchas de las conquistas de la Revolución cubana se han mantenido durante casi cinco décadas es por la tenaz resistencia y acción de las masas que las defienden. El aumento de la desigualdad social y la debilidad estructural del Estado y la economía cubana han abierto una brecha que amenaza esas conquistas. La política de inversiones de los ‘90, a la vez que acrecentó los privilegios de la vieja casta gobernante, creó una especie de sector más privilegiado, entre los que se cuentan los burócratas del estado, que tiene acceso al CUC (la moneda fuerte, convertible al dólar o al euro, en Cuba), que permite la posibilidad de comprar en el abastecido mercado negro y de turismo. Mientras que la mayoría de los cubanos que deben manejarse con pesos cubanos están obligados a acudir a las vaciadas tiendas del Estado o proveerse de CUCs de alguna manera. “Algunas estimaciones dicen que ‘la libreta’ (de racionamiento) aporta el 50% de los alimentos, el mercado libre en moneda nacional el 25% y el mercado libre en CUC el 25% restante” (Pablo Stefanoni, Una transición incierta, www.vientosur.info). Pero también hay síntomas de oposición social. Durante 2006, varias figuras de la cultura cubana - como el premio Nacional de Literatura Desiderio Navarro- impulsaron un movimiento de repudio contra la aparición en las pantallas de TV de Luis Pavón, director del Consejo Nacional de Cultura entre 1971 y 1975. Este último impuso el realismo socialista en el arte y el “disciplinamiento” de los intelectuales. El movimiento “coincide en la ausencia de espacios para socializar los debates sobre la coyuntura que vive la isla y hablan del fracaso del ‘socialismo de cuartel’. El propio congreso del PCC es postergado desde 2002 y el debate de ideas está ausente en los medios” (P. Stefanoni, ídem).
Para los socialistas revolucionarios, trotskistas, la actual situación cubana exige la construcción de un partido marxista revolucionario que sostenga un programa y una política que defienda las conquistas de la revolución contra cualquier agresión externa o contrarrevolucionaria y que abogue por el fin del bloqueo, pero que también las defienda de cualquier intento de avanzar desde adentro contra ellas en nombre de la “eficiencia” y la privatización que permitirían el despliegue de las fuerzas restauradoras del capitalismo. Para ello hay que apuntar contra el privilegio de la burocracia y los grupos privados, exigir la revisión y control obrero y popular de las inversiones extranjeras, la libertad de los partidos y sindicatos que defiendan la revolución y plantearse la perspectiva de un gobierno de los consejos de obreros, campesinos y soldados.